domingo, 25 de octubre de 2020

401. ESTABLECIMIENTO DEL REINO MESIÁNICO “DIOS RESTAURA LA TIERRA”: LA TIERRA NUEVA (ISAÍAS 65:17-25).

Isaías 65:17-25. Es la profecía combinada entre la realidad presente y el futuro de Israel. Y consecuentemente para toda la tierra. Es el estado de felicidad de la Nueva Jerusalén.

Combinada decíamos porque se habla de que “el niño morirá de cien años” es un símbolo de la larga vida que tendrían por guardar la ley de Dios en esta vida. La grande mayoría de creyentes, dicen: “Nadie se salva por guardar la ley” salvación y salud tiene el mismo significado. Tanto en lo espiritual y lo físico. ¿Qué no tienes salud abundante por guardar la ley de Dios? éste capítulo es la prueba de que se salvan o se pierden.

Desde que salieron de la cautividad, Dios, les dijo al respecto. Ex. 15:26. San Pablo dice que: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. (1 Cor. 3:16,17).

En el capítulo siguiente en los últimos versículos se hablará más, de lo que implica la obediencia a la ley de Dios y sus implicancias eternas… 

17 Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. 18 Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. 19 Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. 20 No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito.

21 Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. 22 No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. 23 No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. 24 Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. 25 El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová. (Isaías 65).

17. Crearé. En los vers. 17-25, Isaías describe los cielos nuevos y la tierra nueva que habrían existido si el pueblo de Israel hubiera hecho caso a los mensajes de los profetas y hubiera cumplido el propósito divino después que volvió del cautiverio. Israel fracasó. Por lo tanto, en su aplicación secundaria estos versículos describen los cielos nuevos y la tierra nueva que existirán después del milenio. Sin embargo, debería entenderse que la descripción se refiere en primer término a la situación de Israel, y sólo puede hacerse la aplicación secundaria a la luz de lo que escribieron en cuanto a la vida futura los autores del NT y comentadores bíblicos inspirados por Dios (ver pp. 37-40). Cuando se sigue este principio de interpretación, el pasaje no presenta ningún problema. Por otra parte, si se intenta aplicar todos los detalles del pasaje a los cielos nuevos y a la tierra nueva del futuro, aparecen varias dificultades: (1) Según lo que dice el vers. 20, a menos que se comprenda que el lenguaje es sumamente metafórico, la muerte todavía existe (ver com. vers. 20), mientras que Juan habla de un cielo y de una tierra donde no habrá más muerte (Apoc. 21:4). (2) Según Isa. 65:23 (ver com. allí), siguen naciendo niños. En los cielos y la tierra que esperamos, "los que fueron tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo... ni se casan, ni se dan en casamiento" (Luc. 20:35). El comentario de este pasaje es demasiado claro como para ser mal aplicado: "Hay quienes hoy expresan su creencia de que habrá matrimonios y nacimientos en la tierra nueva, pero los que creen en las Escrituras no pueden aceptar tales doctrinas" (MM 99). (3) Según Isa. 66:23-24, los adoradores que van camino de Jerusalén, contemplan los cadáveres de los que han pecado contra Dios, mientras que en Apoc. 20-22 leemos que los fuegos del gran día final renuevan completamente 370 la tierra antes de que los redimidos hagan de ella su hogar.

Estas dificultades desaparecen totalmente cuando se interpreta el pasaje en consonancia con los principios bosquejados en las pp. 27-40.

El fracaso de Israel impidió que estas profecías se cumplieran de acuerdo con su intención original.  Sin embargo, los propósitos de Jehová se cumplirán plenamente (ver PR 520-521).  Habrá cielos nuevos y tierra nueva, pero la manera en la cual surgirán será algo diferente, ya que los propósitos de Dios, en vez de cumplirse mediante Israel, la nación escogida, se cumplirán mediante la iglesia cristiana (ver PR 526-527).

De lo primero. En esto estarían comprendidas las "angustias primeras" (vers. 16), las tribulaciones del cautiverio, o para nosotros las dificultades de este mundo impío. La paz y la gloria de la tierra nueva sobrepujarán de tal modo los problemas y las angustias del mundo presente, que en comparación las pruebas no parecerán nada (Jer. 3:16; PE 17; cf. Isa. 43:18-19).

Algunos han pensado que en este pasaje el profeta predice un olvido completo de las cosas de esta tierra, al menos en relación con los pecados pasados, pero el hebreo no necesariamente se entiende así.  El verbo zakar, traducido "recordar", muchas veces define la acción o la condición que resulta de la memoria consciente.  Por ejemplo, la declaración de que los hijos de Israel "no se acordaron" de Jehová (Juec. 8:34) no significa que nunca pensaban en la idea de Dios.  Sólo quiere decir que la gente no rendía a Jehová el culto que el conocimiento del Eterno debería haber producido (ver com. Juec. 8:34). Si ese matiz de significado se aplica a la afirmación de Isaías, podría entenderse que el recuerdo de las cosas anteriores ya no molestará ni angustiará la mente ni causará remordimiento.

