jueves, 29 de julio de 2021

756. MINISTERIO EN JERUSALÉN: Curación Del Cojo (HECHOS 3).

Hechos 3. Curación Del Cojo. Vers. (1-11) Pedro predica a la gente que viene a ver al cojo sanado, y (12) declara que la curación de éste no ha sido por su poder o el de Juan, sino por el de Dios y de su Hijo Jesús, mediante la fe en su nombre. (13-16) Además, le los reprende por haber crucificado a Jesús, (17-18) lo cual hicieron debido a su ignorancia de las Escrituras; pero que aún así cumplieron las profecías divinas de las Escrituras. (19-26) Los exhorta al arrepentimiento y a la fe para alcanzar el perdón de sus pecados y la salvación en el nombre de Jesús. 

1 Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 2 Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.

4 Pedro, con Juan, fijando en él los Ojos, le dijo: Míranos. 5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos;

8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10 Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. 11 Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salmón.

12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los Ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de todos vosotros.

17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. 18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.

19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21 a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.

22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; 23 y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.

24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. 25 Vosotros sois los Hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. 26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad. (Hechos 3).

1. Pedro y Juan. No se dice nada en cuanto al tiempo que pudo haber transcurrido desde el día de Pentecostés. El pasaje de Hech. 2:42-47 probablemente resume un progreso gradual sin que se produjera algún episodio extraordinario, y bien podría abarcar un período de varios meses. Es digno de notar que Lucas, quien le da tanta importancia a los datos cronológicos en el Evangelio (Luc. 3:1; 6:1), no haga lo mismo en Hechos.

El hecho de que Pedro y Juan aparezcan juntos, liga estrechamente el relato de los Evangelios con el de Hechos. Ambos apóstoles habían estado relacionados personalmente desde mucho tiempo atrás. Habían pescado juntos en el mar de Galilea (Luc. 5:10). Con Jacobo, habían gozado de una amistad íntima con el Señor (Mar. 5:37; 9:2; 13:3; 14:33). Habían sido enviados juntos para que prepararan la pascua que Jesús deseaba comer con sus discípulos (Luc. 22:8). 

La noche del juicio de Jesús, Juan, que era conocido por quienes componían la casa del sumo sacerdote, llevó a Pedro al palacio de ese jerarca (Juan 18:15-16). Juan y Pedro serían enviados más tarde para ayudar a Felipe en su ministerio en Samaria (Hech. 8:14), y con Jacobo aprobarían la obra hecha por Pablo y Bernabé entre los gentiles (Gál. 2:9). Por lo tanto, el hecho de que ahora aparezcan juntos es una consecuencia directa de la camaradería entre los dos apóstoles.

Subían. Este episodio ocurrió mientras los dos apóstoles se dirigían al templo a rendir culto. Al templo. Gr. hierón, "templo", que no sólo incluía el santuario, sino también el atrio y todos los edificios del predio del templo (com. Mat. 4:5). Los apóstoles "estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" (Luc. 24:53; Hech. 2:46). 

Los judíos que se convertían al cristianismo no tenían edificios de iglesia donde reunirse, y aún no habían comprendido que los servicios del templo ya no tenían un significado espiritual especial para los cristianos.

La hora novena, la de la oración. Corresponde a las 15 horas, es decir, las 3 de la tarde (ver com. cap. 2:15; t. V, p. 52). Esta era la hora del sacrificio vespertino (Josefo, Antigüedades xiv. 4.3). Se conocía como "la hora de la oración" y como "la hora del incienso" (Luc. 1:9-10).

Los sacrificios de la mañana y de la tarde se ofrecían con incienso a la hora tercera y a la hora novena (alrededor de las 9 y las 15 respectivamente); en esas horas los piadosos oraban en los atrios del templo. 

Parece que algunos, por lo menos, acostumbraban orar también a mediodía (Sal. 55:17; ver com. Dan. 6:10; Hech. 10:9).

Se sabe que en el siglo II d. C. se hacía una tercera oración diaria cerca de la puesta del sol, y es posible que esta costumbre fuera anterior a ese período.  Los escritos rabínicos sugieren que había cierta libertad en cuanto a la hora precisa de estas oraciones. La práctica de orar tres veces al día aparece con seguridad en la iglesia cristiana ya en el siglo II; probablemente, se tomó de la sinagoga judía (Didaje 8). A comienzos del siglo III, parece que muchos cristianos oraban durante tres períodos diarios (Clemente de Alejandría, Stromata, vii. 7).

2. Era traído. Como en esos días no había hospitales ni asilos, el cojo tenía que ser puesto por sus amigos donde la gente de buena voluntad pudiera verlo y ayudarlo (Mar. 10:46; Luc. 16:20; 18:35). Las multitudes que iban al templo podían sentirse inclinadas a socorrerlo debido al sentimiento religioso del momento.

Cojo de nacimiento. La información exacta de la duración del sufrimiento de este cojo es característica de Lucas (cap. 9:33; 14:8). El cojo tenía unos 40 años de edad cuando fue sanado (ver com. cap. 4:22).

