viernes, 26 de noviembre de 2021

896. LA SUPREMA CONDICIÓN DE CRISTO COMO SUMO SACERDOTE EN EL NUEVO PACTO (HEBREOS 8).

LA SUPREMA CONDICIÓN DE CRISTO 

COMO SUMO SACERDOTE EN EL NUEVO PACTO:

*Cristo Sumo Sacerdote Del Santuario Celestial, 8:1-5.

El sacerdocio levítico de Aarón 

fue abolido por el sacerdocio eterno de Cristo

*El Nuevo Pacto, Bajo El Cual Cristo Es El Sumo Sacerdote, 8:6-13.

El Pacto Temporal Con Los Padres abolido Por El Pacto Eterno Del Evangelio.

1 AHORA bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2 ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 3 Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. 4 Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5 los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.

6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. 8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; 9 No como el pacto que hice con sus padres. El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.

10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; 11 Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. 12 Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.

13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer. (Hebreos 8).

1. Punto principal. Gr. kefálaion, "punto capital", "lo más importante", "sustancia del asunto". El autor presenta el punto fundamental de lo que ha venido diciendo.

Tal sumo sacerdote. Cristo no es un sumo sacerdote común como los que había en el sacerdocio aarónico, los cuales servían en la tierra (vers. 4). Cristo sirve junto al trono de Dios. A la diestra. Ver com. cap. 1:3. 

2. Ministro. Gr. leitourgós, "siervo", "ministro"

 (cf. com. Rom. 13:6; cf. Fil. 2:25; Heb. 1:7).

Santuario. Aquí se emplea por primera vez en la Epístola a los Hebreos una palabra en plural para referirse al santuario celestial, la que luego aparece nueve veces más en el libro. Las discusiones en cuanto al por qué de este uso han sido prolongadas. 

El tema se trata en detalle en la Nota Adicional de este capítulo. Ta hágia, "los lugares santos", es el lugar donde Cristo lleva a cabo su ministerio sacerdotal. Por cuanto se nos dice que el santuario terrenal era una "imagen" del verdadero (cap. 9:24) que está en el cielo, podemos suponer que el santuario celestial, ta hágia, tiene dos grandes divisiones. 

Cf. com. Exo. 25:9; Dan. 8:14; cf. 

Nota Adicional de Heb. 10.

Y de. Mejor, "es decir de".

Verdadero. Gr. alLthinós, forma femenina de "genuino", "real". El santuario terrenal era sólo un símbolo del celestial.

Tabernáculo. Gr. sk'nL, "tienda" (BJ). La terminología del santuario terrenal se usa para el celestial.

Levantó. Una expresión figurada porque se describe al santuario celestial como un "tabernáculo" o una "tienda". Pero no debemos pensar que hay una tienda literal en el cielo, levantada literalmente por Dios. Cf. Exo. 33:7.

La idea de un santuario celestial no era nueva para los judíos, como lo demuestran los siguientes extractos de su literatura de c. siglo I a. C.: "El ángel me abrió los portales del cielo, y vi el santo templo, y al Altísimo sobre un trono de gloria" (Testamento de Leví 5:1). "Tú me ordenaste levantar un Templo en tu monte santo, un altar en la ciudad donde tiene establecida tu morada, imagen de la Tienda santa que preparaste desde el principio" (Sabiduría 9:8, BJ).

3. Constituido para presentar ofrendas. La obra de los sacerdotes en el tabernáculo era principalmente ofrecer "ofrendas y sacrificios"; con ese fin habían sido ordenados. Los ofrecían mañana y tarde por la nación, y durante el día por los individuos. Tenga algo que ofrecer. Cf. cap. 5:1; 9:25.

4. Si estuviese sobre la tierra. El autor se sitúa en el tiempo en que escribe, cuando probablemente aún existía el templo (ver pp. 403-404).

Ni siquiera sería sacerdote. Si los reglamentos del sacerdocio levítico se cumplían estrictamente, Cristo no podría haber sido sacerdote en esta tierra. Sólo podían serlo los de la tribu de Leví, y Cristo pertenecía a la tribu de Judá. El sacerdocio de Cristo era independiente y celestial según el orden de Melquisedec.

Sacerdotes que presentan. Esta declaración es un buen argumento para ubicar la redacción de esta epístola antes de la destrucción de Jerusalén y del templo en el año 70 d. C. (ver pp. 403- 404).

