viernes, 17 de julio de 2020

07. EL DOMINIO PROPIO EN LAS DIFICULTADES DE LA VIDA.


Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; 
Y el que se enseñorea de su espíritu, 
que el que toma una ciudad. Prov. 16:32.
El fuerte. Cuando los militares conquistan la victoria se los alaba mucho 
y se los considera como hombres fuertes; pero es mucho mejor recibir honra
 por ejercer el dominio propio.
Y hay consuelo para los que lloran en las pruebas y tristezas. La amargura del pesar y la humillación es mejor que la complacencia del pecado. Por la aflicción, Dios nos revela los puntos infectados de nuestro carácter, para que por su gracia podamos vencer nuestros defectos. Nos son revelados capítulos desconocidos con respecto a nosotros mismos, y nos llega la prueba que nos hará aceptar o rechazar la reprensión y el consejo de Dios. 
Cuando somos probados, no debemos agitarnos y quejarnos.
 No debemos rebelarnos, ni acongojarnos hasta escapar de la mano de Cristo. 
Debemos humillar nuestra alma delante de Dios. 
Los caminos del Señor son obscuros para aquel que desee ver las cosas desde un punto de vista agradable para sí mismo. Parecen sombríos y tristes para nuestra naturaleza humana; pero los caminos de Dios son caminos de misericordia, 
cuyo fin es la salvación. 
Elías no sabía lo que estaba haciendo cuando en el desierto dijo que estaba harto de la vida, y rogaba que se le dejase morir. En su misericordia, el Señor no hizo caso de sus palabras. A Elías le quedaba todavía una gran obra que hacer; y cuando su obra fuese hecha, no había de perecer en el desaliento y la soledad del desierto. No le tocaba descender al polvo de la muerte, sino ascender en gloria, con el convoy de carros celestiales, 
hasta el trono que está en las alturas. 
Las palabras que Dios dirige a los tristes son: "Visto he sus caminos, y le sanaré, y le pastorearé, y daréle consolaciones, a él y a sus enlutados." "Su lloro tornaré en gozo, 
y los consolaré, y los alegraré de su dolor."* (Jeremías 57:18; Jeremías 31:13).

LAS DIFICULTADES que hemos 269 de arrostrar pueden ser muy 
disminuidas por la mansedumbre que se oculta en Cristo. 
SI POSEEMOS la humildad de nuestro Maestro, nos elevaremos por encima de los desprecios, los rechazamientos, las molestias a las que estamos diariamente expuestos; y estas cosas dejarán de oprimir nuestro ánimo. 
LA MAYOR evidencia de nobleza que haya en el cristiano es el dominio propio. 
El que bajo un ultraje o la crueldad no conserva un espíritu confiado y sereno 
despoja a Dios de su derecho a revelar en él su propia perfección de carácter. 
La humildad de corazón es la fuerza que da la victoria a los discípulos de Cristo; 
es la prenda de su relación con los atrios celestiales. 
"Porque el alto Jehová atiende al humilde."* (Salmos 138:6).
Los que revelan el espíritu manso y humilde de Cristo, son considerados tiernamente por Dios. El mundo puede mirarlos con desprecio, pero son de gran valor ante los ojos de Dios. 
No sólo los sabios, los grandes, los benefactores, obtendrán entrada en los atrios celestiales; no sólo el activo trabajador, lleno de celo y actividad incesante. No; el pobre de espíritu que anhela la presencia permanente de Cristo, el humilde de corazón, cuya más alta ambición es hacer la voluntad de Dios, éstos obtendrán abundante entrada. Se hallarán entre aquellos que habrán lavado sus ropas y las habrán blanqueado en la sangre del Cordero.
"Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos."* (Apocalipsis 7:15). 
DTG 268,269 EGW/MHP

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