viernes, 30 de julio de 2021

757. MINISTERIO EN JERUSALÉN: Arresto Y Liberación/Segunda Manifestación Del Espíritu Santo (HECHOS 4).

Hechos 4. Arresto Y Liberación. Y La Segunda Manifestación Del Espíritu Santo: Vers. (1-3) Los gobernantes judíos se ofenden por el sermón de Pedro, (4) y aunque miles se convierten, encarcelan a Pedro y a Juan.

 (5-12) Después de ser interrogados, Pedro declara valientemente que el cojo fue sanado en el nombre de Jesús, y que sólo en su nombre podemos tener vida eterna. 

(13-22) Los gobernantes ordenan a Pedro y a Juan que no prediquen más en el nombre de Jesús y los amenazan; (23-30) entonces la iglesia se dedica a orar. 

(31-37) Como señal de que ha escuchado sus oraciones, Dios hace temblar el lugar donde están reunidos, y aprueba a su iglesia enviándoles el don del Espíritu Santo e inspirándolos a la caridad y el amor mutuos. 

1 Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, 2 resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. 3 Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.

4 Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.

5 Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, 6 y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; 7 y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?

8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: 9 Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, 10 sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

11 Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

13 Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. 14 Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. 15 Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí, 16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. 17 Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.

18 Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. 19 Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;

20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21 Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, 22 ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.

23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24 Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; 25 que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? 26 Se reunieron los reyes de la tierra, Y los príncipes se juntaron en uno Contra el Señor, y contra su Cristo.

27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.

29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, 30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.

31 Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

32 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 33 Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. 34 Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. 36 Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, 37 como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles. (Hechos 4).

1. Hablando ellos. En ese tiempo y constantemente después, las actividades de los apóstoles preocupaban profunda y desagradablemente a las autoridades judías. Es evidente que la noticia de la curación del cojo se había difundido rápidamente por la ciudad; y por primera vez después de la crucifixión, los dirigentes del sanedrín, que habían condenado al Señor, se ocupaban nuevamente del cristianismo.

Habían transcurrido sólo unas pocas semanas desde la crucifixión. Durante ese tiempo, los dirigentes judíos sin duda se habían congratulado por haberse librado de Jesús para seguridad de la nación, tal como Caifás lo había aconsejado (Juan 11:49-50). Sabían que la tumba de Jesús había sido hallada vacía, y negándose a creer en la resurrección se habían ocupado en hacer circular la versión de que los discípulos habían robado su cuerpo (Mat. 28:13-15). No se sabe si algunos de los dirigentes judíos habían estado presentes el día de Pentecostés, pero tuvieron que haberse enterado de los acontecimientos de ese día y del crecimiento de la nueva iglesia. Y ahora habían encontrado a dos de los principales portavoces de los cristianos enseñando públicamente en los mismos portales del templo.

Vinieron sobre ellos. Con el propósito de apresarlos. Sacerdotes. Estos eran los que se ocupaban de los servicios del templo (1 Crón. 24:1-19), y naturalmente fueron los primeros en sentirse molestos por causa de las multitudes que, atónitas, habían presenciado la curación del cojo. 

El jefe. Parece que era uno de los funcionarios que habían estado presentes en el arresto de Jesús (Luc. 22:52). El AT menciona a un magistrado cuyo título era "príncipe de la casa de Dios" (BJ, 1 Crón. 9:11; 2 Crón. 31:13; Neh. 11:11). 

En 2 Macabeos 3:4 aparece un benjamita como "administrador del Templo" (BJ). Lucas menciona repetidas veces a los "jefes de la guardia del templo" (Luc. 22:52; Hech. 5:24, 26), y Josefo también se refiere a ese magistrado (Guerra ii. 17.2; Antigüedades xx. 9.3). Es evidente que el funcionario mencionado por Josefo es el mismo del cual habla Lucas, y podría ser el mismo que se menciona en el AT y en 2 Macabeos. 

En los escritos judíos posteriores aparecen varios funcionarios que podrían corresponder con este "jefe de la guardia del templo". Uno de ellos era el 'ish har habbáyith, o "magistrado del monte del templo" (Mishnah Middoth 1.2). Este no era uno de los soldados, sino supervisor de la guardia de sacerdotes y levitas que cuidaban el templo, sobre todo por la noche. Como inspector hacía sus rondas nocturnas visitando todas las puertas y despertando a los guardias que dormían. Parece haber tenido que ver especialmente con el atrio exterior, lugar donde Pedro acababa de pronunciar su discurso. Otro magistrado que con mayor probabilidad puede identificarse con el "jefe de la guardia" es el segan hakkohanim, "prefecto de los sacerdotes". Ocupaba el cargo de ayudante del sumo sacerdote, con quien cooperaba en sus funciones oficiales, y era el responsable de los servicios del templo y de mantener el orden en toda el área del templo.

Saduceos. Ver t. V, pp. 54-55. Los saduceos no se mencionan a menudo en el relato evangélico; pero en Hech. 23:8 se registra que enseñaban que "no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu". Cuando Jesús y sus apóstoles enseñaban la doctrina de la resurrección y de la vida futura, los saduceos se les oponían, según se registra aquí y en Mat. 22:23-33.

Cuando hallaron a los discípulos de Jesús predicando la resurrección, los saduceos reaccionaron como lo habían hecho ante el mismo Jesús, y se convirtieron en perseguidores de la iglesia. 

No se registra en el NT que ningún saduceo hubiera aceptado el Evangelio. No puede decirse lo mismo de los fariseos, algunos de los cuales manifestaron ser creyentes (Hech. 15:5; cf. cap. 23:6).

2. Resentidos. "Molestos" (BJ). El verbo de donde deriva este participio es empleado para describir la reacción de Pablo cuando una mujer en Filipos lo seguía gritando (cap. 16:18). Los dirigentes de los judíos estaban disgustados porque los discípulos enseñaban la doctrina de la resurrección -tan opuesta a los conceptos de los principales sacerdotes que eran saduceos-, y también porque predicaban sin preparación ni autorización para hacerlo, algo semejante al caso de Jesús (Juan 7:14-15). Ha sucedido a menudo que quienes tienen autoridad eclesiástica se han opuesto al ministerio de quienes no han sido comisionados por ellos. Quienes tienen cierto poder fácilmente se imaginan que sólo ellos pueden instruir a otros en cuanto a la forma en que deben actuar en público.

De que enseñasen. Una de las objeciones que sin duda presentaron las autoridades en contra de los apóstoles, fue que eran "hombres sin letras y del vulgo" (vers. 13), y por lo tanto no estaban capacitados para enseñar al pueblo.

