Marcos 1:35-45. La Primera Gira Misionera. Vers. (35-39) vida devocional y Ministerio de Jesús (40-45) limpia al leproso.
35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban; 37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. 38 Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. 39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. 41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, Sé limpio. 42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. 43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, 44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. 45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes. (Marcos 1).
35. Muy de mañana. [Primer recorrido por Galilea. Mar. 1: 35-39 = Mat. 4: 23-25 = Luc. 4: 42-44. Comentario principal: Marcos. Ver mapa p. 208; diagrama p. 221.1 Gr. proí, "de madrugada" (BJ).
Este término generalmente se usaba para referirse a la última vigilia de la noche, de las 3 a las 6 de la mañana (ver Mar. 16: 2, 9; Juan 20: 1). Como era el comienzo del verano, el sol salía alrededor de las 5, y la primera luz del alba podía ser visible más o menos a las 3: 30 en la latitud de Capernaúm. Ver p. 52.
Siendo aún muy oscuro. El griego indica que era noche cerrada, que en este caso correspondería con la primera parte de la vigilia matinal. Jesús debe haber dormido muy poco, pues ya era tarde en la noche antes de que se fueran las multitudes que habían llevado sus enfermos a la puerta del hogar de Pedro (DTG 224).
Un lugar desierto. Jesús procuraba estar solo, donde no pudieran encontrarlo las multitudes (cf. DTG 330).
Oraba. Ver com. cap. 3: 13. Una de las resaltantes y significativas características de Cristo era que oraba con frecuencia y con eficacia. Muchas veces durante su vida terrenal, Jesús destacó que "no puede el Hijo hacer nada por sí mismo" (Juan 5: 19; cf. vers. 30). Las maravillosas obras que realizaba eran hechas mediante el poder del Padre (DTG 117).
Las palabras que hablaba le eran dadas por el Padre (Juan 8: 28). "Todo acto de la vida terrenal de Cristo se realizaba en cumplimiento del plan trazado desde la eternidad. Antes de venir a la tierra, el plan estuvo delante de él, perfecto en todos sus detalles. Pero mientras andaba entre los hombres, era guiado, paso a paso, por la voluntad del Padre" (DTG 121; ver com. Luc. 2: 49). El plan para su vida era desplegado ante él día tras día (DTG 198).
36. Le buscó. Gr. katadióko "seguir con perseverancia", y "buscar diligentemente". No era una mera búsqueda incidental de Jesús. Sin duda, sus discípulos estaban ansiosos de llevar de nuevo ante las multitudes a su Maestro hacedor de milagros, para que pudiera incrementar aún más su fama. Pareciera que pensaban que Jesús estaba perdiendo preciosas oportunidades para ganar seguidores y para aumentar la popularidad de su causa. Pero los motivos de ellos no concordaban con el propósito por el cual se habían realizado los milagros (ver p. 199; com. vers. 38).
Simón. Se menciona a Pedro por nombre, ya fuera porque se lo reconocía como cabeza del grupo o porque como se cree generalmente Marcos registra el relato tal como se lo refirió Pedro a él (ver p. 551).
Con él. Quizá esto incluya por lo menos a Andrés, hermano de Pedro, a Jacobo y a Juan, los cuatro hombres que oficialmente hasta este momento habían sido llamados para ser discípulos. Se los menciona como que habían estado en el hogar de Pedro el día anterior (vers. 29).
37. Todos. Es decir, la gente de Capernaúm (ver com. vers. 33).
38. Vamos. Jesús tuvo la intención de apartarse ante la súbita ola de popularidad que estaba por ocultar los verdaderos propósitos de su ministerio. El acceder al torpe clamor del pueblo hubiera traído un resultado más negativo que positivo, y rehusó caer en esa trampa. Jesús consideraba que sus milagros eran un medio de llamar la atención de los hombres al hecho de que necesitaban la curación del alma, pero las multitudes no veían 560 más allá de los milagros en sí mismos. En su ceguera, confundían los medios con el fin; pero los medios sin el fin tan sólo tenderían a apartarlos más que nunca de] reino que Cristo había venido a proclamar. A menos que se desvanecieran esos falsos conceptos en cuanto a su obra, todos los esfuerzos de Cristo serían vanos. Ver com. vers. 36.
Para esto he venido. O "para eso he salido" (BJ). Aquí parecería que Cristo se refiere a su salida de la ciudad de Capernaúm para ir a "un lugar desierto" (vers. 35), antes que a su descenso del cielo a la tierra.
Sin embargo, el pasaje paralelo de Lucas (cap. 4: 43) implica que Jesús en este momento se refería a su misión en la tierra. En otras ocasiones se refirió específicamente a su venida desde el lado de su Padre, en relación con su misión considerada en forma global (ver Juan 10: 10; 18: 37; 19: 10).