Puerta... la Hermosa. No aparece una puerta con este nombre en otro pasaje bíblico ni en la literatura judía. Los eruditos no concuerdan en cuanto a si esta puerta puede identificarse con la de Susa, en el muro exterior, al este de la zona del templo, o con la puerta de Nicanor, la cual quizá comunicaba el atrio de los gentiles con el atrio de las mujeres. Algunos han ubicado la puerta de Nicanor entre el atrio de las mujeres y el de los hombres. Desde que se realizaron las últimas excavaciones del área del templo, se ha sugerido que la puerta "la Hermosa" es la triple puerta que daba al lado sur, a la cual se ascendía por una magnífica escalinata.

Que la puerta "la Hermosa" haya formado parte del muro exterior, o que estaba entre los atrios, es algo que parece depender en gran medida de la ruta que se cree que siguieron los apóstoles durante esta narración. Lucas registra que llegaron a la puerta, sanaron al cojo, entraron en el templo y, al parecer, después de haber orado se encontraron con una multitud atraída por el milagro ocurrido en el pórtico de Salomón. Como parece que este pórtico estaba dentro del muro exterior oriental (ver com. vers. 11), es posible que la puerta "la Hermosa" pudiera haber sido una puerta exterior, porque si hubiera sido interior, entre los atrios, los apóstoles tendrían que haber pasado por ella de nuevo para llegar al pórtico de Salomón.

Muchos eruditos prefieren suponer que los apóstoles salieron de nuevo por la puerta "la Hermosa" antes de encontrarse con la multitud en el pórtico de Salomón, y que esta puerta es la de Nicanor, situada probablemente entre el atrio de los gentiles y el atrio de las mujeres. Josefo describe esta puerta de la siguiente manera: "Una, la que estaba fuera del santuario, era de bronce corintio, y tenía un valor mucho mayor que el de las que estaban revestidas de plata y adornadas de oro" (Guerra v. 5.3).

Con respecto a la misma puerta, la Mishnah afirma: "Todas las puertas fueron cambiadas por puertas de oro excepto la puerta de Nicanor, porque con ella había ocurrido un milagro; de cualquier modo, algunos dicen que su bronce brillaba como oro" (Middoth 2.3). Considerando la evidencia, es imposible precisar de qué puerta se trata.

Para que pidiese limosna. Es probable que en los alrededores del templo, como ocurre hoy en muchas mezquitas e iglesias, hubiera muchos ciegos, cojos, inválidos y mendigos.

3. Entrar en el templo. El hecho de que los apóstoles estaban por entrar en el templo, probablemente para rendir culto, sin duda hizo pensar al cojo que eran hombres piadosos de quienes podía esperar una limosna.

Les rogaba que le diesen limosna. Debido a su pobreza, no podía ver más allá de sus necesidades y de los recursos materiales que le hacían falta. Puede ser que aun el más piadoso, como llegó a serlo el cojo después que fue curado (vers. 8), no reconozca, debido a sus deficiencias físicas inmediatas, de dónde o cómo viene el poder divino. Por su apariencia, Pedro y Juan no demostraban que eran instrumentos del poder celestial. Por otra parte, este cojo, testigo diario de los servicios del templo, y quizá también conocedor de lo que allí se comentaba, difícilmente podía ignorar los conmovedores acontecimientos que habían acompañado a la reciente crucifixión y resurrección de Jesús.

4. Fijando en él los ojos. O "fijó en él la mirada" (BJ). Ver com. Hech. 10:10; Luc. 4:20. 

Míranos. Pedro y Juan no estaban insinuando que el cojo debía pensar que ellos poseían poder en sí mismos para sanarlo (vers. 6); pero sí procuraron que el cojo fijara su atención en ellos para poder conducirlo a Cristo.

5. Esperando. La esperanza del cojo era recibir algo para satisfacer una necesidad física temporal, para lo cual habría bastado un poco de dinero.

6. Plata ni oro. Se sabe que los apóstoles administraban los fondos encomendados a los dirigentes de la iglesia por la generosidad de los miembros de la comunidad cristiana (cap. 2:45; 5:2). Podría entenderse que Pedro y Juan no tenían dinero propio, pero ¿por qué no le dieron al cojo de la tesorería de la iglesia? O no tenían consigo nada de ese dinero en el momento, o por alguna razón creían que esos recursos debían reservarse para ayudar a los conversos cristianos.

Pero tenían más que dinero para dar: un don que la iglesia con su posterior riqueza ha demostrado no poseer. Se relata una notable anécdota en cuanto a una visita de Tomás de Aquino al papa Inocencio IV, en una ocasión cuando éste tenía delante de sí una gran cantidad de dinero sobre la mesa. Dijo el papa: "Tomás, como puedes ver, la iglesia no puede decir lo mismo que dijo la iglesia primitiva: 'No tengo plata ni oro' ". A lo cual Tomás de Aquino respondió: "Es verdad, Santo Padre; pero tampoco puede decir como le dijo Pedro al cojo: 'Levántate y anda"'.

Lo que tengo. Lucas ya se ha referido antes de este episodio (cap. 2:43) a las "maravillas y señales" hechas por los apóstoles; por lo tanto, este milagro no necesariamente fue el primero de Pedro después de Pentecostés. En este pasaje Pedro habla con firme certeza. Frente a este notable episodio, cada cristiano debe preguntarse ¿qué tengo yo para dar? Uno ni puede dar lo que no ha recibido, ni puede dar sinceramente si su corazón es mezquino. No puede dar de Cristo si no posee a Cristo; pero cuando tiene a Cristo, lo sabe, y no puede esperar antes de compartir su precioso don con otros.

