lunes, 27 de julio de 2020

110. LOS IMPÍOS SERÁN DESTRUIDOS POR SUS PROPIOS PECADOS.

22 Prenderán al impío sus propias iniquidades, Y retenido será con las cuerdas de su pecado. 23 El morirá por falta de corrección, Y errará por lo inmenso de su locura. (Proverbios 5).

 Como el pecador rechaza la instrucción, inevitablemente sigue enredándose más y más en los lazos del pecado. Hay un poder para quebrantar las ligaduras más fuertes (M C 131), pero la complacencia prolongada de las tendencias pecaminosas con frecuencia deja al pecador sin deseo de salvación y sin la inclinación para colocar su voluntad de parte del Salvador. No hay esperanza para el tal mientras no busque la ayuda de Aquel que puede salvar perpetuamente (Heb. 7: 25). 3CBA

EL EVANGELIO PUEDE SALVARLOS. Muchos desechados se aferrarán a la esperanza que el Evangelio les ofrece, y entrarán en el reino de los cielos, mientras que otros que tuvieron hermosas oportunidades y mucha luz, pero no las aprovecharon, serán dejados en las tinieblas de afuera. 
Las víctimas de los malos hábitos deben reconocer la necesidad del esfuerzo personal.  
Otros harán con empeño cuanto puedan para levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo; Cristo podrá interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si ellos mismos no resuelven combatir por su parte.
Las últimas palabras de David a Salomón, joven a la sazón y a punto de ceñir la corona de Israel, fueron éstas: "Esfuérzate,, y sé varón." (1 Reyes 2:2.). A todo hijo de la humanidad, candidato a inmortal corona, van dirigidas estas palabras inspiradas: "Esfuérzate, y sé varón."
A los que ceden a sus apetitos se les ha de inducir a ver y reconocer que necesitan renovarse moralmente si quieren ser hombres. Dios les manda despertarse y recuperar, por la fuerza de Cristo, la dignidad humana dada por Dios y sacrificada a la pecaminosa satisfacción de los apetitos.
Al sentir el terrible poder de la tentación y la fuerza arrebatadora del deseo que le arrastra a la caída, más de uno grita desesperado: "No puedo resistir al mal." Decidle que puede y que debe resistir. Bien puede haber sido vencido una y otra vez, pero no será siempre así. Carece de fuerza moral, y le dominan los hábitos de una vida de pecado. Sus promesas 131 y resoluciones son como cuerdas de arena. 
El conocimiento de sus promesas quebrantadas y de sus votos malogrados le debilitan la confianza en su propia sinceridad, y le hacen creer que Dios no puede aceptarle ni cooperar con él, 
pero no tiene por qué desesperar. Quienes confían en Cristo no han de ser esclavos de tendencias y hábitos hereditarios o adquiridos. En vez de quedar sujetos a la naturaleza inferior, han de dominar sus apetitos y pasiones. Dios no deja que peleemos contra el mal con nuestras fuerzas limitadas. Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos. MC/EGW 
Ministerio Hno. Pio

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