Ezequiel 9. Es el Castigo a todos los impenitentes. Solo están exceptuados los que tiene la señal en sus frentes.
Vers. (1-4) Por medio de una visión se muestra la supervivencia de algunos, (5-7) y la destrucción del resto. (8-11) Dios no los escucha debido a su gran pecado.
1 CLAMÓ en mis oídos con gran voz, diciendo: Los verdugos de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir. 2 Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce. 3 Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, al umbral de la casa; y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano, 4 y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.
5 Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. 6 Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo. 7 Y les dijo: Contaminad la casa, y llenad los atrios de muertos; salid. Y salieron, y mataron en la ciudad.
8 Aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡Ah, Señor Jehová! ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén? 9 Y me dijo: La maldad de la casa de Israel y de Judá es grande sobremanera, pues la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: Ha abandonado Jehová la tierra, y Jehová no ve. 10 Así, pues, haré yo; mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas.
11 Y he aquí que el varón vestido de lino, que tenía el tintero a su cintura, respondió una palabra, diciendo: He hecho conforme a todo lo que me mandaste. (Ezequiel 9).
1. Clamó. El cap. 9 es una continuación de la visión simbólica del cap. 8. El profeta registra lo que pasó ante su entendimiento en visión panorámica, y deja al lector que interprete en qué forma han de entenderse los diferentes símbolos. El que habla es el mismo del cap. 8. Su identidad se descubre cuando Ezequiel se dirige a él: "¡Ah, Señor Jehová!" (vers. 8).
Los verdugos. Heb. peqqudah, palabra que se traduce como "cargo" (Núm. 4: 16); "guarnición" (2 Rey. 11: 18), "oficios" (2 Crón. 23: 18), "castigo" (Isa. 10: 3). En 1Crón. 26: 30 y 2 Crón. 24: 11, se refiere a funcionarios. Pareciera que aquí se refiere a los que tienen cierto "oficio", cierto "cargo", que son "guardas" (Núm. 3: 32), y que en este pasaje deben cumplir las órdenes de Dios. También es posible traducir como lo hace la BJ: "Se acercan los castigos de la ciudad". Esto se basa en la LXX que dice: "Se ha acercado la venganza de la ciudad".
2. Seis varones. Los "verdugos", o ejecutores de venganza, aparecen bajo forma humana. En su aplicación primaria, representan a los babilonios, quienes habían de ejecutar la sentencia divina sobre la ciudad. En su aplicación secundaria, representan a los instrumentos del castigo que, cuando acabe el tiempo, ejecutarán sentencia, primero sobre quienes han profesado ser guardianes espirituales del pueblo, y más tarde sobre los impíos en general.
La puerta de arriba. Puesto que los atrios del templo estaban construidos en forma escalonada, el atrio interior era el más elevado. "Hacia el norte" indica la puerta donde el profeta había visto la idolatría (cap. 8: 5).
Entre ellos. Este varón era uno de los seis que llevaban instrumentos para destruir, y no un séptimo, como lo afirman algunos intérpretes (1JT 335-336). Estaba "vestido de lino", la vestimenta usual del sacerdote y la vestimenta especial del sumo sacerdote en las ceremonias del gran día de la expiación (Lev. 16).
Tintero. Heb. qéseth, palabra que sólo aparece aquí, y que quizá proviene de la palabra egipcia gÑty, "paleta de escritor", por lo cual puede suponerse que era una caja que contenía plumas, cuchillo y tinta. La BJ traduce: "cartera de escriba". En la LXX dice "cinto de zafiro", en vez de "tintero de escriba". Quizá corresponde con la traducción de algún otro manuscrito, pero es más lógica la versión masorética.
3. La gloria. Es decir, la gloria descrita en el cap. 8: 4, una reaparición de la visión del cap. 1. Al umbral. Es posible que esto representara que la orden para el castigo procedería del mismo templo, al cual los judíos consideraban como una garantía de su seguridad.
4. Señal. En hebreo, tau, última letra del alfabeto hebreo. En tiempos de Ezequiel, esta letra tenía la forma de X. El sellamiento se efectuó en visión, y es posible que la manera específica de hacerse no tenga importancia. La antigua interpretación que consideraba que esa marca era una prefiguración de la cruz es mera fantasía. En la visión, la señal era sin duda literal, pero su significado atañía plenamente al carácter. El mensajero no debía prestar atención a la alcurnia o posición, sino sólo debía poner la señal a quienes gimieran por la pecaminosidad que prevalecía y se mantuvieran alejados de ella.
La visión se refería en primer lugar a la destrucción de Jerusalén ordenada por Nabucodonosor. Tendrá otro cumplimiento cuando transcurran las escenas finales de la historia de este mundo. Es muy similar a las visiones de Apoc. 7; 15; 16. En el Apocalipsis la señal distintiva es el "sello de Dios", y al igual que la señal de Ezequiel, es colocada sobre quienes están en condiciones de recibirlo. Dios coloca su señal de aprobación sobre todos los que, por medio del poder del Espíritu Santo, reflejan la imagen de Jesús (ver PVGM 51). Se ha comparado esta señal con la marca que indica que Dios es dueño, como si Dios inscribiera sobre los que están en condiciones de ser ciudadanos de su reino, su nombre y dirección: "Dios, Nueva Jerusalén" (TM 446).
La señal externa y visible de que la obra de gracia se ha completado en el alma será la observancia del sábado bíblico (3JT 232). Esto transcurrirá de la siguiente manera: El día sábado siempre ha sido el día designado por Dios para el descanso del hombre. Establecido en la creación (Gén. 2:1- 3), debía ser una obligación perpetua.
La orden de observarlo fue colocada en el corazón de la ley moral (Exo. 20: 8-11).
