martes, 30 de marzo de 2021

594. CASTIGO DEL PECADO Y ESPERANZA EN EL ARREPENTIMIENTO (MIQUEAS 7).

Miqueas 7. Arrepentimiento De Israel Y Confesión De Fe: (1-2) Aunque Sion lamenta su pequeñez, su insignificancia (3-4) y la corrupción general, (5-7) pone su confianza no en el hombre, sino en Dios. (8-13) Ella triunfa sobre sus enemigos.

*Las condiciones morales descritas, son tan malas, que no se podía tener confianza en un amigo, un vecino, una esposa que duerme al "lado" o en cualquier miembro de la familia, aun los íntimos. Menos en las autoridades que administraban justicia por dinero. Solo se puede hallar seguridad y confianza en Dios. 

*Fuimos llamados por él, y es el único modelo que debemos tener como referente en nuestro peregrinaje a la Canaán celestial.

Pero aún hay esperanza para Israel. Y las promesas se harán realidad…. Tan seguros estaban los israelitas de su salvación final, que hacían resonar una nota de triunfo sobre el enemigo a quien Dios empleaba para castigar a Israel.

Desde los Versículos 14-17. ES LA ORACION En Procura De Restauración, Y Seguridad Ofrecida Por Dios. La conforta con sus promesas. confundiendo a los enemigos. Y FINALMENTE Se alaban la misericordia y fidelidad de Dios (18-20).

La Profecía de Miqueas termina con una oración para que Dios cumpla sus promesas para su pueblo. Yahweh es representado como el Pastor divino (cf. Sal. 23: 1), que con su vara o "cayado" (Sal. 23: 4) guiará a su pueblo, "tu heredad" (Sal. 28: 9; 95: 7) a buenos pastos (Eze. 34: 11-15).

1 ¡Ay De mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos. 2 Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre; cada cual arma red a su hermano.

3 Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman. 4 El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión.

5 No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca. 6 Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa. 7 Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.

8 Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. 9 La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia. 10 Y Mi enemiga lo verá, y la cubrirá vergüenza; la que me decía: ¿Dónde está Jehová tu Dios? Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo dé las calles. 

11 Viene el día en que se edificarán tus muros; aquel día se extenderán los límites. 12 En ese día vendrán hasta ti desde Asiria y las ciudades fortificadas, y desde las ciudades fortificadas hasta el Río, y de mar a mar, y de monte a monte. 13 Y será asolada la tierra a causa de sus moradores, por el fruto de sus obras.

14 Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solo en la montaña, en campo fértil; busque pasto en Basán y Galaad, como en el tiempo pasado. 15 Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto. 16 Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos. 17 Lamerán el polvo como la culebra; como las serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se volverán amedrentados ante Jehová nuestro Dios, y temerán a causa de ti.

18 ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. 19 El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. 20 Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos. (Miqueas 7).

1. ¡Ay de mí! El que habla parece ser Israel o Sión, o quizá los que se arrepintieron en Israel. Frutos del verano. La aplicación de esta figura podría aclararse en el vers. 2. Así como después de que se cosechan los frutos nada queda en el campo, así también después de la cosecha de mal, no se iba a encontrar ningún justo en Israel. O quizá se represente a Sión como quien viene buscando fruto después de que se ha recogido la cosecha, y no encuentra nada.

2. Faltó. Cf. Jer. 5: 1.

3. Con sus manos. Es oscuro el hebreo de la primera parte de este versículo. La LXX reza: "Preparan sus manos para mal". Recompensa. Aquí se condena el cohecho, un antiguo mal (ver Isa. 1: 23). Lo confirman. El hebreo de esta parte es oscuro. Esta forma verbal sólo aparece aquí, y por lo tanto su significado es dudoso.

4. Espino. Heb. jédeq, que se ha traducido "espinos" en Prov. 15: 19. Las espinas son duras, y pinchan lastimando a todo el que pasa.

5. Ni confiéis. Las condiciones morales descritas en los vers. 5 y 6 son tan malas, que no se podía tener confianza en un amigo, un vecino, una esposa que duerme al "lado" o en cualquier miembro de la familia, aun los íntimos.

6. Deshonra. Jesús citó las palabras de este versículo para describir las condiciones morales de la era cristiana (Mat. 10: 21, 35-36).

7. Mas yo a Jehová miraré. Hablando en nombre de Israel, el profeta expresa fe en Dios a pesar del castigo, y anticipa con confianza la restauración prometida.

