Hay tantos beneficios, por las cuales dar gracias al Señor, nuestro Dios. Tantas bendiciones que hemos recibido, que las palabras no alcanzan para expresarlas todas. Este capítulo es una profecía del regocijo y acción de gracias que experimentará el fiel en aquel día, por las misericordias de Dios.
1 En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues, aunque te enojaste
contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. 2 He aquí Dios es
salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es
JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. 3 Sacaréis con gozo aguas de
las fuentes de la salvación. 4 Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová,
aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su
nombre es engrandecido. 5 Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas
magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. 6 Regocíjate y canta, oh
moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de
Israel. (Isaías 12).
1. Cantaré. Este capítulo es un salmo de acción de
gracias. Es una continuación apropiada del capítulo anterior, en el cual el
Mesías efectúa la liberación de los justos de manos de sus opresores. Así como
los israelitas cantaron el cántico de Moisés (Exo. 15) después de ser librados
de los egipcios, se ha de entonar otro cántico de liberación cuando Jehová alce
"otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo" (Isa. 11:
11). En los cap. 25 y 26 aparecen himnos de triunfo similares. En Apoc. 15: 3,
se ve a los redimidos de todas las edades cantando un cántico triunfal después
de su victoria final.
2. Dios es salvación mía. En el tiempo de
la invasión de Senaquerib, lo que salvó al pueblo de Dios no fue el ejército de
Israel, ni los muros que rodeaban a Sión, sino el Señor mismo (cap. 37: 33-36).
En los últimos días, el remanente fiel será salvado del poder del enemigo por
la mano de Jehová.
JAH Jehová. En hebreo aparece repetido
el nombre sagrado, primero en su forma abreviada, y luego en la forma completa,
es decir, Yah Yahweh. Es posible que esta repetición, característica en Isaías,
indique un mayor énfasis.
3. Fuente de la salvación. Cuando los
israelitas atravesaron el desierto, Dios les proporcionó agua de la roca herida
(Exo. 17:6; Núm. 20: 8-11). Este milagro posteriormente fue celebrado con una
ceremonia impresionante en el templo durante la fiesta de los tabernáculos (DTG
413). Se sacaba agua de la fuente de Siloé (ver com. Isa. 8:6) en una vasija de
oro, y se la llevaba al templo, donde se la vertía en el altar de los
holocaustos. Cuando los sacerdotes se dirigían a la fuente, acompañados de un
coro de levitas, muchos adoradores los seguían para beber del agua viva que
brotaba de la vertiente en la ladera de la colina del templo.
Jesús hizo referencia a esta ceremonia en el último día de la fiesta,
cuando invitó a la gente a venir a él para beber (Juan 7:37). Cristo es la
fuente de la cual surge el agua que da vida y sanidad a las naciones. (Eze.
47:1; Joel 3:18; Zac. 14:8; DTG 28).
4. Haced célebres… sus obras. Se estimula al
pueblo de Dios a que recuerde las mercedes que Dios ha realizado en su favor, y
a que cuente a otros cuán maravillosas son sus bendiciones. Si entre el pueblo
de Dios hubiera más alabanza, habría menos desánimo y crítica. El que no
recuerda los admirables actos de misericordia del cielo, es quien con mayor
probabilidad olvida a Dios (Rom. 1: 21-23) y se explaya en los errores de sus
hermanos.
5. Cosas magníficas. Los actos de
misericordia que Dios realiza en favor de sus hijos son incontables. ¿Por qué,
pues, no recordarlos y cantar alabanzas al Señor por sus magníficas mercedes?
El canto disipa el desánimo y el temor, rechaza la tentación y fortalece el
alma contra los ardides del diablo.
6. El Santo De Israel. (com. cap. 1:
4. Esta expresión es predilecta de Isaías, pues la emplea 25 veces,
mientras que todos los otros autores del AT sólo la usan 6 veces. Cuando Isaías
vio a Dios en visión por primera vez, sentado sobre su trono, también oyó a los
coros angélicos que cantaban: "Santo, santo, santo, Jehová de los
ejércitos" (cap. 6: 3). El santo carácter de Dios había impresionado
profundamente al profeta. Sobre todas las cosas, reconocía a Dios como un ser
santo, y anhelaba ser semejante a él. Desde ese momento, la gran tarea de la
vida de Isaías sería la de mantener ante Israel un cuadro de la santidad de
Dios y la importancia de descartar el pecado y luchar fervientemente por lograr
la santidad).
Isaías no representa a
un Dios distante encerrado en un cielo santo, sino a un Dios que moraba con su
pueblo (cap. 57: 15; 66: 1-2). Dios con su pueblo -Emanuel: "con nosotros
Dios"- era el mensaje de la vida y de las palabras de Isaías (cap. 7: 14;
8: 8, 10). Los que han sido librados del pecado interior y de los enemigos
exteriores (ver com. vers. 1) no deben callar las mercedes del cielo. No basta
pensar que sólo en el futuro, sobre el mar de vidrio, será el momento de unirse
al cántico de los redimidos. En esta vida tenemos el privilegio de elevar
nuestras voces en canto, con el gozo y la paz del cielo en el corazón. Con este
himno de alabanza (cap. 12) concluye lo que se ha dado en llamar el "Libro
de Emanuel" de la profecía de Isaías. (4CBA) Ministerio Hno. Pio
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