En Isaías 1:10-20. Dios rechaza el formalismo religioso, carentes
del espíritu de humillación y arrepentimiento. Con vidas llenas de maldad y
rebelión, simbolizados con Sodoma y Gomorra. El sábado semanal y las
fiestas solemnes eran importantes; pero las vidas del pueblo eran contrarias a
esos principios elementales como el amor a Dios y al prójimo. Por eso Dios los
abomina. Recuerden: que recién en la muerte de Jesús se abolió las fiestas
solemnes; pero la vigencia del día de reposo permanecerá por la eternidad. 66:22-23.
¡Dios Da La Solución A Esta Incongruencia! para que el pueblo y sus
ofrendas y sus fiestas solemnes y el sábado semanal sean aceptos por Dios. Vers.
16-20. Porque hay una estrecha relación entre nuestra vida personal y nuestra relación
con Dios; ambos, tienen que ser santos. Amen.
10 Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de
nuestro Dios, pueblo de Gomorra. 11 ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la
multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y
de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de
machos cabríos. 12 ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a
presentaras delante de mí para hollar mis atrios? 13 No me traigáis más
vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo,* el
convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas
solemnes. 14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene
aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. 15
Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo
cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras
manos.
16 Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante
de mis ojos; dejad de hacer lo malo; 17 aprended a hacer el bien; buscad el
juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.
18 Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el
carmesí, vendrán a ser como blanca lana. 19 Si quisierais y oyereis, comeréis
el bien de la tierra; 20 si no quisierais y fuereis rebeldes, seréis consumidos
a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho. (Isaías 1).
10. Príncipes de Sodoma. El nombre
"Sodoma", que en forma figurada se usa aquí para designar a Judá en
vista de que prevalecían allí condiciones similares a las que habían imperado
en la Sodoma literal, constituye una terrible acusación contra la nación que
profesaba gobernar en el nombre de Dios. Los reyes del país, en su política y
en su práctica, se habían apartado tanto del Señor, que apenas se diferenciaban
de los reyes de las naciones más pecadoras de la tierra. Por esta razón se les
dirige una solemnísima exhortación, un mensaje de Dios que predecía la ruina de
toda la nación si ésta no se arrepentía.
11. ¿Para qué me sirve? Judá todavía
tenía la apariencia de ser una nación muy religiosa. Se ofrecían muchos
sacrificios en el templo, pero había poca verdadera religión. El profeso pueblo
de Dios había olvidado qué era lo que Dios verdaderamente requería de ellos;
sin embargo, mantenían las formas externas de la religión. Estaban dispuestos a
ofrecer sacrificios, pero no a entregar sus corazones al Señor. Conocían las
formas externas de la religión, pero no comprendían que necesitaban un
Salvador, ni entendían lo que significaba la justicia. Isaías procuró que
volvieran en sí y comprendieran la necedad de su conducta. Mediante una serie
de penetrantes preguntas, el profeta esperaba que entendieran que la religión
que sólo consiste en formas externas es una ofensa para Dios. A través de las
edades los portavoces de Dios han procurado dejar en claro que lo que Dios
requiere es obediencia y no sacrificio, rectitud y no ritualismo (1 Sam. 15:
22; Sal. 40: 6; 51: 16-19; Jer. 6: 20; 7: 3-12; 14: 12; Ose. 6: 6; Amós 5:
21-24; Miq. 6: 6-8).
12. A presentaros delante de mí. Se empleaba
comúnmente la frase "presentare delante de Dios" para referirse a la
visita al templo durante las grandes festividades religiosas (Sal. 42: 2; 84:
7; Exo. 34: 23).Los hebreos creían acertadamente que al llegar al templo
entraban en la presencia inmediata de Dios. Es cierto que el santuario se había
construido para que el Señor pudiera habitar en medio de ellos (Exo. 25: 8);
pero no necesariamente toda persona que visitaba el templo entraba en la
presencia de Dios. Por medio de Isaías, el Señor afirma que habita "en la
altura y en la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu" (Isa.
57: 15).
