Dios castiga a su pueblo para redimir, para salvar al que se vuelve arrepentido. Isaías hace notar el contraste entre el trato de Dios con su propio pueblo y su trato con los enemigos de su pueblo. El pueblo de Dios puede sufrir pruebas y tribulaciones, pero no será totalmente destruido. Dios "hiere" a su pueblo para su propio bien (Heb. 12: 5-11; Apoc. 3: 19), para remediar los defectos de su carácter, no para destruirlos.
7 ¿Acaso ha sido herido como quien lo hirió, o ha sido muerto como los que lo mataron? 8 Con medida lo castigarás en sus vástagos. El los remueve con su recio viento en el día del aire solano. 9 De esta manera, pues, será perdonada la iniquidad de Jacob, y este será todo el fruto, la remoción de su pecado; cuando haga todas las piedras del altar como piedras de cal desmenuzadas, y no se levanten los símbolos de Asera ni las imágenes del sol. 10 Porque la ciudad fortificada será desolada, la ciudad habitada será abandonada y dejada como un desierto; allí pastará el becerro, allí tendrá su majada, y acabará sus ramas. 11 Cuando sus ramas se sequen, serán quebradas; mujeres vendrán a encenderlas; porque aquel no es pueblo de entendimiento; por tanto, su Hacedor no tendrá de él misericordia, ni se compadecerá de él, el que lo formó. (Isaías 27).
7. ¿Acaso ha sido herido? ¿Ha herido Dios
a su propio pueblo así como hirió, a los que guerreaban contra él? Isaías hace
notar el contraste entre el trato de Dios con su propio pueblo y su trato con
los enemigos de su pueblo. El pueblo de Dios puede sufrir pruebas y
tribulaciones, pero no será totalmente destruido. Dios
"hiere" a su pueblo para su propio bien (Heb. 12: 5-11; Apoc. 3: 19),
para remediar los defectos de su carácter, no para destruirlos. "¿Acaso le
ha herido como hirió a quien le hería?" (BJ).
8. Con medida. Tradicionalmente se ha
entendido que la frase besa'ss'ah incorpora la palabra se'ah, medida de unos 7
lt (ver t. I, p. 176). Se ha usado, por lo tanto, este texto para indicar que
Dios no castiga más de lo que se puede tolerar, que sus juicios son siempre
atemperados con clemencia y misericordia. Si bien esta idea es claramente
bíblica, no es prudente basarla en este pasaje. La frase besa'ss'ah sólo
aparece aquí y probablemente significa "con expulsión" o "con
expulsarla", o, según la LXX, "con guerra". Se traduciría
entonces: "Con expulsarla, con despacharla, tú peleas con ella". El
vers. 8 describe el castigo del pueblo escogido; el vers. 9 habla de las
condiciones para su restitución.
El los remueve. El hebreo dice
"la removió", lo cual se interpreta como "Jehová removió a
Israel". "La echó con su aliento áspero como viento de Oriente"
(BJ). El sentido de este versículo no es totalmente claro. Parecería decir
que Jehová expulsó a Judá, como con un recio viento solano, viento quemante del
desierto, símbolo apropiado de la muerte y la destrucción (Gén. 41: 6; Job 27:
21; Sal. 48: 7; Jer. 18: 17; Ose. 13: 15). En forma figurada, el aliento de
Dios es como ese viento y trae consigo el castigo merecido por los pecados de
Judá. Este versículo pareciera referirse al futuro cautiverio
babilónico, que sería un castigo disciplinario para el pueblo de Dios (Isa. 48:
10; Jer. 30: 11-17; Ose. 2: 6-23; Miq. 4: 10-12).
9. La iniquidad de Jacob. El Señor desea
purificar a su pueblo, no destruirlo (ver com. vers. 7-8). El castigo del vers.
8 es un instrumento de purificación. El fruto. Es decir, el
resultado. El "fruto" del castigo será el arrepentimiento, con el
consiguiente perdón y la eliminación de todo vestigio de idolatría. El cautiverio babilónico curó de idolatría a los judíos (PR 520). Como piedras de cal
desmenuzadas. Las piedras de los altares serían desmenuzadas como si
fueran de cal; los símbolos de Asera (ver com. Exo. 34: 13; Deut. 7: 5; 16: 21;
2 Rey. 17: 10) y los ídolos serían derribados y destruidos. Dios permite que su pueblo soporte pruebas para que pueda ser purificado
de sus iniquidades.
10. La ciudad fortificada. Esto es,
Jerusalén, símbolo del pueblo de Dios. La ciudad floreciente se convertiría en
un lugar desolado. Donde hubo casas, crecería pasto (cap. 7: 23-25). Esta predicción se cumplió un siglo más tarde, en el año 586 AC. (Dan.
9:16-17).
11. Encenderlas. En este versículo se continúa la descripción de la última parte del versículo anterior. Un árbol cuyas ramas son deshojadas (vers. 10), se seca y muere. La madera se seca. Luego se cortan las ramas y se las usa para hacer fuego. La figura es similar a la de Eze. 31: 12-13, en donde se compara la destrucción de Asiria con un árbol cuyas ramas se han caído. Tanto Juan el Bautista como Jesús compararon a los impíos con árboles que eran cortados y echados al fuego (Mat. 3:10; Juan 15: 6). Pablo comparó a los judíos literales con ramas naturales que fueron cortadas y reemplazadas por las ramas injertadas: la iglesia. (Rom. 11: 12-20). 4CBA/Ministerio Hno. Pio
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