Anunciasen en Jesús la resurrección. Los apóstoles predicaban la doctrina de la resurrección "en Jesús", es decir, enseñaban que esta resurrección era una prueba irrefutable de la resurrección general de los muertos, doctrina que los saduceos rechazaban. Cf. cap. 23:8. Pablo más tarde destacó que la resurrección de Cristo es una garantía de que todos los justos resucitarán en el día final (1 Cor. 15:16-23; Fil. 3:10-11).

3. En la cárcel. "Bajo guardia" (BJ). Con este episodio comienza la primera persecución de los apóstoles.

Tarde. Debe recordarse que el caso de la curación del cojo había comenzado como a las 15 horas (ver com. cap. 3:1). Después de la curación de ese hombre, Pedro había presentado su discurso, y entonces él y Juan fueron arrestados. Para entonces, ya era "tarde", sin duda como la hora duodécima, muy cerca de la puesta del sol.

A los judíos les estaba prohibido dictar sentencia en una sesión nocturna, y como su día terminaba a la hora duodécima ya era demasiado tarde para llevar a cabo un procedimiento judicial (ver la segunda Nota Adicional de Mat. 26). 

Los rabinos imponían esta restricción a los juicios nocturnos por causa de Jer. 21:12, que dice: "Casa de David, así dijo Jehová: Haced de mañana juicio". Aplicaban esto aún a las deliberaciones en cuanto a la proclamación de la fiesta de la luna nueva (Mishnah Rosh Hashanah 3.1).

4. Pero. Los nuevos creyentes no se acobardaron por causa del arresto de los apóstoles.

Muchos. . . creyeron. Creyeron en Jesús, a quien Pedro había presentado como el profeta acerca del cual Moisés había escrito. Todo el que creyó se convirtió en parte de la creciente hueste de conversos que se incorporaban a la iglesia.

Varones. Gr. an'r, "varón". Esta palabra se emplea sólo para el sexo masculino; no es la palabra genérica "hombres". Parece que sólo se contaron los varones (ver com. Mat. 14:21).

Como cinco mil. O "llegó a unos cinco mil" (BJ). Es probable que Lucas hubiera querido decir aquí que el número total de los discípulos alcanzó a cinco mil, y no que ese día se convirtieron cinco mil. Tres mil se habían convertido en Pentecostés, y desde ese momento diariamente se habían añadido miembros a la iglesia (cap. 2:47).

5. Al día siguiente. Esta fue la primera oportunidad que tuvieron los dirigentes judíos de hacer una investigación judicial (ver com. vers. 3).

Se reunieron. Evidentemente la reunión había sido citada, como la de Mat. 26:3-4, para estudiar qué se podía hacer frente a la nueva crisis. Por supuesto, esta reunión incluía tanto a fariseos como a saduceos; pero éstos dominaban el sanedrín en esa época.

Los gobernantes. Es probable que este término designe a los "sacerdotes" y al "jefe de la guardia del templo" del vers. 1.

Ancianos. Sin duda éstos eran los que en hebreo eran designados como zeqenim, "ancianos".  Representaban el elemento laico del sanedrín, en contraste con los escribas y los sacerdotes.

Escribas. El tercer grupo que componía el sanedrín era el de los escribas, quienes eran los juristas profesionales y eran reconocidos como intérpretes de la ley (t. V, p. 57). Es comprensible que estuvieran resentidos por esta nueva enseñanza presentada por hombres que aparentemente no tenían preparación (cf.  Mat. 7:29).

6. Anás. Anás (llamado Ananus por Josefo), hijo de Set, fue designado como sumo sacerdote alrededor del año 6 d. C. por el gobernador romano Quirino (Cirenio), y fue depuesto alrededor del año 14 d. C. (Josefo, Antigüedades xviii. 2.1-2). Cristo había sido llevado primeramente ante Anás (Juan 18:13), y luego éste lo envió a Caifás, el sumo sacerdote. Esto indicaría que, aunque no era entonces el sumo sacerdote, Anás tenía una gran influencia entre los judíos. Esto es muy fácil de entender por el hecho de que Caifás era yerno de Anás. Probablemente sea imposible ahora definir exactamente cuáles eran las funciones de Anás y de Caifás. Parece que era costumbre que aquellos que una vez habían ejercido el sumo sacerdocio siguieran empleando el título después de dejar de desempeñarlo. Cuando murió Anás cinco de sus Hijos ya habían sido sumos sacerdotes (Id. xx. 9.1); pero su vejez se vio perturbada por las atrocidades cometidas en el templo por los insurgentes durante la guerra de los años 66 a 73 d. C. (Josefo, Guerra iv. 3.78).

Caifás. Caifás había sido nombrado alrededor del año 18 ó 19 d. C., y fue depuesto alrededor del año 36 d. C. En los Evangelios aparece como político y hábil administrador (Juan 18:14. Ver com. "Anás").

Juan. Posiblemente haya sido Johanán (es decir, Juan) ben Zakkai, dirigente judío de quien se dice que estuvo en el apogeo de su influencia 40 años antes de la destrucción del templo en el año 70 d. C. Después de la guerra entre judíos y romanos, fue el fundador y el presidente del Concilio de Jamnia (t.  V, p. 79); sin embargo, esta identificación no es muy segura.  

Otra posibilidad, sugerida por un antiguo manuscrito en el que se lee "Jonatán", es que éste era Jonatán, hijo de Anás, quien fue sumo sacerdote por un corto período después de Caifás, y nuevamente en tiempos de Félix (aproximadamente del año 52 al 60 d. C.).

Alejandro. No hay ninguna identificación segura de este personaje.

La familia de los sumos sacerdotes. El Talmud (Pesahim 57a) menciona a varias destacadas familias de las cuales en ese tiempo se nombraban a los sumos sacerdotes. Caifás, que ejercía entonces el sumo sacerdocio, tenía varios parientes que ocupaban puestos encumbrados (ver com. "Anás"), y es probable que varios de ellos estuvieran presentes en el juicio de Pedro y de Juan que se registra aquí. Ver com. Mat. 2:4.

7. En medio. Los miembros del sanedrín se sentaban en semicírculo (Mishnah Sanhedrin 4.3), y, al parecer, Pedro y Juan fueron colocados en el centro.

