Daniel 4. Nabucodonosor llega al clímax en su proceso de aprendizaje en el conocimiento del Señor. En su misericordia Dios le da otro sueño significativo, por medio del cual le quiere prevenir un desastre casi total en su vida. Pero es Inevitable su cumplimiento.
Veamos en detalle la historia de hoy. Vers. (1-7) La confesión de Nabucodonosor acerca de la sabiduría y el poder de Dios. Y reconoce el reinado de Dios. Cuenta sus visiones, las cuales los magos no pudieron interpretar. (8-18) Descripción del sueño. Daniel oye acerca del sueño. (19-27) Daniel interpreta el sueño. (28-36) La caída y restauración de Nabucodonosor. (37) Nabucodonosor alaba al Dios del cielo.
1 NABUCODONOSOR rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. 2 Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. 3 ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación. 4 Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio.
5 Vi un sueño que me espantó, y tendido en cama, las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron. 6 Por esto mandé que vinieran delante de mí todos los sabios de Babilonia, para que me mostrasen la interpretación del sueño. 7 Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos, y les dije el sueño, pero no me pudieron mostrar su interpretación,
8 hasta que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos. Conté delante de él el sueño, diciendo: 9 Beltsasar, jefe de los magos, ya que he entendido que hay en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún misterio se te esconde, declárame las visiones de mi sueño que he visto, y su interpretación. 10 Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. 11 Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. 12 Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne.
13 Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. 14 Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. 15 Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. 16 Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. 17 sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres. 18 Yo el rey Nabucodonosor he visto este sueño. Tú, pues, Beltsasar, dirás la interpretación de él, porque todos los sabios de mi reino no han podido mostrarme su interpretación; mas tú puedes, porque mora en ti el espíritu de los dioses santos.
19 Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltsasar, quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaban. El rey habló y dijo: Beltsasar, no te turben ni el sueño ni su interpretación. Beltsasar respondió y dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren. 20 El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía desde todos los confines de la tierra, 21 cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo, y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, 22 tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra. 23 Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos;
24 esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey: 25 Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. 26 Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna. 27 Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: Tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.
28 Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor. 29 Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, 30 habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que YO edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? 31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; 32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.
33 En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves. 34 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. 35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? 36 En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros, me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.
37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia. (Daniel 4).
1. A todos los pueblos. La narración de los acontecimientos del cap. 4 se registra en la forma de una proclama real. Los eruditos modernos declaran que tal edicto es históricamente absurdo, debido a que no pueden encontrar otros casos de tales conversiones, públicamente anunciadas. Pero los argumentos del silencio nunca son definitivos. Por otra parte, la conversión de un rey a una nueva religión o dios se relata en otros escritos. Por ejemplo, el rey Amenofis (o Amenhotep) IV de Egipto abandonó la religión politeísta de sus antepasados y de la nación e hizo grandes esfuerzos por introducir en el reino una nueva religión monoteísta. Hizo edificar una nueva capital, cambió su propio nombre, cerró los antiguos templos, renunció a los dioses anteriores, levantó nuevos templos de su dios, e hizo todo lo que estaba a su alcance para fomentar la nueva religión.
Por otra parte, la Crónica Babilónica sólo relata los acontecimientos hasta el año 11.° del reinado de Nabucodonosor. De ahí en adelante, nuestros conocimientos son fragmentarios. Por eso es imposible verificar todos los acontecimientos del reinado de este monarca en documentos de la época. En la Crónica se narra la destrucción de Jerusalén en 597 a. C., pero el largo sitio de Tiro comenzó apenas en el año 585 y no aparece en dicho documento. Lo relata Josefo (Contra Apión i. 21). Sin embargo no se pone en duda la historicidad de este acontecimiento. Tampoco es extraño que no se encuentren en los registros babilónicos referencias a la enfermedad mental del rey. Tales registros naturalmente omiten hechos que tienen que ver con las desgracias de un héroe nacional.
El cambio en este capítulo de la primera persona a la tercera persona y de nuevo a la primera (vers. 2-27; cf. 28-33; 34-37) se ha explicado suponiendo que Daniel escribió el edicto por orden del rey, o que como principal consejero de Nabucodonosor, Daniel añadió ciertas partes al edicto escrito por el rey mismo. El edicto reflejaba los sentimientos del rey cuando habían sido completamente restablecidas sus facultades mentales. "El que fuera una vez orgulloso monarca, había llegado a ser humilde hijo de Dios" (PR 382; cf. EGW, Material Suplementario, com. Dan. 4:37).
Paz os sea multiplicada. La introducción de la proclama contiene una expresión de buenos deseos. Los edictos posteriormente promulgados por reyes persas tenían una forma similar (cf. Esd. 4: 17; 7: 12). Una forma típica hallada en las cartas arameas de Elefantina, del siglo V a. C. es: "La salud de - que el Dios del cielo busque".
3. Su reino. La doxología de la segunda parte del vers. 3 aparece de nuevo con variaciones en el vers. 34; cf. cap. 7: 14, 18.
4. Tranquilo. Esta frase indica que el rey gobernaba tranquilamente su reino. Por lo tanto, los acontecimientos de este capítulo pertenecen a la segunda mitad de su reinado de 43 años. El rey estaba "floreciente" en su palacio en Babilonia (ver Nota Adicional al final de este capítulo), y como el rico insensato de la parábola, cuyos campos habían producido abundantemente (Luc. 12: 16-21), olvidó su responsabilidad para con Aquel a quien debía su grandeza.
5. Me espantó. La súbita manera en que este acontecimiento se introduce ilustra en forma adecuada lo inesperado y repentino del suceso (ver cap. 2:1).
6. Mandé. Compárese con la fraseología de cap. 3:29. Como en el caso del sueño del cap. 2, fueron convocados los sabios. Sin embargo, en este caso el rey no había olvidado el contenido del sueño. La demanda del rey de que se interpretara su sueño era pues muy diferente de la que se describe en cap. 2: 5.
7. Magos. De los cuatro grupos de sabios que se enumeran en este versículo, dos: los magos y astrólogos, fueron presentados en el cap. 1: 20 (ver com. de ese texto); la tercera categoría, los caldeos, en el cap. 2: 2 (ver com. cap. 1: 4), y la cuarta clase, los adivinos, en el cap. 2: 27 (ver com. de ese texto).
