20 ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que
hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por
dulce, y lo dulce por amargo! 21 ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y
de los que son prudentes delante de sí mismos! 22 ¡Ay de los que son
valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; 23 los
que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho! 24
Por tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo, y la llama devora la
paja, así será su raíz como podredumbre, y su flor se desvanecerá como
polvo; porque desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron
la palabra del Santo de Israel. 25 Por esta causa se encendió el
furor de Jehová contra su pueblo, y extendió contra él su mano, y le hirió; y
se estremecieron los montes, y sus cadáveres fueron arrojados en medio de las
calles. Con todo esto no ha cesado su furor, sino que todavía su mano está
extendida. (Isaías 5).
20. A lo malo dicen bueno. Aquel que
persistentemente resiste las advertencias que en su misericordia Dios envía,
finalmente albergará pensamientos tan perversos, que ya no podrá distinguir más
entre el bien y el mal. Sinceramente piensa que lo bueno es malo, y lo malo es
bueno. Cuando la perversidad llega a este punto, el castigo no puede
demorar.
21. Sabios en sus propios ojos. Confiados en
que saben más que Dios, estos perversos impenitentes "se envanecieron en
sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido" (Rom. 1: 21; ver
DTG 184). Su pretendida sabiduría es necedad consumada (Rom. 1: 22).
El mando está lleno de personas que desprecian a los que creen en Dios y
obedecen su Palabra. Encuentran defectos en todo lo que Dios ha hecho y en todo
lo que se propone hacer. Las personas de esta clase son las que hoy provocan su
propia desdicha y la del mundo que las rodea. Lo que esta gente
necesita es atender las sublimes palabras del salmista: "Estad quietos, y
conoced que yo soy Dios" (Sal. 46: 10).
22. Valientes para beber vino. Este ay es
similar al que se pronunció en los vers. 11-12 contra los que son dados a la
bebida. Pero en esos versículos el ay simplemente se dirige a un grupo de
libertinos bebedores. Este ay muestra la relación entre la bebida y
las injusticias enumeradas en el vers. 23, las cuales resultan de la
bebida. Estos hombres son "valientes" para beber y
valientes también para practicar iniquidades.
23. Justifican al impío. Es decir,
"absuelven al malo" (BJ). Para ellos lo correcto no significa nada.
Están dispuestos a disculpar a los más impíos con tal de sacar provecho propio.
Si se los soborna, declaran culpable al justo e inocente al impío. Carecen de
escrúpulos morales. Viven fastuosamente, y no se detienen ante nada para
conseguir los recursos que necesitan. Un país cae en un estado deplorable
cuando la justicia está en manos de este tipo de personas.
24. La llama devora la paja. Mejor, "el heno en llamas se derrumba" (BJ). El rollo 1QIsª (ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128) dice "como fuego llameante se hunde". Esto se asemeja a la traducción de la LXX: "Es quemado junto por llama inextinguible". Podredumbre. Esta gente es sumamente corrupta, y perecerá en su propia corrupción. Así como el pasto seco se incendia y queda reducido a cenizas, así ellos serán consumidos.
La ley de Jehová. Terribles son los resultados que siguen al rechazo de la ley de Jehová
(ver CS 643), porque sin ella no hay forma de saber qué es lo bueno y qué es lo
malo. Por haber dejado a un lado la ley de Dios,
este pueblo se hundió de tal modo en la iniquidad, que llegó a participar en
las prácticas escritas en los vers. 8-23. Abominaron la palabra. La
Palabra de Dios siempre es verdadera y justa. Pero el pueblo despreció
esa santa Palabra (ver com. vers. 21). Cuando el hombre procede así, hay
poca esperanza para él.
25. El Furor De Jehová. Ver com.
Juec. 2: 20; 2 Rey. 13: 3; 17: 11. Es algo terrible suscitar el furor del
Señor. El Señor Dios es "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y
grande en misericordia y verdad" (Exo. 34: 6). Ama tiernamente
al pecador, pero es pleno su aborrecimiento del pecado. No dará por inocente al
culpable. No puede hacerlo y seguir siendo consecuente con su propio carácter,
mientras la persona culpable no se arrepienta de sus malos caminos. Cuando la
iniquidad traspasa el límite, más allá del cual no hay esperanza, la paciencia
divina cesa, y comienza el ministerio de la ira (2JT 63; 3JT 281- 283). Cuando
Isaías presentó su mensaje, la iniquidad de Israel casi había llegado a este
punto.
Se estremecieron los montes. Posiblemente se
refiera a algún terrible terremoto que causó gran destrucción y fue considerado
como tan castigo de Dios. Un terremoto de esta envergadura parece haber
ocurrido durante el reinado de Uzías, posiblemente durante la última parte de
su reinado, pocos años antes de su muerte. Tal vez sea éste el terremoto poco
antes del cual fue llamado el profeta Amós (Amós 1: 1). El recuerdo de este
terremoto estaba aún vivo en la memoria de la gente cuando Isaías presentó este
mensaje. Fueron arrojados en medio de las calles. Mejor,
"yacían como basura en medio de las calles" (BJ). Cuando ocurrió el
terremoto, muchos huyeron a las calles, donde murieron, y quedaron esparcidos
sus cadáveres. Su mano está extendida. Para seguir castigando
(cap. 9: 12, 17, 21; 10: 4). Con referencia a la cesación de la ira divina, ver
Sal. 85: 4; Isa. 12: 1; Ose. 14: 4. En relación con la mano extendida para
herir y destruir, ver Exo. 3: 20; 9: 15; 2 Sam. 24: 16; Isa. 14: 27. 4CBA/Ministerio
Hno. Pio
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