13. Vana ofrenda. Los sacrificios
ofrecidos sin contrición y genuino arrepentimiento eran presentados en vano (1
Sam. 15: 22; Mat. 5: 24; Mar. 12: 33); carecían de valor. Abominación. En
vez de deleitarse con la ofrenda del perfumado incienso que se le ofrecía, el
Señor se disgustaba machismo. Las ceremonias de la religión no significan nada
si falta su verdadero espíritu. Dios ha dicho claramente que, cuando falta la
obediencia, aun la oración le resulta abominable (Prov. 28: 9).
Luna nueva y día de reposo. Los días
sagrados que aparecen aquí se mencionan juntos también en referencias como 2 Rey.
4: 23; 2 Crón. 8: 13; Amós 8: 5. Era parte esencial de la religión hebrea el
observar estos días sagrados. Habían sido designados por el Señor mismo, y era
él quien había mandado a Israel que los observara (Exo. 23: 12-17; Lev. 23;
Núm. 28; 29; Deut. 16: 1-17). Pero no bastaba la observancia externa de esas
formas religiosas. Los ritos y las ceremonias carecen de sentido cuando falta
rectitud. Dios dijo claramente que la observancia formal de los días sagrados,
ordenada por él mismo, le resultaba ofensiva si faltaba la obediencia.
Son iniquidad. En el hebreo no está la
forma verbal "son". Quizá sería preferible traducir: "No puedo
sufrir iniquidad y fiestas solemnes". Isaías declara que los solemnes
servicios religiosos, acompañados de una vida inicua, son una ofensa para el
Señor. En el tiempo de Isaías los hebreos daban mucha importancia a las formas
de la religión, y poca importancia a la rectitud. Muchos que observaban
estrictamente los requisitos formales de la ley ceremonial violaban
abiertamente los solemnes mandatos de la ley de Dios. Su conducta constituía
una burla de la140 religión y una vergüenza a la vista de Dios.
14. Las tiene aborrecidas mi alma. En este pasaje Dios habla a gente que tenía toda la apariencia de ser un
pueblo muy religioso. Participaban en las ceremonias religiosas porque creían
que ésa era la manera de ganar el favor de Dios; pero el Señor les manifestó
que estaba sumamente disgustado por su conducta, que odiaba la observancia de
sus fiestas señaladas, que rechazaba su culto y estaba molesto por su hipócrita
fingimiento. En realidad, el pueblo estaba desafiando a Dios cuando rehusaba
andar en sus caminos. Ningún manto de formalismo religioso podía cubrir sus
pecados.
15. Cuando extendáis vuestras manos. Los
hebreos muchas veces extendían las manos hacia Dios cuando oraban (Exo. 9: 29,
33; 17: 11; 1 Rey. 8: 22; Esd. 9: 5; Job 11: 13; Sal. 88: 9; 143: 6).
Yo no oiré. Cf. Sal. 66: 18; Sant. 4:
3. La oración debe ser sincera para que pueda ser oída. Las oraciones de los
hipócritas no serán escuchadas (Mat. 6: 5; Luc. 18: 14). Las oraciones no
necesariamente son efectivas porque sean largas y frecuentes (Mat. 6: 7). Las
plegarias de los impíos, cuyas manos están manchadas de sangre y que persisten
en sus malos caminos, no llegarán hasta el trono de la gracia. Los hebreos de
los días de Isaías externamente parecían ser gente muy religiosa que daba gran
importancia a la oración, pero se negaban a abandonar sus pecados. Sus
oraciones provenían de los labios, pero no emanaban del corazón. Dios dice
claramente que rehusa escuchar tales plegarias.
Llenas están de sangre vuestras manos. En el rollo 1QIsa de los Manuscritos del Mar Muerto (ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128) se añade una frase paralela: "y vuestros dedos, de culpabilidad". Así resulta un dístico cuya primera parte es: "Llenas están de sangre vuestras manos".
16. Lavaos. El pecado da por resultado contaminación moral y
decadencia espiritual. Cuando David pecó, su ruego fue: "Lávame, y seré
más blanco que la nieve" (Sal. 51: 7). Reconoció la contaminación del
pecado y pidió a Dios un corazón limpio (vers. 10); y su ruego fue escuchado.