¿Con qué potestad? Gr. en póia dunámei, "¿con qué clase de poder?" La palabra dúnamis, "fuerza", "capacidad", empleada aquí se aplica con frecuencia a los milagros de Cristo ("milagros", Mat. 11:20; "poderes", Mar. 6:14; "maravillas", Luc. 19:37). Los dirigentes de los judíos aceptaban que el cojo había sido curado por una maravillosa manifestación de poder.  Eso era demasiado evidente para negarlo (ver com. Hech. 4:16); pero su pregunta insinuaba una sospecha de que se trataba de un poder demoníaco, acusación similar a la que se había lanzado contra Jesús (Luc. 11:15; Juan 8:48).

¿En qué nombre? "¿En qué clase de nombre?" Ver com. cap. 3:16. Los dirigentes judíos sin duda sabían que Pedro y Juan habían sanado al cojo en el nombre de Jesús. Pero para ellos Jesús era un hombre que hacía poco había sido crucificado como criminal; por eso su pregunta es tan despreciativa.

8. Pedro. Pocas semanas antes, Pedro había temblado ante los siervos y los soldados en el patio de la casa del sumo sacerdote, y había negado a su Señor; pero desde entonces había recibido el Espíritu de Dios que lo había "mudado en otro hombre" (ver com. 1 Sam. 10:6; cf. Mat. 10:19-20). En pie delante del más alto tribunal de los judíos, habla, ciertamente en forma respetuosa, pero con firme valor. Con amargo llanto Pedro se había arrepentido de haber negado a su Señor (Luc. 22:54- 62).

Una evidencia del verdadero arrepentimiento es buscar cómo reparar el mal producido por una falta de la cual uno se ha arrepentido. Pedro había deshonrado a su Maestro y a su causa en presencia de los judíos. Ahora, en la misma ciudad, en presencia de las mismas personas que habían participado en la condenación de Jesús, Pedro dio gozoso su testimonio de la misión divina del Salvador a quien una vez había negado. Aquí demostró la validez de su posterior amonestación: "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Ped. 3:15).

Gobernantes del pueblo. Compárese este respetuoso saludo con el más familiar de Pablo: "Varones hermanos" (cap. 23:1,6). Sin duda Pablo conocía personalmente a varios miembros del tribunal, y por lo tanto sentía menos temor ante ellos (ver com. cap. 9:1). Al cristiano se le ordena que respete a quienes ocupan puestos de autoridad (Mat. 22:21; Rom. 13:7; 1 Ped. 2:13-17).

Ancianos de Israel. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la omisión de la frase "de Israel". Ver com. vers. 5.

9. Se nos interroga. Gr. anakrínô, "examinar", que muchas veces tiene el sentido específico de hacer una interrogación judicial, como en Luc. 23:14. En el NT sólo emplean este verbo Pablo y Lucas (Hech. 12:19; 24:8; 1 Cor. 2:14-15; 4:3-4).

Beneficio. En el griego podría leerse "una buena obra hecha en favor de un débil", pues ninguno de los sustantivos tiene artículo. Pedro pone de relieve el "beneficio" indudable que el Señor había hecho por medio de Juan y de él; y al hacerlo, subrayaba que el juicio que ahora se le hacía a él y a Juan era irrazonable. Sus palabras podrían indicar que preveía la posibilidad de que también le hicieran otras acusaciones debido a su sermón (cap. 3:12-26), como ocurrió en el caso de Esteban, quien fue acusado de blasfemia "contra este lugar santo [el templo] y contra la ley" (cap. 6:13).

Este. El uso de este pronombre podría indicar que el que había sido sanado también estaba presente en el sanedrín (vers. 14).

Sanado. Gr. sózô, "salvar", ya fuera física o espiritualmente. Esta palabra sugiere decididamente una restauración tanto espiritual como física (Mar. 10:52; Luc. 7:50).

10. A todo el pueblo. Pedro deseaba que todos oyeran el importante testimonio que estaba a punto de dar a los dirigentes y al pueblo (cf. cap. 2:14).

En el nombre. Ver com. cap. 3:16.

A quien vosotros crucificasteis. Esta declaración presupone una decidida intrepidez.  Pedro no vacila en afirmar que aunque Pilato había pronunciado la sentencia oficial, ellos -los mismos que lo estaban interrogando- habían sido los que crucificaron a su propio Rey No había tratado de evitar confesar al Nazareno como el Mesías. Pedro proclamó que Cristo había resucitado de los muertos y que seguía sanando como lo había hecho cuando estaba en la tierra.

11. La piedra. Este versículo es una cita no literal de Sal. 118:22. Algunos miembros del sanedrín, a quienes Pedro se dirigía, habían oído cuando Jesús había citado estas palabras y hecho la aplicación de las mismas a los judíos escépticos (Mat. 21:42-44). Su ceguedad les había hecho pensar entonces que podían desafiar la advertencia y exhortación de Cristo. 

Por su jerarquía eran edificadores de la iglesia de Israel (ver com. Hech. 7:38), pero habían rechazado la piedra que Dios había escogido como cabeza del ángulo (Efe. 2:20). Esta misma idea es la nota dominante en una de las epístolas de Pedro: que la iglesia está construida de piedras vivas sobre el fundamento de Jesucristo como "cabeza del ángulo" (1 Ped. 2:6-8).

12. En ningún otro hay salvación. Pedro afirma que la curación física del cojo es la manifestación externa del poder de Jesús para la salvación del alma, salvación que el inválido también había recibido. Debido a los resultados producidos por la orden: "Levántate y anda", los testigos oculares debían deducir que el mismo poder era capaz de traer consigo la bendición mayor de la salvación espiritual (Mat. 9:5). La salvación de la cual Pedro estaba hablando era exactamente lo que los dirigentes decían que buscaban. La afirmación de Pedro de que Cristo es el único Salvador concordaba exactamente con lo que Jesús mismo afirmaba: que sólo en él hay salvación (Juan 3:16; 14:6).

No hay otro nombre. Ver com. cap. 3:16. Pedro había aprendido a unir a la idea del nombre toda la personalidad y el poder de quien poseía el nombre.  Para los que habían conocido y aceptado a Cristo, el nombre de Jesucristo de Nazaret era la única verdadera fuente de liberación y salvación.

Podamos ser salvos. Cristo es el único camino, y necesariamente por él debemos buscar la salvación si anhelamos ser salvos (Juan 14:6; 17: 3). El plan de salvación ofrecido por medio de Jesucristo (1) glorifica a Dios como gobernante moral; (2) enaltece la ley de Dios como regla de gobierno; (3) da evidencia de que su origen es la revelación divina; (4) por medio de la expiación vicaria satisface las necesidades de los pecadores, quienes de otro modo están bajo la condenación de Dios. Cristo es el único mediador entre el hombre y Dios (1 Tim. 2:5).