39. Predicaba. Así comienza el relato de Marcos del primer viaje misionero por Galilea, que empezó quizá por junio o julio del año 29 d. C. (ver DMJ 7-8; la Nota Adicional de Luc. 4). En sus escritos, Josefo menciona unos 200 pueblos y aldeas de Galilea, de modo que había amplia oportunidad para una extensa y prolongada campaña, lejos de las ciudades mayores que se agrupaban a lo largo de la orilla occidental del mar de Galilea. Así como sucedió en los comienzos del ministerio en Judea, acerca del cual los autores de los sinópticos dicen poco o nada, es probable que el primer recorrido misionero fuera más extenso y más prolongado que lo que indicaría la breve atención que se le da (ver com. Mar. 2: 1). Marcos registra sólo un hecho específico en el primer viaje (cap. 1: 40-45), pero el resumen que hace de los resultados de este viaje (vers. 45) indica que hubo un período exitoso en el ministerio de Cristo que abarcó varias semanas, y quizá hasta dos o tres meses.
En las sinagogas de ellos. Ver pp. 57-58. Como Jesús era un rabino visitante popular, se le pedía que participara en los servicios y que hablara, como en el caso de Nazaret (Luc. 4: 16-27) y el de Capernaúm (Mar. 1: 21-22).
En toda Galilea. Mateo (cap. 4: 23-25) se refiere más detenidamente a la extensión y a la influencia del primer viaje misionero.
En total, Jesús realizó tres viajes misioneros en Galilea entre la pascua del año 29 d. C. y la del año 30 d. C. Este fue el período del ministerio en Galilea (ver diagrama p. 221).
No se sabe con seguridad si en el primer viaje Jesús fue acompañado por alguien más que los cuatro discípulos a los cuales acababa de llamar junto al mar de Galilea (Mar. 1: 16-20). Son los únicos específicamente mencionados como que hubieran estado con Jesús el día anterior a su partida de Capernaúm (vers. 29).
Otros pueden haber comenzado a seguirlo durante el transcurso de su primer viaje, puesto que la elección formal de los doce se realizó antes del comienzo del segundo viaje (cap. 3: 13-19).
En el primer viaje, Cristo proclamó el inminente establecimiento del "reino de Dios" (Luc. 4:43), lo que era básico para todas sus enseñanzas posteriores.
40. Un leproso. [El primer leproso, Mar. 1: 40-45 = Mat. 8: 2-4 = Luc. 5: 12-16. Comentario principal: Marcos. Ver mapa p. 208; diagrama p. 221; en cuanto a los milagros, pp. 198-203.] Hay diferencia de opiniones en cuanto a si este milagro ocurrió después del Sermón del Monte, como en Mateo, o en el transcurso del primer viaje por Galilea, como aparece aquí.
Por lo general, Marcos sigue lo que parece ser un orden más aproximadamente cronológico de los sucesos, mientras que Mateo con frecuencia se desvía de un orden cronológico para seguir un orden temático. Por lo tanto, el orden presentado en Marcos parece ser preferible. Por esta razón, la curación del leproso quizá es el único hecho específico registrado en relación con el primer viaje por los pueblos y aldeas de Galilea (ver pp. 181-182, 268).
Mateo (cap. 8: 2-4) y Lucas (cap. 5: 12-16) también registran este milagro, pero el relato de Marcos es más vívido y detallado. Posteriormente, Jesús repetidas veces sanó a leprosos (Mat. 26: 6; Luc. 7: 22; 17: 12-14; cf. DTG 511) y autorizó a sus discípulos para que hicieran lo mismo (Mat. 10: 8).
En cuanto a la naturaleza de la "lepra" en los días de la antigüedad, ver t. I, p. 776. Con referencia al diagnóstico de la lepra y a las leyes rituales de aislamiento de los leprosos y de su purificación, ver com. Lev. 13 y 14.
El concepto popular de los judíos era que la lepra sobrevenía como un castigo divino a causa del pecado (ver com. Lev. 13: 2). Por eso creían que el hombre en ninguna manera debía interferir con los decretos de Dios tratando de aliviar o curar la enfermedad, y que no lo lograría aunque lo intentara. Por lo tanto, se suponía que la lepra era una manifiesta 561manifestación externa de un pecado interno, y el que sufriera de ella no sólo era un paria moral y social, sino también era considerado como abandonado por Dios (cf. DTG 227).
