sábado, 19 de septiembre de 2020

332. UNA RELIGIÓN FORMALISTA (Isaías 29:9-17).

Se dan las razones del porqué los enemigos afligen a Jerusalén. En primer lugar, por (9-12) La necedad de Jerusalén en entender los propósitos divinos. Y seguida por la (13-17) practica de una religión formalista, que se centra en la hipocresía.

9 Deteneos y maravillaos; ofuscaos y cegaos; embriagaos, y no de vino; tambaleas, y no de sidra. 10 Porque Jehová derramó sobre vosotros espíritu de sueño, y cerró los ojos de vuestros profetas, y puso velo sobre las cabezas de vuestros videntes. 11 Y os será toda visión como palabras de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: Lee ahora esto; él dirá: No puedo, porque está sellado. 12 Y si se diere el libro al que no sabe leer, diciéndole: lee ahora esto; él dirá: No sé leer. 

13 Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado; 14 por tanto, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos. 15 ¡Ay de los que se esconden de Jehová, encubriendo el consejo, y sus obras están en tinieblas, y dicen: ¿Quién nos ve, y quién nos conoce? 16 Vuestra perversidad ciertamente será reputada como el barro del alfarero. ¿Acaso la obra dirá de su hacedor: No me hizo? ¿Dirá la vasija de aquel que la ha formado: No entendió? 17 ¿No se convertirá de aquí a muy poco tiempo el Líbano en campo fructífero, y el campo fértil será estimado por bosque? (Isaías 29). 

9. Deteneos. Isaías invita a los moradores de Jerusalén a que se detengan en sus actividades, y consideren su verdadera situación. Marávillaos. Heb. "Miraos atónitos". Ofuscaos y cegaos. El verbo aquí no es claro, lo cual ha permitido más de una traducción: "cegaos y quedad ciegos" (BJ) o "mirad en torno a vosotros (con temor y ansiedad)".

Embriagaos, y no de vino. Isaías ya no habla de los ejércitos asirios, sino que se dirige una vez más al pueblo de Jerusalén. Les había presentado un mensaje que debería haberlos hecho temblar, pero estaban como en un estupor y eran incapaces de comprender la solemne importancia de la advertencia. Habían perdido el juicio y la razón, no por la embriaguez del vino, sino porque estaban tan ocupados con las cosas terrenas que no 255 podían comprender el mensaje del cielo (ver com. vers. 1).

10. Cerró los ojos. En los días de Isaías no fue Dios quien cegó los ojos del pueblo o entorpeció su corazón. Ellos mismos provocaron esa situación por haber rechazado las advertencias que Dios les enviaba. Con cada rechazo de la verdad, el corazón se endurece más, y la percepción espiritual se embota más, hasta que al final es completamente imposible percibir las cosas espirituales. Dios no se deleita con la muerte de los impíos, y hace todo lo posible para apartarlos de sus malos caminos, a fin de que puedan vivir y no morir (Eze. 18: 23-32; 33: 11; 1 Tim. 2: 4; 2 Ped. 3: 9).

El pueblo de Judá andaba a tientas, como dormido (ver com. vers. 9). Los ojos de su entendimiento estaban enceguecidos. Sus dirigentes, que tenían el deber de guiar a la nación, habían perdido todo sentido de dirección. Sus profetas, que profetizaban por dinero, estaban totalmente ciegos. Dios les había enviado mensaje tras mensaje, pero cada vez que rechazaban la luz del cielo se enceguecían más y su percepción de la verdad se embotaba más. En este sentido el Señor había "cerrado" sus ojos (ver com. Exo. 4: 21).

11. Toda visión. Es decir, todo lo que Isaías les había dicho. Libro sellado. En la antigüedad, los documentos comúnmente se enrollaban y luego se los sellaba (ver com. Neh. 9: 38; cf. t. III, ilustración frente a la p. 96). Los solemnes mensajes de Isaías no tenían más valor, para los habitantes de Jerusalén, que si el profeta los hubiera escrito en un libro que hubiera sellado para que no se pudiera leer el contenido. La incredulidad y la desobediencia habían impedido tan efectivamente, que les llegara la luz del cielo, como si nunca les hubiera sido revelada. Para los hombres que se niegan a estudiarla, o que rehúsan creer en sus solemnes advertencias, la Biblia es un libro sellado. Los profetas han dado al mundo mensajes inspirados de luz y esperanza, pero hoy, como entonces, el mundo anda en tinieblas porque se niega a ver (ver com. Ose. 4: 6).

12. Que no sabe leer. O sea, que no profesa comprender los caminos de Dios como lo pretendían los profetas del vers. 10. Una persona puede ser sabia en las cosas de este mundo, pero ignorante en las cosas de Dios; viceversa, se puede ser novato en los conocimientos mundanos y sin embargo ser sabio en las cosas de Dios. El prejuicio y la incredulidad cierran los ojos del discernimiento espiritual del hombre a las cosas que Dios ha revelado para el esclarecimiento y la bendición del mundo.

13. Con su boca. La gente de Jerusalén hacía gran gala de religiosidad, pero en su corazón ni siquiera conocía a Dios. Lo mismo ocurrió en los días de Cristo (ver com. Mat. 7: 21-23; 15: 8-9; 23: 4; Mar. 7: 6-9). Eran hipócritas (ver com. Mat. 6:2). Su culto consistía en seguir un ritual enteramente despropósito de verdadera comunión con el cielo (cf. 2 Tm. 3: 5). Consideraban que el cumplimiento externo satisfacía los requerimientos divinos, y pensaban que de ese modo merecerían el favor de Dios (ver com. Miq. 6: 6-8).

14. La sabiduría de sus sabios. Cuando los hombres no toman en cuenta a Dios, su sabiduría se transforma en necedad. Por cuanto no aman la luz, se los deja que anden en tinieblas (2 Tes. 2: 12; cf. Ose. 4: 6). Este fue el caso de los dirigentes, Judíos. Oscurecieron el consejo con "palabras sin sabiduría" (Job 38: 2), y la luz de la nación quedó condenada a transformarse en oscuridad.

15. ¿Quién nos ve? Procuraban ocultar su hipocresía, sus motivos y sus acciones, con la esperanza de que ni los hombres ni Dios pudieran descubrir su verdadero carácter.

16. Vuestra perversidad. "¡Qué error el vuestro!"(BJ). Estaban intentando, por así decirlo, que el alfarero obedeciera al barro. Se creían poseedores de una sabiduría mayor que la del Creador. Estos dirigentes espirituales eran virtualmente ateos; la religión que practicaban era sólo un disfraz.

17. A muy poco tiempo. Isaías no era sólo profeta de castigos sino también de esperanza. Era un verdadero optimista. No sólo veía la oscuridad del presente sino también la gloriosa luz del futuro (ver com. cap. 9: 2). Aunque Judá pereciera y sus fértiles campos no dieran más fruto, vendría el tiempo cuando la tierra sería otra vez fructífera, cuando el desierto se transformaría en "campo fructífero, y el campo fértil" fuera "estimado por bosque" (cap. 32:15; cf. cap. 35: 1; 41: 17-19; 55: 13). (4CBA). Ministerio Hno. Pio

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