En el nombre. El nombre Jesucristo, el Salvador ungido, contiene la descripción de la personalidad y del carácter de su divino Portador. La reverente invocación de este nombre dio por resultado la demostración del poder de Cristo. El reconocimiento y la invocación del poder de este nombre es frecuente en el libro de los Hechos (cap. 4:10, 12; 9:14; 16:18; 19:5, 13; 22:16). 

La plena confianza con la cual Pedro pronunció este nombre antes de sanar al cojo, fue la expresión de una sencilla fe en la promesa de su Maestro (Mar. 16:18). Ver com. Hech. 3:16.

Jesucristo de Nazaret. Es probable que este nombre no fuera desconocido para el inválido. 

Un ciego había recibido antes la vista en el estanque de Siloé (Juan 9:7-8), y quizá este cojo sabía de la curación del paralítico en el estanque de Betesda (Juan 5:2-9), que padecía una enfermedad parecida a la suya.

Nazaret era un lugar de mala fama (Juan 1:46). Según Juan, en el letrero que se puso sobre la cruz (cap. 19: 19) aparecía la palabra "nazareno", gentilicio de los de Nazaret. Para los judíos no sólo era una piedra de tropiezo que Jesús fuera de origen galileo (cap. 7:40-42), sino también que fuera de Nazaret. Para el cojo tuvo que haber sido una gran prueba de fe responder a la invitación de Pedro, pues apenas unas pocas semanas antes Jesucristo de Nazaret había muerto vergonzosamente sobre la cruz como si hubiera engañado al pueblo. Pero el pronunciar ese nombre con fe abrió el camino para que obrara el poder de Dios. "Tan pronto se menciona el nombre de Jesús con amor y ternura, los ángeles se acercan a fin de enternecer y subyugar el corazón" (CM 112).

Levántate y anda. La evidencia textual sugiere (cf. p. 10) que el texto decía así; pero admite que también podría haber sido simplemente "anda". Si este hombre caminó alguna vez, lo hizo con gran dificultad, pues era cojo de nacimiento (vers. 2). La orden de Pedro tenía que ser obedecida confiando en el poder de Dios, sin tomar en cuenta las condiciones. La obediencia con fe significa curación.

7. Se levantó. El proceder de Pedro fue como una ayuda bondadosa a la fe infantil y quizá incipiente del cojo. Fue una ayuda provisoria que salvó el abismo que se interponía entre el último momento de invalidez del hombre y el primer momento de su aceptación por la fe del hecho de que se había obrado en él un milagro. Los hijos de Dios deben también hacer lo que hizo Pedro: "Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles" (Isa. 35:3).

Se le afirmaron. Los débiles y flácidos músculos y tendones se pusieron fuertes y activos. Tobillos. Lucas era médico (Col. 4:14); por lo tanto, es un escritor con experiencia médica el que describe con precisión lo que le ocurrió al cojo.

8. Saltando, se puso en pie y anduvo. Probablemente sería mejor traducir "comenzó a caminar", en vez de "anduvo". Cuando recibió fuerza, dio un salto y fue capaz de ponerse de pie por primera vez en su vida. Caminó paso tras paso, alternando uno y otro con saltos de gozo.

En el templo. ¡Cuánto habrá anhelado este hombre durante años poder entrar caminando en el templo como lo hacían otros! Ahora que era capaz de hacerlo, entró inmediatamente. En esa hora de la oración los atrios del templo estaban llenos de quienes acudían a rendir culto. ¡Cuál no debe haber sido la admiración de la multitud cuando lo vio "andando, y saltando, y alabando a Dios"!

9. Todo el pueblo le vio. Este milagro no ocurrió a escondidas. Los testigos de esta curación fueron numerosos, y entre ellos tuvo que haber muchos que durante años sabían que ese hombre era cojo. Las autoridades judías estuvieron dispuestas a admitir esto (cap. 4:16).

El relato detallado y minucioso de Lucas es convincente. Sin duda se basó en las narraciones de testigos oculares con quienes habló, y fue autenticado por la Inspiración. El Dios que creó puede volver a crear, y lo hace a voluntad.

10. Le reconocían. La gente sabía con seguridad que el hombre había sido cojo, y que no era impostor; ahora veían que estaba sano. Podían ver que había entrado en el templo, saltando y regocijándose sano y alabando a Dios.

A la puerta... la Hermosa. Ver com. vers. 2.

11. Teniendo asidos. Un MS del siglo VI dice: "Cuando Pedro y Juan salieron, él [el cojo sanado] salió sosteniéndose en ellos; y los que estaban asombrados se hallaban en el pórtico llamado de Salmón". Esta variante, si bien no es de gran autoridad, ayuda a ubicar la puerta "la Hermosa" y a identificarla con la puerta de Nicanor (ver com. 2). 

Atónito. Jesús había predicado acerca de las obras de Dios sólo unos pocos meses antes desde "el pórtico de Salomón", durante la fiesta de la dedicación (Juan 10:22-23). El recuerdo de lo que entonces dijo, tuvo que haber permanecido en el pensamiento de los discípulos. La gente se había quejado porque Jesús no había declarado con franqueza si era el Cristo o no (Juan 10:24-26); sin embargo estuvieron listos para apedrearle cuando dijo que era uno con el Padre (Juan 10:30-33). Pero ahora la gente oyó que Jesús era proclamado "Santo y justo", "Autor de la vida", el Cristo, el Mesías de la profecía (Hech. 3:14-15, 18).