8. No te alegres. Tan seguros estaban los israelitas de su salvación final, que hacían resonar una nota de triunfo sobre el enemigo a quien Dios empleaba para castigar a Israel.

9. Soportaré. Este es el lenguaje del verdadero arrepentido. Comprende que en Dios está su única esperanza. No pide que se disminuya su castigo. Sabe que cualquier cosa que haga Dios, será para su bien.

10. ¿Dónde está Jehová? Cf. Isa. 37: 10-13; Joel 2: 17.

 Como lodo. Ver Isa. 10: 6; Zac. 10: 5.

11. Viene el día. Literalmente, "un día". Una seguridad de restauración. 

Límites. Heb. joq, que aunque con frecuencia significa "decreto", también significa "frontera" (BJ) o "límite" (RVR).  En este último caso, es una predicción de que se dilatarían las fronteras de Israel.

12. Fortificadas. Heb. matsor, que con otra vocalización también puede traducirse como "Egipto" (como en la BJ). Asiria y Egipto habían mantenido al pueblo de Dios en cautiverio y esclavitud. Fortificadas hasta el Río. Heb. matsor, que también aquí podría traducirse como "Egipto". El "río" es el Éufrates. De mar a mar. No es claro de qué mares se trata. La expresión indica una amplia expansión. Lo mismo en el caso de la frase "de monte a monte".

13. Asolada. Parece que se trata de la tierra de los paganos. Como resultado de los castigos de Dios al liberar a Israel, muchas zonas quedarían grandemente despobladas.

14. Apacienta tu pueblo. La profecía de Miqueas termina con una oración para que Dios cumpla sus promesas para su pueblo. Yahweh es representado como el Pastor divino (cf. Sal. 23: 1), que con su vara o "cayado" (Sal. 23: 4) guiará a su pueblo, "tu heredad" (Sal. 28: 9; 95: 7) a buenos pastos (Eze. 34: 11-15). 

Mora sol. Cf. Núm. 23: 9.

Campo fértil. O, "tierra de huertos". Quizá tierra de muy buenos pastos. 

Basán y Galaad. Quizá se haga referencia a Basán y Galaad debido a sus ricos pastos, tal vez también porque esos territorios al este del Jordán -que habían quedado en poder de Asiria (ver com. 1 Crón. 5: 26)- serían recuperados.

15. Egipto. Dios promete igualar las "maravillas" que acompañaron al éxodo.

16. Verán. Anteriormente el enemigo se había jactado: "¿Dónde está Jehová tu Dios?" (vers. 10). Ahora se invertirían los papeles, los paganos reconocerían el poder de Jehová y se avergonzarían del poder de ellos, del que habían alardeado.

17. Lamerán el polvo. Figura que describe la máxima humillación posible (ver com. Sal. 72:9; cf. Isa. 49:23). Sus encierros. Las cavernas donde los impíos se ocultarían aterrorizados por el Señor.

18. ¿Qué Dios como tú? Miqueas termina su profecía con una nota de alabanza a Dios por su misericordia y fidelidad. Comparar con expresiones similares en Exo. 15:11; Sal. 71:19. 

Perdonas la maldad. Cf. Exo. 34: 7; Isa. 55: 7. No retuvo. Cf. Sal. 103: 9.

19. Sepultará nuestras iniquidades. Las iniquidades de Israel, que Miqueas había expuesto con pesar, serían generosamente perdonadas. Aunque aquí no se dice explícitamente, la única base del perdón era el arrepentimiento y la reforma. La disciplina del cautiverio tenía el propósito de que se efectuara un reavivamiento espiritual. Esto no sucedió en el caso de la mayoría, y por eso las gloriosas promesas con que Miqueas termina sus profecías nunca se realizaron en la nación de Israel. Por supuesto, hubo individuos que experimentaron la salvadora gracia de Dios y recibieron el perdón aquí prometido. Los cristianos también pueden pedir las bendiciones y por los méritos de la gracia de Cristo sus pecados pueden ser perfectamente perdonados. Para el que persevera hasta el fin, sus pecados nunca más serán mencionados contra él. Si apóstata y se pierde, todos sus pecados estarán frente a él en el día del juicio (ver com. Eze. 18: 21-24).

