Mateo 9:35-38. Instrucción Sobre Evangelismo. siente compasión por la multitud.
35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. (Mateo 9).
35. Recorría Jesús. [2° viaje por Galilea, Mat. 9: 35 = Luc. 8: 1-3.
Comentario principal: Lucas.] Puesto que en Mat. 9: 36 se inicia la sección que trata de las instrucciones de Cristo a los doce antes del tercer viaje por Galilea, y puesto que esta sección termina con una indicación acerca de la actividad de Cristo durante el tiempo cuando los doce recorrían las aldeas y los pueblos de Galilea (cap. 11: 1), es probable que este versículo (cap. 9: 35) presente un resumen del segundo viaje por Galilea. Mateo registra una información similar en la cual resume el primer viaje por Galilea (ver com. cap. 4: 23).
Todas las ciudades y aldeas. Sin duda es ésta una hipérbole. En vista de que había unas doscientas aldeas en Galilea (ver com. Luc. 8: 1), habría resultado difícil, si no imposible, que Jesús pasara por cada una de ellas en su breve ministerio de poco más de un año allí.
Enseñando. Con referencia a la enseñanza de Jesús en la sinagoga.
Ver com. Mar. 1: 39; Luc. 4: 15-16. Sinagogas. Ver pp. 57-58.
El evangelio del reino. Ver com. Mar. 1: 1.
Toda enfermedad. Ver com. cap. 4: 23. Cuando los discípulos fueron enviados a predicar, recibieron de Cristo este mismo poder (cap. 10: 1).
En el pueblo. La evidencia textual (cf. p. 147) establece la omisión de estas palabras aquí y su inclusión en Mat. 4: 23.
36. Al ver las multitudes. [Tercer viaje por Galilea, Mat. 9:36 a 11:1 = Mar. 6:7-13 = Luc. 9:1-6. Comentario principal: Mateo. Ver mapa p. 210; diagrama p. 221.] Así comienza Mateo su relato del tercer viaje por Galilea, que se realizó en los últimos meses del año 29 y los primeros del año 30 (ver DTG 326, 332; com. Mar. 1: 39). Poco es lo que se dice acerca de lo ocurrido en el viaje, pues casi todo el relato tiene que ver con las instrucciones que Cristo dio a los doce antes de mandarlos a predicar. No se menciona ningún episodio específico en el cual hubieran tomado parte los discípulos, y el único hecho de Cristo que se registra es su segunda visita a Nazaret (Mat. 13: 54-58). Con referencia a la relación existente entre el tercer viaje y los dos anteriores, ver com. Mar. 1: 39.
En el tercer viaje, los doce debían salir de dos en dos, aplicando los principios que habían observado en el ministerio de Jesús. Mientras los doce estaban así ocupados en este ministerio, Jesús salió acompañado por muchos otros discípulos (Luc. 10: 1; cf. DTG 452-453). La referencia a las "multitudes" es otra razón por la cual Cristo envió a los doce: lo que se le había exigido a Cristo en el segundo viaje demostró que los obreros eran pocos (cf. Mat. 9: 37). La tercera gira significó una importante extensión del ministerio de Cristo (DTG 360).
Estaban desamparadas. Mejor, "fatigados" (NC), "vejados" (BJ), "acosadas" (VM).
Dispersas. En su voz activa el verbo griego ríptÇ significa "echar abajo", "arrojar". En su voz pasiva, la que se emplea aquí, significa "ser echado", "estar abandonado", "estar postrado o en tierra". Al parecer toda la gente estaba tan decaída y se sentía tan abandonada que ya no realizaba ningún esfuerzo por mejorar su condición religiosa.
Les parecía que ya no había esperanza. La palabra ríptÇ no tiene tanto que ver con la dispersión de las "ovejas", como con su condición de desánimo o "desamparo". La BJ dice "abatidos".
