miércoles, 26 de agosto de 2020

269. AYES SOBRE LOS MALVADOS: JUICIOS CONTRA LA INJUSTICIA. (ISAI. 5:20-25).

20 ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! 21 ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! 22 ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; 23 los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho! 24 Por tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo, y la llama devora la paja, así será su raíz como podredumbre, y su flor se desvanecerá como polvo; porque desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo de Israel. 25 Por esta causa se encendió el furor de Jehová contra su pueblo, y extendió contra él su mano, y le hirió; y se estremecieron los montes, y sus cadáveres fueron arrojados en medio de las calles. Con todo esto no ha cesado su furor, sino que todavía su mano está extendida. (Isaías 5).

20. A lo malo dicen bueno. Aquel que persistentemente resiste las advertencias que en su misericordia Dios envía, finalmente albergará pensamientos tan perversos, que ya no podrá distinguir más entre el bien y el mal. Sinceramente piensa que lo bueno es malo, y lo malo es bueno. Cuando la perversidad llega a este punto, el castigo no puede demorar. 

21. Sabios en sus propios ojos. Confiados en que saben más que Dios, estos perversos impenitentes "se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido" (Rom. 1: 21; ver DTG 184).  Su pretendida sabiduría es necedad consumada (Rom. 1: 22). El mando está lleno de personas que desprecian a los que creen en Dios y obedecen su Palabra. Encuentran defectos en todo lo que Dios ha hecho y en todo lo que se propone hacer. Las personas de esta clase son las que hoy provocan su propia desdicha y la del mundo que las rodea.  Lo que esta gente necesita es atender las sublimes palabras del salmista: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Sal. 46: 10).

22. Valientes para beber vino. Este ay es similar al que se pronunció en los vers. 11-12 contra los que son dados a la bebida. Pero en esos versículos el ay simplemente se dirige a un grupo de libertinos bebedores.  Este ay muestra la relación entre la bebida y las injusticias enumeradas en el vers. 23, las cuales resultan de la bebida.  Estos hombres son "valientes" para beber y valientes también para practicar iniquidades.

23. Justifican al impío. Es decir, "absuelven al malo" (BJ). Para ellos lo correcto no significa nada. Están dispuestos a disculpar a los más impíos con tal de sacar provecho propio. Si se los soborna, declaran culpable al justo e inocente al impío. Carecen de escrúpulos morales. Viven fastuosamente, y no se detienen ante nada para conseguir los recursos que necesitan. Un país cae en un estado deplorable cuando la justicia está en manos de este tipo de personas.

24. La llama devora la paja. Mejor, "el heno en llamas se derrumba" (BJ).  El rollo 1QIsª (ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128) dice "como fuego llameante se hunde". Esto se asemeja a la traducción de la LXX: "Es quemado junto por llama inextinguible". Podredumbre. Esta gente es sumamente corrupta, y perecerá en su propia corrupción. Así como el pasto seco se incendia y queda reducido a cenizas, así ellos serán consumidos. 

La ley de Jehová. Terribles son los resultados que siguen al rechazo de la ley de Jehová (ver CS 643), porque sin ella no hay forma de saber qué es lo bueno y qué es lo malo. Por haber dejado a un lado la ley de Dios, este pueblo se hundió de tal modo en la iniquidad, que llegó a participar en las prácticas escritas en los vers. 8-23. Abominaron la palabra. La Palabra de Dios siempre es verdadera y justa.  Pero el pueblo despreció esa santa Palabra (ver com. vers. 21).  Cuando el hombre procede así, hay poca esperanza para él.

25. El Furor De Jehová. Ver com. Juec. 2: 20; 2 Rey. 13: 3; 17: 11. Es algo terrible suscitar el furor del Señor. El Señor Dios es "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad" (Exo. 34: 6).  Ama tiernamente al pecador, pero es pleno su aborrecimiento del pecado. No dará por inocente al culpable. No puede hacerlo y seguir siendo consecuente con su propio carácter, mientras la persona culpable no se arrepienta de sus malos caminos. Cuando la iniquidad traspasa el límite, más allá del cual no hay esperanza, la paciencia divina cesa, y comienza el ministerio de la ira (2JT 63; 3JT 281- 283). Cuando Isaías presentó su mensaje, la iniquidad de Israel casi había llegado a este punto.

Se estremecieron los montes. Posiblemente se refiera a algún terrible terremoto que causó gran destrucción y fue considerado como tan castigo de Dios. Un terremoto de esta envergadura parece haber ocurrido durante el reinado de Uzías, posiblemente durante la última parte de su reinado, pocos años antes de su muerte. Tal vez sea éste el terremoto poco antes del cual fue llamado el profeta Amós (Amós 1: 1). El recuerdo de este terremoto estaba aún vivo en la memoria de la gente cuando Isaías presentó este mensaje. Fueron arrojados en medio de las calles. Mejor, "yacían como basura en medio de las calles" (BJ). Cuando ocurrió el terremoto, muchos huyeron a las calles, donde murieron, y quedaron esparcidos sus cadáveres. Su mano está extendida. Para seguir castigando (cap. 9: 12, 17, 21; 10: 4). Con referencia a la cesación de la ira divina, ver Sal. 85: 4; Isa. 12: 1; Ose. 14: 4. En relación con la mano extendida para herir y destruir, ver Exo. 3: 20; 9: 15; 2 Sam. 24: 16; Isa. 14: 27. 4CBA/Ministerio Hno. Pio

 

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