20 La
sabiduría clama en las calles, Alza su voz en las plazas; 21 Clama en los
principales lugares de reunión; En las entradas de las puertas de la ciudad
dice sus razones. 22 ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, Y los
burladores desearán burlar, Y los insensatos aborrecerán la ciencia? 23 Volveos
a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros,
Y os haré saber mis palabras. (Proverbios 1).
Y os haré saber mis palabras. (Proverbios 1).
20-21. La Sabiduría Clama. En la primera parte de Proverbios se personifica a
la sabiduría como una mujer pura y noble. En hebreo se usa un sustantivo plural
(jokmoth) con una forma verbal singular, para nombrar la sabiduría (cf. caps.
9: 1; 24: 7). Jokmoth quizá sea un plural intensivo que comprenda toda forma de
sabiduría. Algunos sugieren que jokmoth debería ser jokmuth, forma singular
abstracta.
22. ¿Hasta Cuándo? En los vers. 22-33 están las palabras que pronuncia
la sabiduría.
Nótese la progresión de los grados de culpabilidad: los simples que no comprenden la necesidad de instruirse en justicia, los que abiertamente se mofan de lo bueno, y los transgresores empedernidos, a quienes Salomón llama "insensatos". Los "simples" y los "burladores" están tan ocupados con trivialidades, y tienen un concepto de sí mismos tan elevado, que no prestan atención a las amonestaciones, y los insensatos manifiestamente odian la rectitud y se oponen a ella.
Nótese la progresión de los grados de culpabilidad: los simples que no comprenden la necesidad de instruirse en justicia, los que abiertamente se mofan de lo bueno, y los transgresores empedernidos, a quienes Salomón llama "insensatos". Los "simples" y los "burladores" están tan ocupados con trivialidades, y tienen un concepto de sí mismos tan elevado, que no prestan atención a las amonestaciones, y los insensatos manifiestamente odian la rectitud y se oponen a ella.
23. Derramaré Mi Espíritu. Si los "simples", los
"burladores" o aun los "insensatos" se detuvieran y
escucharan, la sabiduría los instruiría y les infundiría el espíritu del
conocimiento esencial; y al mismo tiempo, el Espíritu de Dios les haría claras
las palabras de condenación y los llamaría al arrepentimiento. La medida del Espíritu que se imparte a una
persona está determinada por la receptividad del que la recibe, y no por Dios,
que la da (CS 531). 3CBA
Ministerio
Hno. Pio
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