No tienen pastor. Ver Núm. 27: 17; 1 Rey. 22: 17; Eze. 34: 5. Los encargados de la grey del tiempo de Jesús no eran más que asalariados (Juan 10: 12-13), y cuando vino el Buen Pastor encontró que sus ovejas estaban abatidas y dispersas.
37. Entonces dijo. Lo que Cristo dice aquí (vers. 37-38) a los doce es casi exactamente lo que dijo más tarde a los setenta en circunstancias similares (Luc. 10:2). Ver com. Mar. 2:10.
La mies. Con frecuencia la cosecha era un símbolo del último gran juicio final (cap. 3: 10, 12; 13: 30, 39). Más de un año antes Jesús había empleado la figura de la cosecha en relación con su ministerio en favor de los samaritanos de Sicar (Juan 4: 35-38).
Los obreros pocos. Cuando son pocos los obreros para segar una abundante cosecha, es inevitable que se pierda buen grano en gran cantidad. Hasta ese momento sólo un grupo de cosechadores evangélicos había estado en el campo juntando el grano para el reino de los cielos. Ahora resultaba evidente que si no se hacían planes más amplios, la mayor parte del grano, aun en la pequeña región de Galilea, nunca podría ser juntado.
38. Rogad, pues. Que los discípulos rogaran al Señor de la mies no indica que él no se preocupara por la necesidad de más obreros, o no se diera cuenta de que faltaban. Los doce debían orar por esto a fin de que así el Señor de la mies pudiera tener la oportunidad de convencerlos a ellos mismos de su responsabilidad personal de hacer frente a esa necesidad.
La oración no tiene el propósito principal de informar a Dios de lo que de otro modo no sabría, ni de insistir con él para que haga lo que de otro modo no haría, sino de condicionar nuestro corazón y nuestra mente para que podamos cooperar con él. Sin duda, Cristo dirigió a sus discípulos en oración para destacar esta urgente necesidad, ahora sentida claramente por todos los miembros del grupo. Debían orar y después salir con fe para cooperar con Dios a fin de responder a sus propias oraciones (ver cap. 10: 10).
Envíe. Aquí se expresa la urgencia con la cual se anticipaba que el "Señor de la mies" habría de enviar obreros que estuvieran dispuestos a ir a trabajar. (5CBA)
COMENTARIOS DE EGW
35. SE ALCANZA MÁS FÁCILMENTE A LA GENTE DEL CAMPO.- La gente que vive en las zonas rurales a menudo más fácilmente alcanzada que la que vive en las ciudades densamente pobladas. En el primer caso, en medio de las escenas de la naturaleza, el carácter cristiano se forma más fácilmente que entre la maldad de la vida urbana. Cuando la verdad se posesiona de las personas de corazón sencillo y el Espíritu de Dios obra en sus mentes, induciéndoles a responder a la proclamación de la Palabra, habrá algunos que se levantarán para ayudar a sostener la causa de Dios, tanto con sus medios como con su trabajo (Manuscrito 65, 1908).
PARA TODAS LAS CLASES.- Hay que alcanzar a hombres y mujeres que transitan por los caminos y los vallados. Leemos acerca de los trabajos de Cristo: "Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mat. 4: 23).
Ha de realizarse precisamente una obra como ésta en nuestras ciudades y pueblos, en los caminos y en los vallados. El Evangelio del mensaje del tercer ángel ha de ser llevado a todas las clases (Manuscrito 7, 1908).