No me pudieron mostrar. Algunos han sugerido que debido a que estos sabios de Babilonia eran expertos en la interpretación de sueños y señales de carácter sobrenatural, posiblemente presentaron alguna clase de interpretación. En verdad, el sueño era tan explícito que el rey mismo presintió que contenía algún mensaje adverso para él (PR 379). Era esto lo que lo alarmaba. Sin embargo, los antiguos cortesanos acostumbraban halagar a sus soberanos y evitaban decirles directamente cualquier cosa desagradable. Por eso, aunque hubieran entendido partes del sueño, o hubiesen tenido una noción vaga de su importancia, no habrían tenido valor para expresar sus conclusiones. Si ofrecieron algún tipo de explicación, ésta no satisfizo en absoluto al rey. Ciertamente no Podían dar una interpretación precisa y detallada, como Daniel lo hizo posteriormente (PR 379-380). La verdad es que "ninguno de los sabios podía interpretar" el sueño (PR 379).
8. Beltsasar. La narración presenta a Daniel primero por su nombre judío, por el cual lo conocían sus compatriotas, luego por su nombre babilónico que le había sido dado en honor al principal dios de Nabucodonosor (ver com. cap. 1: 7).
No se explica la razón por la cual Daniel había permanecido tanto tiempo en la penumbra, a pesar de ser considerado "jefe de los magos" (vers. 9). Algunos han sugerido que Nabucodonosor se proponía saber primero cuál era en general la opinión de los caldeos en cuanto a su sueño tan desconcertante, antes de oír toda la verdad que sospechaba que era desfavorable (compárese con el caso del rey Acab, 1 Rey. 22: 8).
Sólo después de que los otros sabios que se ocupaban de las ciencias ocultas demostraron su incapacidad para satisfacer al rey, éste mandó llamar al hombre que, en una oportunidad anterior, había demostrado su habilidad e inteligencia superiores en la interpretación de sueños (cap. 2; cf. cap. 1: 17, 20).
De los dioses santos. O, "del Dios Santo" (BJ). La palabra aramea que significa "dioses" es 'elahin, término que se usa frecuentemente para designar a dioses falsos (Dan. 2: 11, 47; 3: 12; 5: 4), pero que también puede aplicarse al verdadero Dios (ver com. Dan. 3: 25). Esta expresión revela qué era lo que había inspirado en el rey la confianza en el poder y el entendimiento superiores de Daniel. También muestra que Nabucodonosor ya tenía un concepto de la naturaleza de aquella Deidad a quien Daniel debía ese poder y sabiduría. Daniel y sus compañeros habían dado testimonio sin vacilar del verdadero Dios a quien ellos adoraban. La expresión, que se repite en los vers. 9 y 18 de Dan. 4, muestra claramente que de ninguna manera Nabucodonosor había olvidado lo que había aprendido en una ocasión anterior respecto al eminente don profético de ese judío y de su comunión con el único Dios verdadero.
En vez de la frase "en quien mora el espíritu de los dioses santos", la versión de Teodoción reza: "Que tiene en sí el santo espíritu de Dios". La LXX omite completamente desde la última parte del vers. 5 hasta el fin del vers.10.
9. Jefe de los magos. Este término usado por el rey es probablemente sinónimo de aquél que se usa en el cap. 2: 48, "jefe supremo de todos los sabios de Babilonia". La palabra "jefe" de 4: 9 y 2: 48 es traducción de la palabra aramea, rab.
Declárame las visiones. Pareciera que el rey exige que Daniel le cuente el sueño además de su interpretación, pero inmediatamente le narra el sueño (vers. 10). La LXX no incluye este versículo en los MSS existentes. Contiene el relato de los vers. 1-9 en forma sumamente abreviada. El texto de la Bj también es abreviado en comparación con la RVR. La versión griega de Teodoción reza: "Escucha la visión del sueño que yo he visto, y dime su interpretación". En siríaco se traduce este pasaje con una paráfrasis: "En las visiones de mi sueño yo estaba viendo una visión de mi cabeza y tú dime su interpretación".
Algunos expositores modernos (Marti, Torrey, etc.) aceptan la versión de Teodoción como la mejor solución, mientras otros, como Montgomery, piensan que la palabra aramea jzwy (originalmente sin puntos vocálicos), que se traduce "las visiones de" (RVR), era originalmente jzy, "he aquí", tal como lo demuestran los papiros de Elefantina. El texto se leería entonces, como en la BJ: "Mira el sueño que he tenido; dame su interpretación". (En la BJ corresponde con el vers. 6 del cap. 4 y no con el vers. 9.)
10. Me parecía ver. . . un árbol. La sabiduría divina a menudo usa parábolas y figuras como medios para la transmisión de la verdad. Este método impresiona. Los símbolos ayudan a la persona a recordar tanto el mensaje como su importancia, durante más tiempo que si el mensaje hubiese sido comunicado de otra manera. Compárese con los ricos simbolismos que aparecen en el pasaje de Eze. 31: 3-14.
Los antiguos acostumbraban a ver un significado en todo sueño extraordinario. Quizá por esta razón Dios empleó un sueño en este caso como un instrumento para exponer sus designios.
13. Un vigilante. Arameo 'ir, "el que está despierto", "el que vigila". La LXX traduce esta palabra por ággelos, "ángel", pero Teodoción, en vez de traducirla, simplemente la traslitera, ir. Los traductores judíos Aquila y Símaco la traducen como egr'goros, "el que está alerta", término que se encuentra en el libro de Enoc y en otros escritos apócrifos judíos para designar a los ángeles superiores, malos o buenos, que velan y no duermen. Aplicado a ángeles, el término "vigilante" aparece exclusivamente en este pasaje del AT. Se ha sugerido que los caldeos pudieron haber conocido a los ángeles con este nombre, aunque no se ha encontrado aún evidencia de esto. Las expresiones "santo" y "descendía del cielo" muestran que el vigilante es un mensajero celestial. Es evidente que se reconocía al vigilante como portador de las credenciales del Dios del ciclo (PR 380), cuyas decisiones son inapelables.