20. Cumplirás. Cf. Gén. 17: 1-9; 22: 16-18; 28: 13-15; Heb. 6: 13-18. Estas promesas, que debieran haber hallado un glorioso cumplimiento en la simiente literal de Israel, serán ahora cumplidas en la iglesia cristiana, que es la simiente espiritual de Abrahám (Gál. 3: 7, 9, 29; ver pp. 37-38). 4CBA

https://ministeriohnopio1.blogspot.com/2020/09/el-papel-de-israel-en-la-profecia-del.html

COMENTARIOS DE (EGW).

SE TRATABA VERDADERAMENTE DE UN TIEMPO DE GRAN PELIGRO PARA LA NACIÓN ESCOGIDA. Faltaban tan sólo unos años para que las diez tribus del reino de Israel quedasen esparcidas entre las naciones paganas. Y la perspectiva era sombría también en 240 el reino de Judá. Las fuerzas que obraban para el bien disminuían rápidamente y se multiplicaban las fuerzas favorables al mal. El profeta Miqueas, al considerar la situación, se sintió constreñido a exclamar: "Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres." "El mejor de ellos es como el cambrón; el más recto, como zarzal."(Miq. 7: 2, 4.) Isaías declaró: "Si Jehová de los ejércitos no hubiera hecho que nos quedasen muy cortos residuos, como Sodoma fuéramos y semejantes a Gomorra." (Isa. 1: 9.)

EN TODA ÉPOCA, por amor a los que permanecieron fieles, y también a causa de su infinito amor por los que yerran, Dios fue longánime con los rebeldes, y los instó a abandonar su conducta impía para retornar a él. Mediante los hombres a quienes designara, enseñó a los transgresores el camino de la justicia "renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá."(Isa. 28: 10.)

Y así sucedió durante el reinado de Acaz. Se envió al errante Israel una invitación tras otra para que volviese a ser leal a Jehová. Tiernas eran las súplicas que le dirigían los profetas; y mientras estaban exhortando fervorosamente al pueblo a que se arrepintiese y se reformase, sus palabras dieron fruto para gloria de Dios.

Por medio de Miqueas fue hecha esta súplica admirable: "Oíd ahora lo que dice Jehová: Levántate, pleitea con los montes, y oigan los collados tu voz. Oíd, montes, y fuertes fundamentos de la tierra, el pleito de Jehová: porque tiene Jehová pleito con su pueblo, y altercará con Israel.

"Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí. Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de siervos te redimí; y envié delante de ti a Moisés, y a Aarón, y a María. "Pueblo mío, acuérdate ahora qué aconsejó Balac rey de Moab, y qué le respondió Balaam, hijo de Beor, desde Sittim hasta Gilgal, para que conozcas las justicias de Jehová." (Miq. 6: 1-5.) 241 El Dios a quien servimos es longánime; "porque nunca decayeron sus misericordias." (Lam. 3: 22.) Durante todo el tiempo de gracia, su Espíritu suplica a los hombres para que acepten el don de la vida. "Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos: ¿y por qué moriréis?"(Eze. 33: 11.) Es el propósito especial de Satanás inducir a los hombres a pecar, y dejarlos luego, sin defensa ni esperanza, pero con temor de ir en busca de perdón. Mas Dios los invita así: "Echen mano esos enemigos de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!"(Isa. 27: 5, V.M.) En Cristo han sido tomadas todas las medidas, y se ofrece todo aliento.

Durante la apostasía de Judá e Israel, muchos preguntaban: "¿Con qué prevendré a Jehová, y adoraré al alto Dios? ¿vendré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Agradaráse Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?" La respuesta es clara y positiva: "Oh hombre, él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová: solamente hacer juicio, y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios." (Miq. 6: 6-8.)

Al insistir en el valor de la piedad práctica, el profeta estaba tan sólo repitiendo el consejo dado a Israel siglos antes. Por medio de Moisés, mientras estaban los israelitas a punto de entrar en la tierra prometida, el Señor les había dicho: "Ahora pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que hayas bien?"(Deut. 10: 12, 13).

De Siglo En Siglo estos consejos fueron repetidos por los siervos de Jehová a los que estaban en peligro de caer en hábitos de formalismo, y de olvidarse de practicar la misericordia. 

Cuando Cristo mismo, durante su ministerio terrenal, fue interrogado así por un doctor de la ley: "Maestro, ¿cuál es el 242 mandamiento grande en la ley?" le contestó: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." (Mat. 22: 36-40.)

Estas claras expresiones de los profetas y del Maestro mismo deben ser recibidas como voz del Cielo para toda alma. No debemos desperdiciar oportunidad alguna de cumplir actos de misericordia, de tierna prevención y cortesía cristiana en favor de los cargados y oprimidos. 