HACIENDO RESONAR EL LLAMAMIENTO EN LUGARES NUEVOS.- La obra de nuestro Salvador consistía en amonestar a las ciudades y ordenar obreros para que salieran de las ciudades a fin de ir a los lugares donde la luz nunca antes había sido dada, y para levantar el estandarte de la verdad en nuevas localidades. . . Según la instrucción que he recibido, no debemos estar excesivamente ansiosos por amontonar demasiados, intereses en una misma localidad, sino que debemos buscar lugares en distritos alejados y trabajar en nuevos sitios. Así pueden ser alcanzadas y convertidas personas que no saben nada de las preciosas e importantes verdades para este tiempo. El último llamamiento debe destacarse tanto en nuevos lugares de este país [Estados Unidos de Norteamérica] como en los países distantes. Se presentó esta instrucción sobre algunas localidades que no han recibido el mensaje. La simiente de la verdad debe sembrarse en los centros no cultivados. . . Ello cultivará un espíritu misionero para trabajar en nuevas localidades. El egoísmo que se manifiesta al mantener grandes congregaciones, no es el plan del Señor. Entrad en todo nuevo lugar posible, y comenzad la obra de educar vecindarios que no han oído la verdad.
¿Por qué trabajó nuestro Salvador para sembrar la simiente en lugares alejados? ¿Por qué viajó lentamente fuera de los pueblos que habían sido sus lugares [habituales de residencia] para comunicar la luz, abriendo las Escrituras? Había un mundo que debía escuchar la verdad, y ésta sería aceptada por algunas almas que hasta entonces no lo habían escuchado. Cristo 40 viajó lentamente y abrió las Escrituras en su sencillez a las mentes que querían recibir la verdad (Carta 318, 1908). Ev 39, 40.
*36. "EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA, DÁNOSLO HOY" La primera mitad de la oración que Jesús nos enseñó tiene que ver con el nombre, el reino y la voluntad de Dios: que sea honrado su nombre, establecido su reino y hecha su voluntad. Y así, cuando hayamos hecho del servicio de Dios nuestro primer interés, podremos pedir que nuestras propias necesidades sean suplidas y tener la confianza de que lo serán. Si hemos renunciado al yo y nos hemos entregado a Cristo, somos miembros de la familia de Dios, y todo cuanto hay en la casa del Padre es nuestro. Se nos ofrecen todos los tesoros de Dios, tanto en el mundo actual como en el venidero. El ministerio de los ángeles, el don del Espíritu, las labores de los siervos, todas estas cosas son para nosotros. El mundo, con cuanto contiene, es nuestro en la medida en que pueda beneficiamos. Aun la enemistad de los malos resultará una bendición, porque nos disciplinará para entrar en los cielos. Si somos "de Cristo", "todo" es nuestro. *1 Corintios 3:23, 21. Por ahora somos como hijos que aún no disfrutan de su 95 herencia. Dios no nos confía nuestro precioso legado, no sea que Satanás nos engañe con sus artificios astutos, como engañó a la primera pareja en el Edén. Cristo lo guarda seguro para nosotros fuera del alcance del despojador.
Como hijos, recibiremos día tras día lo que necesitamos para el presente. Diariamente debemos pedir: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". No nos desalentemos si no tenemos bastante para mañana. Su promesa es segura: "Vivirás en la tierra, y en verdad serás alimentado". Dice David: "Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan". El mismo Dios que envió los cuervos para dar pan a Elías, cerca del arroyo de Querit, no descuidará a ninguno de sus hijos fieles y abnegados. Del que anda en la justicia se ha escrito: "Se le dará su pan, y sus aguas serán seguras". "No serán avergonzados en el mal tiempo, y en los días de hambre serán saciados". "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿ cómo no nos dará también con él todas las cosas?"
El que alivió los cuidados y ansiedades de su madre viuda y lo ayudó a sostener la familia en Nazaret, simpatiza con toda madre en la lucha para proveer alimento a sus hijos. Quien se compadeció de las multitudes porque “estaban desamparadas y dispersas", *Salmo 37:3 (VV, 1909). 25; Isaías 33:16; Salmo 37:19; Romanos 8:32; Mateo 9:36, sigue teniendo compasión de los pobres que sufren. Les extiende la mano para bendecirlos, y en la misma plegaria que dio a sus discípulos nos enseña a acordarnos de los pobres.
Al orar: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy", pedimos para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos que lo que Dios nos da no es para nosotros solos. Dios nos lo confía para que alimentemos a los hambrientos.