15. La cepa de sus raíces dejaréis. Compárese con Job 14: 8 e Isa. 1: 11. Los futuros retoños de esta raíz (ver Job 14: 7-9) representaban, según se ve por la comparación de los vers. 26 y 36, la restauración de Nabucodonosor de su enfermedad, y no la continuación de la supremacía de su dinastía, como algunos comentadores han explicado. Es obvio que todo el pasaje se refiere a un individuo y no a una nación.
Con atadura. Muchos comentadores ven en esta aseveración una referencia a bandas de metal que se colocan alrededor de un tronco que sirve de raíz, probablemente para evitar que se agriete o se parta, aunque por los documentos antiguos no podemos demostrar que se haya practicado tal cosa. La LXX no hace mención de estas ataduras. Según esa versión, el vers. 15 reza: "Y así dijo: Dejad una raíz de él en la tierra, para que se alimente como buey con las bestias de la tierra, en las montañas de pasto". Teodoción prefiere el texto masorético. Ya que la interpretación del sueño no llama la atención a las ataduras, la interpretación de esa figura queda sujeta a conjeturas. En los vers. 15 y 16 hay una transición de la "cepa de sus raíces" a lo que la raíz representaba. Algunos hacen la transición en la frase que estamos considerando, y ven en las ataduras cadenas materiales, necesarias para atar al rey enloquecido (Jerónimo), o ataduras figuradas, que representarían las restricciones que se impondrían al monarca como resultado de su enfermedad. Sin embargo, parece más natural aplicar las ataduras a la cepa en sí misma y considerarlas como una indicación del cuidado que se tendría para conservar la cepa.
16. Su corazón. La transición de la figura del árbol al objeto que se simboliza ya se ha realizado claramente (ver com. vers. 15). El término "corazón" aquí parece indicar naturaleza. El rey tomaría la naturaleza de una bestia.
Siete tiempos. La mayoría de los intérpretes, tanto antiguos como modernos, explican que la palabra aramea 'iddan, "tiempo", aquí (también en los vers. 23, 25, 32; cap. 7: 25; 12: 7) significa "año". El texto de la LXX dice "siete años". Entre los primeros expositores que se inclinaron por esta opinión están Josefo (Antigüedades x. 10. 6), Jerónimo, Rashi, Ibn Ezra y Jefet. La mayoría de los expositores modernos también están de acuerdo con esta interpretación.
17. Vigilantes. Ver com. vers. 13. El uso del plural presupone la existencia de una asamblea o concilio celestial (ver Job 1: 6-12; 2: 1-6).
Para que conozcan los vivientes. Esta expresión revela el propósito divino de ejecutar la orden. El trato de Dios con Babilonia y su rey había de ser una ilustración para las otras naciones y sus reyes de los resultados de aceptar o rechazar el plan divino para con las naciones.
El Altísimo gobierna. En los asuntos de las naciones Dios está siempre ejecutando "silenciosa y pacientemente los consejos de su propia voluntad" (Ed 169). Algunas veces, como en ocasión del llamamiento de Abrahán, ordena una serie de acontecimientos destinados a demostrar la sabiduría de sus caminos. Otras veces, como en el caso del mundo antediluviano, permite que el mal siga su curso y dé así un ejemplo de la locura que significa oponerse a los principios correctos. Pero finalmente, como en la liberación de los hebreos de Egipto, interviene para que las fuerzas del mal no venzan a los instrumentos que él ha dispuesto para la salvación del mundo. Ya sea que Dios ordene, permita, o intervenga "el complicado juego de los acontecimientos humanos se halla bajo el control divino" y un "propósito divino predominante ha estado obrando manifiestamente a través de los siglos" (PR 393, 392; ver Ed 169; Rom. 13: 1).
"Dios ha asignado un lugar en su gran plan a toda nación" y a cada una ha dado la oportunidad de "ocupar su lugar en la tierra a fin de ver si éstas cumplirán el propósito del 'Vigilante y Santo'"(Ed 174, 172). Según los designios divinos, la función del gobierno es la de proteger y sostener a la nación, dar a su pueblo la oportunidad de alcanzar el propósito que el Creador tiene para él y permitir que las otras naciones hagan lo mismo (Ed 170), a fin de que todos los hombres "busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle" (Hech. 17: 27).
Una nación es fuerte en proporción con la fidelidad con que cumple el propósito de Dios para ella; su éxito depende del uso que hace del poder que se le encomienda; su cumplimiento de los principios divinos es siempre la medida de su prosperidad; y su destino está determinado por la actitud que sus dirigentes y pueblo tienen hacia esos principios (Ed 170, 169, 172-173; PP 576).
Dios imparte sabiduría y poder que mantendrán fuertes a las naciones que le permanezcan fieles, pero abandona a las que atribuyen su gloria a las realizaciones humanas y actúan independientemente de él (PR 367).
Los hombres "que rehusan someterse al gobierno de Dios son enteramente ineptos para gobernarse a sí mismos" (CS 641). Cuando en vez de proteger a los hombres, una nación se vuelve cruel y orgullosa opresora, su caída es inevitable (Ed 171). Cuando las naciones, una tras otra, rechazan los principios de Dios, su gloria se desvanece, su Poder desaparece y su lugar es ocupado por otras (Ed 172).
"Todos deciden su destino por propia elección" y al rechazar los principios de Dios, provocan su propia ruina (Ed 173, 172). "El complicado desarrollo de los sucesos humanos está bajo el gobierno divino. En medio de la lucha y el tumulto de las naciones, Aquel que se sienta por encima de los querubines dirige aún los asuntos terrenales" y "dirige todo para la ejecución de sus propósitos" (Ed 174). Ver com. cap. 10: 13.
Más bajo. Arameo shefal, "bajo", "humilde". En su forma verbal se traduce "humillado" en cap. 5: 22 y "humillar" en cap. 4: 37.
18. Dirás la interpretación de él. Ver com. vers. 7.
Los dioses santos. Ver com. vers. 8.
19. Atónito. Arameo shemam, que en la forma en que aquí se halla, significa "quedar duro de miedo", "quedar espantado". Daniel, habiendo comprendido inmediatamente el sueño y sus consecuencias, debe haberse sentido muy turbado por la responsabilidad de revelar su terrible significado al rey (ver cap. 2: 5).
Hora. Arameo sha'ah. Es imposible definir precisamente el lapso indicado por sha'ah. Puede ser un breve momento, o quizá un período más largo. Compárese los diferentes usos de sha'ah en los cap. 3: 6, 15; 4: 33; 5: 5. Debe haber pasado tiempo suficiente para que Daniel revelase a su protector real que sus "pensamientos lo turbaban [o lo alarmaban]". Sin duda Daniel estaba buscando las palabras y expresiones apropiadas por medio de las cuales haría conocer al rey las terribles nuevas de su futuro destino.
El rey habló. El hecho de que en ese momento Nabucodonosor hablara en tercera persona, no justifica la conclusión de los críticos de que otro hablaba de él, y que por lo tanto el documento no es genuino, o que este versículo incluye un dato histórico, interpolado en el documento. Cambios similares, de la primera a la tercera persona y viceversa, se encuentran en otros libros bíblicos (Esd. (Esd. 7: 13-15; Est. 8: 7-8) y en no bíblicos, antiguos y modernos (ver com. Esd. 7: 28).
El rey vio claramente la consternación que se reflejaba en el rostro de Daniel. Por la naturaleza del sueño difícilmente podría haber esperado oír algo agradable. Sin embargo, animó a su fiel cortesano para que le presentara toda la verdad sin temor de incurrir en el desagrado real.
Los que mal te quieren. Aunque Daniel había sido tomado cautivo por el rey y había sido deportado de su patria para servir a extraños que oprimían a su pueblo, no albergaba malos sentimientos hacia Nabucodonosor. En realidad, sus palabras testifican que sentía gran lealtad personal para con el rey, lo que quizá contrastaba con muchos de los judíos de su época. Por otra parte, las palabras de Daniel no deben necesariamente interpretarse como una expresión de malicia para los enemigos del rey. La respuesta es simplemente una respuesta cortés expresada en verdadero estilo oriental.
22. Tú mismo eres. Sin mantener al rey en suspenso durante mucho tiempo, Daniel le anunció lisa y llanamente -aunque sin duda el rey ya lo sospechaba- que el árbol representaba al mismo Nabucodonosor.
Hasta el cielo. Para algunos, los términos con los cuales el profeta describió la grandeza de Nabucodonosor pueden parecer exagerados, pero debemos recordar que Daniel usó el idioma y las expresiones propias de la corte de ese lugar y ese tiempo. Esas expresiones se parecen muchísimo al lenguaje jactancioso de Nabucodonosor que se encuentra en varias de las inscripciones de aquel rey, descubiertas por los arqueólogos. También se asemejan a las palabras empleadas por los predecesores asirios de Nabucodonosor y por otros monarcas orientales.
25. Con las bestias. Aunque las palabras del mensajero celestial implicaban claramente alguna fatalidad, los magos fueron incapaces de determinar la naturaleza del castigo. No se indica la razón de la expulsión del rey de la sociedad, pero quizá fue entendida por el rey. Se puede concluir que ese castigo era la demencia no sólo por las observaciones generales de este versículo, que describe su futuro, sino también por la declaración de que su "razón... fue devuelta" (vers. 34). No tiene fundamento la objeción de los críticos de que el rey fue expulsado por elementos desconformes que actuaban dentro del gobierno, o como resultado de una revuelta.
26. Te quedará firme. Muchos se han preguntado por qué el rey demente no fue muerto, o por qué sus súbditos o ministros de Estado no pusieron a algún otro en el trono vacante durante el tiempo cuando Nabucodonosor estuvo incapacitado. Se ha dado la siguiente explicación: Los supersticiosos de la antigüedad creían que todos los disturbios mentales eran causados por malos espíritus que se apoderaban de sus víctimas; que si alguien mataba al demente, ese espíritu se posesionaba del homicida o instigador del crimen; y que si su propiedad era confiscada o su cargo ocupado por otro, una terrible venganza recaía sobre los responsables de la injusticia. Por esa razón los dementes eran alejados de la sociedad, pero en otros sentidos no se los molestaba (ver 1 Sam. 21: 12 a 22: 1).
27. Tus pecados redime. Aquí se le comunica al orgulloso monarca un principio divino. Los juicios de Dios contra los hombres pueden evitarse por el arrepentimiento y la conversión (Isa. 38: 1-2, 5; Jer.18: 7-10; Jon. 3: 1-10). Por esa razón Dios anunció el inminente castigo de Nabucodonosor, pero le dio un año entero para que se arrepintiera y así evitara la calamidad anunciada (Dan. 4: 29). Sin embargo, el rey no cambió su manera de vivir, y en consecuencia atrajo sobre sí la ejecución del castigo. En contraste, los ninivitas, que tuvieron 40 días para arrepentirse, aprovecharon la oportunidad y ellos y su ciudad fueron salvados (Jon. 3: 4-10). "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas" (Amós 3: 7). Dios previene a pueblos y naciones de su inminente castigo. Envía un mensaje al mundo hoy para advertirle que su fin se acerca velozmente. Puede ser que pocos acepten tales advertencias, pero siendo que han recibido una adecuada amonestación, los hombres no tendrán excusa en el día de la desgracia.
Misericordias. Se amonestó al rey que practicase justicia para con todos sus súbditos y que fuera misericordioso con los oprimidos, los desdichados y los pobres (ver Miq. 6: 8). Estas virtudes frecuentemente se mencionan juntas (Sal. 72: 3-4; Isa. 11: 4).
29. En el palacio. No se sabe desde qué palacio miró Nabucodonosor la ciudad. Quizá desde el techo de los famosos jardines colgantes, cuyos gruesos y fuertes muros del fundamento han sido excavados, o desde el nuevo Palacio de Verano de la sección norte de la ciudad nueva, que es ahora un montículo de ruinas que se conoce con el nombre de Babil. Véase la Nota Adicional al final de este capítulo donde se halla una descripción de la Babilonia de Nabucodonosor.
30. Que yo edifiqué. Los estudiantes de la historia babilónico antigua recuerdan estas arrogantes palabras al leer las pretensiones del rey en las inscripciones que han sido conservadas en medio del polvo y los escombros de las ruinas de Babilonia. En una de esas inscripciones el orgulloso rey proclama: "Entonces construí yo el palacio, el asiento de mi realeza, el vínculo de la raza de los hombres, la morada del triunfo y el regocijo" (E. Schrader, Keilinschiftliche Bibliothek, t. III, parte 2, p. 39). En otro texto dice: "En Babilonia, la ciudad que yo prefiero, que yo amo, estaba el palacio, el asombro del pueblo, el vínculo de la tierra, el brillante palacio, la morada de la majestad sobre el suelo de Babilonia" (Id., p. 25). Las excavaciones en Babilonia han demostrado que Nabucodonosor tenía razones válidas para estar orgulloso de su maravillosa creación, aunque no han confirmado en todos los detalles las exageradas pretensiones de los escritores clásicos en cuanto al tamaño de la antigua Babilonia (ver Nota Adicional al final de este capítulo).
La pretensión de Nabucodonosor de haber "edificado" la ciudad de Babilonia no debe interpretarse como una referencia a su fundación, que ocurrió poco después del diluvio (Gén. 11: 1-9; cf. cap. 10: 10). Se refiere a la gran obra de reconstrucción comenzada por su padre Nabopolasar, y completada por Nabucodonosor. Las actividades de Nabucodonosor como constructor fueron tan extensas que eclipsaron a todo lo que se había realizado anteriormente. Se ha dicho que no se podía ver mucho que no hubiese sido construido durante su época. Esto era verdad en lo que respecta a los palacios, los templos, los muros y aun los barrios residenciales. El tamaño de la ciudad había sido más que duplicado por la adición de nuevas secciones a la vieja Babilonia, como suburbios en ambas márgenes del río Éufrates.
31. Vino una voz. Las arrogantes exclamaciones del rey fueron inmediatamente seguidas por su humillación. No se dice si esa voz fue oída por el rey solo o si su séquito también oyó las palabras celestiales.
33. Se cumplió. Muchos comentadores han identificado la enfermedad de Nabucodonosor con una forma de demencia en la cual los hombres se creen animales e imitan la manera de vida de las bestias.
Se ha encontrado un ejemplo antiguo de tales enfermedades mentales. Una tablilla cuneiforme, inédita, del Museo Británico menciona a un hombre que comía pasto como una vaca (F. M. Th. de Liagre Bóhl, Opera Minora [1953], p. 527). No es necesario identificar con precisión la enfermedad de Nabucodonosor ni igualarla con algo que conozca la ciencia médica hoy. Su caso puede haber sido único. El relato es breve, y un diagnóstico exacto hecho con tan poca información no tiene valor.
Plumas de águila. La palabra "plumas" ha sido agregada. El cabello, descuidado y expuesto durante mucho tiempo a la inclemencia del tiempo y a los rayos del sol, se pone duro y rebelde.
34. Al fin del tiempo. Es decir, el fin de los "siete tiempos", o siete años, predichos para la duración de la locura de Nabucodonosor (ver com. vers. 16).
Alcé mis ojos. Es significativo notar que se nos dice que el rey recuperó la razón cuando reconoció al verdadero Dios. Cuando el humillado rey levantó la vista al cielo en oración, fue elevado de la condición de una bestia bruta a la de un ser que lleva la imagen de Dios. El que durante años había yacido por tierra, impotente y humillado, fue una vez más exaltado a la dignidad humana que Dios ha concedido a sus criaturas, formadas a su semejanza. Lo fundamental del milagro que ocurrió en el caso de Nabucodonosor se repite todavía -aunque en forma menos espectacular- en la conversión de cada pecador.
Bendije al Altísimo. Habla bien del rey que en un tiempo fuera orgulloso, el hecho de que después de su tenebrosa vivencia sintiera en primer lugar el deseo de agradecer a Dios, alabarlo como el Eterno y reconocer su reinado perdurable.
35. Como nada. Compárese con Isa. 40: 17. La segunda mitad de este versículo es muy semejante a Isa. 43: 13. Algunos han sugerido la posibilidad de que al relacionarse con Daniel, el rey hubiera llegado a conocer las palabras de Isaías, y que repentinamente las recordó. La confesión fue maravillosa, especialmente en boca de este monarca, una vez tan arrogante. Es el testimonio de un penitente converso, una declaración que emana del corazón de un hombre que había aprendido por experiencia propia a conocer y reverenciar a Dios.
36. Me fue devuelta. Junto con la recuperación del entendimiento, Nabucodonosor también recobró su dignidad real y su trono. Para mostrar la estrecha relación entre el retorno de su razón y su restauración a la soberanía, este versículo repite (ver vers. 34) el primer elemento de su recuperación. El segundo sigue inmediatamente en la manera sencilla de la narración semítica. Un narrador en castellano podría haber dicho: "Cuando volvió mi entendimiento, entonces también volvieron mi condición real y mi gloria".
Me buscaron. Esta palabra "buscaron" no indica necesariamente que durante el período de su demencia se permitió que el rey vagara por los campos y el desierto sin ser vigilado; significa que lo buscaron teniendo en cuenta su puesto oficial. Cuando se supo que había recuperado la razón, los regentes del reino lo hicieron volver con todo el debido respeto para poder entregarle el gobierno nuevamente. Durante su demencia ellos habían atendido los asuntos del gobierno.
37. Alabo, engrandezco. Esta es la conclusión con que Nabucodonosor termina su proclama, en la cual, como un pecador convertido, reconoce la justicia de Dios. Su confesión de que Dios es "Rey del cielo" expresa su reverencia para con el Dios que acaba de encontrar. El restablecido monarca de Babilonia ha aprendido bien su lección (ver PR 382; EGW, Material Suplementario sobre este versículo). En cuanto al carácter progresivo de la comprensión que Nabucodonosor tuvo de Dios, ver cap. 2: 47; 3: 28; p. 779. 4CBA
NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 4
Bajo la dirección de Robert Koldewey, que trabajó para la Sociedad Oriental Alemana, se llevaron a cabo importantes excavaciones en Babilonia entre los años 1899 y 1917. En ellas se desenterraron algunas de las secciones más importantes de la gran zona de ruinas de la antigua Babilonia, si bien durante esas excavaciones hubo amplios sectores que no fueron tocados. Desde los albores de la historia, Babilonia fue una ciudad importante de Mesopotamia (Gén. 11). Hammurabi la constituyó en capital de su dinastía. Como sede del santuario del famoso dios Marduk, seguía siendo un centro religioso aun durante los períodos cuando no gozaba de supremacía política, como por ejemplo durante el tiempo cuando Asiria fue el principal poder mundial.