13. Entonces viendo. El verbo griego implica más que ver superficialmente; incluye contemplar y considerar.

Denuedo. Gr. parr'sía, "valor", "valentía"; de las palabras pan, "todo" y rh'sis, "habla". Por lo tanto, "libertad de hablar", o sea "valor" o "temeridad". Esta palabra sugiere una prontitud para hablar que no se espera de uno que no se ha preparado para la enseñanza. La parr'sía había sido característica de la enseñanza del Señor, la cual se había impartido "claramente" (Mar. 8:32). Desde ahora en adelante también sería un rasgo distintivo de la obra de los apóstoles; aquí en el caso de Pedro, y también en el de Pablo (Hech. 28:31; 2Cor. 7:4). La parr'sía era una característica de Juan en la confianza que demostraba al acercarse a Dios (1 Juan 4:17; 5:14).

De Pedro y de Juan. Hasta donde se registre, Juan no había hablado, pero sin duda su porte y su apariencia, y quizá sus palabras no registradas en este pasaje, revelaron evidentemente un valor similar.

Sin letras. Gr. agrámmatos, "sin letras", es decir, sin educación, por lo menos en lo que a las letras y las tradiciones de los judíos se refería. Por otra parte, un escriba era un grammatéus, "hombre de letras". Los dirigentes de los judíos, sabiendo que Pedro y Juan no tenían la educación de los escribas, naturalmente llegarían a la conclusión de que tales ignorantes no estaban calificados para ser maestros de religión.

Del vulgo. Gr. idiÇt's, de ídios, "propio de uno". La palabra se refiere a una persona común, a un ciudadano particular, en contraste con el que tenía un cargo oficial. Los discípulos no tenían una jerarquía conocida como maestros de religión. Carecían del puesto y de la preparación que se requerían para un cargo tal. La palabra idiÇt's tiene una historia posterior curiosa. Pasó al latín casi con la misma grafía, idiota; y luego a los idiomas occidentales modernos como un término que equivale a ignorancia e incapacidad. Lucas empleó esta palabra no para significar que Pedro Y Juan carecían de inteligencia, sino más bien que no eran figuras públicas reconocidas. Los miembros del sanedrín estaban enfurecidos porque los apóstoles intentaban hacer la obra de los maestros de religión.

Reconocían. Pedro ya había declarado ante el sanedrín que su poder emanaba de Jesús de Nazaret. En este momento, cuando los dirigentes judíos procuraban explicarse de dónde provenía la valentía de los apóstoles para enseñar, a pesar de que les faltaba la preparación académica para hacerlo, comprendieron que el modo de hablar de Pedro era también el de Jesús. No sólo su poder para sanar, sino también su mensaje y la manera de su presentación derivaban de Cristo.

Para el sanedrín tuvo que haber sido como si Jesús estuviera de nuevo vivo ante sus ojos en la persona de sus dos discípulos. Así debería ocurrir siempre con todos los que verdaderamente siguen a Cristo. Para el cristiano que habla en representación de su Maestro, el mayor poder y la más grande convicción provienen de que haya estado con Jesús en oración, en meditación y en compañerismo en todas las actividades de la vida. Esta clase de comunión con el divino Señor proporciona un privilegio inestimable, un poder transformador y una seria responsabilidad para el servicio de Cristo.

14. No podían decir nada. "No podían replicar" (BJ). Es decir, "no tenían nada que contradecir". La evidencia era irrefutable. Los dirigentes judíos no podían acusarlos de engaño como lo habían intentado hacer en cuanto a la resurrección del Señor, porque la persona sanada estaba frente a ellos (vers. 16). A juzgar por lo que sigue, es probable que en esa augusta asamblea hubiera hombres que pensaban que Dios estaba obrando por medio de los apóstoles. Poco después de este acontecimiento Gamaliel sugirió esa posibilidad (cap. 5:34-39). No es difícil que también hubiera otros que, aunque sin decir nada, temieran que también fueran "hallados luchando contra Dios" (cap. 5:39; cf. vers. 40).

15. Concilio. Es decir, el sanedrín. Los dos discípulos y quizá también el que había sido cojo, fueron sacados de la sala del concilio mientras los miembros del sanedrín discutían qué debía hacerse.

16. ¿Qué haremos? Esta pregunta no tendría por qué haberse debatido. El sanedrín funcionaba como un tribunal y, según correspondía, debería haberse pronunciado el veredicto en favor o en contra del acusado. 

El cojo ya no era un inválido. Lo veían sanado. Los dos hombres que habían sido los instrumentos humanos de su restauración habían estado delante de ellos, y ahora aguardaban su decisión. 

Los miembros del sanedrín no actuaron como Jueces, y comenzaron a debatir entre sí lo que deberían hacer frente a las claras circunstancias. Todo este proceder es muy característico de Caifás (Juan 11:49-50).

Señal. Gr. s'méion, "señal", y por extensión, "milagro" (ver t. V, p. 198; com. Isa. 7:14). Las autoridades judías admitieron que se había hecho una señal innegable en medio de ellos.

Notoria a todos. El cojo, que mendigaba a la puerta del templo, era tan ampliamente conocido, que sólo podía pensarse en dos razones para que se considerara que los apóstoles eran dignos de castigo: (1) o que el milagro era una impostura, cosa que ninguno del concilio creía ni se atrevía a insinuar; o (2) que el milagro había sido hecho por alguna clase de magia o por algún otro medio ilegal (Deut. 13:1-5). La pregunta del sanedrín, "¿Con qué   potestad . . . habéis hecho vosotros esto?" podría sugerir la segunda posibilidad; pero desde el mismo comienzo Pedro (Hech. 3:13) había atribuido el milagro al "Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob", y había insistido en que Dios, por medio de Jesucristo, había sanado al hombre; por lo tanto, no se les podía hacer ninguna acusación.

No lo podemos negar. La construcción de esta oración sugiere no sólo el deseo de negar el milagro, sino también que admitían que en tales circunstancias carecían de poder para hacerlo. Veían la evidencia, pero se negaban a examinarla imparcialmente y a aceptar al Cristo que había manifestado el poder. Este tipo de rechazo es peor que no conocer nunca la verdad.

17. Para que no se divulgue. Los dirigentes judíos temían que el relato del milagro se divulgara por toda la ciudad y sus alrededores y entonces sucediera que la gente pudiera aceptar a Jesucristo como el Mesías y el divino Hijo de Dios. Este sería el resultado lógico, y sin duda de ese modo muchos fueron conducidos a la fe en Jesús.

En este nombre. O "acerca de este nombre" o" debido a este nombre" (ver com. cap. 3:16). Los discípulos no debían predicar más acerca de Jesús o por su autoridad.