De su bondad ha hecho provisión para el pobre. Dice: "Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos. . . Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos".* Salmo 68:10; Lucas 14:12-14. 96"Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra". "El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará". *2 Corintios 9:8, 6.
La oración por el pan cotidiano incluye no solamente el alimento para sostener el cuerpo, sino también el pan espiritual que nutrirá el alma para vida eterna. Nos dice Jesús: "Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece". "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre". * Juan 6:27, 51.
Nuestro Salvador es el pan de vida; cuando miramos su amor y lo recibimos en el alma, comemos el pan que desciende del cielo.
Recibimos a Cristo por su Palabra, y se nos da el Espíritu Santo para abrir la Palabra de Dios a nuestro entendimiento y hacer penetrar sus verdades en nuestro corazón. Hemos de orar día tras día para que, mientras leemos su Palabra, Dios nos envíe su Espíritu con el fin de revelarnos la verdad que fortalecerá nuestras almas para las necesidades del día.
Al enseñarnos a pedir cada día lo que necesitamos, tanto las bendiciones temporales como las espirituales, Dios desea alcanzar un propósito para beneficio nuestro. Quiere que sintamos cuánto dependemos de su cuidado constante, porque procura atraernos a una comunión íntima con él. En esta comunión con Cristo, mediante la oración y el estudio de las verdades grandes y preciosas de su Palabra, seremos alimentados como almas con hambre; como almas sedientas seremos refrescados en la fuente de la vida. DMJ
36-38. LA NECESIDAD DEL MUNDO. CUANDO. Cristo vio las multitudes que se habían reunido alrededor de él, "tuvo compasión de ellas; porque estaban derramadas y esparcidas como ovejas que no tienen pastor." Cristo vio la enfermedad, la tristeza, la necesidad y degradación de las multitudes que se agolpaban a su paso. Le fueron presentadas las necesidades y desgracias de la humanidad de todo el mundo. En los encumbrados y los humildes, los más honrados y los más degradados, veía almas que anhelaban las mismas bendiciones que él había venido a traer; almas que necesitaban solamente un conocimiento de su gracia para llegar a ser súbditos de su reino. "Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies." (Mat. 9: 36-38.)
Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros que trabajen como Cristo trabajó para los dolientes y pecaminosos. Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está lleno de enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está lleno de personas que necesitan que se las atienda: los débiles, impotentes, ignorantes, degradados.
Muchos de los jóvenes de esta generación, aun en las iglesias, instituciones religiosas y hogares que profesan ser cristianos, están eligiendo la senda que conduce a la destrucción. Por medio de costumbres intemperantes se acarrean enfermedades y por la codicia de obtener dinero para sus costumbres pecaminosas caen en prácticas ímprobas. Arruinan su salud y su carácter. Enajenados de Dios, y parias de la sociedad, esos pobres seres consideran que no tienen esperanza para esta vida ni para la venidera. Han quebrantado el corazón de sus 493 padres y los hombres los declaran sin esperanza; pero Dios los mira con compasiva ternura. El comprende todas las circunstancias que los indujeron a caer bajo la tentación. Constituyen estos seres errantes una clase que exige labor.
Lejos y cerca, no sólo entre los jóvenes sino entre los de cualquier edad, hay almas sumidas en la pobreza, la angustia y el pecado, a quienes abruma un sentimiento de culpabilidad. Es obra de los siervos de Dios buscar estas almas, orar con ellas y por ellas, y conducirlas paso a paso al Salvador.
Pero los que no reconocen los requerimientos de Dios no son los únicos que están en angustia y necesidad de ayuda. En el mundo actual, donde predominan el egoísmo, la codicia y la opresión, muchos de los verdaderos hijos de Dios están en menester y aflicción. En lugares humildes y miserables, rodeados por la pobreza, enfermedad y culpabilidad, muchos están soportando pacientemente su propia carga de dolor y tratando de consolar a los desesperados y pecadores que los rodean. Muchos de ellos son casi desconocidos de las iglesias y los ministros; pero son luces del Señor que resplandecen en medio de las tinieblas. El Señor los cuida en forma especial e invita a su pueblo a ayudarles a aliviar sus necesidades. Dondequiera que haya una iglesia, debe dedicarse atención especial a buscar esta clase y atenderla.