Según la ley. Es decir, el sistema legal instituido en el Sinaí.

5. Figura. Gr. hupódeigma, "ejemplo", "modelo", "copia", "representación". Sin embargo, es necesario recordar que una "copia" terrenal nunca puede representar fielmente, en todos sus detalles, al original celestial; por ejemplo, todos los diversos sacrificios por los pecados que se ofrecían continuamente en el santuario terrenal, hallaron su cumplimiento en el único sacrificio de Cristo.

Sombra. "Figura y sombra" es posible entenderlas porque equivalen a una expresión figurada que significa "figura borrosa".

Advirtió. Gr. jrLmatízÇ, "impartir una revelación"; quien la imparte es Dios. "Según... fue revelado a Moisés" (BJ, NC).

Haz todas las cosas. Ver Exo. 25:40; Núm. 8:4; Hech. 7:44.

6. Tanto mejor ministerio. El autor comienza en este versículo a tratar acerca de Cristo como "mediador de un mejor pacto". La base de este más excelente ministerio de Cristo se demuestra por el hecho de que es el mediador de un mejor pacto establecido sobre mejores promesas.

Mediador. Gr. mesít's, "árbitro", "mediador", uno que media entre dos partes para eliminar un desacuerdo o para llegar a una meta común (cf. com. Gál. 3:19). 

Esta palabra aparece seis veces en el NT; en cuatro ocasiones se refiere a Cristo. Él es el mediador entre Dios y el hombre (1 Tim. 2:5), y puede hacer de puente entre ambos. Como Dios que es, comprende a Dios y puede hablar por él.  Como hombre que es, comprende al hombre y puede interceder con simpatía a favor de él ante el Padre.

Mejor. Esta superioridad se trata en los vers. 8-12.

Pacto. Gr. diathLk' (ver com. cap. 7:22).

Mejores promesas. Ver com. vers. 10-12.

7. Aquel primero. El autor designa con esta expresión al sistema que estuvo en vigencia en los días del AT a partir del Sinaí. El sacerdocio levítico era una parte integral de dicho sistema. En cuanto a la relación de este sistema con el pacto hecho en el Sinaí, ver com. Eze. 16:6; y respecto al significado de la palabra pacto (diathéke), ver com. Heb. 7:22. Este sistema y sus leyes caducaron cuando Jesús se convirtió en sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (ver com. cap. 7:12, 18-19).

Sin defecto. La frase implica que era defectuoso; pero la imperfección no radicaba inherentemente en el pacto sino en el pueblo que lo aplicó mal (ver com. Eze. 16:60; Efe. 2:15). Esa ley en sí y de por sí no perfeccionó nada (ver com. Heb. 7:22), pero correctamente empleada les habría señalado al Salvador y la salvación. Las repetidas exhortaciones de los profetas al pueblo para que aceptara las estipulaciones del pacto eterno, fueron siempre inútiles.

Para el segundo. Es decir, el nuevo (vers. 8).

8. Reprendiéndoles. La debilidad del nuevo pacto no radicaba en el pacto, ni la falta estaba en Dios. El defectuoso era el pueblo (ver com. Heb. 8:7; cf. Rom. 9:30 a 10:3; Heb. 3:18 a 4:2).

Vienen días. Los vers. 8-12 son una cita de Jer. 31:31-34 que concuerda más con la LXX que con el texto hebreo, aunque las diferencias son leves. Compárese con el comentario de estos versículos en jeremías. Estas palabras constituyeron originalmente una predicción de lo que Dios estaba dispuesto a hacer por Israel y Judá si aprendían las lecciones del cautiverio en el cual estaban por entrar, y se volvían realmente a él. 

A partir del Sinaí, Dios siempre trató de conducir al pueblo a una experiencia espiritual más elevada, como la que se presenta en el nuevo pacto; pero los israelitas, dominados por su rebeldía, se resistieron a progresar más allá de sus estrechos conceptos de lo que constituía la verdadera religión. Se aferraban a la creencia de que la salvación podía alcanzarse por medio del estricto cumplimiento de una ley, especialmente de las leyes referentes a los ritos y las ofrendas ceremoniales. La ocasión era propicia; quizá aprenderían mediante la rigurosa disciplina del cautiverio aquello que se habían negado a aceptar en su propio país. Pero ni siquiera el cautiverio produjo en ellos un verdadero reavivamiento. La gran mayoría de los repatriados continuaron esclavizados a su interpretación del antiguo pacto.

La experiencia espiritual característica del nuevo pacto era posible en los días del AT, y se hubiera cristalizado si el pueblo hubiese cumplido con las condiciones; pero los judíos, en conjunto, la rechazaron. 

Aunque la enseñanza de Cristo y los apóstoles hicieron doblemente clara la "buena nueva [o Evangelio]" que los judíos podrían haber aceptado antes (Heb. 4:2), les resultó difícil renunciar al antiguo sistema de formas y ceremonias. El libro de Hebreos tenía el propósito de ayudarles a hacer esa transición.

El autor de Hebreos recurre a la profecía para apoyar su tesis del supremo sacerdocio de Cristo y de la introducción de un nuevo orden. Jeremías había predicho un nuevo orden; ahora había llegado.

Con la casa de Israel. Aquí se menciona el nuevo pacto como si hubiera sido hecho con la casa de Israel y con la casa de Judá, pues fue ofrecido primero a esas dos casas (Jer. 31: 31-34). Pero cuando los judíos menospreciaron sus privilegios religiosos, "el reino de Dios" les fue quitado (ver com. Mat. 21:33-43). 

La iglesia cristiana es ahora la heredera de los privilegios y las responsabilidades espirituales que una vez pertenecieron al Israel literal (ver t. IV, pp. 37-38).

Nuevo. Nuevo con respecto al "primero" (vers. 7). Con la venida de Cristo se cumplieron los símbolos de la ley ceremonial, con lo que se dio fin al sistema levítico (ver com. Efe. 2:15). 

El derramamiento de la sangre de Cristo ratificó el pacto hecho mucho antes con Adán y confirmado con Abrahán (ver com. Eze. 16:60).

Pacto. Gr. diathLk' (ver com. cap. 7:22).

9. No como. En cuanto al antiguo pacto, ver com. Eze. 16:60.

No permanecieron. Este es un rápido resumen de la historia de los israelitas como se registra en el AT. "Ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios.... hasta que... no hubo ya remedio" (2 Crón. 36:16), y Dios los desechó.

10. Pondré mis leyes. En el monte Sinaí el Señor escribió sus leyes en tablas de piedra (Deut. 4:13) y en un libro (cap. 31:24,26). Dios tenía el propósito de que esas leyes también estuvieran escritas en los corazones del pueblo; pero los israelitas se contentaron con considerar esos estatutos sencillamente como un código externo y su observancia como un asunto de cumplimiento también externo. Dios no tenía el propósito de que sus leyes fueran consideradas así. Ofreció a su pueblo que disfrutara de la experiencia de tener un corazón nuevo (ver com. Eze. 36:26); pero los israelitas se contentaron con una religión de formas y apariencias. 

Ahora, bajo los términos del nuevo pacto, se transforman los corazones y las mentes de las personas (ver com. Rom. 12:2; 2Cor. 5:17). Los hombres proceden correctamente no por su propia fuerza sino porque Cristo mora en el corazón y manifiesta su vida en el creyente (ver com. Gál. 2:20). Son nacidos del Espíritu y producen los frutos del Espíritu (Gál. 5:22-23). 

El poder divino es lo único que puede efectuar el cambio. Sólo Dios puede "poner" su ley en el corazón de sus seguidores, pero, por supuesto, no sin el consentimiento del hombre y de su cooperación (Apoc. 22:17; cf. DMJ 120).

Seré a ellos por Dios. Este es el propósito de todos los pactos divinos (cf. Exo. 6:7). Dios desea ocupar su lugar debido, y la gente anhelará reconocerlo como a su Dios.

11. Ninguno enseñará. No habría necesidad de admoniciones y consejos continuos pues los seres humanos disfrutarían de una experiencia religiosa personal. Los cristianos podrían ahora allegarse directamente a Dios sin el sacerdocio levítico como intermediario. Serían "guiados por el Espíritu de Dios" (Rom. 8:14), habrían "aprendido de Dios" (1 Tes. 4:9) y tendrían "la unción del santo" que les haría conocer "todas las cosas" (1 Juan 2:20). 