Si quieres. Quizá acudían a la mente de ese afligido tres grandes obstáculos, cualquiera de los cuales podría haber sido suficiente para hacer que pareciera remota y quizá imposible la perspectiva de curación. En primer lugar, hasta donde se sepa, no había registro de un leproso que fuera sanado desde los días de Eliseo, unos ocho siglos antes. El segundo obstáculo debe haber parecido aún más formidable. Según la creencia popular, el leproso estaba bajo la maldición de Dios. ¿Estaría dispuesto Jesús a sanarlo? El tercer obstáculo presentaba un problema más práctico. ¿Cómo podría acercarse a Jesús para presentar su pedido? Doquier iba Jesús, la gente se amontonaba en torno de él, y la ley ritual prohibía estrictamente que un leproso se aproximara a otros o se mezclara con ellos.
Puedes limpiarme. Gr. katharízo, "limpiar", y no therapéub, "curar", "sanar". Tanto en los tiempos del AT como en los del NT, se hacía referencia a los leprosos como inmundos que necesitaban ser "limpiados", a diferencia de un "enfermo", que necesitaba ser "sanado". Esta diferencia de términos refleja la idea de que la lepra no se parecía a otras enfermedades, y que la diferencia consistía esencialmente en una impureza moral y ritual.
41. Le tocó. Una mano extendida para tocar al enfermo era un ademán familiar relacionado con la curación (2 Rey. 5:11; Mat. 8:15). Jesús sabía que ese hombre era leproso, y sin embargo lo tocó sin temor.
Sé limpio. Se suponía que ningún ser humano podía curar la lepra, y el hecho de que Jesús lo hiciera implicaba que tenía poder para eliminar su supuesta causa: el pecado. Jesús había venido a la tierra con el propósito específico de limpiar el alma de pecado.
42. Al instante. Esto, en sí mismo, era una parte importante del milagro. Todo sucedió ante los mismos ojos de la multitud. Las llagas del doliente se sanaron, sus músculos se vigorizaron, sus nervios recobraron la sensibilidad (DTG 228).
43. Le encargó rigurosamente. Gr. embrimáomai, "estar profundamente conmovido", "amonestar urgentemente". Este verbo se ha traducido como "se estremeció" ("se conmovió", BJ) en Juan 1 l: 33 y "murmuraban" ("refunfuñaban", BJ) en Mar. 14:5, y siempre indica tina emoción violenta. Los escritores de los Evangelios la usan refiriéndose a Cristo sólo en otras dos ocasiones (Mat. 9:30 y Juan 11:33, 38). Sólo en casos muy raros Jesús asumió una actitud severa (Mat. 23:13-33; Juan 2:13-17; cf. DTG 319). Las razones para la indudable severidad de Jesús en esta ocasión se aclaran en Mar. 1:45.
44. No digas a nadie. Probablemente varios factores influyeron en Jesús para que le ordenara al leproso que no dijera nada de lo que había sucedido y para enviarlo "luego" (vers. 43) a presentarse a los sacerdotes. En primer lugar, se necesitaba actuar prestamente para que el hombre pudiera llegar a los sacerdotes antes de que ellos supieran quién lo había sanado. Sólo así podía esperar él una decisión imparcial, pues si los sacerdotes sabían que era Jesús el que lo había sanado, podrían negarse a certificar que estaba limpio. Sus propios intereses hacían que se necesitara silencio y rapidez.
También, si los muchos leprosos de la región llegaban a oír acerca del poder de Jesús para librarlos de su enfermedad, sin duda acudirían a él y harían más difícil su ministerio para el pueblo en general. Además, Jesús demandaba como requisito previo un sincero sentido de necesidad de parte del afligido, una medida de fe, arrepentimiento del pecado, y la resolución de conformar la vida con la voluntad de Dios de allí en adelante (ver Mar. 5:34; Juan 4:49-50; cf. DTG 229, 232- 233).
Otra razón importante por la que Jesús le dijo al leproso sanado que no dijera nada, era porque el Maestro procuraba evitar que se creara la reputación de que era tan sólo un taumaturgo. El relato evangélico demuestra que consideraba los milagros como secundarios; su primer gran propósito era la salvación de las almas. Cristo siempre exhortaba a los hombres a que buscaran primero el reino de los cielos teniendo la plena confianza de que su Padre celestial les añadiría las bendiciones materiales que pudieran necesitar (Mat. 6:33).
En Mat. 9:30; 12:16; Mar. 5:43; 7:36; 8:26 se encuentran varios ejemplos cuando Jesús, por éstas y otras razones, prohibió que se divulgaran los relatos de los milagros que realizaba.
Muéstrate. De acuerdo con la ley mosaica, cada leproso limpiado debía mostrarse a los sacerdotes, quienes eran los funcionarios de salud pública. Tenían el deber de diagnosticar la lepra, ordenar el aislamiento, determinar si se 562había producido la limpieza, y, de ser así, extender un certificado en ese sentido (Lev. 14).
Al recibir un certificado tal de los sacerdotes, el leproso obtenía lo que era importantísimo para el reconocimiento oficial de que había ocurrido un verdadero milagro (DTG 230). El mismo era un testimonio viviente de lo que había acontecido. De esa forma, muchos sacerdotes quedaron convencidos de la divinidad de Cristo por ésta y por otras evidencias (DTG 231). Después de la resurrección, muchos de los sacerdotes profesaron tener fe en él (Hech. 6:7).
La orden que dio Jesús al leproso de que siguiera los requisitos de la ley demuestra que no se oponía a las leyes de Moisés. El mismo había nacido "bajo la ley" (Gál. 4:4; ver com. Mat. 23:2-3). Pero manifestó una categórica oposición a las tradiciones que los escribas habían elaborado en torno de los preceptos mosaicos, mediante las cuales habían invalidado tanto la letra como el espíritu de lo que Dios había impartido a Moisés (ver Mat. 15:3; Mar. 7:8-9; cf. DTG 360-364). Al enviar al leproso ante los sacerdotes, sin duda, Cristo tenía el propósito de demostrarles a ellos y al pueblo que reconocía las leyes que él mismo había impartido a Moisés mucho antes. En esa forma esperaba refutar las falsas acusaciones hechas por los sacerdotes, los guardianes oficiales de la ley Así los que entre ellos eran honrados de corazón podrían ver que la acusación de deslealtad a la ley de Moisés era falsa, y podrían ser inducidos a reconocerlo como el Mesías (DTG 230).
Ofrece por tu purificación. Ver t. 1, p. 719, com. Lev. 14.
Para testimonio. Es decir, un testimonio del poder divino que manifestaba Jesús, de su cordial interés en las necesidades de la humanidad, de su respeto por las leyes de Moisés y de los dirigentes judíos como guardianes y ejecutores de la ley; y, por encima de todo, de su poder para liberar a los hombres del pecado y de la muerte.
A ellos. No es enteramente claro si esto se refiere a los sacerdotes o al pueblo en su conjunto, incluso los sacerdotes. Sin embargo, el contexto parece indicar que se refiere a los sacerdotes. Las cosas que Moisés ordenó debían ser ofrecidas a ellos "para testimonio". El pueblo había visto la evidencia manifestada delante de sus ojos; pero los sacerdotes no la habían visto. De modo que si el leproso sanado cumplía con la ley ritual, testificaría de las cosas acerca de las cuales Cristo deseaba que los sacerdotes prestaran atención. Por supuesto, la decisión sacerdotal constituiría un testimonio legal permanente ante todo el pueblo una vez que la gente se hubiera enterado del testimonio oficial.
45. Publicarlo mucho. O "pregonar con entusiasmo" (BJ). No comprendiendo cómo su desobediencia en cumplir con la orden de quedar callado estorbaría la obra de Cristo, y consolándose con el pensamiento de que la modestia de Jesús era lo único que estaba de por medio, el que había sido leproso habló mucho del poder de Aquel que lo había sanado.
Divulgar el hecho. O "divulgar la noticia" (BJ).
Ya Jesús no podía. Este milagro, o más bien su resultado, parece haber señalado la terminación del primer viaje misionero de Cristo por los pueblos y las aldeas de Galilea. Se vio obligado a cesar la obra por un tiempo (DTG 230).
La ciudad. Literalmente "una ciudad" ("ninguna ciudad", BJ). Es decir, en cualquier ciudad o pueblo.
Los lugares desiertos. "Lugares solitarios" (BJ). No hay ningún indicio que nos permita saber cuáles fueron esos lugares donde Jesús se retiró. Quizá Cristo permaneció cerca de las partes más pobladas de la zona, quizá fue a la zona montañosa a pocos kilómetros al oeste del mar de Galilea. Algunos días después, una vez más estaba en Capernaúm (cap. 2: 1), en la casa de Pedro (DTG 232).
Venían. La forma del verbo griego implica que la gente continuaba viniendo. Estaban entusiasmados, pero desafortunadamente su celo era un fuego fatuo y no entendían bien el propósito de Cristo al hacer sus milagros (ver p. 199).
COMENTARIOS DE EGW
37-38 DTG 225. "EN CAPERNAÚM"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-26-en-capernaum.html
40-45 DTG; 227-232. "PUEDES LIMPIARME" EL LEPROSO Y EL PARALITICO.
(San Mateo 8:2-4; 9:1-8, 32-34; San Marcos 1:40-45; 2:1-12; San Lucas 5:12-28).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-27-puedes-limpiarme.html
Ministerio Hno. Pio
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