El Trabajo Por Las Clases Superiores. Y mientras trabajemos por los pobres, debemos dedicar atención también a los ricos, cuyas almas son igualmente preciosas a la vista de Dios. Cristo obraba en favor de todos los que querían oír su palabra. No buscaba solamente a los publicanos y parias, sino al fariseo rico y culto, al noble judío y al gobernante romano. El rico necesita que se trabaje por él con amor y temor de Dios. Con demasiada frecuencia confía en sus riquezas, y no siente su peligro. Los bienes mundanales que el Señor ha confiado a los hombres, son con frecuencia una fuente de gran tentación. Miles son inducidos así a prácticas 494 pecaminosas que los confirman en la intemperancia y el vicio. Entre las miserables víctimas de la necesidad y el pecado se encuentran muchos que poseyeron en un tiempo riquezas. Hombres de diferentes vocaciones y posiciones en la vida, han sido vencidos por las contaminaciones del mundo, por el consumo de bebidas alcohólicas, por la complacencia de las concupiscencias de la carne, y han caído bajo la tentación. Mientras que estos seres caídos excitan nuestra compasión y reciben nuestra ayuda, ¿no debiera dedicarse algo de atención también a los que no han descendido a esas profundidades, pero que están asentando los pies en la misma senda? Hay millares que ocupan posiciones de honor y utilidad que están practicando hábitos que significan la ruina del alma y del cuerpo. ¿No deben hacerse los esfuerzos más fervientes para ilustrarlos?
Los ministros del Evangelio, estadistas, autores, hombres de riquezas y talento, hombres de gran habilidad comercial y capaces de ser útiles, están en mortal peligro porque no ven la necesidad de la temperancia estricta en todas las cosas. Debemos atraer su atención a los principios de la temperancia, no de una manera estrecha o arbitraria, sino en la luz del gran propósito de Dios para la humanidad. Si pudiera presentárseles así los principios de la verdadera temperancia, muchos de las clases superiores reconocerían su valor y los aceptarían cordialmente.
Hay otro peligro al cual están especialmente expuestas las clases ricas, que constituyen un campo de trabajo para el misionero médico. Son muchísimos los que prosperan en el mundo sin descender a las formas comunes del vicio, y, sin embargo, son empujados a la destrucción por el amor a las riquezas. Absortos en sus tesoros mundanales, son insensibles a los requerimientos de Dios y a las necesidades de sus semejantes. En vez de considerar su riqueza como un talento que ha de ser usado para glorificar a Dios y elevar a la humanidad, la consideran como un medio de complacerse y glorificarse a sí mismos. Añaden una casa a otra, un terreno a otro; llenan sus 495 casas de lujo, mientras que la escasez recorre las calles y en derredor de ellos hay seres humanos que se hunden en la miseria, el crimen, la enfermedad y la muerte. Los que así dedican su vida a servirse a sí mismos, no están desarrollando los atributos de Dios sino los de Satanás.
Estos hombres necesitan que el Evangelio aparte sus ojos de la vanidad de las cosas materiales para contemplar lo precioso de las riquezas duraderas. Necesitan aprender el gozo de dar, la bienaventuranza de convertirse en colaboradores de Dios.
Las personas de esta clase son con frecuencia las más difíciles de alcanzar, pero Cristo preparará medios por los cuales puedan ser alcanzadas. Busquen a estas almas los obreros más sabios, llenos de confianza y esperanza. Con la sabiduría y el tacto nacidos del amor divino, con el refinamiento y la cortesía que resultan únicamente de la presencia de Cristo en el alma, trabajen por los que, deslumbrados por el brillo de las riquezas terrenales, no ven la gloria del tesoro celestial.