En ese mundo futuro, "serán esclarecidas todas las perplejidades de la vida" (Ed 295).  Cuando ya no veamos más "por espejo, oscuramente" (1 Cor. 13:12), tendremos "un conocimiento claro e inteligente" de lo que costó nuestra salvación (CS 709). El conocimiento de la historia del gran conflicto será la salvaguardia para que nunca más se repita el impío experimento del pecado (CS 553).

Vendrá al pensamiento. Literalmente, "subirá al corazón".

18. Os Gozaréis. Incluso hoy podemos regocijarnos al pensar en los goces y las glorias del mundo venidero. La vislumbre de un mundo nuevo y mejor da fuerza y ánimo para hacer frente a las dificultades del presente.  Será más fácil afrontar los chascos y los desánimos si tenemos el corazón puesto en los abundantes goces de la tierra nueva que pronto ha de ser nuestro hogar. El texto masorético emplea aquí verbos en el modo imperativo: "gozaos" y "alegraos". En el rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto, los imperativos están en singular: "gózate" y alégrate", pero en las versiones antiguas aparece el plural, como en el texto masorético.

19. Me Alegraré Con Jerusalén. En el tiempo de Isaías había poca razón para alegrarse con Jerusalén. Los ejércitos de Senaquerib subieron contra la ciudad y el rey asirio se jactó de haber encerrado a Ezequías como se encierra un pájaro en una jaula (ver com. 2 Rey. 18:13). Cuando los embajadores babilonios visitaron a Ezequías, Isaías predijo que vendría el día cuando los ejércitos de Babilonia subirían contra Jerusalén y se llevarían sus tesoros y sus habitantes (cap. 39:6-7). Miqueas, contemporáneo de Isaías, previó el tiempo cuando Sión sería "arada como campo" y su templo sería destruido (Miq. 3:12). Pero Jehová planeaba un glorioso futuro para Jerusalén (Isa. 52:9; 62:1, 7). La ciudad podría haber llegado a ser la gran metrópoli del mundo. Podría haber sido "la gloriosa diadema del mundo" (DTG 530; ver pp. 32-33). Pero cuando los judíos rechazaron al Mesías, concluyó el tiempo de gracia para Jerusalén (Mat. 23:37-38; DTG 531). Sin embargo, el nuevo Israel de Dios espera que su gozo sea cumplido en la nueva Jerusalén.

20. Niño Que Muera De Pocos Días. Muchos comentadores han quedado muy perplejos por este versículo, pues presupone que la muerte y el pecado habrán de continuar cuando ya deberían haber sido abolidos. Consideran que es extraño que aún subsistan la muerte y el pecado. El problema se resuelve si se considera que Isaías describe el ciclo nuevo y la tierra nueva como habrían sido si se hubiese cumplido el plan divino para con Israel (ver com. vers. 17).

La resurrección y la inmortalidad habrían sido precedidas por un período durante el cual la observancia de las leyes de Dios y la cooperación con el programa divino habrían eliminado en gran medida la enfermedad y 371 la muerte prematura. En este versículo, Isaías hace resaltar esas bendiciones que Israel habría de recibir si cumplía con el plan divino. Su lenguaje es poético, pero el sentido general parece claro. En primer lugar, señala que no habría mortalidad infantil.

Sus Días No Cumpla. Es decir, no habría muertes prematuras, El anciano no moriría hasta que no hubiera vivido sus años normales.

Niño. Heb. ná'ar, "joven".  Aquí se menciona al tercer grupo, el de los jóvenes. Lo que se afirma respecto a ellos corresponde con lo que se dijo sobre los otros dos grupos. Los jóvenes no morirían hasta que no hubieran cumplido sus años de vida. Aquí se considera normal una vida de 100 años. No se dice por qué se ha escogido esta cifra. Sin duda se trata de un número redondo que en tiempos de Isaías representaba una vida muy larga. Según el Sal. 90: 10, cuyo autor podría haber sido Moisés, la vida normal del hombre era de 70 años. Unos pocos alcanzaban los 80 años. De los reyes de Judá desde Roboam hasta Joacim, cuyos años de vida pueden calcularse, se obtiene un promedio de 47 años. Por eso puede deducirse que 100 años en tiempos de Isaías sería una vida mucho más larga que a la que comúnmente podría aspirar el término medio de los humanos.

Las promesas que aquí se hacen a Israel a condición de que cooperara con el plan divino pueden compararse con las promesas que se le hicieron en ocasión del éxodo. En ese tiempo el Señor prometió quitar toda enfermedad (Deut. 7:15). Puesto que cumplieron con las condiciones, las promesas también se cumplieron. "No hubo en sus tribus enfermo" (Sal. 105:37; ver también PVGM 230). Nuevamente se le ofrecieron a Israel las mismas promesas de longevidad y de inmunidad a las enfermedades; las condiciones también fueron las mismas.