Si nos es imposible hacer más, podemos dirigir palabras de aliento y esperanza a los que no conocen a Dios y a quienes podemos alcanzar con más facilidad mediante la simpatía y el amor.

Ricas y abundantes son las promesas hechas a los que se mantienen alerta para ver las oportunidades de infundir gozo y bendición en la vida ajena. "Y si derramares tu alma al hambriento, y saciares el alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el medio día; y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías hartará tu alma, y engordará tus huesos; y serás como huerta de riego, y como manadero de aguas, cuyas aguas nunca faltan."(Isa. 58: 10, 11.) PR/EGW 239-242.

(PERO) DIOS HABÍA PREPARADO en verdad el corazón de los hombres principales de Judá para que encabezaran un decidido movimiento de reforma, a fin de detener la marea de la apostasía. Por medio de sus profetas, había enviado a su pueblo escogido mensaje tras mensaje de súplica ferviente, mensajes que habían sido despreciados y rechazados por las diez tribus del reino de Israel, ahora entregadas al enemigo. Pero en Judá quedaba un buen remanente, y a este residuo continuaron dirigiendo sus súplicas los profetas. Oigamos a Isaías instarlo: "Convertíos a aquel contra quien los hijos de Israel profundamente se rebelaron." (Isa. 31: 6.) Escuchemos a Miqueas declarar con confianza: "Yo empero a Jehová esperaré, esperaré al Dios de mi salud: el Dios mío me oirá. Tú, enemiga mía, no te huelgues de mí: porque aunque caí, he de levantarme; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi juicio; él me sacará a luz; veré su justicia." (Miqueas 7: 7-9.)

Estos mensajes y otros parecidos revelaban cuán dispuesto estaba Dios a perdonar y aceptar a aquellos que se tornasen a él con firme propósito en el corazón, y habían infundido esperanza a muchas almas desfallecientes durante los años de obscuridad mientras las puertas del templo permanecían cerradas; y al iniciar los caudillos una reforma, una multitud del pueblo, cansada del dominio del pecado, se manifestaba lista para responder. PR. 247.

MÁS DE UN OBRADOR de iniquidad ha excusado su propio pecado señalando la caída de David; pero ¡cuán pocos son los que manifiestan la penitencia y la humildad de David! ¡Cuán pocos soportarían la reprensión y la retribución con la paciencia y la fortaleza que él manifestó!

El había confesado su pecado, y durante muchos años había procurado cumplir su deber como fiel siervo de Dios; había trabajado por la edificación de su reino, y éste había alcanzado bajo su gobierno una fortaleza y una prosperidad nunca logradas antes.  

Había reunido enormes cantidades de material para la construcción de la casa de Dios; y ahora, ¿iba a ser barrido todo el trabajo de su vida? ¿Debían los resultados de muchos años de labor consagrada, la obra del genio, de la devoción y del buen 798 gobierno, pasar a las manos de su hijo traidor y temerario, que no consideraba el honor de Dios ni la prosperidad de Israel? ¡Cuán natural hubiera parecido que David murmurase contra Dios en esta gran aflicción!

Pero él vio en su propio pecado la causa de su dificultad.  Las palabras del profeta Miqueas respiran el espíritu que alentó el corazón de David: "Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi juicio." (Miq. 7: 8, 9.)

Y el Señor no abandonó a David.  Este capítulo de su experiencia cuando, sufriendo los insultos más crueles y los agravios más severos, se muestra humilde, desinteresado, generoso y sumiso, es uno de los más nobles de toda su historia.  Jamás fue el gobernante de Israel más verdaderamente grande a los ojos del cielo que en esta hora de más profunda humillación exterior.

SI DIOS HUBIERA PERMITIDO QUE DAVID continuase sin reprensión por su pecado, y que permaneciera en paz y prosperidad en su trono mientras estaba violando los preceptos divinos, el escéptico y el infiel habrían tenido alguna excusa para citar la historia de David como un oprobio para la religión de la Biblia.