Estudien los obreros la Biblia con ellos, grabando en sus corazones las verdades sagradas. Léanles las palabras de Dios: "Más de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención." "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová." "En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia." "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús." (1 Cor. 1: 30; Jer. 9: 23, 24; Efe. 1: 7; Fil. 4:19.)
Una súplica tal, hecha con el espíritu de Cristo, no será considerada impertinente. Impresionará a muchos de los que pertenecen a las clases superiores.
Por esfuerzos hechos con sabiduría y amor, más de un hombre 496 rico será despertado hasta el punto de sentir su responsabilidad para con Dios. Cuando se les haga entender claramente que el Señor espera que ellos alivien como representantes suyos a la humanidad doliente, muchos responderán y darán de sus recursos y su simpatía para beneficio de los pobres. Cuando sus mentes sean así apartadas de sus propios intereses egoístas, muchos serán inducidos a entregarse a Cristo. Con sus talentos de influencia y recursos se unirán gozosamente en la obra de beneficencia con el humilde misionero que fue agente de Dios para su conversión. Por el uso correcto de su tesoro terrenal se harán "tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe." Se asegurarán el tesoro que la sabiduría ofrece, "sólidas riquezas, y justicia." (Prov. 8: 18.)
Al observar nuestra vida, los habitantes del mundo se forman su opinión de Dios y de la religión de Cristo. Todos los que no conocen a Cristo necesitan que los principios elevados y nobles de su carácter sean mantenidos constantemente delante de ellos en la vida de aquellos que le conocen. Satisfacer esta necesidad, llevar la luz del amor de Cristo a los hogares de los grandes y los humildes, de los ricos y los pobres, es el alto deber y precioso privilegio del misionero médico.
"Vosotros sois la sal de la tierra" (Mat. 5: 13), dijo Cristo a sus discípulos; y en estas palabras hablaba a sus obreros de hoy. Si sois la sal, hay propiedades preservadoras en vosotros, y la virtud de vuestro carácter tendrá una influencia salvadora.
Restauremos Al Caído. Aunque un hombre se haya hundido hasta las mismas profundidades del pecado, hay posibilidad de salvarlo. Muchos han perdido el sentido de las realidades eternas, perdido la semejanza de Dios, y no saben si tienen un alma que ha de ser salvada. No tienen fe en Dios ni confianza en el hombre. Pero pueden comprender y apreciar los actos de simpatía práctica 497 y de ayuda. Su corazón se conmueve cuando ven a uno que, sin ser movido por el amor a la alabanza terrenal ni a la compensación, entra en sus hogares miserables, para atender a los enfermos, alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y señalarles tiernamente a Aquel de cuyo amor y compasión el obrero humano es tan sólo el mensajero. Al ver esto, esas personas experimentan gratitud. Se enciende la fe en su corazón. Ven que Dios tiene interés en ellas, y están dispuestas a escuchar cuando se les abre su Palabra para explicársela.
En esta obra de restauración, se requerirá mucho esfuerzo esmerado. No deben comunicarse a estas almas doctrinas extrañas que las asombren; pero a medida que se les ayuda físicamente, se les debe presentar la verdad para este tiempo. Hombres, mujeres y jóvenes necesitan ver la ley de Dios con sus abarcantes requerimientos. No son las penurias, el trabajo o la pobreza lo que degrada a la humanidad; es el pecado, la transgresión de la ley de Dios. Los esfuerzos hechos para rescatar a los perdidos y degradados no tendrán valor a menos que los requerimientos de la ley de Dios y la necesidad de serle fieles se grabe en la mente y el corazón. Dios no ordenó nada que no sea necesario para vincular a la humanidad consigo. "La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma. . . . El precepto de Jehová, puro, que alumbra los ojos." "Por la palabra de tus labios -dice el salmista,- yo me he guardado de las vías del destructor." (Sal. 19: 7, 8; 17: 4.)