18. Llamándolos. Llamaron a Pedro y a Juan a la sala del concilio para informarles en cuanto a los resultados de la deliberación.

En ninguna manera hablasen. Ni siquiera debían pronunciar el nombre de Jesús. En el nombre. Ver com. vers. 17.

19. Pedro y Juan. Los dos apóstoles se unieron ahora para expresar su determinación de hacer pública la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. Es posible que el concilio hubiera amonestado a cada uno por separado para que desistieran, y cada uno confirmó su determinación de seguir adelante a pesar de la advertencia del concilio. Hay una expresión similar de firmeza de judíos fieles en 2 Macabeos 7:30.

Juzgad. Aquí se sugiere un principio importante. Estas palabras introducen una afirmación del derecho de conciencia para desobedecer a la autoridad humana cuando ésta se opone a la autoridad divina. La declaración enfática de los apóstoles -"Juzgad si es justo"- muestra que reclamaban este derecho como algo axiomático. Sin embargo, en la práctica, muchas veces surge la dificultad de establecer si el que pretende poseer tal autoridad divina realmente la tiene. En casos como éste, cuando el problema se refiere al testimonio de los hechos, si los hombres sienten que son enviados por Dios para declarar tales hechos, que no se atrevan a modificar la verdad, ni siquiera por temor de ofender a los hombres.

Cuando haya una disputa con la autoridad civil, el que tiene convicciones religiosas debe aceptar la responsabilidad de probar que sus convicciones se basan en la autoridad divina. Si desea que su caso pueda triunfar, debe convencer a sus oyentes de que sus convicciones son correctas. Pedro y Juan sabían que tenían la autoridad del Espíritu Santo, ya demostrada por milagros y conversiones. Tenían la convicción permanente de la verdad, y la demostraban en su predicación y en sus resultados. 

En esa situación no podían consentir en obedecer a los hombres antes que a Dios (cap. 5:29). Los apóstoles habían recibido de Cristo la orden de predicar. Él también les daba el poder que tenían.  En tal situación ninguna otra consideración podía tener validez (HAp 55-57).

Cuando un hombre tiene que elegir entre su honrada convicción acerca de la voluntad de Dios para con él y las leyes de los hombres, sólo debe seguir lo que cree que es la voluntad de Dios. Si intenta servir a dos señores no podrá satisfacer a ninguno de los dos, y venderá su alma por intentar beneficiarse personalmente. Pero si siempre reconoce que Dios tiene derecho a pedirle su completa lealtad, nadie podrá llamarlo deshonesto, y su alma estará a salvo.

Si es justo. En vista de la evidencia irrefutable de su inocencia, los apóstoles intrépidamente desafiaron a los dirigentes judíos a que reconocieran los hechos. Que el sanedrín dejara en libertad a Pedro y a Juan sin castigarlos, es un reconocimiento tácito de que no eran culpables.

20. No podemos dejar de decir. En el griego dice: "no podemos nosotros", lo que da énfasis al pronombre. Como apóstoles de Jesús, Pedro y Juan habían recibido la misión especial de dar testimonio de él (Mat. 28:19-20; Hech. 1:8).

Hemos visto y oído. El testimonio de los apóstoles se basaba en sus experiencias personales, las cuales habían disfrutado con Jesús. Muchos años después, tanto Pedro como Juan destacaron en sus epístolas la importancia de haber sido testigos oculares de las verdades que enseñaban (2 Ped. 1:16-18; 1Juan 1:1-3). La experiencia íntima de la presencia de Cristo en la vida del cristiano constituye una de las evidencias más convincentes de la realidad práctica de la verdad cristiana.

21. Les amenazaron. El sanedrín no se atrevió a hacer más que esto, porque todos sabían que el cojo había sido sanado y que no podía hacerse a los apóstoles ninguna acusación que mereciera castigo. En vista de que el cojo sanado era conocido por todos, no podían negar que el relato del milagro fuera cierto. Y, además, como era una buena obra, confirmada sin lugar a dudas, no podía aplicarse un castigo. Tampoco podían justificar el castigo de los apóstoles por haber afirmado que habían sanado al cojo en el nombre de Jesús.

Castigarles. Es indudable que algunos de los dirigentes judíos se inclinaban a favorecer a los apóstoles (ver com. vers. 14), sin embargo, en general había un sentimiento de chasco porque no habían sido capaces de encontrar algún pretexto para aplicar un castigo sin enfurecer a la gente. En este caso la conveniencia parece haber sido un factor importante, tanto en el razonamiento de los dirigentes como en su decisión (cf. Juan 11:49-50).

Glorificaban a Dios. Una descripción de la manera como reaccionó la gente ante el milagro. En su discurso en el templo Pedro había presentado claramente cuál era la fuente del poder por medio del cual el hombre había sido sanado (cap. 3:12-16).

22. Tenía más de cuarenta años. Al comparar este pasaje con el cap. 3:2, se ve que el hombre había estado cojo durante todos esos años. Una incapacidad tan larga hizo que el milagro fuera aun más notable. Lucas señala repetidas veces la duración de una enfermedad o de una dolencia física que fue curada en forma milagrosa (Luc. 8:42-43; 13:11; Hech. 9:33; 14:8). Sería exagerado decir que todas estas alusiones puedan atribuirse a que Lucas era médico (Col. 4:14) -aunque en algunos casos sí podría ser cierto-, pues esto mismo hicieron otros autores ajenos a la medicina al relatar curaciones milagrosas (Mar. 5:25; 9:21; Juan 5:5; 9:1). Es probable que los autores del NT presentaran esta información mayormente porque ayudaba a mostrar la magnitud del milagro realizado.

23. Los suyos. Gr. hoi ídioi, "los suyos". Los autores judíos al escribir en griego empleaban esta expresión para referirse a compañeros de armas y a compatriotas. Pablo la usó para referirse a parientes (1 Tim. 5:8; cf. Hech. 24:23), uso que también aparece en los papiros. Juan la usa para referirse a los discípulos de Jesús (Juan 13:1). "Los suyos" sin duda se refiere en este pasaje a los otros creyentes. Parece que no tenían un lugar fijo donde reunirse. En el día de Pentecostés probablemente se juntaron en el aposento alto (Hech. 1:13; 2:1). A medida que la iglesia crecía, se reunían diariamente en el templo, y también en sus casas (cap. 2:46; 12:12). Por lo tanto, es fácil que Pedro y Juan hallaran reunidos a los otros apóstoles y a los creyentes.