Pórtico. Gr. stoá, "pórtico", "galería". En el ralato original de la construcción del primer templo no se encuentra ninguna mención de un "pórtico que se llama de Salomón". Josefo (Antigüedades xx. 9.7) ubica este pórtico al lado oriental del predio del templo. Dice que se distinguía por dos hileras de columnas de unos 12 m de alto (Guerra v. 5.2). Se lo llamó "pórtico de Salomón" quizá porque en él había restos del edificio anterior al tiempo de Zorobabel. Cuando Herodes Agripa I estaba completando la obra de su abuelo, la gente procuró persuadirlo de que echara abajo este pórtico y lo reconstruyera, pero se negó a hacerlo.

12. ¿Por qué os maravilláis? Esta pregunta es similar a la del ángel: "¿Por qué estáis mirando al cielo?" (cap. 1:11). En ambos casos la idea es que los testigos del milagro no deberían estar tan asombrados por el acontecimiento como evidentemente lo estaban.

¿Por qué ponéis los ojos en nosotros? Ver com. cap. 1:10. No debía atribuirse el milagro a hombres como Pedro y Juan, sino sólo al poder divino.

Piedad. Las palabras de Pedro hacen recordar la teoría popular de que si una persona es suficientemente piadosa, Dios la oirá y se producirán grandes resultados (Juan 9:31) El apóstol rechaza esta idea. Ninguna pureza propia le habría servido a Pedro. Sólo el poder de Dios manifestado en el nombre de Jesús de Nazaret podía efectuar el milagro.

13. El Dios de Abraham. Este es un eco de la enseñanza y de la forma de hablar de nuestro Señor (Mat. 22:32), aunque la frase es del AT (Exo. 3:6,15).

Cuando Pedro aseveró que Jesús era Hijo del Dios de Abraham, aseguró a sus oyentes judíos que no estaba predicando un nuevo Dios, sino que relacionaba a Jesús con el Dios de los padres de ellos.

Hijo. Gr. páis, palabra que puede significar "hijo", "niño" o "siervo". La LXX emplea la palabra país en este tercer sentido en los últimos capítulos de Isaías para designar al "siervo de Jehová". En verdad, este pasaje se parece mucho a Isa. 52:13. En el NT se aplica país a Cristo en Mat. 12:18; Hech. 3:26; 4:27,30. Estos pasajes sugieren que Mateo y Lucas comprendían que el siervo sufriente de Isaías era una figura que podía aplicarse a Cristo. Ver com. Isa. 41:8.

Entregasteis. Pedro es franco y valiente al culpar a los judíos de la muerte de Jesús, y así lo hicieron siempre los apóstoles a partir de ese momento. 

Negasteis. Cf. Juan 19:15.

Resuelto. O "decidido". Pilato había decidido con plena justicia dejar en libertad a Jesús por ser inocente (Juan 19:4); pero los judíos, para su culpa y vergüenza, le persuadieron que lo condenara a muerte. 

14. Santo. Este notable calificativo quizá no era nuevo para los oyentes de Pedro, pues aparece en la literatura judía del período intertestamentario (ver com. Juan 6:69). El endemoniado lo había usado al dirigirse a Cristo (Mar. 1:24). Jesús había sido hallado inocente de toda acusación durante el juicio a que fue sometido (Mar. 15:10; Luc. 23:4). Tanto Pilato como su esposa habían dado un claro testimonio de que Jesús era inocente (Mat. 27:19, 24). Lo mismo hicieron el ladrón arrepentido (Luc. 23:41) y el centurión (vers. 47). Ver com. Hech. 2:27.

Justo. Ver 1 Ped. 3:18; 1 Juan 2:1; com. Hech. 7:52.

Pedisteis... un homicida. Es decir, a Barrabás (Mar. 15:7; Luc. 23:19).  

15. Autor de la vida. Gr. arj'gós t's zó's, "autor u originador de la vida" (cf. Heb. 2:10; 12:2). "En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG 489). El autor de la vida y de la salvación es Aquel de quien fluyen vida y salvación. Se presenta a Cristo claramente como el Creador de toda vida. El mismo lo afirmó repetidas veces (Juan 3:14-15; 5:26,40; 6:48,51). Los judíos habían preferido dejar con vida a un homicida, a un asesino, y matar al Autor y Dador de la vida.

Dios ha resucitado. En el NT se afirma repetidas veces que el Padre fue quien levantó a Cristo de los muertos (Hech. 2:24; Rom. 6:4; 8:11). Al mismo tiempo, Jesús afirmó que tenía poder de poner su vida y volverla a tomar (Juan 10:18). Estas dos declaraciones en cuanto a la resurrección no son contradictorias, pues aunque Cristo tenía vida en sí mismo, como el Hijo encarnado que tomó la "forma de siervo" (Fil. 2:7), no podía "hacer nada por sí mismo" (Juan 5:19). Jesús usaba su poder divino sólo por orden del Padre; por esto, aunque "el Salvador salió de la tumba por la vida que había en él" (DTG 729), lo hizo cuando Dios, su Padre, lo llamó.