Cuando Nabopolasar recobró la independencia de Babilonia, la ciudad volvió a ser una vez más la metrópoli del mundo. Pero fue especialmente con Nabucodonosor, el gran propulsor del Imperio Neobabilónico, cuando Babilonia llegó a ser "hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos" (Isa. 13: 19).
Fue la ciudad de Nabucodonosor la que desenterró Koldewey durante los 18 años de excavaciones alemanas. Prácticamente no se encontraron restos de las etapas anteriores de la ciudad. La razón de esto es doble: (1) El cambio del lecho del río Éufrates elevó el nivel del agua y por lo tanto los estratos de las ciudades anteriores están ahora bajo el nivel del agua, y (2) la destrucción de Babilonia realizada por el rey asirio Senaquerib en el año 689 a. C. fue tan completa, que quedó poco de la antigua ciudad que pudieran descubrir las generaciones posteriores. Por eso, todas las ruinas visibles de hoy son del posterior Imperio Neobabilónico. Aun ellas muestran una desolación y confusión poco comunes, por dos razones: (1) Grandes partes de la ciudad fueron destruidas por el rey Jerjes de Persia después de dos cortas revueltas contra su gobierno. (2) Las ruinas de Babilonia fueron empleadas por Seleuco para construir Seleucia alrededor del año 300 a. C. La mayoría de los edificios de las aldeas vecinas, y de la ciudad de Hilla (o Hella), así como la gran represa del río Hindiya, fueron construidos con ladrillos de Babilonia.
A pesar de estas desventajas los excavadores lograron que se comprendiera mucho del plano de Babilonia de Nabucodonosor. Los antiguos documentos cuneiformes hallados durante la excavación ayudaron en esta tarea. Esos documentos contenían descripciones detalladas de la ciudad, de sus principales edificios, muros y barrios, de manera que se conoce más en cuanto al plano de la Babilonia de Nabucodonosor que de muchas ciudades medievales de Europa. Por eso estamos excepcionalmente bien informados en cuanto a la ciudad en cuyas calles caminó Daniel y acerca de la cual pronunció Nabucodonosor las arrogantes palabras que se registran en Dan. 4: 30.
El tamaño de la antigua Babilonia. Antes de que la pala del excavador revelase el verdadero tamaño de la Babilonia de Nabucodonosor y de la Babilonia de tiempos anteriores, los eruditos se fiaban de la descripción de Herodoto. Ese historiador pretende haber visitado Mesopotamia a mediados del siglo V a.C., y por eso a menudo se han considerado sus declaraciones como las de un testigo presencial. Afirma (i. 178-179) que Babilonia tenía la forma de un gran cuadrado, de aproximadamente 22 km. de lado. Esas medidas dan a los muros de la ciudad un largo total de 88 km., y a la ciudad misma una superficie de casi 490 km. cuadrados. También dice que sus muros tenían unos 25 m de grosor y 104 m de alto.
Antes de que las modernas excavaciones revelaran el tamaño de la antigua Babilonia, se trató de armonizar las declaraciones de Herodoto con las ruinas visibles. Por ejemplo, el asiriólogo francés Jules Oppert trató de explicar la declaración de Herodoto extendiendo el área de la ciudad de Babilonia hasta incluir a Birs Nimrud, a 19 Km. al suroeste de las ruinas de Babilonia, o a Tell el-Ojeimir, a 13 km. al oeste. Esta explicación es completamente insatisfactoria. Ya en los días de Oppert se sabía que Birs Nimrud es el sitio de la antigua Borsipa, y Tell el-Ojeimir el lugar de Kish, ambas ciudades famosas e independientes, con muros protectores separados. Puesto que no se han encontrado muros que rodeen tanto a Babilonia como a Borsipa o a Kish, y puesto que tal muro no se menciona en ninguno de los documentos de la época que describen la antigua ciudad, no puede aceptarse el cálculo de Oppert basado en la declaración de Herodoto respecto a la extensión de los muros de Babilonia.
Las excavaciones revelan que antes del tiempo de Nabucodonosor, la ciudad era casi cuadrada, con muros de más o menos un kilómetro y medio de largo en cada lado; en el mapa de la p. 823 se la llama la Ciudad Interior. Los palacios y edificios de la administración estaban en la sección noroeste de la ciudad, y al sur de ellos estaba el principal conjunto de templos, llamado Esagila, dedicado al dios principal de Babilonia, Marduk. El río Eufrates corría a lo largo del muro occidental de Babilonia. Cuando Babilonia sirvió de capital al vasto imperio de los tiempos de Nabopolasar y Nabucodonosor, necesitó ser agrandada. Se construyó una nueva sección sobre la margen occidental del Eufrates. Se conoce su extensión, pero se han realizado pocas excavaciones en esa zona. Lo que se sabe en cuanto a sus templos y calles son los datos obtenidos de los documentos cuneiformes que describen ese barrio. La sección nueva estaba unida con la ciudad vieja por un puente que descansaba sobre ocho pilares, como lo han revelado las excavaciones.
Nabucodonosor también construyó un palacio nuevo muy alejado de la ciudad vieja y al norte de ella, el así llamado Palacio de Verano. Un gran muro exterior fue construido para abarcar también ese palacio. El nuevo muro aumentó mucho el tamaño de la ciudad. No hay evidencia de que haya habido muro a lo largo del río desde el Palacio de Verano hasta el sector del antiguo palacio. Por lo tanto, se ha llegado a la conclusión de que se consideraba el río como una protección suficiente.
Los muros, que en su mayor parte pueden aún verse claramente como montículos largos y altos, miden unos 21 km. Esta medida es la del largo total de los muros, tanto de la ciudad interior como de la ciudad exterior. El perímetro de la ciudad de Nabucodonosor, incluyendo la tierra ribereña, desde el Palacio de Verano hasta el sector del antiguo palacio, era de unos 16 km.