Cada pecador necesita purificación moral; su corazón debe ser limpiado de la
corrupción moral. Dios quiere limpiar de toda iniquidad el corazón del pecador
(Jer. 4: 14); lo exhorta a que limpie sus manos de impiedad (Sant. 4: 8).
Promete escribir la ley divina en el corazón humano (Jer. 31: 33) y limpiar al
hombre de toda injusticia (1 Juan 1: 9). Isaías instó a Jerusalén a que se
pusiera sus vestiduras hermosas, porque se acercaba el momento cuando lo
inmundo ya no entraría más allí (Isa. 52: 1). Juan afirmó que ninguna cosa
inmunda entraría en la Santa Ciudad (Apoc. 21: 27). Isaías procuraba enseñar a
Israel que Dios, el "Santo de Israel", exige que su pueblo sea santo.
Dejad de hacer lo malo. Dios pidió a su pueblo que abandonara el pecado. Él
era santo, y ellos también debían ser santos. El mal debe ser eliminado de la
vida de cada hijo de Dios. El pecado no existirá en la atmósfera pura del
cielo, y todos los que entren allí llevarán las vestiduras de justicia.
17. Aprended a hacer el bien. Los que sirvan a Dios aborrecerán el mal y amarán
el bien (Amós 5: 15). El ser pasivamente "buenos" -es decir
abstenerse de malas acciones- no basta para el cristiano. La piedad es un
principio activo, y el cultivo de la rectitud es la más segura garantía contra
la iniquidad. No importa cuáles puedan haber sido sus inclinaciones anteriores, la
persona se propondrá no sólo dejar de hacer lo malo, sino que también se
esforzará sinceramente para hacer lo mejor que pueda. Para alcanzar esta meta,
necesitará tanto firmeza de propósito como ayuda del cielo. Los hombres no
nacen a la vida cristiana con un carácter perfecto, sino que deben aprender,
lentamente y con dificultad, a marchar por los caminos de Dios. Mediante
estudio, y diligencia, paciencia y perseverancia, determinación y práctica, con
el tiempo podrán adquirir hábitos de vida correcta. Todo aquel que ahora hace
el bien ya ha pasado por el lento y difícil proceso de aprender a hacer el
bien. Nadie ha aprendido verdaderamente a hacer el bien hasta que la rectitud
se haya hecho habitual en él.
Juicio. Es decir, "lo justo" (BJ). Restituid al agraviado. Mejor, "enderezad la opresión" o "vindicad el mal" (BJ). En Israel muchos sufrían bajo la opresión de sus prójimos. Los que amaban a Dios tenían el deber de corregir esta situación. Debían refrenar al opresor y aliviar al oprimido. Haced justicia al huérfano. Los que aman el bien defenderán la causa del huérfano y procurarán que se le haga justicia.
Amparad a la viuda. "Defended la causa141 de la viuda" (BC).
Los pobres y los necesitados, los desvalidos y los oprimidos necesitan alivio
con urgencia. Los caudillos del profeso pueblo de Dios se aprovechaban de estos
desvalidos para enriquecerse a sus expensas. Esa situación debía ser corregida.
El verdadero amor y la simpatía tenían que manifestarse en los esfuerzos por
corregir el mal y establecer justicia para todos. Ninguna religión merece tal
nombre si no se enfrenta a los problemas de esta vida y hace que los hombres
estén en armonía con los principios del reino de los cielos. La religión que en
la práctica consiste en impresionantes ceremonias, pero que no toma en cuenta
las necesidades de los huérfanos y de las viudas, carece de sentido. Ver com.
Sant. 1: 27.
18. Venid luego. "Venid y
entendámonos" (NC). En este pasaje Dios invita a los hombres a que se
encuentren con él, a fin de tratar libre y francamente sus problemas. El Señor
no es un juez desconsiderado, ni un tirano arbitrario, sino un padre bondadoso
y un amigo. Dios se interesa en las cosas que afectan al hombre, y se preocupa
por el bienestar humano. Todas las advertencias divinas son dadas para el bien
del hombre. Esto es lo que él anhela que el hombre crea y comprenda.
