Mateo 11. La Delegación Enviada Por Juan El Bautista. (1-6) Juan envía sus discípulos a Cristo. (7-17) Testimonio de Cristo en cuanto a Juan. (18-19) La opinión del pueblo en cuanto a Juan, y a Cristo. (20-24) Cristo reprueba la ingratitud e impenitencia de Corazín, Betsaida y Capernaúm, (25-27) y alaba la sabiduría de su Padre por revelar el Evangelio a los más pequeños. (28-30) Invita a venir a él a todos los que sientan la carga de sus pecados.
1 CUANDO Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. 2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3 para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? 4 Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. 5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; 6 y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.
7 Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. 9 Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10 Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. 11 De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. 15 El que tiene oídos para oír, oiga.
16 Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, 17 diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. 18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. 19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.
20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: 21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. 22 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.
23 Y tú Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. 24 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.
25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26 Sí, Padre, porque así te agradó. 27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11).
1. Cuando Jesús terminó de dar instrucciones. Se refiere aquí a las instrucciones dadas en el cap. 10. Debería notarse que el cap. 11: 1 pertenece a la narración de los cap. 9: 36 al 10: 42, y no al relato del cap. 11 (ver com. cap. 9: 36).
Se fue de allí. Después de haber enviado a los doce (cap. 10: 5), Jesús, acompañado por otros discípulos, partió hacia otra región de Galilea donde los doce no irían (ver DTG 326-327, 452-453; com. Mat. 9: 36; Luc. 10: 1). Probablemente Juan el Bautista fue decapitado durante el transcurso del tercer viaje, porque por este tiempo llegó a Jesús la noticia de su martirio (DTG 326-327). Fue en esa época cuando los discípulos de Juan unieron sus esfuerzos con los de Cristo y sus discípulos (DTG 328-329).
2. Y al oír Juan. [Pregunta de los discípulos de Juan el Bautista, Mat. 11:2-6 = Luc. 7:18-23. Comentario principal: Lucas.]
7. Mientras ellos se iban. [Testimonio de Jesús acerca de Juan el Bautista, Mat. 11:7-30 = Luc. 7:24-35. Comentario principal: Mateo.] La construcción de la frase griega indicaría que Jesús comenzó a dar su testimonio acerca de Juan en seguida que partieron los mensajeros. Al parecer, estas palabras de encomio no eran para los oídos de Juan, ni para sus discípulos, porque lo que Cristo estaba por decir habría disminuido la fuerza del mensaje personal que había encargado a los dos discípulos de Juan que llevaran a su maestro (ver com. Luc. 7:23).
De Juan. El elogio de Juan registrado en los vers. 7-19 ha sido considerado como el discurso fúnebre de Juan, pues éste fue decapitado unos seis meses más tarde, poco antes de la pascua del año 30 d.C. (ver com. Luc. 3: 19-20).
A ver. Gr. theáomai, "contemplar", "mirar con atención". Muchas de las personas que escuchaban a Jesús, quizás todas, habían oído predicar a Juan. Cristo les pide aquí que analicen su propia reacción ante esa "antorcha que ardía y alumbraba" (Juan 5: 35), para que pudieran apreciar mejor el mensaje de Juan en relación con el mensaje que Jesús estaba predicando.
Con referencia al ministerio de Juan en el desierto, ver com. Mat. 3:1 y Luc. 3: 2.
Una caña. Las cañas crecían en abundancia a orillas del Jordán, donde transcurrió buena parte del breve ministerio de Juan, y la figura empleada aquí recordaría vivamente la predicación del Bautista a los que estaban ahora escuchando a Jesús. Podría parafrasearse la pregunta de Jesús de la siguiente forma: "¿Salisteis tan lejos sólo para ver las cañas que se mecían con el viento?" Ciertamente Juan no podía compararse con las cañas, porque el suyo no era un carácter débil y vacilante.
8. Vestiduras delicadas. Sería muy improbable encontrar en el desierto a una persona así vestida. Las multitudes no se sentían impelidas a buscar a Juan para ver las últimas modas ni la más lujosa ropa; ni siquiera tenían la esperanza de que pudiera proporcionar esa ropa a quienes se convirtieran en sus seguidores. La esperanza de obtener beneficios materiales no influía en los hombres para que respondieran al poder magnético del profeta del desierto.
9. Un profeta. Gr. profét's, palabra compuesta de la preposición pró, "antes" o "delante" y el verbo f'mí, "hablar". Por ende, el profeta era en esencia un portavoz de Dios, un intérprete de los propósitos divinos para el hombre. Con referencia a la palabra hebrea que equivale a prof't's, ver com. Gén. 20: 7. El profeta hablaba en nombre de Dios a los hombres y también predecía el futuro. El concepto moderno de que un profeta es el que predice el futuro, tiende a hacer olvidar 373 el hecho de que algunos de los mayores profetas de todos los tiempos dijeron poco o nada acerca del futuro. Un profeta es sencillamente la persona que lleva un mensaje de parte de Dios.
