lunes, 31 de agosto de 2020

290. ISRAEL ES CONSOLADO CON LA PROMESA DE SU LIBERACIÓN DE ASIRIA. (Isaías 10:24-34).

A pesar de todos los juicios sobre su pueblo por su impenitencia; siempre quedaría un remanente y Dios promete, que los libraría de Asiria.

24 Por tanto el Señor, Jehová de los ejércitos, dice así: Pueblo mío, morador de Sion, no temas de Asiria. Con vara te herirá, y contra ti alzará su palo, a la manera de Egipto; 25 mas de aquí a muy poco tiempo se acabará mi furor y mi enojo, para destrucción de ellos. 26 Y levantará Jehová de los ejércitos azote contra él como la matanza de Madián en la peña de Oreb, y alzará su vara sobre el mar como hizo por la vía de Egipto. 27 Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción. 28 Vino hasta Ajat, pasó hasta Migrón; en Micmas contará su ejército. 29 Pasaron el vado; se alojaron en Geba; Ramá tembló; Gabaa de Saúl huyó. 30 Grita en alta voz, hija de Galim; haz que se oiga hacia Lais, pobrecilla Anatot. 31 Madmena se alborotó; los moradores de Gebim huyen. 32 Aún vendrá día cuando reposará en Nob; alzará su mano al monte de la hija de Sion, al collado de Jerusalén. 33 He aquí el Señor, Jehová de los ejércitos, desgajará el ramaje con violencia, y los árboles de gran altura serán cortados, y los altos serán humillados. 34 Y cortará con hierro la espesura del bosque, y el Líbano caerá con estruendo. (Isaías 10). 

24. No temas. Esta es la aplicación práctica de la lección del mensaje de Isaías (ver com. cap. 7: 4, 7, 9). Los asirios vendrían como una "vara" de castigo (ver com. cap. 10: 5), pero no había razón de tenerles miedo. Golpearían, pero no destruirían. El remanente debía permanecer fiel a Dios, confiar en él y aceptar su presencia entre ellos para que pudieran ser salvos. Aunque muchos se perderían, un remanente sería salvo. 

Los que formaran parte del "remanente" no debían temer. Dios nos envía hoy un mensaje similar. 

A la manera de Egipto. El faraón había desplegado en Egipto toda su ira en contra de los israelitas, pero no pudo impedir el éxodo. Los asirios también eran poderosos y crueles,           pero un remanente escaparía de sus ataques. 

25. Mi furor. Es decir, la ira de Dios contra los impíos: tanto los que profesaban adorarlo como los paganos.  Los impíos perecerían, y entonces cesaría la indignación del Señor. En este pasaje otra vez se predice la destrucción de los ejércitos asirios (ver com. vers. 19).

26. La matanza de Madián. En el cap. 9: 4, Isaías hace referencia al quebrantamiento del cetro del "opresor, como en el día de Madián". Aquí de nuevo compara la eminente destrucción de los asirios con la derrota de los madianitas y de sus jefes (Juec. 7: 19-25).                 Su vara. Faraón esgrimió una vara de opresión en Egipto, pero Dios empleó la vara de la liberación. Cuando la vara del Señor se extendió sobre el mar, los ejércitos de Egipto perecieron. Así como el Señor había preparado antes un castigo para los enemigos de su pueblo, así también heriría otra vez a los enemigos que subieran contra Sión en los días de Isaías. Y lo que el Señor hizo entonces lo hará de nuevo hoy. El remanente fiel triunfará, no los impíos.

27. A causa de la unción. El significado de esta frase no es claro dentro del contexto.                     La palabra traducida como "unción" significa "grasa" o "aceite". Se usa la palabra "unción" porque para este rito se empleaba aceite. En la BJ figura una supuesta corrección: "Por delante de Rimmón (BJ).

28. Vino hasta Ajat. Aquí comienza un poema que describe al invasor, el cual llega desde el norte, hasta las cercanías de Jerusalén, aterrorizando a sus habitantes. No es claro si debe entenderse este pasaje como una profecía de una invasión asiria, específica, o si es simplemente una descripción poética de la marea invasora que inunda a Judá (ver com. cap. 8: 7-8). En su primera invasión (en el año 14 de Ezequías) Senaquerib no se acercó a Jerusalén por el norte. Sus ejércitos llegaron a la costa del Mediterráneo, en Sidón, y luego marcharon hacia el sur, hacia Filistea; y desde allí avanzaron, tierra adentro, hacia las ciudades de Judá. Ezequías envió un mensaje a Laquis, al sudoeste de Jerusalén, en que prometía pagar tributo (2 Rey. 18: 14). Pero parece que fueron dos las invasiones de Senaquerib (t. II, p. 64). El poema de Isaías presenta de manera muy vívida el terror que abrumaría a los habitantes de Jerusalén cuando la fuerza enemiga se acercara lentamente a la ciudad, dejando una total destrucción tras sí.

