jueves, 27 de agosto de 2020

272. EL PROFETA ISAÍAS QUEDA ATERRORIZADO AL VER LA GLORIA DIVINA Y SE SIENTE TAN INDIGNO, Y ES CONFIRMADO EN SU MISIÓN PROFÉTICA. (Isaías 6:5-8).

Isaías 6:5-8. Entre otros sucesos, se confirma el llamado del profeta, para seguir adelante en su misión profética ante un pueblo obstinado en el mal. La razón de que el Señor pregunta: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Es prueba de que Isaías, antes de la visión, estaba resuelto o ya había abandonado su misión. Pero retoma su misión renovado, con esta experiencia. Aunque su pueblo no cambiaría.

5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. 6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6).

5. ¡Ay de mí! Isaías había pronunciado ayes sobre los pecadores del pueblo de Dios (cap. 5: 8-30). Ahora, lleno de pavor, al encontrarse en la presencia de un Dios santo, siente profundamente las imperfecciones de su propio carácter. Pasaremos por la misma experiencia en la medida en que nos acerquemos a Dios.

Han visto mis ojos. Esta visión de la santidad y gloria de Dios proporcionó a Isaías una idea de la pecaminosidad e insignificancia del hombre. Al contemplar a Dios y luego mirarse a sí mismo, comprendió que él no era nada en comparación con el Eterno. En la presencia del "Santo de Israel" (cap. 5: 24) vio su culpabilidad. Moisés ocultó su rostro cuando entró en la presencia de Dios (Exo. 3: 6), y Job se aborreció a sí mismo y se arrepintió en polvo y ceniza (Job 42: 6).

6. Del altar. El dorado altar del incienso (ver com. Exo. 30: 1-5), el cual era, en esencia, un altar de intercesión (ver com. Exo. 30: 6-8). Juan vio que las plegarias de los corazones de los pecadores arrepentidos eran presentadas con incienso ante el trono de la gracia (Apoc. 8: 3-4).

7. Tocó tus labios. El carbón encendido del altar representaba el poder refinador y purificador de la gracia divina. También significaba una transformación del carácter. Desde ese momento, el único gran deseo de Isaías para su pueblo fue que ellos también pudieran experimentar la misma obra de purificación y transformación. Nuestra mayor necesidad hoy es que nuestros labios sean tocados con el santo fuego del altar de Dios.

8. Envíame. La respuesta de Isaías fue inmediata. Como Pablo, Isaías tenía un gran deseo: que Israel pudiera ser salvo (cf. Rom. 10: 1). Sabía que el castigo pronto caería sobre el pueblo culpable, y anhelaba que los israelitas abandonaran sus pecados. A partir de entonces, la única tarea de Isaías sería la de llevar el mensaje divino de amonestación y esperanza a Israel, a fin de que pudiera captar la visión del amor y de la santidad de Dios para ser salvo. 4CBA/Ministerio Hno. Pio


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