Más que profeta. Juan era el precursor personal del Mesías (ver com. cap. 3: 3). A él le fue encomendada una de las tareas más importantes de todos los tiempos: la de presentar al Mesías al mundo. En Juan estaban combinadas todas las importantes cualidades del verdadero profeta.
10. Este es. Cristo confirma el hecho de que Juan el Bautista era aquél de quien profetizaron Malaquías (cap. 3: 1; 4: 5-6) y también Isaías (cap. 40: 3-5).
Está escrito. Este pasaje parece ser una traducción libre de Mal. 3: 1.
11. Los que nacen de mujer. Al parecer, ésta es una frase idiomática hebrea que representa a toda la humanidad.
No se ha levantado otro mayor. Ver com. Luc. 1: 15. En carácter, en convicción y en fidelidad, ningún otro profeta había sobrepasado a Juan el Bautista. Además, ningún profeta había tenido mayor privilegio que el de ser el heraldo personal del Mesías en su primera venida (DTG 74-75). Con toda probabilidad, cualquiera de los profetas del AT habría sacrificado alegremente todos sus privilegios a cambio del supremo privilegio de presentar a Cristo al mundo. Al igual que Abrahán, todos habían esperado el día cuando Cristo habría de venir, y se alegraban aun de verlo por fe (ver com. Juan 8: 56).
El más pequeño. Es decir, en comparación con quienes estuvieran "en el reino". Por supuesto, el "reino" al cual se hace referencia aquí es el reino de la gracia divina en el corazón de los hombres, reino que fue proclamado tanto por Juan como por Cristo y que Cristo mismo había traído al mundo en su persona.
Mayor es que él. No mayor que Juan en valor moral, valentía, carácter, o logros, sino mayor porque tenía el privilegio de relacionarse personalmente con Cristo.
En cierto sentido, Juan sólo estaba a la puerta del reino, mirando hacia adentro, mientras que el más humilde seguidor de Jesús estaría en la presencia misma del Rey.
12. Los días de Juan. Es decir, el tiempo cuando el Bautista proclamó la venida del Mesías y del reino mesiánico, quizá desde la primavera (marzo-mayo) del año 27 d.C. hasta la primavera del año 29 d. C. (ver com. cap. 3: 1; el diagrama de la p. 220).
Hasta ahora. Es decir, desde que Juan había sido encarcelado en la primavera del año 29 d. C. hasta el otoño del mismo año (ver com. Luc. 7: 18). Con referencia a la relación cronológica entre el banquete de Mateo (ver com. Mat. 9: 18), la pregunta acerca del ayuno (Mar. 2: 18-22) y la visita de los discípulos de Juan a Jesús con la pregunta que había dado lugar a las palabras de Cristo acerca de Juan, en Mat. 11: 7-30, ver DTG 240-243.
El reino de los cielos. Este era el tema de la predicación de Juan así como lo fue más tarde de la predicación de Jesús y de sus discípulos en el tercer viaje por Galilea (cap. 3: 2; 4: 23; 10: 7). Con referencia a la importancia de la expresión "el reino de los cielos", ver com. cap. 3: 2.
Sufre violencia. Gr. biázomai, "emplear o aplicar fuerza" en forma hostil, o "ser obligado" en contra de la voluntad de uno. La primera interpretación -que el reino de los cielos emplea la fuerza de manera hostil- no puede aplicarse aquí pues no concuerda con las otras enseñanzas de Jesús en cuanto a ese reino. La segunda traducción -ser obligado- permitiría interpretar que las multitudes necesitadas luchaban con celo por obtener las bendiciones del reino. Sin embargo, el verbo biázomai, como también el sustantivo biast's, "violento", que se emplea en la última parte del versículo, indican que no se trata de una lucha honrada, sino de actos hostiles, de fuerza.
Sería mejor interpretar que el reino del cielo sufrió violencia en el sentida de que muchos de los que se agolpaban en torno de Juan y de Jesús lo hacían sin entender cabalmente la verdadera naturaleza de ese reino (ver com. Mar. 1: 38).
Otros, por ejemplo los escribas y los fariseos, se acercaban a Jesús con abierta hostilidad. Como resultado de las acciones de ambos grupos -unos que lo hacían con buenas intenciones, como cuando intentaron coronar rey a Jesús (Juan 6: 15; DTG 340-341), otros que tenían propósitos impíos- el verdadero reino no era comprendido y sus propósitos eran estorbados (ver la nota de Mat. 11: 12 en la BJ).
Los violentos lo arrebatan. Esta frase parecería hacer resaltar una hostilidad abierta e intencional. El verbo harpázÇ, "arrebatar" aparece otra vez en Mat. 13:19 donde se refiere a la semilla del Evangelio que es arrebatada del corazón. El resultado de las acciones 374 de esa gente hostil era que le arrebataban el reino de los cielos a la gente e impedían que entraran en él quienes deseaban hacerlo (ver Mat. 23:13).