Pero en la aflicción por la que hizo pasar a David, el Señor muestra que no puede tolerar ni excusar el pecado.  Y la historia de David nos permite ver también los grandes fines que Dios tiene en perspectiva en su manera de tratar con el pecado; nos permite seguir, aun a través de los castigos más tenebrosos, el desenvolvimiento de sus propósitos de misericordia y de beneficencia. Hizo pasar a David bajo la vara, pero no lo destruyó: el horno es para purificar, pero no para consumir.  El Señor dice "Si dejaron sus hijos mi ley, y no anduvieren en mis juicios; si profanaron mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos; entonces visitaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades.  Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad." (Sal. 89: 30-33). PP 797,798

CRISTO REVELÓ A DIOS ANTE LOS DISCÍPULOS. Estudiemos las palabras que Cristo pronunció en el aposento alto, la noche anterior a su crucifixión. Se acercaba su hora de prueba y procuraba consolar a sus discípulos, que iban a ser gravemente tentados y probados. "No se turbe vuestro corazón –les dijo– creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros... "Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. "Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? 

Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras" (Juan 14:8-10). Los discípulos no comprendían aún las palabras de Cristo concernientes (279) a su relación con Dios. Gran parte de su enseñanza resultaba todavía oscura. Habían hecho muchas preguntas que revelaban su ignorancia acerca de la relación que Dios tenía con ellos y acerca de sus intereses presentes y futuros. Cristo deseaba que tuvieran un conocimiento más claro y distinto de Dios. 

"Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre" (Juan 16:25). Cuando en el día de Pentecostés el Espíritu Santo se derramó sobre los discípulos, comprendieron ellos las verdades que Cristo había expresado en parábolas. Les resultaron claras las enseñanzas que habían sido misterios para ellos. 

La comprensión que obtuvieron del derramamiento del Espíritu Santo los avergonzó de sus teorías fantásticas. Sus suposiciones e interpretaciones eran insensatez cuando se comparaban con el conocimiento de las cosas celestiales que recibieron entonces. Eran guiados por el Espíritu Santo, y la luz resplandecía en su entendimiento que antes estaba oscurecido. Pero los discípulos no habían recibido el cumplimiento total de la promesa de Cristo. 

Recibieron todo el conocimiento de Dios que podían soportar, pero todavía había de llegar el cumplimiento total de la promesa que les había hecho Cristo de que les mostraría claramente el Padre. Así es hoy. Nuestro co­nocimiento de Dios es parcial e imperfecto. 

Cuando termine el conflicto y el Hombre Cristo Jesús re­conozca ante el Padre a sus obreros fieles que en este mundo de pecado testificaron fielmente por él, comprenderán claramente las cosas que son ahora misterios para ellos. Cristo llevó consigo a los atrios celestiales su humanidad glorificada. A los que le reciban, les da poder para llegar a ser hijos de Dios, para que al fin Dios pueda recibirlos como suyos, para que moren con él a través de toda la eternidad. Si durante esta vida son leales a Dios, al fin "verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apocalipsis 22:4). ¿Qué es la felicidad del (280) cielo si no es ver a Dios? ¿Qué mayor gozo puede obtener el pecador salvado por la gracia de Cristo que el de mirar el rostro de Dios y conocerle como Padre?  8T 278,279.

 Ningún hombre puede de por sí echar las malas huestes que se han posesionado del corazón. Sólo Cristo puede purificar el templo del alma. Pero no forzará la entrada. No viene a los corazones como antaño a su templo, sino que dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él." (Apoc. 3:20). El vendrá, no solamente por un día; porque dice: "Habitaré y andaré en ellos. . . y ellos serán mi pueblo." "El sujetará nuestras iniquidades, y echará en los profundos de la mar todos nuestros pecados." (2Corintios 6:16; Miqueas 7:19). Su presencia limpiará y santificará el alma, de manera que pueda ser un templo santo para el Señor, y una "morada de Dios, en virtud del Espíritu." (Efesios 2:21,22 VM.). DTG. 133

En la luz radiante que resplandecerá del rostro de Jesús, reconoceremos los rasgos de aquellos a quienes amamos. Cuando Jesús se encontró con sus discípulos les recordó lo que les había dicho antes de su muerte, a saber, que debían cumplirse todas las cosas que estaban escritas acerca de él en la ley de Moisés, en los profetas y los salmos. "Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras; y díjoles: Así 745 está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones comenzando de Jerusalem. Y vosotros sois testigos de estas cosas." 