Los ángeles están ayudando en esta obra de restaurar a los caídos, y hacerlos volver a Aquel que dio su vida para redimirlos, y el Espíritu Santo coopera con el ministerio de los agentes humanos para despertar las facultades morales obrando sobre el corazón, reprendiéndolo y convenciéndolo de pecado, de justicia y de juicio.
A medida que los hijos de Dios se dediquen a esta obra, muchos se asirán de la mano extendida para salvarlos. Serán constreñidos a apartarse de sus malos caminos. Algunos de los rescatados podrán, por la fe en Cristo, elevarse a altos puestos 498 de servicio, y llevar responsabilidades en la obra de salvar almas. Conocen por experiencia las necesidades de aquellos por quienes trabajan, y saben cómo ayudarles; saben qué medios son los mejores para reconquistar a los que perecen. Están llenos de gratitud a Dios por las bendiciones recibidas; el amor vivifica su corazón y le comunica energía para elevar a otros que no podrían levantarse sin ayuda. Aceptando la Biblia como su guía y al Espíritu Santo como su ayudador y consolador, hallan una nueva carrera abierta delante de sí. Cada una de esas almas que se añade a la fuerza de los obreros, provista de facilidades e instrucción que le permitan salvar almas para Cristo, colaborará con los que le trajeron la luz de la verdad. Así se honrará a Dios y se hará progresar su verdad.
El mundo se convencerá no tanto por lo que el púlpito enseña como por lo que la iglesia vive. El predicador anuncia la teoría del Evangelio, pero la piedad práctica de la iglesia demuestra su poder. 2JT 492-498
37 MeM 137
38. Aunque Jesús podía realizar milagros y había dotado a sus discípulos del poder de realizarlos también, recomendó a sus cansados siervos que se apartasen al campo y descansasen. Cuando dijo que la mies era mucha, y pocos los obreros, no impuso a sus discípulos la necesidad de trabajar sin cesar, sino que dijo: "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies."* (Mateo 9:38). Dios ha asignado a cada uno su obra según su capacidad. (Efesios 4:11-13).
Y él no quiere que unos pocos estén recargados de responsabilidades, mientras que los otros no llevan ninguna carga, trabajo ni preocupación del alma. Las compasivas palabras de Cristo se dirigen a sus obreros actuales tanto como a sus discípulos de entonces. "Venid vosotros aparte,... y reposad un poco," dice aún a aquellos que están cansados y agobiados. No es prudente estar siempre bajo la tensión del trabajo y la excitación, aun mientras se atiendan las necesidades espirituales de los hombres; porque de esta manera se descuida la piedad personal y se agobian las facultades de la mente, del alma y del cuerpo.
Se exige abnegación de los discípulos de Cristo y ellos deben hacer sacrificios; pero deben tener cuidado, no sea que por su exceso de celo, Satanás se aproveche de la debilidad humana y perjudique la obra de Dios. En la estima de los rabinos, era la suma de la religión estar siempre en un bullicio de actividad. Ellos querían manifestar su piedad superior por algún acto externo. Así separaban sus almas de Dios y se encerraban en la suficiencia propia. Existen todavía los mismos peligros.
Al aumentar la actividad, si los hombres tienen éxito en ejecutar algún trabajo para Dios, hay peligro de que confíen en los planes y métodos humanos. Propenden a orar menos y a tener menos fe. Como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista cuánto dependemos de Dios y tratar de hacer de nuestra actividad un salvador. Necesitamos mirar constantemente a Jesús comprendiendo que es su poder lo que realiza la obra. Aunque hemos de trabajar fervorosamente para la salvación de los perdidos, también debemos tomar tiempo para la meditación, la oración y el estudio de la Palabra de Dios. Es únicamente la obra realizada con mucha oración y santificada por el mérito de Cristo, la que al fin habrá resultado eficaz para el bien. DTG 329;
3JT 53; OE 258; 9T 199
Ministerio Hno. Pio
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