Ni Cristo ni sus apóstoles abrogaron el sábado. La gran apostasía que siguió a la muerte de los apóstoles pretendió ponerlo de lado para colocar en su lugar otro día de reposo, el primero de la semana.
Pero la Palabra de Dios predice que una gran obra de reforma con respecto al sábado precederá a la segunda venida de Cristo (Isa. 56:1-2, 6-8; 58:12-13; Apoc. 14:6-12; ver CS 504-513).
También predice que al mismo tiempo Satanás, el gran caudillo apóstata, ensalzará su propio fraudulento sistema de religión que ostenta un falso día de reposo, el día domingo, como día de culto (Apoc. 13; 14: 9-12; cf. Dan. 7: 25). Logrará éxito hasta el punto de que podrá unir a todo el mundo en un gran movimiento a favor del domingo (Apoc. 13: 8; 14: 8; 16: 14; 18: 3; ver CS cap. 36-41). Como resultado de sus esfuerzos, el mundo se dividirá en dos sectores, los que son fieles a Dios y guardan su sábado, y los que se unen al falso movimiento religioso universal y guardan el falso día de reposo. De este modo la observancia del sábado se convertirá en una señal distintiva del verdadero adorador de Dios.
Sin embargo, no es la observancia visible del sábado lo que constituye la señal.
El sello representa la aprobación divina que deberán recibir todos los que han de ser ciudadanos del reino de gloria que está a punto de ser establecido. Sólo aquellos cuyas almas hayan sido purificadas se aferrarán al sábado en aquel terrible tiempo de angustia que precederá al retorno de Jesús. Los guardadores del sábado que no sean sinceros abandonarán las filas del pueblo de Dios y se unirán con Satanás en contra del cielo, en la batalla contra el Rey del universo (TM 473).
Así sólo los verdaderamente leales quedarán como únicos defensores del santo sábado de Dios. A ellos se les unirán otros de los verdaderos hijos de Dios, los cuales hasta entonces habrán estado esparcidos en las diferentes iglesias cristianas. Ellos, ante la creciente luz del fuerte clamor, se decidirán por la observancia del sábado y, pese a cualquier oposición, se unirán al pueblo remanente de Dios (CS 669-670).
Se coloca la señal sobre todos los "que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen". Quienes pertenecen a este grupo se caracterizan por la profunda angustia que sienten debido a las divisiones que existen entre los que afirman que son seguidores de Dios.
Se lamentan y afligen sus almas porque en la iglesia hay todo tipo de avaricia, egoísmo y engaños. Se sienten incapaces de detener la marea de iniquidad y se llenan de dolor y de alarma (2 JT 65-66).
Los que pertenecen al otro sector procuran encubrir los males que existen y disculpar la gran impiedad que prevalece por doquiera. Afirman que Dios es demasiado bueno y demasiado misericordioso como para castigar el mal. Dicen que el Señor no hará ni bien, ni mal. Aseveran que Dios no espera que el hombre alcance una norma tan elevada, y que se satisfará con que el hombre tenga un mero deseo de hacer el bien. Pero el Señor no puede modificar su norma. Hacer eso equivaldría a cambiarse él mismo. Al contrario, proporciona gracia para el logro de toda virtud y la corrección de todo defecto. Pide de todo cristiano que aproveche al máximo lo que Dios le concede. No exige nada menos que la perfección. Si no está en perfecta relación con Cristo, el alma no podrá recibir el sello de Dios cuando concluya el tiempo de gracia.
6. Comenzaréis por mi santuario. La primera aplicación de este decreto indica el fin del tiempo de gracia de Jerusalén. Dios había agotado sus recursos en sus exhortaciones al rebelde Israel. Quitaría su poder represor que frenaba a los invasores caldeos. Sin misericordia, los ejércitos caldeos ejecutarían la orden de matar "a viejos jóvenes... hasta que no quedara ninguno". Habrían de comenzar por el santuario, donde se habían concentrado los horrendos pecados del pueblo.
Estas escenas volverán a verse en los últimos días. Entonces también el juicio habrá de comenzar por la "casa de Dios" (1 Ped. 4: 17), con aquellos a quienes Dios ha dado gran luz y que han sido los guardianes espirituales del pueblo, pero han traicionado su cometido (2JT 65-66). Estos pastores infieles serán primero maltratados por los que han sido engañados por ellos ( PE 282). Más tarde perecerán en la destrucción general que precede y acompaña a la segunda venida de Cristo (Apoc. 15-19).
7. Contaminad la casa. Los judíos esperaban que Dios preservaría su casa para que no fuera contaminada. En esto se chasquearon. En parte, la contaminación se debió a los cadáveres desangrados de los adoradores idólatras.
8. Quedé yo solo. En visión, Ezequiel vio a Jerusalén reducida a una ciudad de muertos. Le parecía que había quedado solo en medio de los muertos. No se menciona aquí a ninguno que hubiera quedado vivo por haber tenido la marca protectora. Sin duda, constituían una pequeña minoría. Remanente de Israel. Las diez tribus ya habían ido al cautiverio en 722/721 a. C. (2 Rey. 17: 6). Un número considerable de los habitantes del reino del sur de Judá, había sido llevado en el año 605 a. C. y especialmente en el año 597 a. C. (p. 598).
La naturaleza y la magnitud del pecado justificaban el castigo.
9. Tierra. Heb. 'érets, que también significa "país". Ambas traducciones son apropiadas. El pueblo afirmaba que el Señor no se preocupaba de la conducta de los hombres. Se imaginaban que tenían plena libertad de portarse a su antojo el uno para con el otro, sin que nadie les pidiera cuenta de sus acciones. Como resultado se produjo una decadencia moral. (4CBA) Ministerio Hno. Pio