Los discípulos empezaron a comprender la naturaleza y extensión de su obra. Habían de proclamar al mundo las verdades admirables que Cristo les había confiado. Los acontecimientos de su vida, su muerte y resurrección, las profecías que indicaban estos sucesos, el carácter sagrado de la ley de Dios, los misterios del plan de la salvación, el poder de Jesús para remitir los pecados, de todo esto debían ser testigos y darlo a conocer al mundo. Debían proclamar el Evangelio de paz y salvación por el arrepentimiento y el poder del Salvador. "Y como hubo dicho esto, sopló, y díjoles: Tomad el Espíritu Santo: a los que remitiereis los pecados, les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos."

El Espíritu Santo no se había manifestado todavía plenamente; porque Cristo no había sido glorificado todavía. El impartimiento más abundante del Espíritu no sucedió hasta después de la ascensión de Cristo. Mientras no lo recibiesen, no podían los discípulos cumplir la comisión de predicar el Evangelio al mundo. Pero en ese momento el Espíritu les fue dado con un propósito especial. Antes que los discípulos pudiesen cumplir sus deberes oficiales en relación con la iglesia, Cristo sopló su Espíritu sobre ellos. Les confiaba un cometido muy sagrado y quería hacerles entender que sin el Espíritu Santo esta obra no podía hacerse. 

El Espíritu Santo es el aliento de la vida espiritual. El impartimiento del Espíritu es el impartimiento de la vida de Cristo. Comunica al que lo recibe los atributos de Cristo. Únicamente aquellos que han sido así enseñados de Dios, los que experimentan la operación interna del Espíritu y en cuya vida se manifiesta la vida de Cristo, han de destacarse como hombres representativos, que ministren en favor de la iglesia. "A los que remitiereis los pecados --dijo Cristo,-- les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos." Cristo no da aquí a nadie libertad para juzgar a los demás. En el sermón del monte, lo prohibió. Es prerrogativa de Dios. Pero coloca sobre la iglesia organizada una responsabilidad por sus 746 miembros individuales.

La iglesia tiene el deber de amonestar, instruir y si es posible restaurar a aquellos que caigan en el pecado. "Redarguye, reprende, exhorta --dice el Señor,-- con toda paciencia y doctrina."*(2Timoteo 4:2).

Obrad fielmente con los que hacen mal. Amonestad a toda alma que está en peligro. No dejéis que nadie se engañe. Llamad al pecado por su nombre. Declarad lo que Dios ha dicho respecto de la mentira, la violación del sábado, el robo, la idolatría y todo otro mal: "Los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios."*(Gálatas 5:21).

Si persisten en el pecado, el juicio que habéis declarado por la Palabra de Dios es pronunciado sobre ellos en el cielo. Al elegir pecar, niegan a Cristo; la iglesia debe mostrar que no sanciona sus acciones, o ella misma deshonra a su Señor. Debe decir acerca del pecado lo que Dios dice de él. Debe tratar con él como Dios lo indica, y su acción queda ratificada en el cielo. El que desprecia la autoridad de la iglesia desprecia la autoridad de Cristo mismo. Pero el cuadro tiene un aspecto más halagüeño. "A los que remitiereis los pecados, les son remitidos." Dad el mayor relieve a este pensamiento. Al trabajar por los que yerran, dirigid todo ojo a Cristo. 

Tengan los pastores tierno cuidado por el rebaño de la dehesa del Señor. Hablen a los que yerran de la misericordia perdonadora del Salvador. Alienten al pecador a arrepentirse y a creer en Aquel que puede perdonarle. Declaren, sobre la autoridad de la Palabra de Dios: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad."*(1 Juan 1:9). A todos los que se arrepienten se les asegura: "El tendrá misericordia de nosotros; él sujetará nuestras iniquidades, y echará en los profundos de la mar todos nuestros pecados."*(Miqueas 7:19).

Sea el arrepentimiento del pecador aceptado por la iglesia con corazón agradecido. Condúzcase al arrepentido de las tinieblas de la incredulidad a la luz de la fe y de la justicia. Colóquese su mano temblorosa en la mano amante de Jesús. Una remisión tal es ratificada en el cielo. Únicamente en este sentido tiene la iglesia poder para absolver al pecador. La remisión de los pecados puede obtenerse únicamente por los méritos de Cristo. A ningún hombre, a ningún cuerpo de hombres, es dado el poder de librar al alma 747 de la culpabilidad. 

Cristo encargó a sus discípulos que predicasen la remisión de pecados en su nombre entre todas las naciones; pero ellos mismos no fueron dotados de poder para quitar una sola mancha de pecado. El nombre de Jesús es el único nombre "debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos."*(Hechos 4:12). DTG

Ministerio Hno. Pio


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