Contaron todo. El informe se presentó para gloria de Dios y no de los apóstoles que relataron el episodio (cf. cap. 15:3-4).

Los principales sacerdotes y los ancianos. Ver com. vers. 1.

24. Alzaron unánimes la voz. Al escuchar el informe de los apóstoles, los cristianos reunidos elevaron sus voces en alabanza y adoración al Dios que tan maravillosamente había intervenido. Las palabras que siguen sugieren que hubo un canto de alabanza diferente al lenguaje común. Es probable que fuera un himno, y puede que haya sido recitado o cantado por Pedro mientras los otros decían "amén", o pueden haberlo repetido después de él, frase tras frase. Pero es dudoso que la comunidad cristiana ya hubiera compuesto y aprendido de memoria un himno tal como parte de su liturgia. Este pasaje, basado en Exo. 20:11 y Sal. 146:6, se destaca por ser la primera manifestación que se registra del culto público en la historia cristiana.

Soberano Señor. Gr. despót's, "amo", "señor", en contraste con un siervo. Esta palabra se emplea en el NT seis veces para referirse al Señor (ver com. Luc. 2:29). Es interesante notar que aparece dos de estas veces en los escritos 'de Pedro y de Juan (2 Ped. 2:1; Apoc. 6:10), los discípulos que sin duda dirigieron este acto de adoración y culto.

Dios. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de la palabra "Dios", y el uso de sólo el pronombre "tú".  Sin embargo, tal omisión no cambia el hecho de que Dios es el creador y que esto es base eterna para la alabanza y la obediencia de sus criaturas (Isa. 44:23-27; Heb. 1:1-5).

El cielo y la tierra, el mar. Como ocurre con muchos salmos, esta atribución a Dios de la alabanza comienza con la exposición de la gloria del Altísimo como Creador.

25. Por boca. Los manuscritos más antiguos de este pasaje presentan una construcción griega confusa y al parecer errónea. En los manuscritos posteriores se aprecian variantes que dan la impresión de ser intentos de los copistas por enmendar el texto. El MS más antiguo que tenemos (Sinaítico, siglo IV) puede traducirse de la siguiente forma: "Tú hablaste por boca del Espíritu Santo, por medio de nuestro padre David, tu siervo".

Se amotinan las gentes. La cita de los vers. 25-26 es de Sal. 2:1-2, que sin duda se había aplicado en primer lugar a alguna revuelta contra un rey de Israel. Durante el reinado de David se mencionan conflictos con los sirios, los moabitas, los amonitas y otros que en vano intentaron rebelarse (2 Sam. 8). Aquí se presenta el salmo como un paralelo con la lucha de los dirigentes judíos contra el Señor de la iglesia. Una antigua aplicación judía del Sal. 2:1, probablemente proveniente del siglo II d. C., interpreta que las "gentes" eran Gog y Magog, que de acuerdo con el pensamiento judío se opondrían al Mesías cuando viniera (Talmud, Abodah Zarah 3b). Si tal aplicación de este versículo era conocida en los tiempos de los apóstoles -cosa que bien pudo haber sido-, es fácil entender que los apóstoles aplicaran Sal. 2:1 con toda propiedad a los que ya se oponían al Mesías.

26. Los reyes. En este caso, los romanos (ver com. vers. 27).

Cristo. Gr. jristós, "ungido". La LXX emplea esta palabra para traducir el Heb. mashíaj, "ungido", que se aplicaba en el AT a reyes (Sal. 18:50; Isa. 45:1), sacerdotes (Lev. 4:3), y sobre todo al Salvador que habría de venir. La palabra mashíaj se translitera "Mesías". Los que seguían a Jesús reconocían que era el Salvador esperado, y por lo tanto lo llamaban jristós, "Cristo". Este pasaje es una cita de la LXX, por esto es probable que la palabra jristós deba traducirse con el sentido que le da el AT: "ungido".

Dentro de su aplicación primaria, la palabra mashíaj de Sal. 2:2 sin duda se refiere al rey de Israel; pero el hecho de que también pudiera emplearse para referirse al Mesías, hacía que este pasaje moviera a los apóstoles a aplicárselo a Cristo. Que lo empleaban así en forma consciente se ve por Hech. 4:27, donde hablan de Cristo como el que había sido ungido.

27. Hijo. Gr. páis, palabra que puede significar "hijo", "niño" o "siervo" (ver com. cap. 3:13). Se usa también en el vers. 25 para referirse a David; la RVR la traduce "siervo". Quizá sea mejor traducirla aquí también como "Siervo" se entiende así, recuerda al siervo de Jehová de Isa. 52:13.

Herodes. Los dos gobernantes ante los cuales Jesús fue juzgado, Herodes el rey, y Pilato el gobernador, aparecen como ejemplos destacados de los "reyes" y "príncipes" del vers. 26 (Sal. 2: 2). 

Con referencia a Herodes Antipas, ver t. V, pp. 65-66. Es interesante señalar que Lucas, autor de este relato, es también el único evangelista que registra el papel de Herodes en el juicio de Jesús (Luc. 23:7-15).

Poncio Pilato. Con referencia a este gobernador romano, ver t. V, pp. 67-68.

Gentiles. Sin duda se trata de los romanos que compartieron con los judíos la culpabilidad por el crimen de la crucifixión.

El pueblo de Israel. La secuencia de Herodes, Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel, completa el paralelismo con la secuencia anterior de gentes, pueblos, reyes y príncipes (vers. 25-26). Este es un paralelismo invertido, forma característica de la poesía hebrea (ver t. III, pp. 25-29).

28. Para hacer. Los apóstoles habían citado del Sal. 2, y lo habían aplicado a la crucifixión de Cristo. Aquí reconocen que los judíos y los romanos, aun en su pecado contra el Hijo de Dios, habían ayudado a cumplir el propósito que Dios tenía para Cristo en su obra de salvación. En el gobierno de este mundo y en la salvación de las almas se manifiesta la obra de la voluntad divina. Esto no excluye el libre albedrío del hombre. La historia, sobre todo la historia sagrada, testifica que la voluntad de cada persona es libre, y que cada uno permanece o cae según la parte que haya desempeñado en el desarrollo del plan de la redención. Ver com. Dan. 4:17.

El que se entrega a Dios se esfuerza por cumplir la divina voluntad; pero el que no se rinde a él, descubre que está obrando contra Dios, quien, a pesar de la desobediencia del hombre, cumple su voluntad divina y final. Los rebeldes, los impíos y los desobedientes ayudan a Dios: "Ciertamente la ira del hombre te alabará" (Sal. 76:10).

