1 Corintios 15. LA CERTEZA, SU NATURALEZA LITERAL Y LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN EN LA 2° VENIDA DE CRISTO:
LA CERTEZA DE LA RESURRECCIÓN: vers. (1-11) Por medio de la resurrección de Cristo, (12-20) Pablo prueba la seguridad de nuestra resurrección para refutar a quienes negaban la resurrección del cuerpo. (21-34) La siembra y el fruto.
LA NATURALEZA LITERAL DE LA RESURRECCIÓN: Vers. (35-50) ilustran la resurrección.
LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN REALIZADA EN LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO: Vers. (51-58) La transformación que experimentarán los que estén vivos en el último día.
1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;
8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. 11 Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído.
12 Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? 13 Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. 15 Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. 20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. 25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. 27 Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. 28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
29 De otro modo, ¿Qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?
30 ¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora? 31 Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero. 32 Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos. 33 No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. 34 Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.
35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? 36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; 38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. 39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. 40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. 41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.
42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. 44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. 50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es él pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. (1 Corintios 15).
1. Además. Gr. dé, "pero" o "ahora bien". Se señala un cambio en el hilo del pensamiento y la introducción de un nuevo tema: la resurrección.
Este capítulo contiene lo que podría llamarse la gloria con la cual culmina la epístola: una exposición de la verdad de la resurrección.
El tema puede ser dividido en cuatro secciones: (1) La prueba de que hay resurrección (vers. 1-34); (2) la naturaleza de los cuerpos de los que serán resucitados (vers. 35-50); (3) una afirmación en cuanto a lo que sucederá con los que estén vivos en el segundo advenimiento de Cristo (vers. 51-54); (4) las consecuencias reales de esta doctrina (vers. 55-58).
En el testimonio de la resurrección de Jesús, dado en los vers. 3-8, se refieren algunos hechos no registrados en los Evangelios (vers. 6-7).
En el capítulo se declara que la muerte y resurrección de Cristo fueron temas de antiguas profecías y sucesos confirmados por el testimonio de testigos vivientes (vers. 5-6). Este es uno de los testimonios más antiguos escritos en cuanto a la resurrección, redactado dentro de los primeros 25 años después de acontecido ese hecho (ver las pp. 105-107). Muestra que la evidencia de la resurrección, como hecho literal e histórico, fue suficiente para convencer el poderoso intelecto de un contemporáneo hostil: Pablo.
Entre los errores que se habían introducido en la iglesia de Corinto como resultado del rebajamiento de las normas morales por parte de algunos creyentes, estaba el rechazo de la creencia en la resurrección (ver 3:3; 5:1-2; HAp 257). La forma detallada en que Pablo trata esta doctrina destaca su vital importancia (cf. Juan 5:28-29; 11:25; Hech. 23:6; 24:14-15; Rom. 1:3-4; Fil. 3:10-11; Apoc. 20:6).
Satanás siempre está listo para hacer desaparecer una verdad vital y reemplazarla con un error. Por esta razón los cristianos deben repasar frecuentemente las principales verdades evangélicas, llenando sus mentes con ellas para que no haya lugar a ideas equivocadas (ver com. 2 Tim. 2:15).
Declaro. Gr. gnÇrízÇ, "hacer saber"; pero como Pablo está repitiendo lo que ya ha dicho a los corintios, la palabra podría usarse en el sentido de "reiterar", "recordar".
El apóstol creía que era necesario repetir la sustancia de su predicación, y al hacerlo ponía especial énfasis en la doctrina de la resurrección.
Evangelio. Ver com. Mar. 1:1. El contenido del Evangelio o "buena nueva" que predicaba Pablo a los corintios, puede reunirse de los cap. 1:7-9, 17-24; 2:2; etc., en donde se verá que la cruz de Cristo se destaca en el mensaje. La doctrina de la muerte expiatoria del Salvador (cap. 15:3) está necesariamente asociada con este tema central.
Todo lo que se relaciona con la vida de Cristo en la tierra tiene interés e importancia para el creyente; pero Pablo revela aquí que la gloriosa noticia de que uno ha sido salvado del pecado llega a su máxima altura con la resurrección.
Recibisteis. Pablo había predicho fielmente el Evangelio, y ahora recuerda a los miembros de la iglesia que ellos habían recibido y aceptado su mensaje.
Perseveráis. "Permanecéis firmes" (BJ), "os mantenéis firmes" (NC). La flexión del verbo griego sugiere que permanecieron y continuaban permaneciendo en la fe que Pablo les había predicado.
Él había fundado la iglesia de Corinto (Hech. 18), y por eso era correcto que les recordara las grandes verdades sobre las cuales se había establecido la iglesia, pero de las cuales se había desviado su atención debido a cosas extrañas que se habían introducido entre ellos, como luchas y disputas. Es bueno que los cristianos recuerden con frecuencia el Evangelio mediante el cual el Espíritu Santo efectuó su conversión; ese recuerdo los ayudará a mantenerse humildes e impedirá que dependan de sus propias filosofías (cf. Col. 2:8).
2. Retenéis. Mejor "seguís reteniendo con firmeza", refiriéndose a lo que Pablo les había predicado. Este retener con firmeza significa más que el asentimiento intelectual a las doctrinas; indica una convicción absoluta en lo que se ha creído. Una convicción tal induciría a un comportamiento compatible con su fe y no les permitiría albergar pensamientos erróneos.
Salvos. Literalmente "estáis siendo salvados". La salvación es una experiencia continua (ver com. Rom. 8:24; cf. PVGM 46).
Creísteis en vano. No había nada malo en el mensaje que se les había predicado, pero la forma en que los corintios creían en ese mensaje podía permitir dudas. Si su creencia era a medias, tenía poco valor. Si su fe era firme, descubrirían que la doctrina de Pablo era suficiente para guiarlos por el camino de la salvación. Después de decirles eso, el apóstol procede a asegurarles que ciertamente él les había dado el verdadero Evangelio.
3. Primeramente. Primeramente en orden de presentación, o en importancia. El apóstol enumera cuatro "primeros" hechos que había transmitido a los creyentes: (1) Cristo murió por nuestros pecados, (2) Cristo fue sepultado, (3) Cristo fue resucitado, y (4) Cristo apareció (vers. 3-5). Algunos han sugerido que esto forma la base del credo cristiano más antiguo que se conoce.
Enseñado. Literalmente "entregué". "Os transmití" (BJ, BC).
Pablo nunca pretendió ser el autor del Evangelio que predicaba. Aclara que estaba transmitiendo un mensaje que le había sido dado por el Señor (cf. 1 Cor. 11:2,23; Gál. 1:12; Efe. 3:2-3). Esto destaca el origen divino de la doctrina que él predicaba, ensalzando así su mensaje y haciendo imperativa su observancia.
Por nuestros pecados. La preposición griega hupér, traducida "por", tiene el sentido de "a causa de" o "en lugar de". Jesús, el Cordero de Dios, murió como una ofrenda expiatorio a causa de nuestros pecados. Murió para expiar el pecado (ver com. Rom. 3:24-26; 4:25; 5:8; 2Cor. 5:21; Gál. 1:4; 1 Ped. 2:24).
Este es el primer gran hecho enseñado por Pablo a los corintios.
La muerte vicaria de Cristo expió nuestros pecados, pero Cristo no permaneció bajo el poder de la muerte. Como no pecó, la muerte no pudo retenerlo, y resucitó triunfante de la tumba (ver com. Juan 10:17; Hech. 2:22-24).
Escrituras. Es evidente que Pablo había dado a la fe de sus conversos una base completamente bíblica, y ahora podía recurrir a muchas de las profecías concernientes al Mesías que se encuentran en el AT (cf. com. Luc. 24:26-27, 44).
Su hábil aplicación de los pasajes que tratan de la vida, los sufrimientos y la muerte del Mesías prometido, había convencido en diferentes ocasiones a sus oyentes y acallado la oposición de sus críticos judaizantes (ver com. Hech. 9:19-22; 13:14-41; 17:3; 18:4-6; 24:14; 26:4-8, 22-23; 28:23).
4. Sepultado. La sepultura de Cristo comprobaba que nuestro Salvador sí había muerto y proporcionaba la condición necesaria anterior a la resurrección.
El pedido de José de Arimatea, de que se le permitiera quitar el cuerpo del Salvador de la cruz, hizo que Pilato preguntara acerca de si era cierto que había muerto (Mar 15:43-45). Los preparativos para su sepultura como se registran en los Evangelios y el relato de que fue colocado en la tumba y custodiado por soldados romanos ante la instigación de los principales sacerdotes, confirman que murió (ver Mat. 27:57-60, 62-66; Luc. 23:50-56; Juan 19:38-42).
Resucitó. Gr. "ha sido resucitado", que corresponde con la voz pasiva y tiempo perfecto; por lo tanto, transmite el significado de que ha sido resucitado y aún vive. Las flexiones verbales previas "murió" (vers. 3) y "fue sepultado" (vers. 4), están en el tiempo del aoristo, que corresponde con sucesos históricos del pasado, en contraste con el sentido de continuidad implicado por el perfecto. De modo que Pablo está destacando no sólo que Jesús había resucitado de los muertos, sino que continuaba estando resucitado, y que permanece en la condición de haber resucitado.
Tercer día. En cuanto al intervalo entre la muerte de Cristo y su resurrección, ver t. V, pp. 239-242. Cf. Mat. 12:40; Luc. 24:46.
5. Apareció. Pablo sigue enumerando los principales puntos del Evangelio que había transmitido a los corintios (vers. 3).
Cefas. Gr. k'fás, transliteración del nombre arameo Kefa´, que se tradujo al griego como Pétros, de donde deriva Pedro (ver com. Mat. 4:18). En cuanto a la aparición de Cristo a Pedro, ver com. Luc. 24:34. Pablo recurre al testimonio de los que habían tenido un conocimiento directo de la resurrección, y especialmente de los que aún vivían, para que confirmaran esa verdad. Teniendo en cuenta que sólo estaba repitiendo puntos de la doctrina que previamente les había predicado, no trató de presentar todas las pruebas posibles, sino que sólo resumió lo que ellos ya conocían.
Doce. Algunos MSS antiguos dicen "once"; sin embargo, la evidencia textual (cf. p. 10) establece el texto "doce".
Posiblemente pueda verse aquí un intento de armonizar el versículo con el número de los apóstoles que quedaron después de la muerte de Judas y antes de la elección de Matías (cf. Hech. 1:26). Cuando Cristo se apareció por primera vez a sus apóstoles, sólo diez estaban presentes, pues Tomás no estaba en el grupo (Juan 20:24). Pero sin duda Pablo está usando el número "doce" como el título oficial del grupo apostólico. Por lo tanto, no hay una discrepancia vital entre este versículo y los hechos históricos.
6. A más de quinientos. Los Evangelios no mencionan el hecho de que Jesús apareciera a un grupo tan grande, pero una afirmación de Mateo sin duda se refiere a esta reunión (cf. cap. 28:10,16; Nota Adicional de Mat. 28).
Los once, en obediencia a la instrucción de su Salvador resucitado (Mat. 28:9-10), fueron a Galilea. Es difícil suponer que se reservaron para sí la noticia de esta cita de origen divino, sino que sin duda informaron a los creyentes que Jesús tenía el plan de encontrarse con ellos. Más de 500 respondieron a la invitación, lo que demuestra que el Señor tenía muchos más discípulos de lo que generalmente se supone.
Muchos viven aún. "La mayor parte viven" (BJ). La mayor parte de los 500 vivía cuando Pablo escribió su epístola, los cuales podían a una sola voz dar un poderoso testimonio de la certeza de la resurrección de Cristo, pues un acontecimiento que podía ser confirmado por tantos testigos no podía desestimarse fácilmente.
Duermen. Gr. koimáÇ, "dormir" (ver com. Juan 11:11). Esta expresión se usa en las Escrituras para significar la muerte (ver Mat. 9:24; Hech. 7:60; 1 Cor. 15:18; 1 Tes. 4:13-15; 2 Ped. 3:4).