Difícilmente podría concebirse una manifestación más atrayente del maravilloso
amor y gran bondad de Dios, que la que se encuentra en esta misericordiosa
invitación a estar 'a cuentas" con el Señor del cielo y de la tierra. Dios
es razonable, y desea que los hombres comprendan que para provecho de ellos
desea que abandonen el pecado y anden por sendas de justicia. El hombre fue
dotado de la capacidad de razonar para que la empleara, y la mejor forma de
usar este don es descubrir cuáles son los beneficios de la obediencia y las
angustias de la transgresión.
Si vuestros pecados. El peor de los pecadores puede hallar consuelo y
esperanza en esta promesa. En este pasaje Dios nos asegura que, no importa cuán
culpables podamos haber sido en lo pasado ni cuán consumado haya sido nuestro
pecado, todavía él puede devolvernos la pureza y la santidad. Esta promesa no
sólo tiene que ver con los resultados del pecado, sino con el pecado mismo.
Este puede ser erradicado y eliminado por completo de la vida. Con la ayuda de
Dios, el pecador puede lograr el dominio completo de todas sus flaquezas (ver
com. 1 Juan 1: 9).
19. Si quisierais y oyereis. "Si aceptáis obedecer" (BJ). En este
pasaje Isaías expone el fruto de la obediencia. Una vida de gozo y
bienaventuranza es el resultado natural de la obediencia a las leyes de Dios,
porque Dios no puede bendecir a los que no se esfuerzan al máximo. Los gozos
celestiales no son dones otorgados arbitrariamente por Dios a los que le
siguen, sino el resultado natural de cumplir con sus requerimientos. Dios
coloca delante del hombre los caminos de justicia, porque éstos son los caminos
correctos y los que traen consigo bendición.
Comeréis. Esta promesa se aplica tanto a este mundo como al
venidero. La cosecha de la obediencia se recoge no sólo en el cielo sino
también en la tierra (ver com. Mat. 19: 29). Antes de que los israelitas
entraran en la tierra prometida, Moisés les presentó las bendiciones que serían
de ellos si caminaban en las sendas del Señor (Deut. 28: 1-13). Isaías destaca
que esas bendiciones no se habían realizado debido a que Israel no obedeció las
órdenes del Señor. Ahora Dios les asegura que esas bendiciones todavía podían
ser de ellos si se arrepentían e iban por las sendas de justicia.
20. Si no quisierais. No es un decreto arbitrario de Dios el que condena
al pecador. Este tan sólo cosecha lo que él mismo ha sembrado. Así como las
bendiciones acompañan la vida piadosa, así también la desdicha marcha con la
impiedad. Cuando los hombres infringen los mandamientos de Dios, la muerte es
el resultado inevitable. Esta es sencillamente la consecuencia de la ley
natural de causa y efecto. Cuando Israel se apartó de Dios, inevitablemente
entró en -el camino que llevaba a la ruina. Moisés había señalado claramente
esta verdad antes de que Israel entrara en la tierra prometida (Deut. 28:
15-68). Cuando los seres humanos se rebelan contra Dios y se niegan a obedecer
su ley, automáticamente abren la puerta a la destrucción. Toda persona tiene su
destino enteramente en sus manos. Está en su poder el determinar si su futuro
será feliz o desdichado. Isaías presentó ante el pueblo de Dios la gran verdad
de que, en última instancia, el pecado ocasiona su propia destrucción. La
iniquidad nunca podrá servir de base para la dicha y la bienaventuranza
eternas. En el sentido más estricto de la palabra, los pecadores se destruyen a
sí mismos.
La Boca De Jehová Lo Ha
Dicho. Dios ha predicho los resultados inevitables del pecado, pero esto
dista mucho de ser un decreto arbitrario. Dios no se complace en la muerte del
impío (Eze. 18: 23, 31-32; 33: 11), pero conociendo el resultado inevitable del
pecado, advierte al hombre exactamente cuáles serán los resultados de la
desobediencia (Ose. 13: 9; 14:1; Rom. 6: 21, 23; Sant. 1:15; 2 Ped. 3: 9).
4CBA/Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario