17 Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes,
Y cuando tropezara, no se alegre tu corazón; 18 No sea que Jehová lo mire, y le
desagrade, Y aparte de sobre él su enojo. 19 No te entremetas con los malignos, Ni tengas envidia de los impíos;
20 Porque para el malo no habrá buen fin, Y la lámpara de los impíos será
apagada. 21 Teme a Jehová, hijo mío,
y al rey; No te entremetas con los veleidosos; 22 Porque su quebrantamiento
vendrá de repente;
Y el quebrantamiento de ambos, ¿quién lo comprende? (Proverbios 24).
Y el quebrantamiento de ambos, ¿quién lo comprende? (Proverbios 24).
17. No Te Regocijes. Jesús expresó una idea similar cuando dijo:
"Amad a vuestros enemigos ... haced bien a los que os aborrecen"
(Mat. 5: 44). Es normal que los seres humanos se regocijen cuando un enemigo
cae en dificultades. Podemos disfrazar nuestra satisfacción pecaminosa frente a
su desgracia 1046 profesando sentir un justo placer porque se ha hecho justicia,
pero nuestros íntimos sentimientos son contrarios al ejemplo y a las enseñanzas
de Jesús, quien murió por un mundo de enemigos (Rom. 5: 8-10). Debemos
manifestar por la humanidad perdida el amor que procura salvar y no destruir, y
que se entristece por la suerte de los inicuos (ver Eze. 33: 11; Ose. 11: 8:
Luc. 19: 41, 42; DTG 528, 529).
Estas
vislumbres de la revelación más completa del amor celestial ayudan a mostrar,
que fue el Espíritu de Cristo el que habló por medio de los profetas de la
antigüedad (1 Ped. 1: 11).
18. Su Enojo. A primera vista puede parecer una razón egoísta
para una actitud altruista.
Que sintamos compasión por una persona que está en dificultades, sólo para que el Señor pueda sacarla de ellas movido por el desagrado ante nuestra actitud egoísta -y quizá las haga recaer sobre nosotros-, puede parecer una invitación a la hipocresía y, al egoísmo.
El que está saturado del abnegado amor de Cristo, estará dispuesto a sufrir calamidades y aún a ser apartado de la presencia divina si así puede salvar a un pecador de la ira. Cristo lo hizo.
(Isa. 53), y Moisés estuvo dispuesto a hacerlo (Exo. 32: 31-33; ver com. Rom. 9: 3).
Pero la advertencia de Salomón no está dirigida a la persona buena que ama a sus enemigos, si no a la mala que se regocija en la desgracia ajena. Para el malo, la razón dada es del todo valedera. No puede obligarse a nadie a que sea verdaderamente misericordioso.
La misericordia fluye generosamente del corazón amante para todos los que la necesiten.
Que sintamos compasión por una persona que está en dificultades, sólo para que el Señor pueda sacarla de ellas movido por el desagrado ante nuestra actitud egoísta -y quizá las haga recaer sobre nosotros-, puede parecer una invitación a la hipocresía y, al egoísmo.
El que está saturado del abnegado amor de Cristo, estará dispuesto a sufrir calamidades y aún a ser apartado de la presencia divina si así puede salvar a un pecador de la ira. Cristo lo hizo.
(Isa. 53), y Moisés estuvo dispuesto a hacerlo (Exo. 32: 31-33; ver com. Rom. 9: 3).
Pero la advertencia de Salomón no está dirigida a la persona buena que ama a sus enemigos, si no a la mala que se regocija en la desgracia ajena. Para el malo, la razón dada es del todo valedera. No puede obligarse a nadie a que sea verdaderamente misericordioso.
La misericordia fluye generosamente del corazón amante para todos los que la necesiten.
19. No Te Entremetas Con Los Malignos. Así como no deberíamos regocijarnos por la caída de
un enemigo (vers. 17), se nos amonesta a no "enojarnos" (VM) a causa
de su prosperidad ni envidiársela (Sal. 37: 1, 8; 73: 2, 3; Prov. 24: 1). Eso
podría llevarnos al desánimo, quizá hasta el punto de entrar por el camino de
los impíos a fin de gozar los placeres de que ellos aparentemente disfrutan.
Tales sentimientos son irrazonables (Prov. 24: 20).
20. No Habrá Buen Fin. Cf. Sal. 73: 3, 17-24.
Aunque
los impíos parezcan muy prósperos, su posición es precaria. No están firmes, y
en cualquier momento pueden caer. El argumento es aún más decisivo cuando se lo
aplica a la aniquilación final de los impíos. (Apoc. 20: 9, 14, 15).
21. Los Veleidosos. No sólo debemos honrar a Dios y a los gobernantes.
(Ecl. 8: 2; 10:20; 1 Ped. 2: 17), sino también evitar la compañía de los que no lo hacen.
(Ecl. 8: 2; 10:20; 1 Ped. 2: 17), sino también evitar la compañía de los que no lo hacen.
22. El Quebrantamiento De Ambos. La palabra "ambos" parece referirse a
Dios y al rey.
Por lo tanto, esta expresión debe describir la forma en que éstos destruyen a los que se les revelan. Esa destrucción puede llegar en forma repentina, inesperada y aplastante.
Se aconseja a los buenos que se guarden de ella, no vinculándose con los enemigos de estos dos grandes poderes. 3CBA
Por lo tanto, esta expresión debe describir la forma en que éstos destruyen a los que se les revelan. Esa destrucción puede llegar en forma repentina, inesperada y aplastante.
Se aconseja a los buenos que se guarden de ella, no vinculándose con los enemigos de estos dos grandes poderes. 3CBA
Ministerio
Hno. Pio
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