7. Jacobo. No hay una prueba que demuestre de cuál Jacobo se trata, pero la mayoría de los comentadores lo identifican con Jacobo, el hermano del Señor. En cuanto a la identificación de los diversos personajes que se llaman Jacobo, ver la Introducción a la Epístola de Santiago (o Jacobo).
No hay ningún otro registro de la aparición del Señor a Jacobo, pero si el Jacobo que aquí se menciona era en verdad el hermano del Señor, el mismo que presidió el concilio de la iglesia en Jerusalén (ver com. Hech. 12:17; 15:13), entonces Pablo se había encontrado con él en Jerusalén, y sin duda había escuchado de Jacobo el testimonio personal de la aparición que aquí se menciona.
Todos los apóstoles. Sin duda se refiere a la última aparición de Cristo a los apóstoles cuando ascendió al cielo (Hech. 1:6-12).
8. Último de todos. Estas palabras parecen indicar que la enumeración precedente de apariciones está dispuesta en orden cronológico, y que Pablo fue el último a quien Cristo se apareció personalmente.
Abortivo. Gr. éktrÇma, "aborto", "feto nacido muerto". "Aborto" (NC); "siendo como soy el abortivo" (BC). Esta palabra sólo aparece aquí en el NT griego, pero se usa en la LXX (Núm. 12:12; Job 3:16; Ecl. 6:3).
El apóstol quiere decir que, en comparación con los otros apóstoles no es mejor que un bebé que nace muerto. Los otros discípulos crecieron y maduraron mientras ejercían su ministerio, pero Pablo fue introducido súbitamente en su apostolado.
También podría estar expresando su sentimiento de indignidad de ser contado entre los discípulos debido a la forma como había tratado antes a los que creían en Cristo (ver com. Hech. 7:58; 8:1, 3;9:1,13,21; 26:10). Por medio de su incansable diligencia parecía haber demostrado que sentía la gran obligación de compensar su falta de trato personal con Jesús.
9. El más pequeño. Había sido el último de os (vers. 8), ahora afirma que es el más pequeño (cf. com. Efe. 3:8).
No soy digno. Pablo reconoce la verdad de que nadie, en ningún sentido, es digno de ser llamado al servicio de Dios (ver com. 2 Cor. 3:5).
Porque perseguí. Parece que nunca se perdonó su anterior fiera oposición a los creyentes cristianos, y que el recuerdo de esa experiencia tendía a mantenerlo humilde y continuamente agradecido por la bondad del Señor (ver Hech. 22:4; 26:9-11; Gál. 1:13; 1 Tim. 1:13). El perdón de Dios produce en el corazón verdaderamente convertido una sensibilidad al pecado y un sentimiento de gratitud y humildad. Esta experiencia capacita al creyente para testificar a otros.
10. Gracia de Dios. Para una definición de "gracia", ver com. Rom. 3:24. Todo lo que Pablo había llegado a ser o que había alcanzado en el servicio del Señor, lo atribuía a la misericordia inmerecida, al favor y el poder de Dios.
Había aprendido la lección esencial de que todas las adquisiciones humanas no tienen valor en la obra de Dios si el alma no ha recibido esa vida espiritual procedente de Dios que se llama "gracia". Pablo sabía que todo su celo, toda su piedad, toda su capacidad y todo su éxito como apóstol, eran el resultado del favor inmerecido que Dios había manifestado para con él. Por la gracia de Dios había podido hacer más que los otros misioneros.
Soy lo que soy. Esta frase destaca la condición espiritual de Pablo; no contiene un egotismo jactancioso.
No ha sido en vano. En estas palabras se manifiesta una nota de agradecida satisfacción. Pablo estaba contento porque la gracia de Dios no se malgastó cuando le fue conferida a él.
He trabajado más. Es decir, más intensamente. La consagración y el trabajo tenaz rara vez dejan de producir un abundante fruto. Pero como lo revela la frase siguiente, el apóstol no permitía que el orgullo echara a perder su éxito como evangelista. No yo. Pablo no daba oportunidad para que nadie se imaginara que se estaba gloriando; rendía toda la gloria a Dios. Todos los que alcanzan verdadero éxito en la obra de Dios en la tierra, reconocerán que cualquier bien que hayan realizado ha procedido de la gracia de Dios que los capacita (cf. Gál. 2:20; Fil. 2:13; 4:13).
11. Porque. Pablo termina aquí la comparación entre él y los otros apóstoles (9-10), y llega a la conclusión de que como todo testimonio cristiano valedero recibe su poder de Dios, la identidad y la personalidad del agente humano son relativamente de poca importancia.
Así predicamos. ¡Qué valiente afirmación en cuanto a la unidad del testimonio apostólico! Todos los apóstoles daban el mismo testimonio en cuanto a la resurrección de Cristo. Por lo tanto, no tenía importancia quién de ellos había llevado el mensaje a los corintios.
Este principio es de aplicación universal, y puede ser recordado con provecho por la iglesia moderna. El instrumento humano es nada más que un portavoz usado por el Espíritu Santo para llevar la verdad a los hombres, y si el éxito corona sus esfuerzos, el mérito pertenece a Dios (cf. cap. 3:6).
Así habéis creído. Pablo recuerda a sus lectores de Corinto la forma en que originalmente aceptaron la doctrina que él les comunicó, que era la de todos los apóstoles.
12. Pero. Con este versículo da comienzo el apóstol a sus argumentos estrechamente entrelazados en cuanto a la resurrección.
En los vers. 5-8 ha establecido la base histórica de la resurrección presentando el testimonio de una multitud de testigos presenciales fidedignos. Ahora pregunta cómo, teniendo en cuenta este hecho bien comprobado, algún creyente corintio podía negar una resurrección general de los muertos.
No hay resurrección. Es evidente que había algunos en Corinto que negaban la posibilidad de una resurrección corporal de los muertos.
En los vers. 13-19. Pablo demuestra la naturaleza nociva de una negación tal, y demuestra cómo esa creencia es incompatible con el hecho demostrado de que Jesús había resucitado (ver también vers. 16).
13. Tampoco Cristo resucitó. Si se consideraba que era imposible la resurrección de los muertos, que era un absurdo creer en ella, entonces debía deducirse que Cristo no había resucitado de la tumba, pues la objeción general contra la resurrección de los muertos se aplicaría también a la resurrección de Cristo. Por lo tanto, no es posible negar la resurrección general sin negar implícitamente la resurrección de Jesús, tan bien comprobada. Pablo dice que éste es el resultado inevitable de negar la resurrección, e implica una negación del cristianismo, la eliminación de la esperanza del cristiano de la vida eterna.
14. Vana. Gr. kenós, "vacío", "sin contenido", "carente de verdad" (cf. com. vers. 17), una adecuada descripción de cualquier tentativa de predicar el Evangelio sin tener en cuenta la resurrección de Jesús. Semejante predicación sería "vacía", despojada de uno de sus hechos históricos centrales. Si Cristo no resucitó, el testimonio cristiano es hallado falto por dos motivos: (1) Jesús declaró repetidas veces que resucitaría de los muertos (Mat. 16:21; 17:22-23; 20:17-19; etc.), y si no resucitó, fue un impostor; (2) los apóstoles basaban su predicación en un suceso que afirmaban que había ocurrido, y de esa manera compartían la impostura, y predicaban una esperanza que no podía cumplirse.
Predicación. Gr. kérugma, "lo predicado". El énfasis está en el contenido de la predicación (ver com. cap. 1:21).
Vuestra fe. No creer en la resurrección invalida no sólo la predicación apostólica sino también la creencia en esa predicación. Poniendo en duda la posibilidad de una resurrección, tales hombres estaban destruyendo todo lo que antes habían estimado como precioso.
15. Falsos testigos de Dios. La deducción es que habría sido un pecado predicar que Cristo había resucitado de entre los muertos si no hubiera sido así, pues habría sido inicuo decir que Dios había hecho algo que no había hecho, como hubiera sido si no hay resurrección y Cristo no hubiera resucitado. Los apóstoles habrían estado anunciando la resurrección como un acto de Dios y afirmando que habían sido testigos de un suceso que nunca aconteció.
Al cual no resucitó. Pablo está considerando detenidamente la actitud del escéptico hacia la resurrección. Su argumento se ocupa de la suposición de que los muertos no resucitan, aunque él no apoya esa opinión. La negación de la posibilidad de una resurrección general demuestra la imposibilidad de que Cristo haya resucitado, y así se niega toda base para creer en Cristo.
16. No resucitan. Esta repetición de la conclusión ya declarada en el vers. 13 demuestra la preocupación de Pablo por la insidiosa enseñanza que había apartado a algunos de los creyentes corintios de la verdad en cuanto a la resurrección.
Satanás trata de minar la fe en la resurrección para que sea más fácil que los hombres acepten la primera gran mentira con la cual negó la sentencia de muerte pronunciada por Dios para la desobediencia (ver Gén. 2:17; 3:4).
Si el hombre no muere realmente cuando llega a su fin esta vida terrenal, entonces no hay necesidad de una resurrección; pero si la muerte es una cesación de la existencia, entonces la vida posterior depende de la resurrección (ver com. Sal. 146:4; Ecl. 9:5-6, 10).
17. Vana. Gr. matáios, "inútil", "sin objeto" (cf. com. vers. 14). Aquí se llama la atención a la falta absoluta de propósito alguno en la fe cristiana si Cristo no resucitó de los muertos. Los fieles de Corinto eran suficientemente fuertes para rechazar la sugestión de que su fe era "inútil" y, por lo tanto, se sentirían aún más inclinados a creer en la resurrección.
Pecados. En los vers. 16 y 17 Pablo repite el razonamiento que presenta en los vers. 13 y 14, pero con una diferencia. En los vers. 13 y 14 destaca que la fe es vacía sin la resurrección de Cristo; en los vers. 16 y 17 se revela que el hombre está desesperadamente perdido sin la resurrección. Aunque es cierto que "Cristo murió por nuestros pecados" (vers. 3), también es cierto que fue "resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25; cf. cap. 10:9).
Si Jesús no resucitó de los muertos, entonces fue un impostor; la fe en él no produciría el perdón de los pecados, y el pecador quedaría para siempre con su culpabilidad. Semejante suposición no podía ser tolerada por alguien que hubiera experimentado el gozo de que sus pecados fueran perdonados.
Además el bautismo, que es un símbolo de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, perdería su significado si no hubiera resurrección, pues se da la exhortación de que andemos "en vida nueva" así como Cristo fue resucitado de entre los muertos (ver Rom. 6:3-4).
18. Entonces. Pablo presenta ahora otra consecuencia inevitable cuando se niega la resurrección. Los que durmieron. Ver com. vers. 6.
En Cristo. Para los corintios estas palabras se referirían principalmente a los cristianos muertos, pero en un sentido más amplio se refieren a todos los que, desde Adán hasta el fin de la historia humana, hayan muerto creyendo que la confesión de los pecados y la fe en la sangre expiatorio del Salvador les asegurarían el perdón y la vida eterna.
Perecieron. Si no hay resurrección, los que han muerto permanecerán muertos, las perspectivas sostenidas por el cristianismo son un cruel engaño, y todos los justos muertos estáis condenados a permanecer inconscientes en sus tumbas. Ningún cristiano podría aceptar tales conclusiones que destruyen una gran esperanza. Por eso el razonamiento de Pablo destaca otra vez la importancia vital de la resurrección en la doctrina cristiana (ver com. vers. 16).
19. Si en esta vida solamente. La sintaxis de esta frase en griego muestra que Pablo no destaca "en esta vida", sino el hecho de que la fe cristiana se basa en algo más que una esperanza. De ese modo describe vívidamente la inutilidad de un cristianismo despojado de vitalidad. El no creer en la resurrección despoja a los hombres de la certeza concerniente a la vida después de la muerte y los deja con una fe ineficaz para la vida actual.
Más dignos de conmiseración. Gr. eleeinóteros, comparativo del adjetivo eleeinós, "infeliz", "desgraciado", "miserable". Esta oración dice literalmente "más dignos de lástima que todos los hombres somos". Debe notarse que Pablo no está sugiriendo que la piedad y la conformidad con la voluntad revelada de Dios en esta vida no son acompañadas por la felicidad. El creyente tiene motivos para ser más feliz que los otros hombres; pero si la resurrección es un engaño, entonces los cristianos merecen que se los compadezca más que cualquier otra gente. No hay otros que hayan tenido tan elevada esperanza de disfrutar la eternidad, por lo tanto, no hay otros que puedan experimentar una frustración más profunda si esas esperanzas fueran destruidas si se comprobara la falsedad de la resurrección.
El apóstol usa ese razonamiento para demostrar a los corintios que la negación de la doctrina cristiana de la resurrección destruye la fe y es ilógica. Además, los cristianos estaban sometidos a pruebas y persecuciones mayores que la mayoría de las otras gentes. De modo que si después de haber sufrido por su fe quedaban decepcionados en cuanto a su esperanza en la resurrección, su condición sería realmente digna de lástima.
De este versículo puede deducirse una poderosa demostración de la legitimidad del cristianismo. Es concebible que haya quienes estén dispuestos a sufrir privaciones y afanes si están seguros de una recompensa adecuada por su sacrificio. Pero es increíble que los apóstoles trabajaran y sufrieran sabiendo que la gloriosa esperanza que proclamaban era un engaño: ¡que Cristo no había resucitado! Este razonamiento es tan descabellado que no puede creerse.
20. Mas ahora. Pablo ha demostrado históricamente la verdad de la resurrección de Cristo (vers. 5-8), y ha destacado los efectos destructivos de negar la resurrección (vers. 13-19). Ahora puede afirmar que ha demolido la enseñanza negativa y afirmar triunfalmente la certeza de la resurrección de Cristo. La expresión "mas ahora" graba esta certeza en la mente de los lectores de Pablo. Se aparta de las consideraciones negativas de los vers. 12-19, y sin vacilar considera los resultados positivos derivados de creer en la resurrección (vers. 20-34). Resucitado. Ver com. vers. 4, donde aparece la misma flexión.
Primicias. A los antiguos israelitas se les ordenó que presentaran la primera gavilla de la cosecha de cebada al sacerdote, quien la mecía ante el Señor como una promesa de la cosecha completa que seguiría. Esta ceremonia debía celebrarse el día 16 del mes de Nisán (Abib; ver com. Lev. 23:10-11).
La cena pascual se comía el 14 de Nisán (ver com. vers. 5), y el 16 se ofrecían las primicias.
La gavilla mecida de las primicias de la cosecha era un símbolo de Cristo, las "primicias" o promesa de la gran cosecha que seguirá cuando todos los justos muertos sean resucitados en la segunda venida de Cristo (ver 1 Cor. 15:23; 1 Tes. 4:14-16). Cristo resucitó de los muertos el mismo día cuando la gavilla mecida era presentada en el templo (ver com. Lev. 23:14; Luc. 23:56; 24:1; t. V, pp. 239-242).
Así como la primera gavilla era una promesa y una seguridad de la recolección de toda la cosecha, así también la resurrección de Cristo es una promesa de que todos los que depositan su confianza en él serán resucitados de los muertos.
Los que durmieron. Mejor "los que han dormido". En cuanto a dormir como una figura de la muerte, ver com. vers. 6. "Dormir" se refiere aquí a los cristianos que mueren creyendo en el Señor Jesús como su Salvador.
Es hecho. La evidencia textual (cf. p. 10) establece la omisión de estas palabras. (Las omiten la BJ, BC y NC.)
21. Por cuanto. Con este versículo Pablo da comienzo a su comparación entre el primer Adán y el segundo (vers. 21-22, 45-47). Su razonamiento es muy similar al de la Epístola a los Romanos (ver com. cap. 5:12-19).
La muerte entró. El pecado entró en la experiencia de la familia humana por medio de la desobediencia de un hombre, y como resultado la muerte se convirtió en la suerte de todos (ver com. Rom. 6:23). Si el hombre no hubiese pecado, los hombres no hubieran muerto. Sin el pecado los hombres nunca hubieran conocido la muerte (ver com. Gén. 2:17; PP 30, 33, 35).
Por un hombre. O "a través de un hombre". Una referencia a Adán (cf. 22).
Resurrección. Nótese que Pablo aún sigue su tema de la resurrección. Como la muerte entró por causa de un hombre pecador, era necesario que en el plan hermosamente ideado por Dios la liberación de la muerte viniera por medio del Hombre sin pecado, Cristo Jesús. El pecado fue introducido en la raza humana por un hombre; la eliminación de sus efectos se haría mediante otro Hombre.
22. En Adán. Este versículo aclara el vers. 21; también proporciona un resumen admirable del tema del cual Pablo se ocupa más plenamente en su Epístola a los Romanos (ver com. Rom. 5:12-18). En cuanto a los corintios, se conforma con señalar el contraste entre el resultado de la vida de Adán: "todos mueren", y el resultado de la vida de Cristo: "todos serán vivificados".
Todos mueren. Ver com. Rom. 5:12. La sentencia pronunciada sobre Adán afectó a toda la familia humana; implicó la certidumbre de muerte para todos; y comenzó a tener consecuencias inmediatamente después de que Adán pecó.
También. Es decir, de la misma manera, igualmente; pero debe tenerse en cuenta que la obra de Adán y la de Cristo no son completamente paralelas, pues Adán fue pecador, y Cristo es Aquel que no tuvo pecado.
En Cristo. Es decir, mediante la fe en su muerte expiatoria y en su resurrección vivificadora.
Todos serán vivificados. Todos los hombres están sometidos a la muerte debido al pecado de Adán y a su propia pecaminosidad, pero sólo los que están "en Cristo" compartirán los beneficios eternos de la resurrección del Salvador. En este respecto, el primer "todos" de este versículo es universal, mientras que el segundo "todos" es necesariamente limitado. Algunos han interpretado el segundo "todos" como que abarcara a toda la humanidad: los impíos y los justos. Que esta interpretación no es correcta se puede deducir de las palabras "en Cristo" y haciendo una comparación con los vers. 51-53, donde "todos" se refiere únicamente a los creyentes.
23. Orden. Gr. tágma, "lo que ha sido puesto en orden", "tropa [de soldados]". Tágma no aparece en ninguna otra parte del NT. Este vocablo era originalmente un término militar, y da la idea de una serie de categorías como se sugiere en este versículo. El Cristo triunfante presidió en la mañana de la resurrección, pero será seguido por las filas de sus santos que han estado dormidos.
Primicias. Ver com. vers. 20. Otros como Moisés (ver com. Mat. 17:3) y Lázaro (ver com. Juan 11:43) habían muerto y sido resucitados antes de que Jesús saliera victorioso de la tumba, pero lo hicieron sólo en virtud de la resurrección de Cristo y como una anticipación de ella (cf. DTG 489). Sin la victoria de Cristo sobre la muerte, ninguna otra resurrección habría sido posible. En este sentido Cristo es verdaderamente las primicias de los que resucitan.
Luego. Gr. épeita, "de allí en adelante", "entonces", o "después", que se usa para enumerar acontecimientos sucesivos, y por lo general sugiriendo un orden cronológico. Se usa en los vers. 6 y 7; en el 7 también está en su forma más corta (éita, "después"). En el vers. 24 tiene un significado similar. La resurrección de Cristo como las primicias está separada aquí de la resurrección de los justos.
Los que son de Cristo. Es decir, los que murieron confiando en el Redentor. Este grupo incluye a todos los que fueron justificados por la fe en los días del AT, los que creían en Cristo en el tiempo de Pablo, y los que han creído desde entonces. Los redimidos de todos los siglos pueden ser descritos con justicia como los que son de Cristo, pues nuestro Redentor compró a cada uno con su propia sangre.
En su venida. En cuanto a la palabra venida (Gr. parousía), ver com. Mat. 24:3. Pablo decididamente relaciona la resurrección de los redimidos con el regreso de Cristo. Ver com. Juan 14:3; 1 Cor. 15:51-53; 1 Tes. 4:14-16; Apoc. 20:6.
24. Luego. Gr. éita, "luego", "después", "entonces" (ver com. vers. 23). Éita nunca significa "al mismo tiempo" (cf. Mar. 4:17,28, donde la palabra "primero", "luego", "después" [éita], evidentemente se usa para indicar una secuencia cronológica). Por lo tanto, no se dice que lo que sigue ocurre al mismo tiempo de la resurrección de los justos. Éita da más bien comienzo a una nueva época que sigue después de un intervalo. El fin. Podría haber dudas en cuanto a la identificación de este "fin" si Pablo no procediera a describirlo después en el versículo. Lo que sigue muestra que se estaba refiriendo al fin del gran conflicto que ha causado tanto dolor en el universo. Más allá de esto no podemos ir con seguridad, pues la Inspiración no ha dado luz específica sobre el asunto.
Cuando. Gr. hótan, "cuando", "tan pronto como", que con frecuencia se usa para acontecimientos de los cuales el autor está seguro, pero cuyo tiempo no se atreve a fijar. Entregue. Gr. paradídomi, "transmitir", "entregar".
Reino. Es difícil decidir el significado exacto de esta palabra en este contexto, pero ayudan a interpretarla los siguientes puntos: (1) El reino de este mundo se rebeló contra Dios; Cristo vino para restituir el gobierno de Dios en él, y cuando esa tarea se complete, entregará a su Padre el reino restaurado. (2) El Salvador vino a establecer "el reino de los cielos" (ver com. Mat. 3:2; 4:17; Mar. 1:15), y cuando finalmente se concluya esa obra, él triunfalmente entregará el reino en manos de su Padre.
Todo esto está en armonía con la vida íntegra de Cristo, pues él vivió para glorificar a Dios (Luc. 2:49; Juan 4:34; 6:38; 17:4). Cuando se lleve a cabo esa entrega, el Padre recibirá nuevamente la completa soberanía pues habrá sido vencida toda oposición y reinará la unidad en todo el universo (CS 736).
Cuando haya suprimido. O "cuando haya abolido".
Dominio. Gr. arj', "principado", "soberanía", "gobierno". El plural arjaí, se ha traducido como "principados" en Rom. 8:38 (ver el comentario respectivo).
Autoridad. Gr. exousía (ver com. Rom. 13:1). Potencia. Gr. dúnamis, "poder", "dominio", "autoridad", que aquí describe a las entidades tanto terrenales como celestiales que se han opuesto a Dios (cf. com. Efe. 1:21; 6:12).
25. Preciso es que él reine. Es decir, es necesario, de acuerdo con el plan de Dios (ver Sal. 110:1; Mat. 22:43-44), que Cristo continúe reinando hasta que estén completamente subyugados todos los enemigos de Dios. En 1 Cor. 15:24 se ve claramente que es Cristo quien subyuga a los adversarios. Los vers. 27 y 28 muestran que lo hace por orden del Padre.
Haya puesto. Es decir, el Padre (vers. 28).
Debajo de sus pies. Esto corresponde con el estrado de Sal. 110:1, del cual el apóstol cita la idea.
26. Postrer enemigo. Una personificación de la muerte, como en el vers. 55 y en Apoc. 6:8. En este pasaje, en el texto griego no está el artículo definido, y el adjetivo "postrer" ocupa el primer lugar -enfático- en la oración, destacando la finalidad de la victoria sobre toda oposición, aun sobre el más temible enemigo del hombre: la muerte. El fin de la muerte coincidirá con el fin del pecado. Cuando no haya más pecado, no habrá más muerte, pues la muerte resulta del pecado (ver com. Rom. 6:21,23; Sant. 1:15). Algunos afirmaban que no hay resurrección, que la muerte es el fin de todo. El apóstol da la sorprendente respuesta de que en el plan de Dios finalmente no habrá muerte pues ésta será destruida (ver com. Isa. 25:8; Nah. 1:9; Apoc. 21:4).
Destruido. Gr. katargéÇ, "eliminar", "abolir", "terminar con" (vers. 24).
27. Porque. Los vers. 27 y 28 son explicaciones adicionales del tema presentado en los vers. 24 y 25, y comienzan con una cita de Sal. 8:6. Pablo toma las palabras que fueron primeramente escritas en cuanto al dominio del hombre sobre las obras creadas por Dios, y las aplica al dominio de Cristo sobre todas las cosas. El primer Adán perdió su dominio y encontró la muerte; el segundo Adán recuperó el dominio perdido y destruyó la muerte.
Las sujetó. Gr. hupotássÇ, "colocar debajo", "someter", "subordinar". Este verbo se usa en los vers. 27 y 28, donde se ha traducido "someter" y "sujetar" en diferentes versiones. Las Escrituras confiadamente dan la seguridad de que nada, ni siquiera la muerte, está excluido de quedar completamente sometido a Cristo (cf. Fil. 3:21; Heb. 2:8). Dice. Es decir, el Padre.
Se exceptúa. Dios no está incluido en las cosas que se ponen bajo los pies de Cristo. Pablo tiene cuidado de evitar cualquier sugestión que ensalce al Hijo por sobre el Padre (ver t. V, pp. 894-896). Considera que Dios ha delegado ciertos poderes en Cristo para el cumplimiento de los planes de ambos para vencer el pecado, pero reconoce claramente que las relaciones eternas del Padre y el Hijo no son anuladas debido a la parte prominente que Cristo desempeñó en el gran conflicto.
28. Pero luego. Gr. hótan de, "pero cuando". El vers. 27 trata del liderazgo de Cristo en la victoria sobre el pecado; el vers. 28 se refiere a la relación posterior del Hijo vencedor con el Padre.
Hijo. En el plan divino para la redención del mundo, el Padre confió todo en las manos del Hijo (ver com. Mat. 11:27; Col. 1:19). Cuando se complete la misión de Cristo y sean sometidos los enemigos de Dios, entonces el Hijo entregará "el reino al Dios y Padre" (1 Cor. 15:24).
Este acto no implica que el Hijo sea inferior en comparación con el Padre. Es una demostración de la unidad de propósitos entre los miembros de la Deidad, por la cual los actos de uno se ven como el cumplimiento de la voluntad unida de ambos (ver t. V, pp. 894-896; com. Juan 10:30).
Para que Dios sea. Aquí se resume el propósito supremo de la misión de Cristo: el Hijo vivió para glorificar al Padre (ver Juan 17:1,4,6). Cristo no descansará hasta que el universo reconozca la supremacía del Padre (ver com, Efe. 4:6; Fil. 2:11), y nada quede fuera de la órbita del bondadoso control de Dios.
29. De otro modo. Pablo regresa ahora a su argumentación acerca de la resurrección. Se bautizan por los muertos. Este es uno de los pasajes difíciles de los escritos de Pablo, para el cual aún no se ha encontrado una explicación enteramente satisfactoria. Los comentadores han elaborado nada menos que 36 diferentes posibles soluciones para los problemas que presenta este versículo, la mayor parte de las cuales tienen poca importancia y sólo unas pocas merecen ser consideradas.
Cuando se intenta entender este pasaje, deben tenerse en cuenta dos puntos importantes: (1) Que Pablo aún está hablando de la resurrección, y que cualquier explicación que se presente debe estar íntimamente relacionada con el tema principal del cap. 15. (2) Que una interpretación razonable debe concordar con una traducción correcta de las palabras griegas hupér tÇn nekrÇn, ("por los muertos"). Generalmente se concuerda en que hupér ("por") aquí significa "a causa de" o "en lugar de".
Se sugieren, pues, tres posibles interpretaciones: (1) Que el pasaje debe traducirse: "¿Qué, pues, harán quienes son bautizados? [¿Se bautizan] por los muertos? Si de ninguna manera resucitan los muertos, ¿por qué aún son bautizados? ¿Por qué también nosotros estamos en peligro cada momento por ellos?" Aunque esta traducción es posible, no explica satisfactoriamente las palabras "por los muertos".
(2) Que Pablo se está refiriendo a una costumbre pagana y por eso los cristianos que vivían entonces eran bautizados en nombre de parientes o amigos muertos que no habían sido bautizados, y se suponía que de esa manera se salvaban por un acto de los vivos. Los padres de la iglesia se refieren varias veces a esa práctica citando la costumbre de los herejes marcionitas (Tertuliano, Contra Marción v. 10; Acerca de la resurrección de la carne 48; Crisóstomo, Homilías sobre 1 Corintios xl.1). Además, Tertuliano se refiere a la festividad pagana Kalendae Februariae, durante la cual los adoradores se sometían a una purificación o lavamiento en favor de los muertos (Contra Marción v. 10).
Marción vivió a mediados del siglo II d. C. Para este segundo punto de vista es necesario suponer que la práctica se remonta a los días de Pablo. Se ha objetado que es improbable que el apóstol citara una práctica pagana o herética para apoyar una doctrina fundamental cristiana.
Pero Pablo no está apoyando de ninguna manera dicha práctica, y por lo tanto en esencia podría estar diciendo: "Aun los paganos y los herejes afirman su fe en la esperanza de la resurrección, y si ellos tienen esa esperanza, ¡cuanto más debiéramos albergarla nosotros!" Jesús usó el relato del rico y Lázaro como marco de una parábola, aunque sin apoyar su aplicación literal (ver com. Luc. 16:19).
(3) Que es posible interpretar el vers. 29 en términos de su contexto (12-32) como otra prueba de la resurrección: (a) las palabras "de otro modo" se refieren al tema de los vers. 12-28, y podrían parafrasearse, "pero si no hay resurrección . . ." (b) El verbo "bautizan" se usa en sentido figurado para significar exponerse a un peligro extremo o la muerte, como en Mat. 20:22; Luc. 12:50. (c) "Los que se bautizan" se refiere a los apóstoles, que constantemente se enfrentaban a la muerte mientras proclamaban la esperanza de la resurrección (1 Cor. 4:9-13; cf. Rom. 8:36; 2 Cor. 4:8-12).
Pablo escribió esta epístola en Éfeso, y debido a sus vicisitudes en esa ciudad declaró que estuvo en peligro "a toda hora" (1 Cor. 15:30), que había perdido "la esperanza de conservar la vida" (2 Cor. 1:8-10) y que moría "cada día" (1 Cor. 15:31).
(4) "Los muertos" del vers. 29 son los cristianos muertos de los vers. 12-18 y potencialmente todos los cristianos vivos que, según la opinión de algunos en Corinto, no tenían esperanza después de morir (vers. 12,19).
Según esta interpretación, el vers. 29 podría ser parafraseado de esta manera: "Pero si no hay resurrección, ¿qué harán los mensajeros del Evangelio si continuamente se exponen a la muerte a causa de hombres que de todos modos están destinados a perecer en la muerte?" Sería una necedad de parte de ellos (vers. 17) que hicieran frente a la muerte, para salvar a otros "si los muertos no resucitan" (vers. 16, 32). El constante valor de los apóstoles ante la muerte es, pues, una evidencia excelente de su fe en la resurrección.
Que es imposible -como algunos enseñan- que los cristianos fueran bautizados para salvar a sus parientes o amigos fallecidos, es evidente por los muchos pasajes de las Escrituras que declaran que un hombre debe creer personalmente en Cristo y confesar sus pecados para poder recibir beneficio del bautismo y ser salvo (Hech. 2:38; 8:36-37; cf. Eze. 18:20-24; Juan 3:16; 1 Jn. 1:9).
Hasta los más justos de todos los seres huraños pueden librar únicamente sus propias vidas (Eze. 14:14,16; cf. Sal. 49:7). La muerte señala la terminación del tiempo de gracia para los humanos (ver Sal. 49:7-9; Ecl. 9:5-6, 10; Isa. 38:18-19; Luc. 16:26; Heb. 9:27-28).
30. Peligramos. ¿Por qué debían los apóstoles arriesgar constantemente sus vidas para predicar el arrepentimiento y la fe en Cristo si los muertos no resucitan? Los mensajeros del Evangelio al enfrentar los peligros por tierra y mar, tienen el único propósito de hacer conocer la verdad relacionada con el glorioso estado futuro en el reino de Dios, y si no hay una felicidad futura que esperar difícilmente tiene sentido que se corran tantos peligros.
31. Os aseguro. Esta expresión es una traducción libre de la partícula griega n', usada para manifestar una vigorosa afirmación, o un juramento en cuanto a la certeza de lo declarado. Difícilmente Pablo podría haber afirmado su convicción más enérgicamente.
La gloria que de vosotros tengo. Ver com. 1 Cor. 9:2; cf. Rom. 15:17.
Cada día muero. El orden de las palabras en el texto griego coloca esta frase al comienzo de la sentencia. Pablo está manifestando su máximo orgullo, su gloriarse en los frutos de su ministerio evangélico, para apoyar su razonamiento, para subrayar su enérgica afirmación en cuanto a morir cada día. No se atribuía el mérito a sí mismo por su obra, sino que atribuía su acción fructífera a "nuestro Señor Jesucristo". La vida del gran apóstol de los gentiles estaba tan llena de pruebas, persecuciones, peligros y penalidades, que podría haber parecido como una muerte en vida (ver Rom. 8:36; com. 2 Cor. 4:8-11).
Pero si no hay resurrección de los muertos, ese diario morir parecería ser una necedad; por lo tanto, el caso personal de Pablo fortalece una vez más su presentación de la certidumbre de la resurrección.
La frase "cada día muero" también podría admitir una interpretación homilética: contiene el secreto de la vida victoriosa de Pablo.
A lo largo de toda su vida de servicio fiel para el Salvador con quien se había encontrado en el camino a Damasco, Pablo descubría que su antigua naturaleza no regenerada luchaba reclamando reconocimiento, y tenía que reprimirla constantemente (ver com. Rom. 8:6-8, 13; Efe. 4:22).
Bien sabía él que la vida del cristiano debe ser de abnegación en cada paso del camino (ver com. Gál. 2:20; cf. com. Mat. 16:24-26).
Los cristianos que descubren que sus antiguos deseos aún claman por ser satisfechos a pesar de sus buenas intenciones de servir al Señor, pueden reconfortarse porque Pablo pasó por esta misma experiencia. La vida cristiana es una continua lucha, bien simbolizada como una batalla y una marcha, sin lugar de descanso hasta que Jesús venga (ver MC 358). Pero el pensamiento de la resurrección y la vida gloriosa de la cual es el comienzo, sostiene al creyente en todas las pruebas.
32. Como hombre. O "si por motivos humanos" (BJ).
Batallé... contra fieras. Esta parece ser una referencia figurada al episodio de la lucha de Pablo contra feroces adversarios en Efeso (cf. Hech. 19:23-41). Un ciudadano romano no podía ser castigado obligándolo a luchar con fieras. En resumen, él pregunta: "¿Qué gané exponiéndome a peligros comparables con los de una lucha contra fieras y si el mensaje de resurrección para vida eterna mediante Jesucristo no es cierto? ¿Por qué debo yo correr tales riesgos para anunciar una falsa enseñanza?
Eso no sería sensato. Mejor habría sido dejar abandonada la gente a su suerte, sin decir nada en absoluto". No sabemos a qué vicisitudes en Éfeso se refiere Pablo. Los adoradores paganos de la diosa Diana (Artemisa) parecían, en su furia insensata, fieras y no seres humanos. Pero Pablo no podía estarse refiriendo a ese caso particular, porque ocurrió después de que él escribió esta epístola (cf. 1 Cor. 16:8-9).
Comamos y bebamos. Una cita de Isa. 22:13, LXX. Hubiera sido una necedad que Pablo, o cualquier otro, soportara privaciones, penalidades y persecuciones a fin de predicar el Evangelio de salvación del pecado y de una futura felicidad inmortal, si los muertos no resucitaran.
Bien podría haber aprovechado al máximo esta vida disfrutando plenamente sus placeres, sabiendo que la muerte sería el fin irrevocable. Esta parece ser sin duda la filosofía epicúrea de muchos, especialmente al aproximarse el segundo advenimiento de Cristo (ver Mat. 24:38-39; 2 Tim. 3:1-4).
33. No erréis. O "dejad de ser descarriados". "No os dejéis engañar" (BC).
Conversaciones. Mejor "compañías" (BJ, BC). Este es un fragmento de una poesía de Menandro (343-c. 280 a. C.), quizá un conocido proverbio. Puesto que todos son grandemente influidos por aquellos con quienes se asocian, es necesario tener gran cuidado en la elección de amigos y compañeros. Pablo exhortaba a los creyentes a cuidarse de los argumentos suaves y engañosos de los falsos maestros que negaban la resurrección de los muertos. Debe evitarse la compañía de tales individuos. La relación con los que sostienen opiniones erróneas, o cuyas vidas son impuras, tienen la tendencia a corromper la fe y la moral de los creyentes.
La relación diaria con los que no creían en la resurrección de los muertos y las frecuentes conversaciones sobre ese tema, podrían hacer que los creyentes perdieran su clara y positiva comprensión de la verdad. Habituarse al error tiende a eliminar las objeciones contra él y a disminuir las precauciones necesarias.
Por eso Dios siempre ha aconsejado a los suyos que no participen de una estrecha relación con los incrédulos (ver. Gén. 12:1-3; Exo. 3:9-10; Deut. 7:1-4; Isa. 52:11; Jer. 51:6,9; 2 Cor. 6:14-17; Apoc. 18:4)
34. Velad. Gr. eknéfÇ, "despertar", "volver a la sensatez". "Despertaos" (BJ); "despertad " (BC); "desembriagaos" (NC). El vocablo se aplica frecuentemente a los que se despertaban después de haberse embriagado. Aquí da la idea de eliminar el aturdimiento mental y apartarse de la confusión y la necedad de dudar de la verdad de la resurrección. Es una exhortación a dejar un pensamiento equivocado y volverse a lo que es correcto, una amonestación contra el peligro de una apatía que se complace en sí misma. Los cristianos necesitan estar constantemente alerta contra las insidiosas infiltraciones de falsas enseñanzas.
No pequéis. O "no continuéis pecando"; "dejad de pecar" (BC). Estad en guardia contra el error; no aceptéis una enseñanza que no sólo es falsa sino que tiende a inducir a pecar. El rechazo de la creencia en la resurrección podía llevar a un completo desprecio por toda restricción y a una complacencia propia desenfrenada. Pablo consideraba que la negación de la doctrina de la resurrección conduciría a consecuencias peligrosas en la conducta y forma de vida de un cristiano.
No conocen a Dios. Entre los corintios había algunos que no conocían a Dios como el Omnipotente; su creencia en él era sólo una teoría. Como resultado estaban dispuestos a aceptar fácilmente la idea de que no hay resurrección. La presencia de tales personas era una deshonra para toda la iglesia, y no debía ser tolerada.
35. ¿Cómo? En la mente natural surgen objeciones contra la idea de una resurrección de los muertos. La observación enseña que después de la muerte viene la descomposición, y al fin el cuerpo se desintegra por completo. Por eso los que dependen de la filosofía humana bien podrían preguntar cómo podrá reunirse el polvo esparcido para que resucite la misma persona que murió (ver Job 34:15; Ecl. 12:7). Otra pregunta perturbadora es: ¿cómo se comparará el cuerpo reconstituido con el cuerpo que se descompuso?
36. Necio. Gr. áfrÇn, "insensato". La insinuación en las preguntas (vers. 35) demuestra que el que pregunta habla sin reflexión ni inteligencia.
Lo que tú siembras. La dificultad presentada en el vers. 35 podía resolverse con el crecimiento de un cereal, fenómeno con el cual todos estaban familiarizados, pero que no ocasionaba comentarios ni creaba problemas a nadie. Cuando un grano de trigo es colocado en la tierra, se descompone y muere; pero este proceso es esencial para la producción de una nueva planta. Si esto que ocurre a diario se acepta fácilmente sin objetar nada, ¿por qué debía haber problema alguno en cuanto a la resurrección de un cuerpo nuevo procedente del que se ha descompuesto?
37. Grano desnudo. Es decir, una semillita sin hojas ni tallo; así es el grano cuando se siembra. La planta que brota no es igual a la semilla que se sembró. El cuerpo que saldrá de la tumba en la resurrección tampoco será el mismo que fue colocado en el sepulcro.
Por supuesto, habrá semejanzas, pero también habrá diferencias. El nuevo cuerpo no está compuesto de las mismas partículas de materia que formaban el cuerpo antiguo; sin embargo, se conservará la identidad personal del individuo (ver Material Suplementario de EGW, com. vers. 42-52).
38. Dios le da el cuerpo. El incesante milagro de la naturaleza que produce las muchísimas y diversas clases de semillas, tiene su origen en Dios, el Autor de toda vida y todo crecimiento. En la semillita no hay nada que sin ayuda la haga brotar y producir vida (ver 3JT 258-260).
En el cuerpo descompuesto del muerto tampoco hay nada que de por sí produzca la resurrección. Pero Dios ha ordenado que haya resurrección, y ese milagro sólo ocurre por su poder.
En la resurrección cada uno tendrá un cuerpo que le sea adecuado. Los justos tendrán cuerpos glorificados, y los impíos resucitarán con cuerpos que lleven las marcas de su condenación (ver CS 702-703, 720).
39. No . . . es la misma carne. Carne es el cuerpo. La naturaleza revela que hay varias clases de carne. Si Dios ha dispuesto que haya tantas variedades de carnes y de cuerpos en la tierra, no debe ser sorprendente que en la resurrección dé diferentes clases de cuerpos a los hombres.
40. Celestiales. Gr. epouránios, "celeste", "que existe en el cielo". Los comentadores están divididos en su interpretación de esta palabra. Algunos creen que Pablo se refiere al sol, la luna y las estrellas, mientras que otros la aplican a los ángeles. Ambas aplicaciones son apropiadas como ilustraciones del hecho de que todos los cuerpos no tienen la misma forma y apariencia.
Sin embargo, la referencia en el versículo siguiente al sol, la luna y las estrellas parece apoyar la primera interpretación. Se presentan como ejemplos dos clases de cuerpos completamente diferentes: una del todo fuera de la tierra; la otra, dentro de la tierra. Después de que se advierte la gran diferencia entre estas dos clases de cuerpos, no debiera ser difícil comprender que habrá una gran diferencia entre los cuerpos terrenales, humanos, que ahora poseemos y comprendemos, y los que poseeremos en la resurrección,
Gloria de los celestiales. El esplendor, la belleza y la magnificencia de los cuerpos celestes es muy diferente a la de los cuerpos de esta tierra. Aunque las aves, las flores, los árboles, los minerales y los hombres tienen su propia belleza individual y sus atractivos, difieren de las cosas del cielo. Los hombres no ponen en tela de juicio la diferencia entre la belleza de las cosas celestiales y la de las cosas terrenales, ¿por qué, pues, debiera haber alguna duda en cuanto a reconocer una diferencia entre el cuerpo de un hombre, adaptado para la vida en esta tierra, y el que se adaptará para la vida eterna?
41. Otra la gloria. Los cuerpos celestes -el sol, la luna y las estrellas- tienen diversos grados de esplendor y belleza. Hay estrellas de magnitudes diferentes y aun de colores diferentes. En el vers. 40 Pablo mostró que había una diferencia entre las diversas clases de cuerpos en los cielos y en la tierra. Aquí afirma además que hay diferencias entre los miembros de una misma clase, a saber, en los cuerpos celestes. Difieren no sólo de los de la tierra sino también entre sí. De ese modo refuerza su argumento de que el cuerpo que resucitará será diferente del cuerpo mortal. Dios ha establecido tales variedades en la naturaleza, por eso no está limitado en su poder para proporcionar un cuerpo nuevo y diferente a sus santos en la resurrección.
42. Se siembra en corrupción. Pablo vuelve a la comparación entre el reino vegetal y el hombre (vers. 37-38). Habla de los cuerpos de los redimidos como de semillas sembradas en la tierra, semillas que producirán una cosecha para el reino de Dios. El cementerio es llamado a veces, acertadamente, "camposanto".
La descomposición que silenciosamente prosigue allí sin ser vista, es el preámbulo de la gloriosa resurrección cuando termine el crudo invierno de la historia de este mundo y comience la eterna primavera con la venida de Cristo (ver 1 Cor. 15:52; 1 Tes. 4:16).
Resucitará. Pablo afirma que la resurrección de los justos con cuerpos glorificados no sólo es posible, sino que en realidad sucederá. Esta es una de las más reconfortantes verdades que se pueden presentar a los que en esta vida van debilitándose debido a las enfermedades, que con temor anticipan la tumba.
Incorrupción. Los cuerpos resucitados de los creyentes nunca más estarán sometidos a enfermedades, descomposición ni muerte.
43. Se siembra en deshonra. Un cadáver es en cierto sentido deshonroso, pues debido a su rápida descomposición se torna desagradable y repugnante, y debe ser sepultado. Resucitará en gloria. Los santos resucitados se caracterizarán por su dignidad, belleza y perfección. Sus cuerpos serán hechos semejantes al de Cristo (Fil. 3:20-21; CS 703).
Debilidad. Gr. asthéneia, "falta de fuerza", "fragilidad", "enfermedad". No se refiere sólo a la debilidad del cuerpo terrenal cuando está vivo, sino también a su completa impotencia cuando ya es cadáver y a su incapacidad para resistir la corrupción. Las débiles energías del cuerpo terrenal pronto quedan postradas ante la enfermedad, y su vitalidad desaparece rápidamente ante la arremetida de la muerte.
Poder. Gr. dúnamis, "vigor", "energía", "poder". El poder de Dios se manifestará en el milagro de la resurrección.
El cuerpo resucitado no experimentará ninguna de las debilidades y falta de resistencia que afligen al cuerpo terrenal (ver Isa. 33:24; 40:31; Apoc. 7:15-16; 22:5; CS 734).
44. Animal. "Natural" (BJ). Gr. psujikós, adjetivo derivado de psuj', que a menudo se traduce como "alma". Psujikós significa pertenencia a esta vida actual; es una palabra difícil de traducir. La traducción "natural" de la BJ contiene algún matiz de pensamiento que no se halla en psujikós, por ejemplo, "natural" podría significar "material", pero el contraste no es entre un cuerpo material y otro inmaterial, aunque este último es, por definición, una contradicción, pues los santos resucitados tendrán cuerpos reales. Pablo presenta el contraste entre el cuerpo de esta breve vida terrenal y el cuerpo glorioso con el cual los redimidos serán resucitados para vivir eternamente en el reino de gloria de Dios (ver 1 Cor. 15:50,52; Fil. 3:21; Col. 3:4; 1 Juan 3:2).
El cuerpo "natural", psujikós, es el que está sometido a las limitaciones de esta existencia temporal, como el dolor, la enfermedad, la fatiga, el hambre, la muerte, etc. Ese cuerpo es colocado en la tumba al morir (ver Job 14:1-2, 10-12; 21:32-33); pero el cuerpo espiritual estará libre de todas las señales de la maldición del pecado (ver CS 702-703).
Hay cuerpo animal. La evidencia textual (cf. p. 10) establece el texto "si hay un cuerpo natural" (BJ). La siguiente oración debe, pues, traducirse, "hay también un cuerpo espiritual" (BJ). No es muy claro el razonamiento de Pablo. Parece basarse en la premisa de que la existencia del inferior presupone la existencia del superior.
O quizá Pablo está basando su afirmación en la observación que ya ha hecho acerca de la certeza de la resurrección. El cuerpo corrupto que se siembra sin duda surgirá a la vida como un cuerpo incorruptible, así como una semilla arrojada en la tierra produce su planta correspondiente.
45. Así también está escrito. La referencia es a Gén. 2:7. Pablo parafrasea el pasaje añadiendo las palabras "primer" y "Adán". Alma. Gr. psujÇ, de donde deriva psujikós, "animal" (natural, BJ). Ver com. vers. 44.
Postrer Adán. Es decir, Cristo (ver com. Rom. 5:14). Así como los hombres han recibido su naturaleza terrenal del primer hombre, Adán, de la misma manera los cuerpos con que resuciten dependerán de Cristo.
El primer Adán es cabeza de la inmensa muchedumbre que tiene una existencia temporal; el segundo, de todos los que por medio de la fe en él, en su segunda venida, recibirán un cuerpo espiritual y entrarán en la vida eterna (ver Rom. 5:15-18; 1 Cor. 15:51-54).
Espíritu vivificante. Es decir, un ser que tiene el poder de impartir vida. Adán llegó a ser "un ser viviente", pero Cristo es el que imparte vida. Jesús dijo que tenía poder para resucitar a los muertos (ver Juan 5:21,26; 11:25). Puso en acción ese poder en relación con esta vida terrenal, transitoria, cuando resucitó a algunos muertos (ver Luc. 7:14-15; 8:54-55). Estas demostraciones de su poder vivificante pueden ser aceptadas como una evidencia de su poder para resucitar a los muertos en su segundo advenimiento.
46. Lo espiritual no es primero. Los cuerpos espirituales de los santos, cuando resuciten, son continuación de sus cuerpos naturales (o "animales", RVR), pues lo natural viene 806 primero. Los cuerpos espirituales no existen todavía, ni existirán hasta el día de la resurrección cuando Dios dará a cada santo un cuerpo nuevo.
47. Terrenal. Gr. joVkós, "de tierra o polvo". Adán, el primer hombre, el que encabeza la raza humana, fue hecho por Dios del "polvo de la tierra" (Gén. 2:7).
El segundo hombre. Es decir, Cristo (cf. com. vers. 45).
Que es el Señor. La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de estas palabras. (Las omiten la BJ, BC y NC.) Esta omisión no altera, en esencia, el significado del pasaje, pues Jesús es el único que descendió del cielo para convertirse en cabeza de la humanidad. Este "segundo hombre" ya existía antes de relacionarse íntimamente con los hombres, pero se humilló a sí mismo y ocultó su divinidad con humanidad (ver Gál. 4:4; DTG 32-33) cuando vino a vivir entre los hombres.
48. Cual el terrenal. Es decir, Adán. Todos los descendientes de Adán participan de su naturaleza caída; son frágiles, mortales, sujetos como él a corrupción y muerte.
Celestial. En la resurrección, los cuerpos de los santos serán transformados, y los nuevos cuerpos serán semejantes "al cuerpo de la gloria suya [de Cristo]" (Fil. 3:20-21).
50. Esto digo. Pablo vuelve a destacar lo que ha presentado en los vers. 35-49: que los cuerpos de los resucitados serán diferentes de los actuales. El cuerpo corruptible del hombre es inadecuado para disfrutar del perfecto reino de gloria. Antes de la entrada del pecado en la raza humana, el cuerpo del hombre estaba adaptado a las condiciones que reinaban en un mundo perfecto (ver Gén. 1:31). Todo lo que Dios había creado era perfecto, por lo tanto, los cuerpos de Adán y Eva también eran perfectos -libres de corrupción- y adecuados para su ambiente perfecto. Cuando el hombre pecó, su naturaleza fue cambiada. Por lo tanto, antes de que participe de la bienaventuranza del Edén restaurado, su cuerpo será cambiado y adaptado para la perfección del cielo.
Algunos creen que este texto enseña que los cuerpos de los resucitados no estarán compuestos de carne y sangre, pero una conclusión tal no tiene fundamento. La carne y la sangre es una expresión figurada para referirse a una persona de esta tierra (ver Mat. 16:17; Gál. 1:16; Efe. 6:12); por lo tanto no debe reducirse a un significado literal.
Pablo está sencillamente afirmando que el cuerpo actual del hombre es inadecuado para entrar en el reino de Dios. Que los cuerpos de los resucitados tendrán carne y sangre puede deducirse razonablemente por el hecho de que nuestros cuerpos serán semejantes al cuerpo glorioso de Cristo en su resurrección (Fil. 3:20-21), que era de "carne" y "huesos" (Luc. 24:39; cf. DTG 744). Es además razonable deducir que los cuerpos de los santos resucitados no serán muy diferentes del cuerpo que tuvo Adán cuando fue creado al principio (Gén. 2:7). Si el hombre no hubiese pecado, sin duda hubiera retenido para siempre ese cuerpo.
51. Misterio. Ver com. Rom. 11:25. No todos dormiremos. Dormir es una figura de lenguaje para referirse a la muerte, ver com. Juan 11:11. Pablo llama la atención al hecho de que hay algunos que no morirán, sino que serán transformados de su estado físico imperfecto al estado celestial perfecto. Este cambio instantáneo los hará semejantes a los santos resucitados (CS 368-369; SR 411-412).
Todos seremos transformados. "Todos" incluye a los que estén vivos cuando Jesús venga y también a los que hayan muerto. Los cuerpos de los primeros pasarán instantáneamente de la mortalidad a la inmortalidad; los de los segundos serán resucitados en estado inmortal (cf. com. 2 Cor. 5:1-4).
52. En un momento. Gr. en atóm', en un punto de tiempo indivisible. "En un instante" (BJ, BC, NC). Atomos sólo aparece aquí en el NT. De esta palabra deriva "átomo". La frase en un abrir y cerrar de ojos indica también la extrema rapidez con que se efectuará la transformación en los cuerpos de los santos que estén vivos.
A la final trompeta. Después se indica el tiempo cuando se efectuará esta gloriosa transformación: será en la segunda venida de Cristo, pues será entonces cuando sonará la "trompeta de Dios" y los fieles creyentes que murieron serán resucitados con cuerpos enteramente libres de todos los efectos del pecado (Col. 3:4; ver com. 1 Tes. 4:16).
Los cristianos que estén vivos y esperen anhelosamente la venida de su Señor, experimentarán entonces una transformación maravillosa, y todo rastro de incorrupción e imperfección será eliminado de sus cuerpos, que serán hechos semejantes al glorioso cuerpo de Cristo (ver Fil. 3:20-21; 1 Juan 3:2).
Pasarán por la maravillosa experiencia de ser llevados de la tierra al cielo sin morir, como Elías, que fue un símbolo de todos los verdaderos creyentes que estén vivos cuando Cristo vuelva (ver 2 Rey. 2:11; PR 169).
53. Es necesario que esto corruptible. Es esencial que ocurra un cambio en los cuerpos de los santos; y esto sucederá si son resucitados como cuerpos inmortales e incorruptibles (vers. 42), o si son transformados sin ver la muerte, pues no pueden entrar en el cielo como son ahora (vers. 50).
Se vista. Gr. endúÇ, "vestirse" como con una ropa, etc. "Se revista" (BJ, BC, NC). Esto muestra claramente que se mantendrá la identidad individual y personal cuando ocurra esta transformación del cuerpo.
Cada uno de los redimidos retendrá su propio carácter individual (ver PVGM 267, 295-296; 1JT 242; 2JT 70-71; Material Suplementario de EGW, com. 1 Cor. 15:42-52).
Mortal. Es decir, sometido a la muerte. El don de la inmortalidad será recibido solamente por los que acepten la salvación que Dios ofrece mediante Jesucristo, y este don será suyo cuando Jesús venga otra vez (ver Juan 3:16; Rom. 2:7; 6:23; 2 Cor. 5:4).
54. Sorbida es la muerte. La cita es sin duda de Isa. 25:8, aunque no concuerda exactamente ni con el texto hebreo ni con la LXX. En la segunda venida de Cristo, cuando tenga lugar la asombrosa transformación de lo mortal a lo inmortal, tanto en los justos muertos como en los que estén vivos, entonces Satanás, el gran enemigo del hombre, no hostigará más a los redimidos. El último pensamiento que ocupó la mente de los santos cuando les sobrevino la muerte fue la proximidad del sueño; su última sensación fue el dolor de la muerte. Cuando vean que Cristo ha venido y les ha conferido el don de la inmortalidad, su primera sensación será la de un inefable regocijo porque nunca más sucumbirán ante el poder de la muerte (ver CS 606).
55. Oh muerte. Alusión a Ose. 13:14 (ver el comentario respectivo). En este clamor alegre y victorioso, tanto la muerte como el sepulcro son personificados, se les dirige la palabra. Esto quizá lo hagan todos los santos triunfantes, que serán liberados para siempre de la amenaza del sufrimiento y la separación que ocasiona la muerte. El predominio que siempre ha mantenido este enemigo sobre todos los hombres desde la caída de Adán, será eliminado para siempre de los redimidos en la segunda venida de Cristo.
Aguijón. Gr. kéntron, "púa", "punta", "aguda", "aguijón".
56. Aguijón de la muerte. Este aguijón se define como "pecado". La muerte, como el escorpión, tiene un aguijón, un poder fatal que ha recibido por medio del pecado, la causa de la muerte (ver Rom. 6:23). Pero los redimidos nunca más cometerán pecado, por lo tanto, no podrán sentir otra vez el aguijón de la muerte (ver Nah. 1:9; Isa. 11:9; Apoc. 21:4). La ley. Ver com. Rom. 7:7-11.
57. Gracias sean dadas a Dios. Este versículo presenta el tema o propósito de todos los libros de la Biblia: mostrar que para que el hombre recupere el favor de Dios y vuelva a su condición original de perfección y libertad de todos los efectos del pecado, fue necesario el portentoso poder de Dios que actúa mediante nuestro Señor Jesucristo (ver Ed 121-122; cf. Rom. 7:25). Por este triunfo sobre el poder del adversario, los redimidos alabarán y glorificarán a Dios durante toda la eternidad (ver Apoc. 5:11-13; 15:3-4; 19:5-6).
58. Así que. En vista de la gloriosa verdad que ha sido revelada acerca de la resurrección, se exhorta a los creyentes a resistir cada esfuerzo que pueda ser hecho por los instrumentos de Satanás para minar su fe en Cristo.
Hermanos míos amados. Pablo demostraba en su vida la verdad de que los discípulos de Jesús se aman unos a otros (ver Juan 13:34-35).
Este amor se manifiesta en su disposición para sufrir el uno por el otro (ver Gál. 4:19; Col. 1:24; 2:1-2; 1 Tes. 2:8-9; 3:7-8).
Firmes y constantes. Se aconseja a los creyentes a que permanezcan firmes en su fe sin permitir que nada los perturbe. Esta exhortación a mantener una estabilidad inconmovible se refuerza mediante la grandiosa verdad de la resurrección tan hábilmente presentada por el apóstol en este capítulo. Teniendo en cuenta una seguridad tan maravillosa para el futuro, los creyentes no deben dejarse influir por las múltiples tentaciones del diablo, ya sea para complacer la carne o apartarse de los evidentes hechos del Evangelio debido a la influencia de filosofías mundanas. No se debe permitir que ninguna 808 persona o cosa remueva al creyente del fundamento de su fe y esperanza.
Creciendo. El gran incentivo para una actividad continua en la causa de la verdad, es la positiva seguridad de que tales esfuerzos no serán en el Señor. . . en vano, sino resultarán en la salvación de almas y en la magnificación de la gloria de Dios (ver Sal. 126: 6; Ecl. 11:6; Isa. 55:11; 1 Cor. 3:8-9). 6CBA
COMENTARIOS DE EGW
3-4. HAp 101. ESPUÉS DE SU BAUTISMO, PABLO DEJÓ DE AYUNAR Y PERMANECIÓ "por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. Y luego en las sinagogas predicaba a Cristo, diciendo que éste era el Hijo de Dios."
Osadamente declaraba que Jesús de Nazaret era el Mesías por mucho tiempo esperado, que "fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; . . . fue sepultado, y . . . resucitó al tercer día," después de lo cual fue visto por los doce, y por otros. "Y el postrero de todos," añadió Pablo, "como a un abortivo, me apareció a mí." (1 Cor. 15:3,4,8.) Sus argumentos de las profecías eran tan concluyentes, y sus esfuerzos estaban tan manifiestamente asistidos por el poder de Dios, que los judíos se confundían y eran incapaces de contestarle.
LAS NOTICIAS DE LA CONVERSIÓN DE PABLO LLEGARON A LOS JUDÍOS PRODUCIENDO UNA GRAN SORPRESA.
El que había ido a Damasco "con potestad y comisión de los príncipes de los sacerdotes" (Hech. 26:12), para aprehender y perseguir a los creyentes, estaba ahora predicando el Evangelio de un Salvador crucificado y resucitado, fortaleciendo las manos de los que eran ya sus discípulos, y trayendo continuamente nuevos conversos a la fe que una vez combatió acerbamente.
PABLO HABÍA SIDO CONOCIDO ANTERIORMENTE COMO UN CELOSO DEFENSOR DE LA RELIGIÓN JUDÍA, y un incansable perseguidor de los seguidores de Jesús. Era valeroso, independiente, perseverante, y sus talentos y preparación le capacitaban para prestar casi cualquier servicio. Razonaba con extraordinaria claridad, y mediante su aplastador sarcasmo podía colocar a un oponente 102 en situación nada envidiable. Y ahora los judíos veían a ese joven de posibilidades extraordinarias unido a los que anteriormente había perseguido, y predicando sin temor en el nombre de Jesús.
4-8. HAp 257.
13-20. HAp 257.
51-55. HAp 258.
57-58. HAp 258.
AL BAJARSE LA NORMA MORAL DE LOS CREYENTES CORINTIOS, ciertas personas habían abandonado algunos de los rasgos fundamentales de su fe. Algunos habían llegado hasta el punto de negar la doctrina de la resurrección. Pablo afrontó esta herejía con un testimonio muy claro en cuanto a la evidencia inconfundible de la resurrección de Cristo. Declaró que Cristo, después de su muerte, "resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras," después de lo cual "apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos juntos; de los cuales muchos viven aún; y otros son muertos. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles. Y el postrero de todos, . . . me apareció a mí."
CON PODER CONVINCENTE EL APÓSTOL EXPUSO LA GRAN VERDAD DE LA RESURRECCIÓN. "Porque si no hay resurrección de muertos arguyó, Cristo tampoco resucitó: y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y aun somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él haya levantado a Cristo; al cual no levantó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó: y si Cristo no 258 resucitó, vuestra fe es vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo son perdidos. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."
PABLO DIRIGIÓ LOS PENSAMIENTOS de los hermanos corintios a los triunfos de la mañana de la resurrección, cuando todos los santos que duermen se levantarán, para vivir para siempre con el Señor. "He aquí declaró el apóstol, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón ? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria ? . . A Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo."
GLORIOSO ES EL TRIUNFO QUE AGUARDA AL FIEL. El apóstol, comprendiendo las posibilidades que estaban por delante de los creyentes corintios, trató de exponerles algo que los elevara del egoísmo y la sensualidad y glorificase su vida con la esperanza de la inmortalidad. Fervorosamente los exhortó a ser leales a su alta vocación en Cristo. "Hermanos míos amados les suplicó, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano."
ASÍ EL APÓSTOL, DE LA MANERA MÁS DECIDIDA Y EXPRESIVA, se esforzó por corregir las falsas y peligrosas ideas y prácticas que prevalecían en la iglesia de Corinto. Habló claramente, pero con amor por sus almas. Mediante sus amonestaciones y reproches, brilló sobre ellos la luz del trono de Dios, para revelar 259 los pecados ocultos que estaban manchando sus vidas.
16-18. CS 602. Cuando, en respuesta a sus oraciones, la vida de Ezequías fue prolongada por quince años, el rey agradecido, tributó a Dios loores por su gran misericordia. En su canto de alabanza, dice por qué se alegraba: "No te ha de alabar el sepulcro; la muerte no te celebrará; ni esperarán en tu verdad los que bajan al hoyo.
El viviente, el viviente sí, él te alabará, como yo, el día de hoy." (Isaías 38: 18, 19, V.M.) La teología de moda presenta a los justos que fallecen como si estuvieran en el cielo gozando de la bienaventuranza y loando a Dios con lenguas inmortales, pero Ezequías no veía tan gloriosa perspectiva en la muerte. Sus palabras concuerdan con el testimonio del 602 salmista: "Porque en la muerte no hay memoria de ti: ¿Quién te loará en el sepulcro?" (Salmo 6: 5.) "No son los muertos los que alaban a Jehová, ni todos los que bajan al silencio." (Salmos 115: 17, V.M. )
En el día de Pentecostés, San Pedro declaró que el patriarca David "murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy." "Porque David no subió a los cielos." (Hechos 2: 29, 34.) El hecho de que David permanecerá en el sepulcro hasta el día de la resurrección, prueba que los justos no van al cielo cuando mueren. Es sólo mediante la resurrección, y en virtud y como consecuencia de la resurrección de Cristo por lo cual David podrá finalmente sentarse a la diestra de Dios.
Y San Pablo dice: "Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo son perdidos." (1 Corintios 15: 16-18.) Si desde hace cuatro mil años los justos al morir hubiesen ido directamente al cielo, ¿cómo habría podido decir San Pablo que si no hay resurrección, "también los que durmieron en Cristo, son perdidos"? No habría necesidad de resurrección.
El mártir Tyndale, refiriéndose al estado de los muertos, declaró: "Confieso francamente que no estoy convencido de que ellos gocen ya de la plenitud de gloria en que se encuentran Dios y los ángeles elegidos. Ni es tampoco artículo de mi fe; pues si así fuera, entonces no puedo menos que ver que sería vana la predicación de la resurrección de la carne." -Guillermo Tyndale, en el prólogo de su traducción del Nuevo Testamento, reimpreso en British Reformers-Tindal, Frith, Barnes, pág. 349.
20. CS 451.
23. CS 450.
San Pablo dice, hablando de la resurrección del Señor y de todo su pueblo: "Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida." (1 Corintios 15:23.) Como la gavilla de la ofrenda mecida, que era las primicias o los primeros granos maduros recogidos antes de la cosecha, así también Cristo es primicias de aquella inmortal cosecha de rescatados que en la resurrección futura serán recogidos en el granero de Dios.
Estos símbolos se cumplieron no sólo en cuanto al acontecimiento sino también en cuanto al tiempo. El día 14 del primer mes de los judíos, el mismo día y el mismo mes en que quince largos siglos antes el cordero pascual había sido inmolado, Cristo, después de haber comido la pascua con sus 451 discípulos, estableció la institución que debía conmemorar su propia muerte como "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." En aquella misma noche fue aprehendido por manos impías, para ser crucificado e inmolado.
Y como antitipo de la gavilla mecida, nuestro Señor fue resucitado de entre los muertos al tercer día, "primicias de los que durmieron," cual ejemplo de todos los justos que han de resucitar, cuyo "vil cuerpo" "transformará" y hará "semejante a su cuerpo glorioso." (1Corintios 15: 20; Filipenses 3: 21, V.M.)
22. CS 599. Fue por misericordia para con el mundo por lo que Dios barrió los habitantes de él en tiempo de Noé. Fue también por misericordia por lo que destruyó a los habitantes corrompidos de Sodoma. Debido al poder engañador de Satanás, los obreros de iniquidad se granjean simpatía y admiración y arrastran a otros a la rebelión. Así sucedió en días de Caín y de Noé, como también en tiempo de Abraham y de Lot; y así sucede en nuestros días. Por misericordia para con el universo destruirá Dios finalmente a los que rechazan su gracia.
"Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro." (Romanos 6: 23.) Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés declaró a Israel: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal." (Deuteronomio 30:15.) La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es "la muerte segunda," puesta en contraste con la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igualmente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. "Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos." (Hechos 24:15.) "Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados." (1Corintios 15:22.)
Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. "Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de 600vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación." (Jn. 5:28, 29.)
Los que hayan sido "tenidos por dignos" de resucitar para la vida son llamados "dichosos y santos." "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder." (Apocalipsis 20:6, V.M.) Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón, por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la transgresión: "la paga del pecado." Sufrirán un castigo de duración e intensidad diversas "según sus obras," pero que terminará finalmente en la segunda muerte. Como, en conformidad con su justicia y con su misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva de la existencia misma que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la que se ha mostrado indigno. Un escritor inspirado dice: "Pues de aquí a poco no será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá." Y otro dice: "Serán como si no hubieran sido." (Salmo 37: 10; Abdías 16.) Cubiertos de infamia, caerán en irreparable y eterno olvido.
30. HAp 240. MIENTRAS BATALLABA ASÍ contra la oposición, impulsando con celo incansable la obra del Evangelio y velando por los intereses de una iglesia todavía nueva en la fe, Pablo sentía en su alma una preocupación por todas las iglesias.
LAS NOTICIAS DE QUE HABÍA APOSTASÍA en algunas de las iglesias levantadas por él, le causaban profunda tristeza. Temía que sus esfuerzos en favor de ellas pudieran resultar inútiles. Pasaba muchas noches de desvelo en oración y ferviente meditación al conocer los métodos que se empleaban para contrarrestar su trabajo. Cuando tenía oportunidad y la condición de ellas lo demandaba, escribía a las iglesias para reprenderlas, aconsejarlas, amonestarlas y animarlas.
EN ESTAS CARTAS, el apóstol no se explaya en sus propias pruebas; sin embargo, ocasionalmente se vislumbran sus labores y sufrimientos en la causa de Cristo. Por amor al Evangelio soportó azotes y prisiones, frío, hambre y sed, peligros en tierra y mar, en la ciudad y en el desierto, de sus propios compatriotas y de los paganos y los falsos hermanos. Fue difamado, maldecido, considerado como el desecho de todos, angustiado, perseguido, atribulado en todo, estuvo en peligros a toda hora, siempre entregado a la muerte por causa de Jesús.
En medio de la constante tempestad de oposición, el clamor de los enemigos y la deserción de los amigos, el intrépido apóstol casi se descorazonaba. Pero miraba hacia atrás al Calvario, y con nuevo ardor se empeñaba en extender el conocimiento del Crucificado. No estaba sino hollando la senda manchada de sangre que Cristo había hollado antes. No quería desistir de la guerra hasta que pudiera arrojar su armadura a los pies de su Redentor. 241
31. 1JT 204. LA PLAGA DEL EGOÍSMO. El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo. No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios.
En las mismas vocaciones comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción. Pablo podía decir: "Cada día muero." (1 Cor. 15:31.) Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores. Debemos olvidar el yo por el deseo de hacer bien a otros. A muchos les falta decididamente amor por los demás. En vez de cumplir fielmente su deber, procuran más bien su propio placer.
Dios impone positivamente a todos los que le siguen el deber de beneficiar a otros con su influencia y recursos, y de procurar de él la sabiduría que los habilitará para hacer todo lo que esté en su poder para elevar los pensamientos y los afectos de aquellos sobre quienes pueden ejercer su influencia. Al obrar por los demás, se experimentará una dulce satisfacción, una paz íntima que será suficiente recompensa. Cuando estén movidos por un elevado y noble deseo de hacer bien a otros, hallarán verdadera felicidad en el cumplimiento de los múltiples deberes de la vida. Esto les proporcionará algo más que 205 una recompensa terrenal; porque todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece en el registro de la vida. En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurarán la felicidad de los seres celestiales que los rodeen. Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales.
Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o para mal. Nuestra influencia tiende hacia arriba o hacia abajo; los demás la sienten, obran de acuerdo con ella, y la reproducen en mayor o menor grado. Si por nuestro ejemplo ayudamos a otros a adquirir buenos principios, les impartimos poder de obrar el bien. A su vez, ellos ejercen la misma influencia benéfica sobre otros, y así ejercemos sobre centenares y millares de personas nuestra influencia inconsciente. Pero, si por nuestros actos fortalecemos o ponemos en actividad las malas facultades que poseen los que nos rodean, participamos de su pecado, y tendremos que dar cuenta por el bien que podríamos haberles hecho y que no les hicimos, porque no hallamos en Dios nuestra fortaleza, nuestro guía, nuestro consejero. 206
32. PP 181. A causa de su indiferencia hacia las bendiciones y requerimientos divinos, la Escritura llama a Esaú "profano." Representa a aquellos que menosprecian la redención comprada 181 para ellos por Cristo, y que están dispuestos a sacrificar su herencia celestial a cambio de las cosas perecederas de la tierra. Multitudes viven para el momento presente, sin preocuparse del futuro. Como Esaú exclaman: "Comamos y bebamos, que mañana moriremos." (1 Cor. 15:32) Son dominados por sus inclinaciones; y en vez de practicar la abnegación, pasan por alto las consideraciones de más valor. Si se trata de renunciar a una de las dos cosas, la satisfacción de un apetito depravado o las bendiciones celestiales prometidas solamente a los que practican la abnegación de sí mismos y temen a Dios, prevalecen las exigencias del apetito, y Dios y el cielo son tenidos en poco.
¡Cuántos, aun entre los que profesan ser cristianos, se aferran a goces perjudiciales para la salud, que entorpecen la sensibilidad del alma! Cuando se les presenta el deber de limpiarse de toda inmundicia del espíritu y de la carne, perfeccionando la santidad en el temor de Dios, se ofenden. Ven que no pueden retener esos goces perjudiciales, y al mismo tiempo alcanzar el cielo, y como la senda que lleva a la vida eterna les resulta tan estrecha, concluyen por decidirse a no seguir en ella.
Millares de personas están vendiendo su primogenitura para satisfacer deseos sensuales. Sacrifican la salud, debilitan las facultades mentales, y pierden el cielo; y todo esto por un placer meramente temporal, por un goce que debilita y degrada. Así como Esaú despertó para ver la locura de su cambio precipitado cuando era tarde para recobrar lo perdido, así les ocurrirá en el día de Dios a los que han trocado su herencia celestial por la satisfacción de goces egoístas. 182
33. 1JT 137. UN TIEMPO CRÍTICO PARA LOS NIÑOS. No dejéis que vuestros hijos os vean con rostros ceñudos. Si ellos ceden a la tentación, y luego ven su error y se arrepienten de él, perdonadles tan generosamente como esperáis ser perdonados por vuestro Padre celestial. Instruidlos bondadosamente y ligadlos a vuestro corazón. Este es un tiempo crítico para los niños. Los rodearán influencias tendientes a separarlos de vosotros, y debéis contrarrestarlas. Enseñadles a hacer de vosotros sus confidentes. Permitidles contaros sus pruebas y goces. Estimulando esto, los salvaréis de muchas trampas que Satanás ha preparado para sus pies inexpertos. No tratéis a vuestros hijos únicamente con severidad, olvidándoos de vuestra propia niñez, y olvidando que ellos no son sino niños. No esperéis de ellos que sean perfectos, ni tratéis de obligarlos a actuar como hombres y mujeres en seguida.
Obrando así, cerraríais la puerta de acceso que de otra manera pudierais tener hacia ellos, y los impulsaríais a abrir la puerta a las influencias perjudiciales, que permitirían a otros envenenar sus mentes juveniles antes de advertir el peligro. 137 Satanás y su hueste están haciendo arduos esfuerzos para desviar la mente de los niños, y éstos deben ser tratados con franqueza, ternura y amor cristianos. Esto os dará una poderosa influencia sobre ellos, y les hará sentir que pueden depositar una confianza ¡limitada en vosotros. Rodead a vuestros hijos de los encantos del hogar y de vuestra sociedad. Si lo hacéis, no tendrán mucho deseo de trabar relaciones con otros jóvenes. Satanás obra por medio de dichas relaciones, y trata de que las mentes ejerzan una mutua influencia corruptora. Esta es la manera más eficaz en que pueda trabajar. Los jóvenes tienen una influencia poderosa unos sobre otros. Su conversación no es siempre selecta y elevada. Oyen malas conversaciones, que, si no se resisten con decisión, se alojan en el corazón, para arraigar allí, crecer hasta dar frutos y corromper las buenas costumbres. A causa de los males que imperan hoy en el mundo, y de la restricción que es necesario imponer a los hijos, los padres deben tener doble cuidado de ligarlos a sus corazones y de dejarles ver que desean hacerlos felices.
41. SC 137. ASPIRAD A LA CORONA CELESTIAL. No debemos cansarnos ni desmayar. Sería una terrible pérdida permutar la gloria perdurable por la comodidad, la conveniencia y el placer, o por las complacencias carnales. Un premio de la mano de Dios aguarda al vencedor. Ninguno de nosotros lo merece; es gratuito de su parte. Este don será admirable y glorioso, pero recordemos que "una estrella difiere de otra en gloria." Pero mientras se nos insta a luchar por la victoria, pongámonos por blanco, con el poder de Jesús, obtener una corona cargada de estrellas. "Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad." (RH 25/10/1881.)
42-43. PVGM 65. LA SEMILLA MUERE PARA BROTAR EN FORMA DE NUEVA VIDA, y en esto se nos enseña la lección de la resurrección. Todos los que aman a Dios vivirán otra vez en el Edén celestial. Dios ha dicho de los cuerpos humanos que yacen en la tumba para convertirse en polvo: "Se siembra en corrupción; se levantará en incorrupción; se siembra en vergüenza, se levantará con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará con potencia". 1 Cor. 15:42,43.
TALES SON UNAS POCAS DE LAS MUCHAS LECCIONES ENSEÑADAS por la viviente parábola de la naturaleza respecto del sembrador y la semilla. Cuando los padres y los maestros procuran enseñar estas lecciones, deben hacerlo en una forma práctica. Aprendan los niños por sí mismos a preparar el terreno y a sembrar la semilla. Cuando trabaja el padre o maestro puede explicarles acerca del jardín del corazón y la buena o mala semilla que allí se siembra, y así como el jardín puede prepararse para la semilla natural, debe prepararse el corazón para la semilla de la verdad. Cuando esparcen la semilla en el terreno, pueden enseñar la lección de la muerte de Cristo, y cuando surge la espiga, la verdad de la resurrección. Cuando crecen las plantas, puede continuarse con la relación entre la siembra natural y la espiritual.
45. CS 705. Cuando se da la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: "¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!" El Salvador lo levanta con ternura, y le invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por tanto tiempo.
50. CS 369. El pueblo de Dios no puede recibir el reino antes que se realice el advenimiento personal de Cristo. El Señor había dicho: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su 369 gloria; y delante de él serán juntadas todas las naciones; y apartará a los hombres unos de otros, como el pastor aparta las ovejas de las cabras: y pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a la izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estarán a su derecha: ¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino destinado para vosotros desde la fundación del mundo! "(Mateo 25:31-34, V.M.) Hemos visto por los pasajes que acabamos de citar que cuando venga el Hijo del hombre, los muertos serán resucitados incorruptibles, y que los vivos serán mudados. Este gran cambio los preparará para recibir el reino; pues San Pablo dice: "La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción." (1 Corintios 15:50, V.M.) En su estado presente el hombre es mortal, corruptible; pero el reino de Dios será incorruptible y sempiterno. Por lo tanto, en su estado presente el hombre no puede entrar en el reino de Dios. Pero cuando venga Jesús, concederá la inmortalidad a su pueblo; y luego los llamará a poseer el reino, del que hasta aquí sólo han sido presuntos herederos.
51-52. PP 77. "Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, ... y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios." (Vers. 5.) En medio de un mundo condenado a la destrucción por su iniquidad, Enoc pasó su vida en tan íntima comunión con Dios, que no se le permitió caer bajo el poder de la muerte. El piadoso carácter de este profeta representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que serán "comprados de entre los de la tierra" (Apoc. 14:3) en el tiempo de la segunda venida de Cristo. En ese entonces, así como en el mundo antediluviano, prevalecerá la iniquidad. Siguiendo los impulsos de su corrupto corazón y las enseñanzas de una filosofía engañosa, el hombre se rebelará contra la autoridad del Cielo. Pero, así como Enoc, el pueblo de Dios buscará la pureza de corazón y la conformidad con la voluntad de su Señor, hasta que refleje la imagen de Cristo. Tal como lo hizo Enoc, anunciarán al mundo la segunda venida del Señor, y los juicios que merecerá la transgresión; y mediante su conversación y ejemplo santos condenarán los pecados de los impíos.
Así como Enoc fue trasladado al cielo antes de la destrucción del mundo por el diluvio, así también los justos vivos serán traspuestos de la tierra antes de la destrucción por el fuego.
Dice el apóstol: "Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta." "Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo." "Porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados."
"Los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras." (1Cor. 15:51, 52; 1 Tes, 4:16-18.) 78
51-53. CS 368. La doctrina de la conversión del mundo y del reino espiritual de Cristo no era sustentada por la iglesia apostólica. No fue generalmente aceptada por los cristianos hasta casi a principios del siglo XVIII. Como todos los demás errores, éste también produjo malos resultados. Enseñó a los hombres a 368 dejar para un remoto porvenir la venida del Señor y les impidió que dieran importancia a las señales de su cercana llegada. Infundía un sentimiento de confianza y seguridad mal fundado, y llevó a muchos a descuidar la preparación necesaria para ir al encuentro de su Señor.
Miller encontró que la venida verdadera y personal de Cristo está claramente enseñada en las Santas Escrituras. San Pablo dice: "El Señor mismo descenderá del cielo con mandato soberano, con la voz del arcángel y con trompeta de Dios." Y el Salvador declara que "verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y grande gloria." "Porque como el relámpago sale del oriente, y se ve lucir hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre." Será acompañado por todas las huestes del cielo, pues "el Hijo del hombre" vendrá "en su gloria, y todos los ángeles con él." "Y enviará sus ángeles con grande estruendo de trompeta, los cuales juntarán a sus escogidos." (1 Tes. 4: 16; Mateo 24: 30, 27, 31; 25: 31, V.M.)
A su venida los justos muertos resucitarán, y los justos que estuvieren aún vivos serán mudados. "No todos dormiremos -dice Pablo,- mas todos seremos mudados, en un momento, en un abrir de ojos, al sonar la última trompeta: porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos mudados. Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad." (1 Cor. 15: 51-53) Y en 1 Tes. 4: 16, 17, después de describir la venida del Señor, dice: "Los muertos en Cristo se levantarán primero; luego, nosotros los vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a las nubes, al encuentro del Señor, en el aire; y así estaremos siempre con el Señor."
57. CS 523. La doctrina de la santificación verdadera es bíblica. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Tesalónica, declara: "Esta es la voluntad de Dios, es a saber, vuestra santificación." Y ruega así: "El mismo Dios de paz os santifique del todo." (1Tesalonicenses 4:3; 5:23).
La Biblia enseña claramente lo que es la santificación, y cómo se puede alcanzarla. El Salvador oró por sus discípulos: "Santifícalos con la verdad: tu Palabra es la verdad." (Juan 17:17,19). Y San Pablo enseña que los creyentes deben ser santificados por el Espíritu Santo. (Rom. 15:16.) ¿Cuál es la obra del Espíritu Santo? Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad." (Juan 16:13, V.M.)
Y el salmista dice: "Tu 523 ley es la verdad." Por la Palabra y el Espíritu de Dios quedan de manifiesto ante los hombres los grandes principios de justicia encerrados en la ley divina. Y ya que la ley de Dios es santa, justa y buena, un trasunto de la perfección divina, resulta que el carácter formado por la obediencia a esa ley será santo. Cristo es ejemplo perfecto de semejante carácter. El dice: "He guardado los mandamientos de mi Padre." "Hago siempre las cosas que le agradan." (Juan 15:10; 8:29, V.M.) Los discípulos de Cristo han de volverse semejantes a él, es decir, adquirir por la gracia de Dios un carácter conforme a los principios de su santa ley. Esto es lo que la Biblia llama santificación.
Esta obra no se puede realizar sino por la fe en Cristo, por el poder del Espíritu de Dios que habite en el corazón. San Pablo amonesta a los creyentes: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad." (Filipenses 2:12,13.) El cristiano sentirá las tentaciones del pecado, pero luchará continuamente contra él. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une con la fuerza divina, y la fe exclama: "A Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo." (1 Corintios 15:57.)
Las Santas Escrituras enseñan claramente que la obra de santificación es progresiva. Cuando el pecador encuentra en la conversión la paz con Dios por la sangre expiatoria, la vida cristiana no ha hecho más que empezar. Ahora debe llegar "al estado de hombre perfecto;" crecer "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo."
El apóstol San Pablo dice: "Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús." (Filipenses 3:13,14.) Y San Pedro nos presenta los peldaños por los cuales se llega a la santificación de que habla la Biblia: "Poniendo de vuestra parte todo empeño, añadid a vuestra fe el poder; y al poder, la ciencia; y a la ciencia, la templanza; y a 524 la templanza, la paciencia; y a la paciencia, la piedad; y a la piedad, fraternidad; y a la fraternidad, amor.... Porque si hacéis estas cosas, no tropezaréis nunca." (2 Pedro 1:5-10, V.M.)
Ministerio Hno. Pio
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