De lo cual. Es decir, "del cual" o "de quien". Pedro asevera de nuevo el hecho básico de que los apóstoles sabían de qué estaban hablando. Habían conocido al Señor, lo habían visto morir, y lo habían visto resucitado.

16. Su nombre. Repetidas veces en el NT, y especialmente en Hechos, se presenta el nombre de Jesús como el medio por el cual se hacen milagros y se obtiene la salvación (Hech. 3:6; 4:10,12, 17-18; 16:18; Mar. 9:38; Luc. 10:17).

 El empleo de la palabra "nombre" en este sentido debe entenderse teniendo en cuenta el rico significado del término en el NT. Ver com. Hech. 2:21.

Los eruditos han destacado que en los tiempos antiguos se creía que ciertos nombres tenían especial santidad y particular eficacia; por lo tanto, entre los judíos del período posterior al exilio, la manera de pronunciar el nombre divino Yahweh era mantenida en secreto, conocida sólo por el sumo sacerdote; finalmente se perdió del todo. Se creía que la mención de otros nombres era especialmente poderosa para que se efectuaran milagros. Josefo relata haber visto a un tal Eleazar que pretendía echar fuera demonios usando el nombre de Salomón (Antigüedades viii. 2.5).

Los siete hijos de Esceva intentaron en Éfeso usar el nombre de Jesús con el mismo propósito (cap. 19:13-14). Pensaron que había un poder mágico en sólo mencionar el nombre. Sin duda muchos de los que observaron los milagros realizados por los discípulos en el nombre de Jesús, pensaron que la eficacia de esos milagros consistía en el empleo de un nombre mágico. Ver t. I, pp. 179-182.

Pero queda fuera de toda duda que los discípulos al hacer milagros no emplearon el nombre de Cristo con la idea de que había poder mágico en la pronunciación de ese nombre.

En el AT, la palabra hebrea shem, "nombre", algunas veces se emplea con el sentido de "carácter" (Jer. 14:7,21), y puede ser casi un sinónimo de la persona misma (Sal. 18:49). Esta estrecha relación entre el nombre y el carácter se ilustra con la abundancia de nombres del AT que indican el carácter de quienes los tenían o la anticipación que los padres expresaban respecto a la personalidad de sus hijos. Es probable que la misma idea de "carácter" sea la que corresponda con la palabra "nombre" en el libro pseudoepigráfico de Enoc (cap. 48:7), donde se dice del Hijo del Hombre: "Porque en su nombre [los justos] son salvos".

Otro aspecto de esto puede verse en tiempos del NT, cuando la palabra griega ónoma, "nombre", puede significar "persona". Por eso, en un papiro egipcio del año 13 d. C. aparece la frase "de parte del nombre escrito debajo", lo cual significa, "de parte del suscrito". Un uso similar aparece en Hech. 1:15; Apoc. 3:4; 11:18.

Todo esto indica que al pronunciar el nombre de Jesús para realizar milagros y para proclamar salvación, los apóstoles declaraban que el poder de sanar y de salvar se empleaba en una relación vital con la persona y el carácter de Jesucristo.

La declaración de Pedro en este pasaje, "le ha confirmado su nombre", era una afirmación de que Cristo mismo era quien había hecho el milagro, y no que un encanto mágico hubiera actuado automáticamente sobre el cojo. El poder de Cristo está al alcance de todos, pero debe ser aceptado mediante una fe viva en él.

Vosotros veis y conocéis. No había nada oculto en este milagro, ninguna posibilidad de hacer trampas. No se sustituyó al cojo con un hombre sano para hacer creer que el inválido había sido sanado. Todos conocían al hombre que había sido cojo, y ahora veían que estaba curado.

Por él. Es decir, por medio de Cristo. Cf. 1 Ped. 1:21. La fe que hubo tanto en Pedro el sanador como en el hombre sanado, dependió en cada uno de ellos del poder de Cristo. Pedro recibió el poder de Dios por medio de la fe; el hombre también recibió fe, por la cual pudo ser sanado su cuerpo. La fe sanadora es en sí misma un don (Rom. 12:3; 1 Cor. 12:9).

17. Por ignorancia. La ignorancia es tan peligrosa en el aspecto espiritual como en otros asuntos. Se puede pecar por ignorancia, como ocurrió en el caso que aquí se presenta; pero la ignorancia no es una excusa válida para justificar el pecado. Aun en el gobierno humano, el no conocer una ley no es razón para excusarse de su transgresión. Es necesario arrepentirse con tanta sinceridad de un pecado de ignorancia como de cualquier otro pecado. Son especialmente culpables los que son ignorantes porque permiten que el prejuicio y sus sentimientos les impidan conocer las cosas de las cuales la razón y la conciencia dan testimonio. Cf. Luc. 23:34.

18. Ha cumplido así. Esta es la culminación de todo lo expuesto por Pedro y la base de su exhortación al arrepentimiento. La fuerza de su lógica residía en el hecho de que estaba predicando una profecía cumplida.