Algunos han supuesto que en este pasaje se halla una descripción de un ataque real a Jerusalén, perpetrado por algún ejército asirio -quizá el de Sargón- del cual se ha perdido el registro. Esto es posible, pero no probable. Podría referirse a la aproximación de una parte del ejército de Senaquerib, enviado contra Jerusalén, mientras que la otra parte se dirigía hacia Egipto. El propósito de este poema es describir el temor de los habitantes de Jerusalén y de la zona circunvecina en los momentos en que se acerca un ejército enemigo.

Las ciudades nombradas no estaban todas situadas sobre una ruta que normalmente hubiera seguido un ejército. Es probable que 197 deba situarse a Ajat en Hai o en sus alrededores, 16 km al norte de Jerusalén. Desde allí el ejército marcha hacia el sur, a Migrón y Micmas, a unos 13 km de Jerusalén.

Contará su ejército. Quizás, más precisamente, "en Micmas deposita su bagaje" (VM). No se sabe si el camino moderno, que sigue aproximadamente la misma trayectoria del tiempo de los romanos, coincide con la ruta más antigua. Es posible que la antigua carretera estuviera más cerca de las aldeas que aquí se mencionan.

29. El vado. Desde Micmas el camino desciende por un profundo barranco; luego asciende abruptamente a Geba, cerca de 11 km de Jerusalén. Ramá se encontraba al suroeste de Geba, a unos 9 km de Jerusalén, mientras que Gabaa de Saúl estaba sobre la ruta a Jerusalén, a unos 6 km al norte de esa ciudad.

30. Galim. Al parecer, Galim estaría en algún lugar cercano a Gabaa de Saúl (1 Sam. 25:44), y Lais, no lejos de allí, algo al sudeste. Anatot, pueblo natal de Jeremías, estaba a unos 3 km al sudeste de Gabaa y a unos 4 km al noreste de Jerusalén.

31. Madmena. No se conoce con precisión la ubicación de Madmena y Gebim, pero se cree que pudieran haber estado un poco al norte de Jerusalén.

32. Nob. Esta era la ciudad del sacerdote Ahimelec, y allí estaba el tabernáculo en los días de Saúl (1 Sam. 21: 1). Estaba posiblemente en el monte Scopus, al noreste de Jerusalén. En este lugar el poema deja al invasor desafiando a la hija de Sión, a Jerusalén, una presa tan cerca de su mano pero totalmente fuera de su alcance. Compárese esto con las desafiantes palabras del Rabsaces, que a pesar de estar al pie de los muros de la ciudad no pudo entrar                              (2 Rey. 18:19-35).

33. Jehová de los ejércitos. Ver el t. I, p. 182. Aquí Isaías quita sus ojos de los aterrorizados habitantes de Jerusalén, y contempla a Jehová de los ejércitos, sentado en el trono del universo, velando por los suyos. Los asirios se habían jactado de que cortarían los cedros y los cipreses del Líbano (2 Rey. 19: 23), pero el Señor hace saber claramente que derribará los grandes "árboles" (ver com. Isa. 10: 19) y cortará la "espesura del bosque" (vers 34). Así continúa la figura de los vers. 18-19. El hombre propone, pero Dios dispone. Arrogante y orgullosa, Asiria piensa derribar a Judá así como lo ha hecho con las otras naciones del Cercano Oriente; pero Asiria debe aprender que hay un Dios que gobierna a las naciones de la tierra. En 2 Rey. 19: 20-34 se encuentra el mensaje animador de Isaías a Ezequías acerca de la manera en que el Señor revelaría su poder contra el ejército de Senaquerib y salvaría a Jerusalén.

34. El Líbano caerá. Cuando el poderoso Senaquerib subió contra Judá vituperó a Jehová diciendo: "Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a lo más inaccesible del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses más escogidos; me alojaré en sus más remotos lugares, en el bosque de sus feraces campos" (2 Rey. 19: 23). Estas frases pueden entenderse tanto en forma literal como figurada. Los asirios tenían en verdad el plan de cortar los hermosos cedros del Líbano para utilizarlos ellos mismos. Pero también se proponían arruinar a las naciones simbolizadas por los hermosos árboles (ver com. Isa. 10: 19). Israel ya había sido talado y Asiria pensaba destruir después a Judá.

SIN EMBARGO, el Señor hace ver con claridad que lo que se logre en este sentido se hará bajo su dirección y su voluntad, y no conforme a los designios ni el poder del hombre. Israel había caído únicamente porque Dios había quitado su mano protectora. Finalmente, Judá también caería, como Isaías lo había predicho (cap. 2: 11-13). Pero sería Jehová quien talaría el majestuoso árbol de Judá, y no Asiria, como se lo proponía Senaquerib. Isaías predijo la caída de la arrogante y poderosa Asiria, pero sin olvidar que del mismo modo el orgullo de Judá sería humillado, que esos "árboles", otrora hermosos e imponentes, serían cortados delante del Señor. 4CBA/Ministerio Hno. Pio

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario