5 El necio cruza sus manos y come su misma carne. 6 Más vale un
puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de
espíritu. (Eclesiastés 4).
5. Cruza sus manos. Heb. "el abrazador de sus manos"; expresión equivalente a ociosidad. (Prov. 6:10; 24:33). Come su misma carne. Los comentadores judíos usan la palabra "sustento" en vez de "carne". Así sugieren el cuadro de una persona impasible que se sienta a comer preocupándose exclusivamente de los placeres de la vida. Citan Exo. 16:8 e Isa. 22:13 para sostener esta interpretación. Quizá una explicación más razonable de esta expresión sea que el insensible haragán llega a una pobreza extrema, y con él su familia.
Llenos con trabajo. Una intensa
actividad, una agitación nerviosa en el empeño de hacer mucho cada día, a fin
de lograr la recompensa máxima. Una vida plena y feliz no depende de la
abundancia de cosas (ver com. Luc. 12: 15). 3CBA
“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Luc. 12: 15.
Avaricia. Gr. pleonexía (ver com. Mar. 7: 22). La avaricia puede definirse como un deseo desmedido por las cosas materiales, especialmente de las que pertenecen a otro. El hombre que se dirigió a Cristo no necesitaba más riquezas; lo que necesitaba era que la avaricia le fuera quitada de su corazón para que las riquezas no le preocuparan tanto. Sin avaricia en su corazón, no habría ninguna disputa que arreglar. Jesús fue, como siempre, a la raíz de la dificultad, y propuso una solución que impediría que se levantaran problemas similares en lo futuro. No presentaba remedios pasajeros como los que propone hoy el evangelio social. Lo que más necesitan los hombres no es un sueldo mejor o mayores ganancias. Necesitan un cambio de corazón y de pensamiento que los conduzca a buscar "primeramente el reino de Dios y su justicia" para que sientan plena confianza de que las cosas indispensables para la vida les "serán añadidas" (ver com. Mat. 6: 33).
LA ABUNDANCIA DE
LOS BIENES. Ver Mat. 6: 24-34. El
materialismo se encuentra en la raíz de muchos de los mayores problemas del
mundo actual, y es la base de la mayor parte de las filosofías políticas y
económicas, y por lo tanto es la causa de una gran parte de los conflictos
entre clases y naciones que afligen a la humanidad. El descontento con lo que tenemos crea el
deseo de lograr más obligando a otros a ceder todo o parte de lo que
tienen. Pero, en vez de eso, todos deben
trabajar honradamente. La avaricia es la
causa de muchos de los problemas insolubles del mundo.
El pedido del que buscó a Jesús para que asumiera el papel de juez de la conducta de su hermano, fue motivado por el mismo espíritu de avaricia que impulsa a algunos industriales a obtener mayores ganancias sin detenerse a pensar en los medios que utilizan para obtenerlas, y que también hace que muchos trabajadores exijan salarios siempre mayores, sin considerar el valor de su propia contribución a la producción de la riqueza ni las posibilidades de su empleador de poder pagar. Es exactamente el mismo espíritu que mueve a determinados grupos e intereses a pedir leyes que les sean favorables, sin preocuparse cómo afectarán a otros grupos del 777 país; es el mismo espíritu que lleva a una nación a imponer su voluntad sobre otros pueblos, sin preocuparse por los intereses o deseos de ellos. Este es el mismo espíritu que muchas veces destruye los hogares, conduce a la delincuencia juvenil y se halla presente en numerosos crímenes.
Dios pide a todos los que quieren amarle y servirle que consideren las cosas materiales de la vida en su verdadera perspectiva, y que las subordinen a las cosas de valor eterno (ver com. Mat. 6:24-34; Jn. 6:27). La mayoría piensa que a medida que aumentan las riquezas aumenta la felicidad; pero no es necesariamente así. La felicidad no depende de las cosas que se posee, sino de la manera de pensar y de lo que siente el corazón (ver Ecl. 2: 1-11). 5CBA/Ministerio Hno. Pio
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