Profetas. Cf. Luc. 24:25-27. Como se registra en Hech. 1:16; 2:23, Pedro también destaca el hecho de que los profetas del AT predijeron la obra de Cristo. El propósito de todas las Escrituras es exponer el plan trazado para la salvación del hombre por medio del sufrimiento redentor de Cristo. A partir de la primera promesa evangélica (Gén. 3:15) continuó un testimonio a través del AT que destaca la expiación vicaria por medio de Jesucristo. En este sentido son de especial importancia en el AT los pasajes que se encuentran en Sal. 22:18 (cf.  Mat. 27:35); Dan. 9:26; Zac. 11:13 (cf. Mat. 27:9-10); Isa. 53. 

Que su Cristo había de padecer. Hasta donde se sepa, los judíos nunca aplicaron al Mesías la profecía de Isaías respecto al siervo sufriente. La doctrina de un Mesías sufriente discrepaba muchísimo con las opiniones de los judíos en la edad apostólica, y casi no fue comprendida por los mismos discípulos de Cristo hasta después de su resurrección.

Pedro mismo protestó cuando Cristo expuso claramente a sus discípulos los sufrimientos que padecería, y fue severamente reprendido porque vacilaba en aceptar esa perspectiva (Mat. 16:21-23). Este pasaje de Hechos revela un cambio notable en la comprensión de Pedro; ahora afirma que los sufrimientos de Cristo armonizaban con el plan divino. Sin duda los apóstoles habían recibido esta instrucción por medio de la enseñanza de Jesús después de la resurrección (Luc. 24:44-48) y por la iluminación del Espíritu Santo en Pentecostés. Pedro más tarde demostró que comprendía esta doctrina fundamental cuando escribió acerca del Salvador que había llevado "él mismo" los pecados (1 Ped. 2:23-24).

19. Arrepentíos. Gr. metanoéÇ, "cambiar de opinión", y en el sentido espiritual, "arrepentirse" (ver com. Mat. 3:2). Esta exhortación al arrepentimiento es la culminación lógica de la dura reprensión de Pedro a quienes lo habían desafiado. No tendría mucho sentido tal reprensión si no tuviera el propósito de producir arrepentimiento. Esto es lo que debe suceder con toda predicación evangélica.

Convertíos. Gr. epistréfÇ, "darse vuelta". En la LXX se emplea con frecuencia esta palabra para traducir el vocablo hebreo shub "volver", término que muchas veces tiene el sentido espiritual de volver a Dios (ver com. Eze. 18:30). El verbo epistréfÇ describe apropiadamente el cambio que ocurre en una persona cuando acepta a Cristo como Salvador y Rey, y Lucas lo emplea frecuentemente en este sentido (Hech. 9:35; 11:21; 26:20).

LA CONVERSIÓN es la base de una experiencia cristiana genuina. Se distingue del nuevo nacimiento (Juan 3:3,5) sólo en que puede considerarse como el acto del hombre que se aparta de su vieja vida de pecado, mientras que el nuevo nacimiento o regeneración es la obra del Espíritu Santo que actúa sobre el hombre simultáneamente con su conversión. Ninguna de las dos fases de esta experiencia puede cumplirse sin el Espíritu Santo; pero el Espíritu Santo no puede hacer su obra mientras la persona no esté dispuesta a permitir que Dios se posesione de su vida (Apoc. 3:20).

Borrados. O "limpiados". En la Biblia el perdón del pecado muchas veces se representa como un lavamiento (Juan 13:10; Apoc. 1:5; ver com. Apoc. 22:14). La idea de quitar o lavar el pecado es similar. La imagen que bien puede asociarse con las palabras aquí expresadas es la de una acusación que define los pecados del penitente, que son absueltos por el amor perdonador del Padre (Isa. 43:25; Col. 2:14; ver com. Mat. 1:21; 3:6; 26:28; Luc. 3:3).

El resultado inmediato para los que aceptaron la exhortación de Pedro al arrepentimiento fue el perdón de sus pecados. 

En este sentido puede considerarse que esos pecados fueron borrados de inmediato; sin embargo, la eliminación definitiva del pecado ocurrirá precisamente antes de la segunda venida de Cristo y en relación con el fin de la obra del Salvador como Sumo Sacerdote (ver com. inmediato, "para que"). 

La culpa por pecados específicos queda cancelada cuando son confesados y perdonados, y serán borrados del registro en el día del juicio (cf. Eze. 3:20; 18:24; 33:13; CS 539).

Para que. Gr. hópÇs an, "para que", "a fin de que". Esta frase expresa propósito. La conversión de los pecadores tiene el poder de acelerar el cumplimiento de los propósitos de Dios y, por lo tanto, de apresurar la venida de su reino en su plenitud. La traducción "pues que vendrán" (RVA) no es precisa.

En este pasaje Pedro parece señalar una cierta secuencia de acontecimientos. Instó a sus oyentes a arrepentirse y a convertirse. Dijo que estas actitudes serían seguidas por (1) el perdón de sus pecados, (2) la venida de los "tiempos de refrigerio", y (3) el glorioso advenimiento de Jesucristo.

En cualquier estudio de la secuencia de sucesos implicados en las palabras de Pedro, deberían tenerse en cuenta dos puntos: 

(1) Pedro, como los otros discípulos, no conocía "los tiempos o las sazones" (Hech. 1:7; cf. Juan 21:20-23); su visión del futuro no era de largo alcance, y esperaba gozosamente el muy pronto retorno de su Señor (ver Nota Adicional de Rom. 13). 