13. Los profetas y la ley. El orden habitual es "la ley y los profetas" (Mat. 5: 17; 7: 12; 22: 40; Hech. 24: 14; etc.), frase empleada comúnmente por los judíos para referirse al AT (ver com. Luc. 24: 44).
Profetizaron hasta Juan. El significado de esta frase no es claro. Quizá el contexto sea la mejor guía para interpretar este versículo. Cristo acaba de proclamar a Juan como el mayor de todos los profetas (ver com. vers. 11). Era el mayor en el sentido de que tuvo el privilegio de anunciar la venida de Aquel de quien todos los profetas habían dado testimonio (Luc. 24: 27; Juan 5: 39, 46). En este sentido, todos los profetas del AT habían esperado el tiempo de Juan y habían hablado del Mesías que debía aparecer entonces (1 Ped. 1: 10-11). Por esto podría decirse que la función profética de los tiempos del AT llegó a su apogeo con Juan. Además, las palabras de Mat. 11: 14, en el sentido de que Juan era el que "había de venir", bien podrían considerarse como explicación del vers. 13.
14. Recibirlo. Aquí se presenta la explicación acerca de la verdadera identidad de Juan en relación con la profecía del AT.
Es aquel Elías. Juan no era Elías traído del cielo (Juan 1: 21), pero vino, más bien, "con el espíritu y el poder de Elías" (ver com. Luc. 1: 17), con una tarea similar a la de Elías: la de llamar a los seres humanos al arrepentimiento (ver com. Mat. 3: 2).
15. El que tiene oídos. Esta solemne exhortación fue empleada repetidas veces por Cristo para hacer resaltar una verdad importante que acababa de pronunciar (Mat. 13: 9, 43; Luc. 14: 35; etc.; cf. Apoc. 2: 7, 11).
En un sentido general, todos tienen oídos y debieran escuchar, pero es probable que Cristo se refiera aquí a la atención espiritual por medio de la cual aquellos cuyos corazones son sinceros puedan percibir el verdadero significado de Cristo y puedan ser iluminados por él (cf. Isa. 6: 9-10).
16. ¿A qué compararé? Esta es una manera común de los judíos de presentar una parábola. En los vers. 7-15 Jesús guió el pensamiento de la gente a considerar la naturaleza y el propósito de la misión de Juan. Aquí (vers. 16-24) habla de la recepción que el pueblo de Israel había concedido a su misión en comparación con la que le habían dado a Juan y a su obra.
Esta generación. Lucas dice: "Los hombres de esta generación" (cap. 7: 31). Sin duda, Cristo se refería al pueblo de Israel que vivía en su tiempo, y más específicamente a los que escucharon a Juan y más tarde a Jesús mismo cuando anunciaron el reino mesiánico, y fueron testigos de los milagros (Mat. 11: 21, 23) que acompañaron a su proclamación. "Esta generación" había gozado de privilegios mucho mayores que los de cualquier generación de los tiempos del AT. Pero a pesar de esas oportunidades sin precedente, muy pocos tenían "oídos para oír" (ver com. vers. 15), para percibir el verdadero significado de la misión de Juan el Bautista y de la de Jesús. Por su lado, los escribas y fariseos rechazaron abiertamente a Cristo y lo tildaron de impostor (DTG 183-184), aunque vacilaron en adoptar la misma actitud para con Juan el Bautista, al menos abiertamente (cap. 21: 23-27). La gente común tenía "a Juan como verdadero profeta" (Mar. 11: 32); más tarde oyeron a Jesús de buena gana (Mar. 12: 37) y, finalmente, muchos de ellos llegaron a la conclusión de que él también debía de ser profeta (Mat. 16: 13-14). Por lo tanto, las palabras de Cristo en este pasaje y en los versículos sucesivos se aplican de un modo especial a los dirigentes judíos, y de un modo más general a todo Israel.
Juan el Bautista sirvió de puente entre el AT y el NT (DTG 191-192). El AT termina con la profecía de que él vendría (ver com. Mal. 3: 1; 4: 5-6), y el NT comienza con el registro del cumplimiento de esa profecía (Mat. 3: 1-3; Mar. 1: 1-3). Los mensajes proféticos del AT se centralizan en la venida del Mesías y en la preparación de un pueblo listo para recibirlo (Mat. 11: 13-14).
En Juan, lo antiguo llegó a su apogeo y dio lugar a lo nuevo. La misma generación que escuchó a Juan también fue testigo de la venida del Mesías y del establecimiento de su reino. Además, fue esta misma generación la que finalmente vio cumplirse plenamente todo lo que los profetas del AT habían predicho acerca de Jerusalén y de la nación judía (ver com. cap. 23: 36; 24: 15-20, 34).
Muchachos. Literalmente, "niños pequeños". La escena que aquí se describe es característica de las aldeas del Cercano Oriente donde la calle sirve tanto de campo de juego como de lugar para caminar o de mercado. 375
Las plazas. Gr. agorá, "ágora", "lugar de reunión del pueblo", "plaza". En estos lugares la gente se reunía para conversar y para hacer sus negocios.
17. Os tocamos flauta. Al parecer, la figura aquí es la de dos grupos de niños que juegan. Un grupo evidentemente deseaba imitar una alegre fiesta, como la de una boda. No bailasteis. Caprichosos, los otros niños se negaron a jugar y no respondieron a la propuesta de los primeros.
Endechamos. Gr. thr'néÇ, "endechar", "llorar", "hacer duelo". Continuando con la figura de los niños que juegan (vers. 16), Mateo hace decir al primer grupo de niños: "Muy bien, ya que no quieren jugar a la fiesta, juguemos al funeral". En tiempos bíblicos, se acostumbraba en el Cercano Oriente llorar a los muertos en forma efusiva y dramática. Muchas veces se contrataban plañideras para endechar y llorar al muerto en la casa de duelo, y también en la procesión fúnebre (ver Mat. 9: 23; com. Mar. 5: 38; cf. Jer. 9: 17).
No lamentasteis. Literalmente, "no os golpeasteis el pecho" en señal de duelo. Al parecer, tampoco esta segunda sugerencia fue aceptada por los niños, porque parecían estar determinados a no aceptar ninguna sugerencia. No era que no quisieran bailar o lamentar; sencillamente no querían hacer lo que los otros sugerían. La aplicación es evidente: los niños que no querían aceptar ninguna sugerencia eran los escribas y los fariseos, que criticaron tanto a Juan como a Jesús (ver com. vers. 18-19).
18. Ni comía. Como nazareo (ver com. cap. 3: 4), Juan se abstenía de banqueteos y de bebidas de que otros participaban sin escrúpulos. Quizá esperaba que sus discípulos imitaran su ejemplo. Lucas dice: "Ni comía pan ni bebía vino" (cap. 7:33). La vida personal de Juan, frugal y un tanto austera, no atraía por lo general a la gente. Al parecer, muchos lo consideraban meramente como un fanático y hacían de esto un pretexto para no arrepentirse ni ser bautizados por él.
Lo que en realidad desagradó a mucha gente era que el Bautista reprendía sus excesos licenciosos. Esta reprensión estaba implícita en su vida ejemplar y probablemente explícita en su enseñanza. Para esta gente parecían tristes la religión y la manera de vivir que Juan representaba. Se hastiaban de que continuamente se les recordara que tenían necesidad de arrepentirse. Para ellos, el llamamiento de Juan era una exhortación a lamentarse, y no tenían deseos de responder (ver com. Mat. 11: 17).
Demonio tiene. Decían que estaba endemoniado o quizá tan sólo demente (ver com. Mar. 1: 23). Los dirigentes religiosos más tarde hicieron a Jesús esta misma acusación (ver com. Mat. 9: 34). En ambos casos era tan sólo un pretexto para no aceptar un mensaje que llamaba al arrepentimiento y a una nueva forma de vida.
19. Hijo del Hombre. Ver com. Mar. 2: 10.
Come y bebe. Ver Isa. 22: 13; Mat. 24: 38.
Comilón, y bebedor. Sin duda, la acusación había sido exagerada y distorsionada como para insinuar algo muy diferente de lo que los hechos permitirían decir. El que Jesús fuera amigo de hombres conocidos como comilones y bebedores permitió a sus acusadores decir que Cristo hacía lo mismo.
El intento de los judíos de obligar a Jesús a hacer el ayuno ritual fue un completo fracaso (Mar. 2: 15-17). Evidentemente, estos criticones deseaban ayunar cuando les placía y participar de banquetes cuando se les antojaba. No querían saber nada de la vida frugal de Juan ni de la relación normal de Jesús con los que necesitaban la ayuda que él les podía proporcionar.
Amigo. Aquí estaba el punto central de la controversia. Jesús se hizo amigo de personas a quienes ellos despreciaban y habían separado de su sociedad.
Publicanos. Ver p. 68; com. Luc. 3: 12. Los que criticaban a Cristo ponían en tela de juicio sus motivos personales. Si bien Cristo buscaba la compañía de publicanos y de pecadores a fin de persuadirlos para que fueran semejantes a él, sus acusadores decían que lo hacía para parecerse más a ellos.
Hijos. La evidencia textual (cf. p. 147) favorece aquí "obras". Sin embargo, si se deja la palabra "hijos" o "niños", el sentido es el mismo: la sabiduría debe ser juzgada por sus resultados. Por esto, el criticar a Juan por una cosa y a Jesús por la opuesta (vers. 18-19), mostraba una completa falta de sabiduría.
Tanto Juan como Jesús eran guiados por la sabiduría divina, y esto se hizo evidente en el resultado de su trabajo. En respuesta a la invitación de Juan, muchos se arrepintieron (Mat. 21: 31-32; Mar. 11: 32; Luc. 7: 29), y en respuesta al ministerio de Jesús, multitudes le oyeron de buena gana (Mar. 12: 37).
20. Sus milagros. Ver p. 198. 376
No se habían arrepentido. He aquí un extraño contraste con la forma en que el pueblo de Nínive respondió a la predicación de Jonás (Jon. 3: 5). Cuántas veces ocurre que los que tienen más luz responden menos, mientras que los que tienen poca luz parecen atesorarla.
21. ¡Ay! Gr. ouái, "ay". Esta interjección refleja tristeza, calamidad o angustia.
Corazín. Esta ciudad aparece sólo aquí y en el pasaje paralelo de Luc. 10: 13.
No aparece en la lista que da Josefo de ciudades y aldeas de Galilea.
Sin duda estando cerca de Capernaúm y del mar de Galilea, la ciudad de Corazín se identifica comúnmente con Khirbet Kerazeh, a unos 3 km al norte de Tell Hum (ver com. Mat. 4: 13).
Betsaida. De las palabras arameas beth tsayeda', "casa de la pesca". Este pueblo se encontraba en la parte norte del mar de Galilea, quizá un poco al este del lugar donde desemboca el río Jordán en el lago.
El tetrarca Felipe (ver com. Luc. 3: 1) reconstruyó la ciudad y le puso el nombre de Betsaida Julias, en honor de Julia, hija del emperador Augusto (Josefo, Antigüedades xviii. 2.1). El único milagro ocurrido aquí, según lo registran los Evangelios, fue la devolución de la vista a un ciego (Mar. 8: 22-26).
En Tiro y en Sidón. Ver t. II, pp. 69-71. Unos meses más tarde Jesús había de hacer una corta visita al territorio de Tiro y de Sidón (cap. 15: 21-29).
Los milagros. Aparte de los milagros registrados en Mar. 8: 22-26, no se habla de ningún milagro realizado en Corazín o en Betsaida.
Pero, sin duda, tan sólo unos pocos milagros de Cristo han sido registrados en el relato evangélico (Juan 20: 30; 21: 25).
En cilicio y en ceniza. El cilicio era llevado comúnmente por los que lloraban a un muerto, por los que pedían algún favor, o como símbolo de arrepentimiento (ver com. Est. 4: 1).
22. Día del juicio. Ver com. cap. 3: 12.
Más tolerable. Ver com. cap. 10: 15. Dios medirá la vida de los hombres según las oportunidades que hayan aprovechado o descuidado. La responsabilidad será juzgada en proporción directa con la manera en que los seres humanos han empleado la luz que Dios les ha dado.
23. Tú, Capernaúm. Ver com. Mat. 4: 13; Mar. 2: 1. El Lenguaje que se emplea aquí para dirigirse a Capernaúm es muy similar al que se emplea en Isa. 14: 13, 15 para dirigirse a Lucifer.
Eres levantada hasta el cielo. Esta frase puede también tomarse como pregunta: "¿Hasta el cielo te vas a encumbrar?" (BJ). Al parecer, Capernaúm estaba orgullosa de su posición y de su poder como principal ciudad judía de Galilea (ver com. cap. 4: 13).
Hades. Gr. hád's, quizá de dos palabras griegas, a, "no" y la forma verbal idéin, del verbo horáÇ, "ver", por lo tanto, literalmente, "no visto", refiriéndose al mundo invisible. Para los griegos, hád's era tanto el lugar de los muertos como el nombre del dios de ese lugar (también llamado Plutón por los romanos). Desde Homero, hád's equivalía a "sepulcro" o "muerte". La LXX emplea regularmente la palabra hád's para traducir el Heb. she'ol. El uso de la palabra hád's en el NT es esencialmente igual al uso de she'ol en el AT: era el lugar de morada transitoria de los muertos, tanto de los justos como de los impíos.
Con referencia a she'ol, ver com. 2 Sam. 12: 23; Prov. 15: 11. En cuanto a la expresión "puertas de la muerte" (Sal. 9: 13) y su relación con she'ol, ver com. Sal. 9: 13.
Es interesante notar que Pablo, al citar Ose. 13: 14, donde she'ol se emplea como paralelo poético del Heb. máweth, usa el Gr. thánatos, "muerte" y no hád's como se lee en la LXX (1Cor. 15: 55). Es importante distinguir entre el "infierno" (hád's) y el "infierno de fuego" (Gr. géenna; gehenna, BJ) de Mat. 5: 22 (ver com. de este vers.). Hád's aparece en muchas antiguas tumbas de Asia Menor con el sentido de "sepulcro" de fulano de tal.
Comparar esta expresión con la frase de Isa. 14: 15, "derribado eres hasta el Seol".
Sodoma. Ver com. cap. 10: 15. Los milagros. Cf. vers. 20; ver p. 198.
Habría permanecido. Cf. Jer. 17: 25, 27, donde se hace una referencia similar a Jerusalén.
24. Más tolerable. Ver com. cap. 10: 15.
25. En aquel tiempo. No se puede saber si los vers. 25-30 registran palabras de Jesús dichas inmediatamente después de los vers. 7-24, es decir, después de la partida de los dos discípulos enviados por Juan (vers. 7), o si la expresión "en aquel tiempo" es tan sólo una frase ilativa que tan sólo une lo que sigue con lo que precedía (vers. 7-24). El pasaje paralelo de Luc. 10: 21-22 está ubicado específicamente después del regreso de los setenta (vers. 17, 21 ), lo cual probablemente ocurrió hacia fines del año 30 d. C., o sea, aproximadamente, un año después de lo que el contexto 377 de Mateo sugeriría. También es posible que Cristo hubiera dicho lo mismo en ambas oportunidades.
Según Mateo, la visita de los discípulos de Juan (vers. 2-6), el testimonio de Jesús acerca de Juan (vers. 7-15), los ayes pronunciados sobre los que habían rechazado su mensaje (vers. 16-24) y su elogio de quienes lo habían aceptado (vers. 25-30) aparecen en una sola secuencia de enseñanzas estrechamente relacionadas con el momento del envío de los doce (cap. 9: 36 a 11: 1).
Según el DTG 310, el banquete en casa de Mateo ocurrió el mismo día cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo, al final del segundo viaje por Galilea (ver com. Mat. 9: 18; Mar. 5: 21). Después de la fiesta de Mateo, los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle en cuanto al ayuno (Mat. 9: 14-17; DTG 240-241). Y fue después del asunto del ayuno cuando dos de los discípulos de Juan llegaron con la pregunta de si acaso Jesús era el Mesías (DTG 241-242). Además, fue inmediatamente después de la partida de los dos discípulos cuando Jesús dio su testimonio acerca de Juan (DTG 189). Por todo esto, parecería que los sucesos narrados en el cap. 11: 2-19 deben ubicarse en una ocasión cuya secuencia, tanto de tiempo como de pensamiento, es clara entre el fin de la segunda gira por Galilea, quizá en el otoño (septiembre-noviembre) del año 29 d. C. (ver com. Luc. 8: 1) y la muerte de Juan el Bautista, antes de la pascua del año 30 d. C. (ver com. Luc. 3: 19-20). Esta secuencia evidentemente no puede aplicarse al momento del envío de los setenta, el cual probablemente ocurrió más de medio año después de la muerte de Juan, ni puede ubicarse en la primera parte de la segunda gira, como podría deducirse por Luc. 7:17-19, por las razones que aquí se han expuesto.
Para los fines de este Comentario, se considera que el discurso de Mat. 11: 7-30 es una unidad y que se pronunció a fines del año 29 o a principios del año 30 d. C. Fue repetido, al menos en parte, durante el ministerio en Perea un año más tarde (ver DTG 452; segunda Nota Adicional de Mat. 3).
Te alabo. Aquí Cristo alaba y bendice a Dios por la sabiduría divina al hacer lo que dice este versículo. Las circunstancias parecían sumamente desanimadoras (vers. 20-24), porque los dirigentes de Israel y de muchas de las grandes ciudades se negaban a aceptar el mensaje del Evangelio.
Pero Jesús hallaba un motivo para regocijarse en el hecho de que mucha gente del pueblo "le oía de buena gana" (Mar. 12: 37).
Padre. Ver com. cap. 6: 9.
Escondiste. Aquí se representa a Dios como si ocultara la verdad de algunas personas y se la revelara a otras. Sin embargo, es claro que los "sabios" y los "entendidos" -los dirigentes de Israel- habían tenido tantas oportunidades de entender a Jesús como las que habían tenido sus compatriotas, y quizá aún más oportunidades que nadie.
En realidad, Jesús dedicó la primera parte de su ministerio a la región de Judea, lo que dio a los dirigentes judíos la oportunidad de evaluar la evidencia de que él era el Mesías de la profecía (ver com. cap. 4: 12). Además, puesto que conocían las Escrituras, ellos, más que la gente común de pocas letras, deberían haber comprendido el significado de la profecía y deberían haber reconocido su cumplimiento en la persona y la misión de Jesús (ver com. cap. 2: 4-6). Sin embargo, los dirigentes de Israel prefirieron rechazar la luz que con tanta abundancia el cielo había derramado sobre ellos (ver Ose. 4: 6; DTG 22). De parte de Dios no hubo acepción de personas.
Estas cosas. Posiblemente sea una referencia a los "milagros" de Cristo (vers. 21, 23), que tenían el propósito de proporcionar una evidencia convincente de la validez de su mensaje (ver Juan 5: 36; 10: 38; 14: 11; DTG 373-374).
La importancia de "estas cosas" había estado oculta de quienes prefirieron no verlas. Dios nunca fuerza para que acepten la verdad quienes prefieren no aceptarla (ver com. Mat. 7: 6).
Niños. Gr. n'pios, "infante", "niño pequeño", y por extensión el que es infantil, pueril, o carece de habilidades. Posiblemente sea del Gr. n'pel'Ç, "no tener fuerza", "ser débil". La palabra se aplica tanto a niño de corta edad como a la persona adulta a quien le falta conocimiento o habilidad. En la LXX n'pios se usa muchas veces en lugar del Heb. pethi (ver com. Sal. 19: 7; 119: 130). Los eruditos rabinos consideraban que los pescadores y agricultores ignorantes, el 'am ha'árets o sea "pueblo de la tierra" eran "niños" en su conocimiento de la ley. En realidad, Cristo dijo que si bien era posible considerar a la gente común como niños, había que reconocer que ellos habían demostrado mayor discernimiento para reconocer en Cristo el cumplimiento 378 de las profecías mesiánicas. Los que no pretendían saber mucho mostraban mayor sabiduría que los llamados sabios de la nación. Es posible que entre los "niños" a quienes Jesús se refirió en este pasaje, los discípulos estuvieran en primer lugar.
27. Me fueron entregadas. Gr. paradídÇmi, "entregar en manos de otro". Cristo aquí hace referencia a su divina comisión de ser el representante del Padre para la salvación de este mundo, según puede verse claramente en el resto del versículo. Desde la caída del hombre "toda comunicación entre el cielo y la raza caída se ha hecho por medio de Cristo" (PP 382). "Todas las cosas" relacionadas con la salvación de este mundo han sido encomendadas al Salvador. Cristo fue enviado por el Padre y vino a esta tierra para cumplir su divina voluntad para con la humanidad caída (Juan 4: 34). Después de completar en forma exitosa su misión, Cristo fue investido de "toda potestad" (Mat. 28: 18) para "salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios" por la fe (Heb. 7: 25).
Mi Padre. Ver com. cap. 6: 9.
Conoce. "Conoce bien" (BJ). El verbo griego implica un conocimiento cabal. Es imposible que la mente humana pueda comprender plenamente la sabiduría y el amor infinitos de Dios manifestados cuando entregó a Jesús.
Nadie conoce. Satanás había inducido a los hombres a creer que Dios es un amo duro y exigente, aunque en realidad es un Dios de amor (1 Juan 4: 8), "paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca" (2 Ped. 3: 9; cf. Eze. 18: 23, 32; 33: 11). Cristo vino para revelar al Padre. Conocer al Padre, es amarle y servirle.
Sino el Hijo. Esta afirmación implica que aun los ángeles no aprecian plenamente la bondad del carácter divino, aunque en la obra del plan de salvación, ellos, juntamente con todos los seres creados, pueden llegar a comprender mejor a Dios. Sólo Jesús puede revelar al Padre, porque sólo Jesús lo conoce íntimamente.
El Hijo lo quiera revelar. Ver com. vers. 25.
28. Venid a mí. Jesús quería decir con esto que sus oyentes no debían esperar encontrar el camino de la vida, el camino a la verdadera sabiduría y el descanso yendo a escuchar a los que se llamaban "sabios" y "entendidos" (vers. 25), pues no eran mejores que los "ciegos guías de ciegos" (cap. 15: 14). Por el contrario, debían acercarse a él. Cristo es el único que conoce al Padre. Por lo tanto, sólo Cristo puede revelar al Padre (ver com. cap. 6: 9). Con estas bondadosas palabras Cristo extendió a la multitud (DTG 295) una invitación para que se convirtieran en sus discípulos. La invitación al discipulado incluye también el tomar el yugo de Jesús (cap. 11: 29).
Trabajados. Cristo no habla aquí del trabajo físico. Habla más bien del trabajo del alma y de la mente, que verdaderamente es el que más pesa y preocupa. Esta invitación tenía un significado especial para la multitud que escuchaba, porque la religión de Israel se había degenerado hasta llegar a ser, en buena medida, un incansable y trabajoso intento por hallar la salvación por las obras.
