26. Pendón. Heb. nes,
"pendón", "estandarte", "señal". En la antigüedad
el medio más rápido de transmitir un mensaje era por medio del fuego y el humo,
que podían verse de un cerro a otro. Dios anuncia que del mismo modo hará saber
su mensaje a las naciones. Este antiguo medio de comunicación proporcionó a
Isaías una figura que empleó 168 con frecuencia (cap. 11: 10, 12; 13:2; 18:3;
49:22; 62:10). El "pendón" divino podría ser una señal en la tierra o
en el cielo. Era cualquier mensaje que el Señor enviara, ya fuese por medio de
mensajeros angélicos o humanos, por fenómenos naturales, o por cualquier otro
medio que quisiera emplear para hablar al corazón de los hombres. Cuando Dios
hable a las naciones, responderán enviando sus ejércitos a la guerra (cap. 5:
26-30). En este caso Isaías se refiere específicamente a los asirios, que
pronto habrían de invadir Palestina (cap. 10: 5-7). Silbará. Así
como el "pendón" sería una señal visible, el "silbido"
sería una señal audible. Las naciones entenderían las dos señales, y
responderían prestamente a la llamada del Señor.
27. No habrá entre ellos cansado. En los vers. 27-30 se presenta el cuadro de un ejército que avanza con
rapidez (cf. cap. 10: 28-33). El ejército avanza en perfecto orden para cumplir
su misión señalada. Nada lo impedirá. Compárese esto con la forma en que Dios
impidió el ataque de los egipcios cuando éstos avanzaban en contra de la
voluntad divina (Exo. 14: 23-25). Entre ellos. Esta frase no
aparece ni en la LXX ni en el rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto
(ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128).
28. Sus saetas estarán afiladas. El
ejército está dispuesto para la batalla. Sus armas están afiladas; sus
caballos, en condiciones para realizar el difícil y largo viaje; las ruedas de
los carros giran como torbellinos. 29. Su rugido. O sea, su
grito de guerra. El ejército se aproxima como león: fiero, temerario, fuerte y
decidido. La presa no se ha de escapar. Dios le ha dado a este ejército sus
órdenes de marcha, y el propósito divino se habrá de cumplir. 30.
Bramará. En este versículo el profeta emplea otra figura de lenguaje.
Compara el avance de los asirios con las aguas de una inundación que arrasa con
todo y deja desolación y ruina a su paso (cf. cap. 8:7-8). He aquí
tinieblas de tribulación. El bramido del mar es acompañado de la
oscuridad y el terror de la tempestad. 4CBA/Ministerio Hno. Pio
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