(2) Por inspiración divina Pedro se dio cuenta que ciertas profecías de los últimos días se estaban cumpliendo en su tiempo. En verdad, esa inspiración bien pudo haberle permitido ver sólo ese cumplimiento inmediato, que resultó ser limitado, aunque este punto no es esencial en este estudio. Por ejemplo, en el día de Pentecostés, afirmó que la profecía de Joel, de que en "los postreros días" Dios derramaría su Espíritu sobre toda carne, se estaba cumpliendo entonces (Hech. 2:14-18). Verdaderamente hubo un cumplimiento limitado de la profecía de un derramamiento divino; y también es cierto, como ya se dijo, que en cierto sentido los pecados de los convertidos fueron entonces borrados, porque fueron cubiertos por la sangre redentora de Jesucristo.

Pero de acuerdo con la perspectiva de los planes en el cielo hasta su segunda venida. planes de Dios que se llevaban a cabo, especialmente en relación con el cumplimiento de la profecía, ahora podemos ver que en un sentido más literal y completo "los postreros días" son nuestros días, y que es ahora cuando realmente podemos esperar la venida de Cristo.

Del mismo modo vemos que el gran derramamiento del Espíritu de Dios -los "tiempos del refrigerio"- se refieren específicamente a nuestros días: los días de la lluvia tardía (ver com. Joel 2:23).

Así también podemos y debemos considerar que el perdón de los pecados corresponde con nuestro tiempo. ¿Por qué tenemos que separarlo tanto de los otros dos acontecimientos que dijo Pedro que ocurrirían? En verdad, cuando estudiamos este tema del perdón de los pecados dentro del ámbito de la obra de Cristo en el santuario celestial (ver com. Dan. 8:14), descubrimos que los pecados serán finalmente borrados en los últimos días de la historia de esta tierra, inmediatamente antes de la venida de Cristo (PP 371-372; CS 472-475; ver com. Eze. 18:24).

Es, pues, evidente que la afirmación de Pedro (vers. 19), tomada en conjunto, implica un elemento temporal definido. Hablando por inspiración, y por lo tanto más allá de su propia comprensión limitada, Pedro se refiere claramente a dos grandes acontecimientos de los últimos días de la historia de este mundo: (1) El gran derramamiento del Espíritu de Dios, y (2) la eliminación final de los pecados de los justos. Estos acontecimientos están ligados con un tercer acontecimiento culminante: la segunda venida de Cristo.

De la presencia. Literalmente "del rostro". El "refrigerio" viene directamente desde el trono de Dios.

20. Él envíe. El tema dominante de los escritores del NT es el retorno de Cristo. Ver com. vers. 19. 

Os fue antes anunciado. Mejor "os fue antes designado", "os había sido destinado" (BJ). Para Dios el plan de la redención existe desde la eternidad (Mat. 25:34; Efe. 1:4; Apoc. 13:8), y se puso en marcha a pesar de la resistencia de Satanás y de los pecadores. Resta que los que están implicados en el plan cumplan sus condiciones mediante su obediencia (cf. Luc. 22:42; Heb. 10:7).

21. El cielo reciba. Los discípulos habían sido testigos de la ascensión de Cristo (cap. 1:9-10), y comprendían que Cristo debía permanecer en el cielo hasta su segunda venida. Jesús había dicho a sus discípulos que era necesario que él los dejara (Juan 14:1-6), pero un aún entonces no lo comprendieron, hasta que lo vieron ascender y se dieron cuenta de que debían esperar su regreso.

Restauración. Cristo murió como Redentor del mundo, y por lo tanto la restauración prometida fue posible por su crucifixión.

Aquí Pedro presenta un resumen de la idea que desarrolla plena y cabalmente en 2Ped. 3:7-13. Los cielos nuevos y la tierra nueva de este pasaje son una restitución, una restauración frente al pecado y la degradación, que, como resultado de la caída del hombre en el pecado, destruyeron la hermosura y la perfección de la creación original (ver com. Isa. 65:17-25; Miq. 4:8).

Este pasaje no enseña, como han pensado algunos, que finalmente se salvarán todos. La Escritura no enseña tal doctrina; pero sí expresa la idea de un estado final en el cual la justicia, y no el pecado, tendrá dominio sobre un mundo redimido y recreado. Presenta una meta de elevadísimo valor para la experiencia cristiana, que resulta del verdadero arrepentimiento y de la conversión, y ofrece una esperanza aún más amplia para el posible crecimiento en sabiduría y en santidad en el mundo venidero que el que los cristianos algunas veces han estado dispuestos a destacar.

De que habló Dios. Esta frase puede referirse a "los tiempos de la restauración", es decir, al acto divino de la restauración, predicho proféticamente, o a "todas las cosas", en cuyo caso se refiere al cumplimiento de las promesas de Dios por medio de los profetas. Aquí hay una clara aseveración de que las declaraciones de los profetas son los mensajes de Dios. Fue Dios quien habló por medio de los profetas (2 Ped. 1:21). Este pasaje es prácticamente idéntico a Luc. 1:70.

Desde tiempo antiguo. Estas palabras abarcan las muchas e inmutables promesas manifestadas por medio de los profetas que fomentaron las esperanzas del pueblo de Dios a través de los siglos. 