Cargados. La humanidad entera lleva muchas cargas pesadas, pero la más pesada de todas es el pecado. Sin embargo, además de las cargas comunes llevadas por todos los seres humanos, los escribas y fariseos habían colocado muchas otras cargas sobre los judíos que eran "pesadas y difíciles de llevar" (cap. 23: 4). La gente estaba cargada con tantas exigencias rabínicas, que muchas veces ni siquiera toda la vida bastaba para aprenderlas todas. En vez de dar descanso al alma de quienes llevaban una pesada carga de pecado (DTG 295), esas exigencias rabínicas sólo servían para extinguir en el pueblo cualquier chispa de vida y de esperanza que pudiera quedar. La gente que procuraba ser consecuente se quejaba por la carga, mientras que muchos -los publicanos y pecadores abandonaban por completo toda esperanza. Habían quedado fuera del seno de la religión que gozaba de respetabilidad, y ya no profesaban religión ninguna. Estos tristes y desanimadores resultados eran precisamente los males que Jesús había venido a aliviar.
Descansar. Gr. anapaúÇ, "hacer descansar del trabajo", "reanimar", "revivir". El sustantivo anápausis (vers. 29), que proviene del verbo anapaúo, se emplea comúnmente en la LXX para referirse al descanso sabático. Tanto el verbo como el sustantivo tienen la idea de una cesación transitoria del trabajo, y no de inactividad permanente. Quienes se allegan a Cristo no dejan de trabajar, sino que en vez de trabajar "por la comida que perece", y de extenuarse por el esfuerzo, trabajan por "la comida que a vida eterna permanece" (ver com. Juan 6: 27). Los que piensan que pueden ganar la salvación por el hecho 379 de soportar cargas "pesadas y difíciles de llevar" ignoran tristemente el hecho de que el yugo de Cristo es fácil y su carga es ligera (Mat. 11: 30).
29. Llevad mi yugo. Significa someterse a la disciplina y a la práctica de la manera de vivir de Cristo. Originalmente el yugo era un instrumento útil cuyo propósito era posibilitar el esfuerzo mancomunado, pero desde tiempos antiguos el "yugo" se transformó en símbolo de sumisión, especialmente ante un conquistador.
Algunos generales victoriosos colocaban un yugo sobre dos lanzas y obligaban al ejército vencido a marchar por debajo de él en señal de sumisión. En una de sus profecías simbólicas Jeremías usó yugos para representar la sumisión a Babilonia (cf. Jer. 27: 1-11, 17; 28: 1-14).
El propósito del yugo no era hacer más pesado el trabajo del animal que lo llevaba, sino más liviano; no más difícil, sino más fácil de llevar. De este modo se entiende con claridad el sentido de la palabra "yugo". Al referirse a su yugo, Cristo hablaba de su manera de vivir. El yugo de Cristo no es otra cosa sino la voluntad divina resumida en la ley de Dios y magnificada en el Sermón del Monte (ver Isa. 42: 21; DTG 296; com. Mat. 5: 17-22). La figura que Cristo empleó aquí no era desconocida para sus oyentes, pues los rabinos también se referían a la Torah (ver com. Deut. 31: 9) como a un "yugo", no porque fuera una carga, sino más bien una disciplina, una manera de vivir a la cual debían someterse los hombres (Mishnah Aboth 3. 5; Berakoth 2. 2).
Manso. Gr. praús, "suave" o "manso". Se decía que los animales domésticos eran praús; sumisos e inofensivos. El que es manso no desea sino el bien para otros (ver com. 5: 5).
Humilde. El que es de veras humilde, reconoce que depende enteramente de Dios y coloca los deseos y las necesidades de su hermano antes que los propios.
Por ser "manso y humilde", Cristo es un maestro comprensivo, y quienes aprenden de él también serán mansos y humildes.
Los así llamados cristianos que no han aprendido a ser mansos y humildes, no han aprendido en la escuela de Cristo (Fil. 2: 2-8).
Hallaréis descanso. Ver. com. vers. 28. Los que hallan el descanso del cual hablaba Cristo, andarán por las "sendas antiguas" y orientarán su vida por "el buen camino" de lo que Dios escoja (Jer. 6: 16).
Almas. Gr. psuj' (ver com. cap. 10: 28).
30. Fácil. Gr. jr'stós, "útil", "bueno", "agradable"; no "fácil" en el sentido de no ser difícil. Es imposible encontrar un equivalente exacto de la palabra jr'stós.
Ligera mi carga. El que ama verdaderamente a Cristo, se deleita en hacer su voluntad (ver com. Sal. 40: 8). Los que toman el yugo de sumisión al Maestro, los que van a aprender en su escuela, hallarán descanso para el alma como él lo ha prometido. La pesada carga de la justicia legalista, de esforzarse por ganar la salvación mediante méritos supuestamente ganados por las obras personales y no por los méritos de Cristo, y la carga aún más pesada del pecado, todo eso desaparecerá. (5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
"ENCARCELAMIENTO Y MUERTE DE JUAN"
Está basado en San Mateo 11:1-11; 14:1-11; San Marcos 6:17-28; San Lucas 7:19-28).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-22-encarcelamiento-y.html
Ministerio Hno. Pio
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