miércoles, 29 de julio de 2020

126. ¡LA LEY DE DIOS Y YO!

4 Los que dejan la ley alaban a los impíos; Mas los que la guardan contenderán con ellos. 5 Los hombres malos no entienden el juicio; 
Mas los que buscan a Jehová entienden todas las cosas. 7 El que guarda la ley es hijo prudente; Mas el que es compañero de glotones avergüenza a su padre 
9 El que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominable. 10 El que hace errar a los rectos por el mal camino, El caerá en su misma fosa; Mas los perfectos heredarán el bien. 13 El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. 14 Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; 
Mas el que endurece su corazón caerá en el mal.
(Proverbios 28).

4. Alaban A Los Impíos. Sólo el, que ha rechazado la autoridad de la ley 
se complacerá en el éxito de los impíos (ver Rom. 1: 32).
5. Entienden Todas Las Cosas. Los que rechazan la vigencia de la ley de Dios no pueden percibir la diferencia entre el bien y el mal (Rom.  8: 7); pero el Señor asegura a los que se someten a su conducción que los llevará por buenos caminos.
 (Isa. 30: 2 1; Juan 7: 17; DTG 62 1).
7. La Ley. Heb. torah, vocablo que abarca todas las formas de instrucción, 
incluso la ley de Dios.
Compañero De Glotones. Heb. zolelim, "glotones", "derrochadores". 
La glotonería es vergonzosa, y además refleja el carácter del padre del glotón.
9. OÍR LA LEY. El hecho de que el que aparta su oído de la ley de Dios también desea orar, sugiere que no es una persona descuidada e irreligiosa, sino que no permite que la ley divina dirija su vida. Son muchos los que están dispuestos a servir a Dios pero desean hacerlo a su propia manera. Algunos aceptan en parte la ley de Dios como norma de vida, en tanto que otros sostienen que la ley fue completamente abolida. Sólo unos pocos aceptan toda la ley moral de Dios como una expresión autorizada de la voluntad divina para su pueblo.
 (ver Juan 14: 15; 15: 10; cf.  Rom.  8: 3, 4).
Es Abominable. El pecado coloca una barrera entre Dios y el pecador (Isa. 59: 1, 2). 
Los que actúan contra su conciencia y los que afirman que la observancia del "espíritu de la ley" los hace mejores que los que, mediante el poder interior del Espíritu Santo, observan tanto la letra como el espíritu de la ley, harían bien en considerar este pasaje. 
Es cierto que Dios pasa por alto la desobediencia de los que no han tenido oportunidad de conocer su ley, (Hech. 17: 30; Rom. 5: 13), pero también rechaza el servicio de los que la conocen y deliberadamente la quebrantan. Si Dios aceptara esto, estaría aprobando la rebeldía.
10. En Su Misma Fosa. El que descarría a otros, finalmente cae en su propia fosa junto con sus víctimas. Pero el individuo piadoso se levanta de la fosa, vuelve al camino correcto (24: 16) y prosigue con la bendición de Dios, hacia el galardón final. Con sus malos actos, el impío no hace más que aumentar su culpabilidad.
13. ENCUBRE SUS PECADOS. El que se complace en el pecado no puede lograr prosperidad espiritual. Presentar excusas por los pecados cometidos equivale a resistir la obra del Espìritu Santo que convence de pecado (Juan 16: 8-11), y asì se corre el peligro de que se endurezca el corazón hasta el punto de que finalmente no habrà màs el anhelo de alcanzar la justicia ni se sentirà  el impulso hacia el arrepentimiento.
Además, no basta reconocer la pecaminosidad. 
El pecador debe abandonar sus pecados 
y resistir con èxito la tentaciòn por medio de la fuerza
 que Dios ha prometido impartirle (Rom. 8: 3, 4; Fil. 2: 13; 2 Tim. 2: 22; 1 Juan 3: 6). 
Sòlo cuando se cumplan estas condiciones, Dios podrà manifestar su misericordia. 
Si Dios perdonara y bendijera al que se aferra al pecado, lo estimularìa a proseguir en el camino que finalmente lleva a la muerte eterna (Rom. 6: 23; Sant. 1: 13-15). Si los pecadores entraran en el reino eterno, se perpetuarìa allì el sufrimiento, la tristeza y la muerte. 
14. Siempre Teme A Dios. 
Quien siempre se autoexamina y compara su conducta con el dechado que se da en la voluntad revelada de Dios, para poder advertir y corregir de inmediato cualquier desviación del buen proceder, es una persona feliz (Sal. 119: 11; Fil. 2: 12; Sant. 1: 22-25). 
Es feliz porque se mantiene vigilante por la fuerza de Cristo, que vive en él mediante el Espíritu Santo (Efe. 3: 16, 17; 1 Ped. 1: 22, 23; 1 Juan 3: 9; Jud. 24). Debido al poder del mal y a la presencia de Satanás para engañar y hacer caer en el pecado al ser humano (1 Ped. 5: 8; Apoc. 12: 12), éste sólo puede vencer el pecado con la ayuda de Dios; pero cuando el corazón se resiste a recibir esa ayuda, sobrevendrá sin duda la desgracia. 3CBA
Ministerio Hno. Pio

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