29. Señor, mira. El contexto muestra que la plegaria de la iglesia está dirigida a Dios el Padre. Los apóstoles no se desanimaron frente a las amenazas de los dirigentes judíos, sino que se acercaron al Dios que podía ayudarlos en cualquier peligro al que tuvieran que hacer frente. Las amenazas de los judíos estaban dirigidas después de todo contra Dios (ver com. cap. 9:4-5).

Siervos. Gr. dóulos, "esclavo".

Denuedo. Gr. parr'sía, "valor" (ver com. vers. 13). Los apóstoles habían demostrado "denuedo" al hablar ante el sanedrín (vers. 13), y ahora en su oración, como si demostraran que reconocían su debilidad natural, piden que se les aumente este don del valor (cf. Luc. 21:15). Comprendían que ahora lo necesitaban más que nunca para sí mismos y también para toda la iglesia.

Hablen tu palabra. No basta que el cristiano viva piadosamente como un testimonio del poder de Cristo; la doctrina de la salvación en Jesucristo también debe ser proclamada (Rom. 10:13-17).

30. Extiendes tu mano. Era Dios quien hacia las maravillas de las cuales este milagro era un ejemplo. Nicodemo, que era miembro del sanedrín, había dicho que nadie podía hacer tales obras si Dios no estaba con él (Juan 3:2).

Señales y prodigios. Con referencia a estas palabras, ver t. V, p. 198; com. Hech. 2:19; 4:16; 2 Cor. 12:12.

Mediante el nombre. Ver com. cap. 3:16. 

Hijo. Mejor "siervo". Ver com. cap. 3:13; 4:27.

31. Hubieron orado. La iglesia oraba constantemente (cap. 1:14,24; 2:42; 6:4).

El lugar. . . tembló. En vista de otras notables manifestaciones de la poderosa presencia del Espíritu de Dios, puede deducirse que este sacudimiento no se debió a un terremoto, sino a un acontecimiento sobrenatural. Fue la renovación del prodigio del día de Pentecostés, pero al parecer no se vieron las lenguas de fuego. De este modo los cristianos comprendieron inmediatamente que estaba entre ellos el Dios de toda la naturaleza, al cual se habían dirigido (vers. 24). Dios vio su necesidad, y les respondió inmediatamente como señal de que había oído sus plegarias.

Todos fueron llenos. Ver com. cap. 2:4. Como había ocurrido en el día de Pentecostés, los discípulos otra vez fueron llenos del poder del Espíritu. Recibieron la seguridad de que podían hablar con valor las palabras que se les había ordenado proclamar. El hecho de que los discípulos hubieran recibido el Espíritu en Pentecostés no quería decir que no pudieran recibir una nueva unción en momentos futuros de necesidad especial.

En verdad, el primer derramamiento del Espíritu los había preparado para recibir nuevos derramamientos. Lo mismo ocurre con el cristiano. La vida que comienza en el Espíritu, como lo indica el bautismo, depende de la comunión constante y de una provisión de gracia continuamente renovada.

Hablaban con denuedo. Llenos de valor por medio del poder del Espíritu, por el cual habían orado, desde allí en adelante los apóstoles proclamaron el Evangelio en todas las ocasiones y en todos los lugares donde hallaban la oportunidad de hacerlo, sin hacer caso de cualquier tipo de amenazas que se les hiciera.

32. Un corazón y un alma. El Códice de Beza (siglo VI) añade: "y no había entre ellos diferencia alguna". Como ocurre con otros grupos de palabras análogas, el sentido de "corazón" y "alma" se superponen, y deberían entenderse aquí como la totalidad del carácter sin hacer distinciones sutiles. En el pensamiento hebreo, ser "de un corazón" indicaba completo acuerdo (Jer. 32:39; cf. 1 Crón. 12:38). Y no fueron nada más Pedro, Juan y los otros apóstoles quienes participaron en este común acuerdo, sino además toda la multitud de creyentes.

Ninguno decía. Cada uno sentía que sus posesiones pertenecían a Dios, y que las debía entregar cuando le fueran pedidas. Esto sólo podía provenir del profundo amor mutuo, predicho por Cristo como una identificación de sus verdaderos discípulos (Juan 13:35).

Los idealistas que se han esforzado por describir teóricamente una sociedad perfecta, como lo hizo Platón en su obra La República o Tomás Moro en su Utopía, han propuesto como condición de su sociedad perfecta una comunidad de bienestar similar a la que se practicaba en la iglesia primitiva.

Para alcanzar el éxito, tal sociedad exige la perfección de sus componentes. La esperanza de los creyentes de que su Señor pronto volvería, junto con su unidad de pensamiento y sentimiento, sin duda los hacía estar dispuestos a desprenderse de sus posesiones materiales. Sin embargo, como en el caso de Ananías (Hech. 5:4), no estaban obligados a hacerlo.

Todas las cosas en común. Esta declaración corresponde con un pasaje paralelo (cap. 2:44). En realidad, los vers. 32-35 de este capítulo repiten en términos generales lo que apareció antes (cap. 2:43-45). Es probable que Lucas haya repetido esta afirmación para preparar el camino para el relato de la liberalidad de Bernabé (vers. 36-37) y del egoísmo de Ananías (cap. 5:1-11).

A Lucas le agrada detenerse en la descripción de la comunidad de bienes como una expresión ideal de la igualdad y fraternidad manifestadas en la iglesia primitiva.

Movidos por la ley del amor, los miembros de la comunidad cristiana renunciaban voluntaria y espontáneamente a sus derechos de propiedad personal. Su generosidad era genuina, completa, sin esperanza de recompensa material. No se consideraban poseedores para beneficio propio, sino mayordomos para el bien de otros.

33. Con gran poder. El testimonio de los apóstoles fue presentado no con su propia fuerza sino con un poder que nunca podrían haber producido dentro de sí mismos. El que les daba energía era el Espíritu divino.

Daban. Gr. apodídÇmi, "entregar [lo que se debe]". Los apóstoles seguían dando el testimonio que ya habían dado en Pentecostés y en el templo. Sentían una motivación íntima de dar testimonio. Habían visto las maravillosas obras de Jesús; lo habían visto morir; habían visto lo que no habían creído que pudiera ocurrir: que el Señor resucitara de entre los muertos. Este milagro supremo constituía el punto culminante de la predicación evangélica. Los apóstoles podían relatar ese hecho como testigos oculares del Señor resucitado, y lo narraron "con gran poder".

