El último
mandamiento condena la codicia. Todo deseo egoísta, toda manifestación de
desconformidad, todo acto de astucia, toda complacencia egoísta obra para
fortalecer y desarrollar el carácter que destruirá la semejanza de Cristo en el
instrumento humano, y cerrará los portales de la ciudad de Dios frente a él. 2T.
236.
8 ¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra? 9 Ha llegado a mis oídos de parte de Jehová de los ejércitos, que las muchas casas han de quedar asoladas, sin morador las grandes y hermosas. 10 Y diez yugadas de viña producirán un bato, y un homer de semilla producirá un efa. (Isaías 5).
8. ¡Ay! En este punto Isaías comienza la enumeración de una
serie de desgracias que sobrevendrían a Israel como resultado de las faltas que
se mencionan específicamente en relación con cada desgracia. Esas faltas son
las "uvas silvestres" del vers. 2. No se pueden detallar todos los
pecados del pueblo; sólo se nombran los más característicos en esa época de
impiedad.
Juntan casa a casa. Este cuadro gráfico representa el pecado de la
codicia y la ambición. Dios originalmente quiso que Israel fuera una nación de
pequeños propietarios de tierras. Para evitar la formación de latifundios,
instituyó el año del jubileo (Lev. 25: 13; 27: 24) y la ley que permitía que la
mujer heredara propiedades (Núm. 27: 1-11; cf. 33: 54; 36). Pero esas
disposiciones habían sido desatendidas, y en vez de haber muchos pequeños
propietarios, se había formado una clase acaudalada de terratenientes, y otra,
la clase de los trabajadores pobres que no tenían propiedades. Mucha gente
había quedado reducida a una virtual esclavitud. Otros, que no podían
considerarse como esclavos, se veían obligados a pagar arriendos o alquileres
exorbitantes. Miqueas, contemporáneo de Isaías, también condenó este mal (Miq.
2: 2).
Solos en medio de la tierra. Los ricos intentaban monopolizar la economía,
desinteresándose del bienestar del pueblo en general. Se preocupaban
exclusivamente de sus propios intereses. Ni siquiera les importaba si los
pobres desaparecían por completo. La situación rápidamente se acercaba al punto
en que los pobres habrían de perder lo poco que les quedaba, y sólo los
acaudalados se beneficiarían con los productos de la tierra.
9. Muchas casas. Los que desposeían a sus vecinos a fin de
incrementar su propio patrimonio, no podrían gozar por mucho tiempo de los
resultados de sus medidas opresivas. En vez de hallar prosperidad y felicidad,
encontrarían pobreza y ruina nacional. Las cosas llegarían a tal punto, que las
propiedades hermosas y grandes quedarían deshabitadas, sin que nadie las
atendiera.
10. Diez yugadas. Es decir, diez veces el terreno que se podía arar en
un día con una yunta de bueyes. El "bato" equivalía a 22 litros (ver
t. I, pp. 175-176). Esto es, la tierra prácticamente no daría cosecha.
Homer. Un homer (220 litros) de semilla no produciría más
que un efa (22 litros) de cosecha. En vez de que se produjera un aumento, la
cosecha daría mucho menos de lo que se había sembrado. Se describe aquí una
situación de decadencia y ruina total. 4CBA/Ministerio Hno. Pio
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