Excavaciones realizadas en tiempos modernos han revelado el grosor de los diferentes muros y muestran que necesita modificarse la descripción de Herodoto sobre este punto. Las fortificaciones que rodeaban la Ciudad Interior consistían de muros dobles, de los cuales el muro interior tenía 6,5 m de espesor, y el muro exterior 3,7 m de grosor. El sistema de fortificaciones exteriores también era doble, con un relleno de ripio entre ambos muros y un camino en la parte superior, de acuerdo con Herodoto. El grosor de cada uno de ellos era el siguiente: muro interior, 7 m; espacio para rellenar, 11,2 m; muro exterior, 7,8 m, más una especie de contrafuerte en la base, de 3,3 m de espesor. El ancho total de la fortificación exterior era de 29,39 m. De sus muchas torres, 15 ya han sido excavadas.
"Las excavaciones no indican la altura de los antiguos muros, ya que quedan sólo las bases. En ninguna parte tienen éstos más de 12 m (en la Puerta de Ishtar). Es casi inconcebible que aun un muro doble, con una base de 29 m de espesor, pueda haber alcanzado una altura de 103 m. No se conocen ejemplos antiguos ni modernos de un muro de ciudad de tales proporciones. Por eso la declaración de Herodoto en cuanto a la altura del muro de Babilonia debe también descartarse.
¿Por qué razón hubo esas imprecisiones? Se ha dado la siguiente explicación: Cuando Herodoto visitó Babilonia, la ciudad yacía mayormente en ruinas, habiendo sido destruida por Jerjes después de dos serias revoluciones contra su gobierno. Estaban completamente demolidos los templos, palacios y todas las fortificaciones. En ocasión de su visita, Herodoto tuvo que depender de informes orales en cuanto al estado previo de las cosas, la apariencia de los edificios y el tamaño de la ciudad y de los muros. Puesto que él no hablaba el idioma babilonio, sino que dependía de un guía que hablaba griego, puede haber recibido ciertas informaciones imprecisas debido a dificultades de traducción. Además algunas de sus declaraciones erróneas pueden haberse debido a una memoria defectuosa.
F.M. Th. [de Liagre] Böhl sugiere que Herodoto puede haber tenido en cuenta toda la Babilonia fortificada, incluso todas las zonas comprendidas en la región que podía inundarse en tiempo de peligro. Böhl recuerda a sus lectores el hecho de que al lego le es muy difícil distinguir entre los diques de canales secos y los restos de muros de antiguas ciudades.
La única diferencia es la ausencia de fragmentos de alfarería en los diques. Aquéllos se encuentran en abundancia junto a antiguos muros de la ciudad. Por lo tanto, debe considerarse posible que Herodoto tomó por restos de los muros de la ciudad a algunos de los muchos diques de los canales (ver Ex Oriente Lux, Jaarbericht 10, 1945-48, 498, 28).
Aunque la antigua Babilonia no tenía el tamaño fantástico que le atribuyera Herodoto, la ciudad era enorme para un tiempo cuando las ciudades eran muy pequeñas de acuerdo con los conceptos que hoy tenemos. Su perímetro de unos 17 km. es superior al perímetro de 12 km. de Nínive, capital del imperio de Asiria; al de los muros de la Roma imperial, de 10 km. de perímetro; y al de los 6 km. de los muros de Atenas en el tiempo del apogeo de esa ciudad en el siglo V a. C. Esta comparación con otras ciudades famosas de la antigüedad muestra que Babilonia era, con la posible excepción de la egipcia Tebas -que entonces ya estaba en ruinas- la más extensa y la más grandiosa de todas las capitales antiguas, aunque fue mucho más pequeña de lo que la describieron posteriormente los escritores clásicos. Es comprensible por qué Nabucodonosor sintió que tenía derecho a jactarse de haber construido "la gran Babilonia... con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad" (Dan. 4: 30).
Una ciudad de templos y palacios. Los antiguos babilonios estimaban que su ciudad era el "ombligo" del mundo por el hecho de que allí estaba el santuario del dios Marduk, a quien se consideraba como señor del cielo y de la tierra, el principal de todos los dioses. Por eso Babilonia era un centro religioso sin rival en la tierra. Una tablilla cuneiforme del tiempo de Nabucodonosor enumera 53 templos dedicados a dioses importantes, 955 pequeños santuarios y 384 altares callejeros; todos ellos dentro de los límites de la ciudad. Por comparación, Asur, una de las principales ciudades de Asiria, con sus 34 templos y capillas, hacía una impresión relativamente pobre. Se puede comprender bien por qué los babilonios estaban orgullosos de su ciudad, cuando decían: "Babilonia es el origen y centro de todas las tierras". Su orgullo se refleja en las famosas palabras de Nabucodonosor citadas en el comentario sobre el pasaje del cap. 4:30, y también en un antiguo canto de alabanza (tal como lo da E. Ebeling, Keilschrifttexte aus Assur religiósen Inhalts, (1), [Leipzig, 1915], 8):
"Oh Babilonia, quienquiera que te contempla se llena de regocijo, Quienquiera que habita en Babilonia aumenta su vida, Quienquiera que habla mal de Babilonia es como el que mata a su propia madre. Babilonia es como una dulce palma datilera, cuyo fruto es hermoso de contemplar".
El centro de la gloria de Babilonia era la famosa torre templo Etemenanki, "la piedra fundamental del cielo y de la tierra", que tenía una base cuadrada de 90 m de lado y más de 90 m de alto. Este grandioso edificio sólo era sobrepasado en altura en tiempos antiguos por las dos grandes pirámides de Giza (o Gizeh) en Egipto. La torre puede haber sido construida en el lugar donde una vez estuvo la torre de Babel. La construcción de ladrillos tenía siete niveles, de los cuales el más pequeño y más elevado era un santuario dedicado a Marduk, principal dios de Babilonia. Ver com. Gén. 11: 9.
Un gran conjunto de templos, llamado Esagila -literalmente: "El que levanta la cabeza"-, rodeaba la torre Etemenanki. Sus patios y edificios fueron el escenario de muchas ceremonias religiosas realizadas en honor de Marduk. Grandes y pintorescas procesiones terminaban en este lugar. Con excepción de] gran templo de Amón en Karnak, Esagila fue el más grande y más famoso de todos los templos del antiguo Cercano Oriente. Ya tenía una larga y gloriosa historia cuando Nabucodonosor ascendió al trono, y el nuevo rey reconstruyó completamente y hermoseó extensas secciones del conjunto de templos, incluso la torre Etemenanki.