Zacarías vio el comienzo del cumplimiento de estas promesas en el nacimiento de su hijo Juan (Luc. 1:70). El plan de salvación ha existido desde antes del "principio del mundo" (Apoc. 13:8)

22. Moisés dijo. El linaje de profetas verdaderos sugerido aquí y en el vers. 24, revela la esperanza de la venida de algún profeta que sobrepujaría a todos los otros, tal como se revela en la pregunta que le hicieron a Juan el Bautista: "¿Eres tú el profeta?" (Juan 1:21). 

Ninguno de los dirigentes posteriores a Moisés fue exactamente como él (ver Deut. 18:15; com. Hech. 3:22, "como a mí"). 

Su obra señaló una nueva época: la manifestación de la gloria de Dios por medio de una teocracia, con su ley y sus servicios de culto divinamente ordenados. 

La venida de Jesús señaló el comienzo de otra nueva época: su reino fue establecido en el corazón "nuevo" de los hombres (Jer. 31:31-34; Heb. 8:8-12).  

A los padres. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de esta frase.

Como a mí. Aquí se le hace citar a Moisés la promesa de Dios de que el profeta que vendría sería como él (Deut. 18:18); pero el paralelo no es completo, porque Moisés no fue el Hijo unigénito de Dios ni quien pagó el precio de la expiación en forma vicaria; y Jesús fue ambas cosas.

A él oiréis. Es decir, le obedeceréis (ver com. Juan 6:60).

Os hable. Aquí Pedro modifica algo la cita de Deut. 18:18 para convertirla en una orden para sus oyentes.

23. Alma. Gr. psujé (ver com. Mat. 10:28; cf. Hech. 2:41).

Será desarraigada. El pasaje que Pedro cita (Deut. 18:19), aunque no literalmente, dice, "yo le pediré cuenta". Las palabras que Pedro coloca en su lugar son un eco de la frase común en el AT: "será cortado el tal varón de entre su pueblo" (Lev. 17:4,9; cf. Exo. 12:15,19).

24. Desde Samuel. Es probable que se nombre aquí a Samuel porque los profetas de Israel primero aparecen en relación con él como un grupo, especialmente en lo que se refiere a las escuelas de los profetas. En el siglo III d. C., Juda-ha-Nasi, redactor de la Mishnah, se refirió a Samuel como "el mayor de los profetas" (Talmud palestino Hagigah, 77a). Esto bien podría representar una posición aceptada en los días de Pedro.

Estos días. No es claro si Pedro se refiere aquí a "los tiempos de la restauración" (vers. 21) o a los notables momentos en los cuales vivían él y sus oyentes. Bien pudo haber pensado en los dos, creyendo que los acontecimientos que estaba presenciando finalmente serían el comienzo de las escenas finales (cf. cap. 2:17).

25. Hijos de los profetas. Los profetas y sus mensajes fueron enviados especialmente a los israelitas (Rom. 3:2).

Del pacto. Pedro identifica aquí el pacto abrahánico (Gén. 12:3) con el pacto de la salvación, así como lo hace Pablo (Gál. 3:8). A pesar de la luz espiritual y de los privilegios de que gozaban los judíos, no habían reconocido a Jesús como el Mesías. En todas las edades, y sobre todo ahora, quienes gozan de privilegios espirituales especiales pueden ser culpables del mismo error.

En tu simiente. Refiriéndose a Gén. 12:3, Pablo dice que Cristo es la "simiente" y que todos los fieles en Cristo son herederos de Abrahán (Gál. 3:16, 29). El uso que Pedro le da al pasaje no es tan explícito, pero al citarlo es evidente que lo aplica a Cristo.

26. A vosotros primeramente. Es digno de notarse esta prioridad del judío como receptor del Evangelio. Pedro no sabía aún las condiciones en las cuales el Evangelio sería predicado a los paganos, pero sus palabras implican que entendía claramente que el mensaje tenía que ir primero a los judíos. Esta secuencia también fue empleada por Pablo: "Al judío primeramente, y también al griego" (Rom. 1:16; cf. cap. 2:9-10). Empleó tanto esta secuencia en su predicación del Evangelio, que se convirtió en una fórmula (Hechos 13:46; cf. cap. 9:19-20; 14:1; 17:1-3). Cf. t. IV, pp. 31-32. 

Hijo. Gr. páis (ver com. vers. 13). 

Para que os bendijese. La bendición de la cual se habla aquí sigue a la resurrección, e implica el poder de Cristo que capacita al hombre para apartarse del pecado y entrar en una nueva vida en el Salvador. Esta nueva vida del creyente es posible por medio de la resurrección de nuestro Señor (Efe. 2:4-6; Col. 2:12-13).

Se convierta. Gr. apostréfo, "volverse", que como el verbo afín epistréfo, aparece con frecuencia en la LXX como traducción del verbo hebreo shub (ver com. vers. 19). Este pasaje es ambiguo. Puede entenderse que Jesús aparta a los hombres de la iniquidad o que los bendice cuando se apartan de ella. Pero en cierto sentido ambas cosas son ciertas. Las bendiciones de la salvación sólo pueden recibirse por medio del poder restaurador del Espíritu Santo, que obra en el transgresor el imprescindible apartamiento del pecado, con arrepentimiento y conversión. (6CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-26 HAp 47-49. A LA PUERTA DEL TEMPLO. 

https://elaguila3008.blogspot.com/2012/04/capitulo-6-la-puerta-del-templo.html

Ministerio Hno. Pio


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