Las condiciones que aquí se describen -un Israel reavivado espiritualmente, obrando en armonía con el plan celestial y heredando una tierra de Palestina otra vez productiva (Isa. 65:9-10)- habrían precedido a la erradicación final del pecado y de los pecadores, la resurrección y la consiguiente inmortalidad para los justos. Isaías describe los pasos que llevan a esos acontecimientos finales tales como se habrían cumplido para con la nación de Israel.

Debido al fracaso de Israel y el consiguiente cumplimiento de estas promesas en la iglesia cristiana (PR 526-527), ciertos detalles serán modificados, pero el acontecimiento culminante final -la aparición de cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia-sigue siendo la bienaventurada esperanza de los santos en la actualidad (2 Ped. 3:13; Apoc. 21:1-2). Durante largo tiempo la iglesia ha orado para que llegue ese momento (Mat. 6: 10).

Algunos han entendido que la frase "el niño morirá de cien años" significa que un hombre de 100 años apenas sería considerado un joven. Creen que debe hacerse una comparación con la situación que existía en este mundo antes del diluvio.  "Antes del diluvio, los hombres vivían centenares de años, y cuando tenían cien años, apenas eran considerados jóvenes" (4SG 156). Sin embargo, sería muy extraño que se empleara el verbo hebreo muth, "morir", para describir la transición de la juventud a la edad adulta. Puesto que el pasaje puede comprenderse perfectamente si se le da al verbo muth su sentido natural, parecería mejor evitar una interpretación complicada y dudosa de la palabra.

Maldito. En contraste con las bendiciones de que gozarán los justos, el pecador aunque llegara a los cien años de vida, sería maldito.

21. Edificarán Casas. Los israelitas habían perdido sus casas, sus campos y sus viñedos debido a muertes prematuras, a la invasión de sus tierras y a la deportación. Cuando Israel fuera restablecido, esas calamidades ya no ocurrirían. En los cielos nuevos y la tierra nueva que pronto se establecerán, la vida no será interrumpida ni siquiera por la muerte. En buena medida, la vida en la tierra nueva será similar a la que vivió el hombre en el paraíso antes de que entrara el pecado.  En el mundo renovado habrá todos los deleites y las comodidades del antiguo Edén.  Habrá árboles, flores, arroyos, frutos deliciosos y hermosos hogares. El mundo será del hombre para que lo disfrute, para que construya para sí el tipo de casa que desee, y para que, con el corazón humilde del que está dispuesto a aprender, dialogue con la naturaleza y con el Dios de la naturaleza.

22. Según Los Días De Los Árboles. El árbol es símbolo de permanencia e inmutabilidad.  Compárese con el cap. 40:6.

La obra de sus manos. La vida en la tierra nueva no será una existencia de ocio.  Los redimidos trabajarán y disfrutarán del fruto de 372 sus labores.  En esa tierra, el trabajo será un consuelo y una fuente de interminable deleite. Los santos planificarán sus casas y sus jardines y tendrán el tiempo y los medios para llevar a cabo sus planes.

23. Darán A Luz. Heb. yalad, "dar a luz niños" (ver com. vers. 17).

Para Maldición. Heb. behalah, "terror", "sobresalto" (BJ).  Esta misma palabra aparece en Lev. 26:16; Sal. 78:33; Jer. 15:8. Las madres no darían a luz hijos que murieran por enfermedad, catástrofes o guerra.

Sus Descendientes Con Ellos. Se describe aquí una familia patriarcal numerosa, feliz y próspera.  Viven juntos en paz y trabajan juntos para el bien común.  Son todos hijos de un mismo Padre, por lo cual son todos hermanos y cultivan los mismos intereses.

24. Antes Que Clamen. En su pecado y angustia, los israelitas habían clamado a Dios, pero creían que estaba muy distante y que era indiferente a sus clamores y a su gran necesidad (cap. 40:27; 49:14; 63:15; 64:12). Pero Dios les había dicho claramente que eran sus pecados los que impedían que él escuchase sus plegarias (cap. 1:15; 59:1-3). Ahora, con el corazón renovado por la gracia divina y orando de acuerdo con la voluntad de Dios, no habría demora para recibir respuesta. Aun antes de que sus hijos expresaran sus deseos y clamaran a él, Dios se anticiparía a sus pedidos y les proporcionaría todo lo que pudiera contribuir a su bienestar y a su felicidad.

25. El Lobo Y El Cordero. Ver com. cap. 11:6-8. Alimento De La Serpiente. Ver com.  Gén. 3:14. Ni Harán Mal. Ver com. cap. 11:9. (4CBA) Ministerio Hno. Pio

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