Gracia. Gr. járis (ver com. Rom. 3:24), que puede entenderse aquí como "favor" (como en Luc. 2:52), y así indica que el favor del pueblo hacia los cristianos aún continuaba. Sin embargo, como el contexto destaca el don espiritual del poder que habían recibido, probablemente sea mejor dar a járis su sentido más específico de "gracia divina", como en Luc. 2:40.

34. Necesitado. El griego parece unir este versículo con el anterior por medio de la conjunción gar, "porque", que la RVR traduce "así que". Gar sugiere que había una estrecha relación entre la liberalidad de los cristianos y la gracia de la cual disfrutaban (ver com. vers. 33).

Poseían heredades. Algunos de los nuevos cristianos tenían abundantes recursos. Lo genuino de su amor fraternal se manifestó en su abnegación por el bienestar de sus hermanos menos afortunados.

Las vendían, y traían. La construcción verbal sugiere que esto se repitió varias veces a medida que los creyentes se iban deshaciendo, uno tras otro, de sus posesiones para el bien común de la iglesia. Los motivos que los movían eran el amor y el impulso a la dadivosidad. Aunque Locas no lo menciona, también existe la posibilidad de que los cristianos estuvieran impresionados con las advertencias de su Señor de que vendrían guerras y dificultades (Mat. 24:5-12), y por lo tanto que las posesiones terrenas son inestables. Las tierras y las propiedades en Palestina seguramente perdieron su valor cuando sobrevinieron las dificultades que el Señor había profetizado. Jeremías había demostrado su fe en la futura restauración de su pueblo a Palestina, mediante su compra de un terreno en Anatot (Jer. 32:6-15); pero los cristianos mediante una acción opuesta -la venta de sus propiedades- mostraron su fe en la seguridad del mensaje del cual eran testigos.

35. Lo ponían a los pies. Poner el valor de la venta a los pies de los discípulos era un acto significativo, pues mostraba que daban a los apóstoles el pleno manejo del dinero. En Sal. 8:6 se emplea en forma similar esta expresión. Cicerón usa la misma figura al hablar de dones que se colocan "a los pies del pretor" (Pro Flacco xxvii. 68). Parece que estas palabras reflejan la costumbre de que cuando se hacían regalos u ofrendas a un rey, un sacerdote, o un maestro, no se las colocaba en sus manos, sino a sus pies.

A cada uno según su necesidad. Mejor "según cualquiera tuviera necesidad". Sin duda muchos de los cristianos no estaban necesitados, y se mantenían sin ayuda. Los ayudados eran los que no podían ganarse la vida por estar enfermos o quizá por haber perdido su empleo por haber cambiado su fe religiosa (cf. Juan 9:22: los que aceptaron a Cristo fueron amenazados con excomunión), las viudas y los recién llegados que aún no se habían establecido en la ciudad. También pueden haber estado entre los que recibían ayuda porque, según lo creían los apóstoles, eran merecedores de apoyo material por su actividad espiritual en la propagación de la fe, aunque Lucas no lo menciona específicamente. Aquí se ve un ministerio prudente y bien organizado para satisfacer las necesidades materiales, ministerio que siempre ha sido para bien de la iglesia dondequiera que así se lo ha desempeñado (1 Tim. 5:5-16,21).

36. Bernabé. Esta es la primera vez que se menciona a Bernabé, quien más tarde viajaría con el apóstol Pablo en su primer viaje misionero. Lucas interpreta el nombre Bernabé como huiós parakl'seÇs, "hijo de consolación" o "hijo de exhortación". Los eruditos no están de acuerdo en cuanto a las palabras hebreas o arameas representadas por esta traducción. Quizá fuera un bar nebu'ah, "hijo de profecía". En todo caso, su apellido parece indicar que Bernabé se caracterizaba por su don de exhortación (cf. cap. 11:23).

 No se sabe cuándo se convirtió al cristianismo. Como era levita pudo haber participado en el servicio del templo y haber oído al Señor o a los apóstoles cuando predicaban allí. Era pariente de Juan Marcos (Col. 4:10), quien vivía en Jerusalén (Hech. 12:12). Una tradición consignada por Clemente de Alejandría (Stromata ii. 20) afirma que Bernabé fue uno de los setenta enviados por Jesús (Luc. 10:1; ver com. Hech. 9:27).

Existe una epístola que lleva el nombre de Bernabé que, según lo creían Clemente de Alejandría y Orígenes -autores cristianos del siglo III-, había sido escrita por este apóstol. Sin embargo, el contenido de la epístola muestra que no es así. La epístola consiste mayormente en interpretaciones antijudías y alegóricas de los relatos del AT. La epístola se opone a la observancia del séptimo día, sábado, y está en favor de la observancia del "octavo día", domingo. Es probable que fuera escrita por un desconocido a mediados del siglo II d. C.

Chipre. Esta isla está situada en el extremo oriental del mar Mediterráneo. Allí se radicaron judíos por lo menos desde los tiempos de los Macabeos (1Macabeos 15:23). Los maestros cristianos huyeron de Jerusalén a Chipre durante la persecución en que fue muerto Esteban (Hech. 11:19). Pablo y Bernabé visitaron la isla de Chipre en su primer viaje misionero, probablemente por pedido de Bernabé.

37. Una heredad. Mejor "un campo" (BJ). Según la dispensación hebrea, los levitas no tenían propiedad privada sino que vivían en ciudades y en propiedades comunes, y se sostenían tenían con los diezmos que entregaba la gente (Núm. 18:20-21). Pero el caso de Jeremías (Jer. 32:7-12) indica que no había nada que impidiera que un sacerdote o levita adquiriera tierra por medio de una compra o de una herencia.  

Además, Bernabé pudo haber adquirido su propiedad al casarse. No se informa en dónde estaba situado el campo que Bernabé vendió. María, tía de Bernabé, también tenía una propiedad, y aunque no vendió su casa, la puso a disposición de la comunidad cristiana (Hech. 12:12).

Parece que Bernabé tuvo que trabajar más tarde para ganarse la vida, como también lo hizo Pablo (1 Cor. 9:6). Es posible que Bernabé hubiera sido escogido como ejemplo de la liberalidad dentro de la iglesia cristiana primitiva, porque tenía algo de extraordinario el tipo de su dádiva o la naturaleza del sacrificio que hizo. (6CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-37 HAp 49-59. A LA PUERTA DEL TEMPLO. 47- 57

https://elaguila3008.blogspot.com/2012/04/capitulo-6-la-puerta-del-templo.html

UNA AMONESTACIÓN CONTRA LA HIPOCRESÍA. 58-63

https://elaguila3008.blogspot.com/2012/05/capitulo-7-una-amonestacion-contra-la.html

Ministerio Hno. Pio


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