Dios Apela al pueblo para que sea testigo de su omnipotencia. Solo el pueblo
que presenta a Dios ante las naciones, pude seguir siendo su pueblo. Por eso
somos testigos de su amor hacia la humanidad. Testigos de que es el creador, sustentador
y salvador.
8 Sacad al pueblo ciego que tiene ojos, y a los sordos que tienen oídos. 9 Congréguense a una todas las naciones, y júntense todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos dé nuevas de esto, y que nos haga oír las cosas primeras? Presenten sus testigos, y justifíquense; oigan, y digan: Verdad es.
10 Vosotros sois mis testigos, dice
Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis
que yo mismo soy; antes de mí no fue formado
dios, ni lo será
después de mí. 11 Yo, yo Jehová, y fuera de mí no
hay quien salve. 12 Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo
entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que
yo soy Dios. 13 Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi
mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará? (Isaías 43).
8. Pueblo Ciego. Ver com. cap.
6: 9-10; 42: 7, 18-20. Se exhorta a los habitantes de la tierra, que hasta
ahora habían estado "ciegos" y "sordos" en el sentido
espiritual, a que examinen la prueba de que Jehová es el verdadero Dios, y que
se decidan a favor de la verdad o en contra de ella (cap. 43: 9).
9. Todas Las Naciones. Se invita a las
naciones de la tierra a que presenten su pleito ante el tribunal del universo.
Tendrán la oportunidad de vindicarse, pero si no pueden hacerlo, se les pedirá
que reconozcan que Jehová es Dios y que sus caminos son verdad. Desde ese
momento ya no habrá más excusa para la ceguedad (vers. 8).
10. Mis Testigos. Ver las pp. 28-31. Todos los que reconocen a Dios (vers. 9) reciben la orden de dar
testimonio acerca de él delante del mundo. Dios ha dado muchas pruebas de su divina sabiduría y poder, como lo hizo
en Egipto (Exo. 3: 12-15) y en el monte Carmelo (1Rey. 18: 36-39). De un modo especial, en la antigüedad los judíos deberían haber sido
testigos de Dios, un testimonio vivo como nación, de que Jehová es Dios. Después de la invasión de Senaquerib, el remanente de Jerusalén
fue para el mundo de ese entonces un testimonio del amor de Dios para con
su pueblo y de su poder para librarlo. Aun hoy, aunque ya no constituyen más el
pueblo escogido de Dios, los judíos dan un testimonio convincente de que la
Palabra de Dios es la verdad. La iglesia de hoy desempeña un papel similar al
de Israel en tiempos antiguos (1 Ped. 2: 9).
11. Fuera De Mí. Dios salvó a su
pueblo del poder de Egipto, en los días de Moisés, y en la época de Isaías, del
poder de Asiria. En todas las edades lo ha salvado del poder del pecado. Cuando
Jesús vino a esta tierra lo hizo con el expreso propósito de salvar a "su
pueblo de sus pecados" (Mat. 1: 21). No hay otro medio de salvación (Hech.
4: 12).
12. No Hubo Entre Vosotros Dios Ajeno. Es decir, ningún ídolo (Deut. 32:16; Isa. 42:8; 44:10; Jer. 3:13). Mientras Israel sirviera a dioses extraños el Señor
no podía manifestar su poder en favor de él. Dios había predicho que llevaría a su pueblo a la
tierra prometida, que lo libraría de manos de sus enemigos y que lo traería de
nuevo del cautiverio babilónico. Ningún dios ajeno podría haber hecho estas
predicciones. En todas estas cosas los hijos de Israel eran testigos de la
presciencia y fidelidad de Dios.
13. ¿Quién Lo Estorbará? Entre los
hombres ¿quién puede estorbar a Dios? El hace cumplir sus propósitos a pesar de
la oposición de los hombres. Cuando Asiria intentó destruir a Judá en contra de
la voluntad de Dios, el Altísimo destruyó a las fuerzas sitiadoras (cap. 14:
24-27; 37: 33-36). 4CBA/Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario