domingo, 30 de agosto de 2020

286. LOS JUICIOS SOBRE ISRAEL POR SU IMPENITENCIA. (Isaías 9:18-21).

La magnitud del juicio contra el pueblo impenitente es grande en extremo.

18 Porque la maldad se encendió como fuego, cardos y espinos devorará; y se encenderá en lo espeso del bosque, y serán alzados como remolinos de humo. 19 Por la ira de Jehová de los ejércitos se oscureció la tierra, y será el pueblo como pasto del fuego; el hombre no tendrá piedad de su hermano. 20 Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo; 21 Manasés a Efraín, y Efraín a Manasés, y ambos contra Judá. Ni con todo esto ha cesado su furor, sino que todavía su mano está extendida. (Isaías 9).

18. Se Encendió Como Fuego. Esta es una impresionante descripción de los efectos finales de la iniquidad. El pecado mata, pero nunca cura. La impiedad quema creando cenizas y desolación, pero nunca repara ni construye.  Los cardos y espinos, aptos sólo para ser destruidos, simbolizan la iniquidad prevaleciente entre la gente (cap. 5: 6; 7: 23-25; 10: 17; 27: 4; 32: 13). Cuando la tierra se cubriera de espinos y zarzas de tal modo que asfixiaran a los buenos árboles del monte, entonces la impiedad irrumpiría como fuego para destruirse a sí misma. El pecado sería castigado. En verdad, ocasionaría su propia destrucción (Isa. 33: 11-12; Jer. 21: 14; Joel 1: 19-20; Heb. 6: 8). De este modo la tierra quedaría despejada, preparada para que creciera nuevo y sano verdor (cf. 2 Ped. 3:10-13).

19. Se Oscureció La Tierra. Ver com. vers. 1-2. El profeta contempla una escena de caos y confusión. La gente está totalmente confundida, y el país se llena de oscuridad. La pasión y la amargura, el odio y el vicio, la injusticia y la crueldad han desgarrado de tal modo el corazón de los hombres e inflamado de tal manera su espíritu, que todo hombre está en pugna con su vecino. Este será el efecto final de la impiedad, cuando "la espada de cada cual será contra su hermano" (Eze. 38: 21), y cuando cada uno "levantará su mano contra la mano de su compañero" (Zac. 14: 13).

20. La Carne De Su Brazo. Un cuadro vívido de los efectos últimos de la codicia y la corrupción. A la larga, el egoísmo se destruye solo. El que no se interesa por el bienestar de su prójimo en realidad actúa en contra de sus propios intereses. Ninguno puede ser perfectamente feliz y próspero a menos que su prójimo también sea feliz. Cuando uno se eleva oprimiendo a su prójimo, prepara el camino para su propia destrucción. Cuando las naciones se destruyen mutuamente a fin de promover sus intereses egoístas, cometen la mayor de las necedades, porque de este modo se destruyen a sí mismas, y destruyen al mundo en el cual viven. Así como en el pasado los hombres y las naciones se han destruido mutuamente por causa de la discordia y la codicia, así también hoy el mundo está en vías de provocar su propia destrucción.

21. Manasés . . . Efraín. Estas dos tribus eran hermanas y tenían intereses comunes. Pero cuando Efraín se levantó contra Manasés y Manasés contra Efraín, la destrucción 191común de ambos fue inevitable. Y cuando estas dos tribus se levantaron contra su hermano Judá, estaban asegurando que pronto vendría el día de su propia destrucción. Ninguna nación puede soportar por mucho tiempo tal agitación de crimen y concupiscencia como la que hubo en el reino del norte durante la primera parte de la vida de Isaías.

Todavía Su Mano Está Extendida. En el capítulo siguiente se presenta otra serie de crímenes que obligaron a Dios a seguir extendiendo su mano para castigar. Continúa el mismo pensamiento, sin interrupción. 4CBA/Ministerio Hno. Pio


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