Los palacios de Babilonia revelaban un lujo extraordinario tanto en número como en tamaño. Durante su largo reinado de 43 años Nabucodonosor construyó tres grandes castillos o palacios. Uno de ellos estaba en la Ciudad Interior y los otros fuera de ella. Uno es conocido como Palacio de Verano, en la parte más septentrional del nuevo barrio oriental. El montículo que ahora cubre sus restos es el más alto entre los que constituyen las ruinas de la antigua Babilonia, y es el único lugar que aún lleva el antiguo nombre de Babil. Sin embargo, la completa destrucción de este palacio en tiempos antiguos y el subsiguiente saqueo de los ladrillos de su estructura no han dejado mucho para que descubra el arqueólogo. Por eso sabemos poco respecto a ese palacio.
Otro gran palacio, al cual los excavadores dan ahora el nombre de Palacio Central, estaba inmediatamente fuera del muro norte de la Ciudad Interior. Este también fue construido por Nabucodonosor. Los modernos arqueólogos también encontraron este gran edificio sumamente desolado, con excepción de una parte del palacio, el Museo de Antigüedades. Aquí se habían coleccionado y puesto en exhibición objetos valiosos del glorioso pasado de la historia de Babilonia, tales como estatuas antiguas, inscripciones y trofeos de guerra, con el propósito de que "los hombres contemplen", según lo expresara Nabucodonosor en una de sus inscripciones.
El Palacio del Sur estaba en el rincón noroeste de la Ciudad Interior, e incluía, además de otros edificios, los famosos jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Un gran edificio abovedado estaba coronado por un jardín en la azotea, regado por un sistema de cañerías por el cual el agua era bombeada hasta arriba. Según Diodoro, Nabucodonosor construyó este maravilloso edificio para que su esposa meda tuviera en medio de Babilonia, plana y sin árboles, un sustituto de las colinas arboladas de su tierra natal que ella echaba de menos. En las bóvedas bajo los jardines colgantes se almacenaban provisiones de cereales, aceite, frutas y especias para abastecer a la corte y a los que dependían de ella. Los excavadores hallaron en estas piezas documentos de la administración, algunos de los cuales mencionan que el rey Joaquín de Judá recibía raciones reales.
Junto a los jardines colgantes estaba un extenso conjunto de edificios, salones y habitaciones que habían reemplazado al palacio más pequeño de Nabopolasar, padre de Nabucodonosor. Este Palacio del Sur era considerado la residencia oficial del rey, el lugar donde se desarrollaban todas las ceremonias del Estado. En el centro estaba la gran sola del trono, de 52 m de largo, 17 m de ancho y posiblemente 18 m de alto. Quizá esta inmensa sala fue el lugar donde Belsasar celebró su banquete la última noche de su vida, porque ninguna otra sala del palacio era lo suficientemente grande para ubicar a mil invitados (ver Dan. 5: 1).
Una de las edificaciones más llenas de colorido de aquella ciudad era la famosa Puerta de Ishtar, junto al Palacio del Sur, que formaba una de las entradas del norte de la Ciudad Interior. Era la más hermosa de las puertas de Babilonia, porque por ella pasaba la calle de las procesiones, que llevaba de los distintos palacios reales al templo de Esagila. Felizmente esta puerta no fue tan completamente destruida como los otros edificios de Babilonia y es ahora la más impresionante de todas las ruinas de la ciudad. Se eleva todavía a una altura de unos 12 m.
Las edificaciones interiores de los muros y puertas de la ciudad, de los palacios y de los templos eran de adobes. Las capas exteriores estaban hechas de ladrillos cocidos y en algunos casos, de ladrillos esmaltados. Los ladrillos exteriores de los muros de la ciudad eran de color amarillo; los de las puertas, celestes; los de los palacios, rosados; y los de los templos, blancos. La puerta de Ishtar era una construcción doble, debido a los muros dobles de la ciudad. Tenía 50 m de largo y constaba de cuatro estructuras semejantes a torres de grosor y altura que variaban. Las paredes eran de ladrillos cuyas superficies esmaltadas formaban figuras de animales en relieve. Había por lo menos 575 de éstos. Había toros amarillos con hileras de adorno de pelo azul y cuernos y pezuñas verdes. Estos alternaban con bestias mitológicas amarillas, llamadas sirrush, que tenían cabezas y colas de serpientes, cuerpos escamados y patas de águilas y gatos (ver una ilustración frente a p. 896, y en SDA Bible Dictionary, fig. 137).
El acceso a la Puerta de Ishtar (ver la ilustración frente a la p. 896) a ambos lados de la calle tenía muros de defensa. En esas paredes había leones de ladrillo esmaltado, en relieve, de color blanco con melenas amarillas o amarillos con melenas rojas (que ahora se han vuelto verdes) sobre un fondo azul.
Tal era la pintoresca y fuerte ciudad que el rey Nabucodonosor había construido: la maravilla de todas las naciones. Su orgullo por ella está reflejado en las inscripciones que dejó para la posteridad. Una de ellas, ahora en el Museo de Berlín, reza así: "Yo he hecho a Babilonia, la santa ciudad, la gloria de los grandes dioses, más destacada que antes, y he impulsado su reconstrucción. He hecho que los santuarios de dioses y diosas sean iluminados como el día. Ningún otro rey entre todos los reyes jamás ha creado, ningún otro rey anterior ha construido jamás, lo que yo he construido magníficamente para Marduk. Fomenté al máximo la habilitación de Esagila, y la renovación de Babilonia más de lo que se había hecho antes. Todas mis obras valiosas, el embellecimiento de los santuarios de los grandes dioses que yo emprendí, más que mis antepasados reales, yo escribí en un documento y puse por escrito para las generaciones venideras. Todos mis hechos, que yo he escrito en este documento leerán aquellos que sepan [leer] y recordarán la gloria de los grandes dioses. Sea largo el camino de mi vida, me regocije yo en mi simiente; gobierne mi simiente sobre los pueblos de cabeza negra para toda la eternidad y la mención de mi nombre sea proclamado para bien en todos los tiempos futuros". (4CBA) Ministerio Hno. Pio
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