Desde hace muchos siglos los cristianos han tenido todo el canon de las Escrituras para que aprendan acerca de Dios; pero esto no suple la necesidad de instructores espirituales. Dios ha dado a la iglesia como dones "pastores" y "maestros" (Efe. 4:11).

Todos me conocerán. Es decir, todos los cristianos tendrán un conocimiento personal de Dios, no importa cuál sea su edad, condición social o capacidad mental.

12. Seré propicio. Cuando Jeremías escribió estas palabras al aproximarse el cautiverio, fueron una promesa de lo que Dios estaba dispuesto a hacer por su pueblo extraviado si se volvía a él.  Para los cristianos son una promesa de pleno y gratuito perdón mediante la sangre de Jesús, sin derramamiento de la sangre de animales como era en el tiempo del sistema levítico.

Nunca más me acordaré. Es decir, Dios no tendrá más en cuenta esos pecados contra el transgresor (cf. com. Isa. 65:17). 

Dios echará todos nuestros pecados tras sus espaldas (Isa. 38:17); los arrojará en lo profundo del mar (Miq. 7:19).

13. Pacto. Este sustantivo ha sido añadido. No está en el texto griego, pero es correcto añadirlo. El adjetivo traducido "nuevo" está en el mismo género y número que corresponde a "pacto". La añadidura de "pacto" es también correcta porque la frase "al decir" hace regresar a la cita dejen 31:31-33, mencionada en los vers. 8-12, donde se emplea la expresión "nuevo pacto".

Ha dado por viejo al primero. La cita de Jeremías (vers. 8-12) claramente muestra que el "nuevo" debía reemplazar al "antiguo" y no serie una añadidura. Este era un asunto difícil de comprender por los cristianos hebreos.

Lo que se da por viejo. O "envejece". Puede surgir la pregunta en cuanto a por qué estas palabras están en tiempo presente si ya el antiguo pacto terminó en la cruz. Algunos comentadores piensan que la referencia es al tiempo cuando Jeremías pronunció esta profecía acerca del nuevo pacto (Jer. 31:31-33); pero también es posible entender que se refiere al tiempo cuando fue escrito el libro de Hebreos. 

Es cierto que el sistema ceremonial caducó cuando Cristo murió en la cruz (ver com. Efe. 2:15); sin embargo, aun para los cristianos piadosos fue gradual la transición del sistema antiguo al nuevo (ver com. Heb. 9:9; cf. com. Rom. 14:1). 

Próximo a desaparecer. Los lectores de la epístola están siendo preparados para el tiempo cuando desaparecería completamente el sistema antiguo (ver com. cap. 9:9). 

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 8

Desde Heb. 8:2 en adelante, se emplea nueve veces una expresión plural, ta hágia, para referirse al santuario celestial (cap. 8:2; 9:2-3, 8,12, 24-25; 10:19; 13:11). En algunos casos la RVR la ha traducido como "santuario" (cap. 8:2; 9:24; 13:11); en otros, "Lugar Santo" (cap. 9:2) o "Lugar Santísimo" (cap. 9:3, 8,12,25; 10:19). La traducción -mejor dicho, la interpretación- se ha hecho en base al contexto, pues el griego siempre usa el adjetivo hágia.

La frase ta hágia es un adjetivo plural neutro, con s correspondiente artículo definido. El neutro singular es to hágion, "lo santo"; suele referirse a una cosa, "lo santo", o acaso a un lugar, "lugar santo". 

El neutro plural se usa en forma intercambiable con el neutro singular, por lo cual to hágion, "lo santo" y ta hágia, "las cosas santas", tienen aproximadamente el mismo sentido. Tan común es este intercambio que puede usarse el adjetivo (o sustantivo) plural neutro con un verbo singular. 

La razón del uso de esta frase para designar al santuario celestial no se encuentra en el sentido de la frase, sino en el uso que le da la LXX. En el AT griego se emplea el adjetivo sustantivado neutro hágion, tanto en el singular como en el plural hágia, unas 170 veces para referirse al tabernáculo o al templo. De estos usos, 142 casos se refieren al tabernáculo, santuario o templo en general. En los otros casos se hace referencia a partes específicas del conjunto, a veces al lugar santo o al lugar santísimo. En 45 de los 142 casos se emplea el singular y en 97, el plural.

De las 142 veces que se usa hágion o hágia para designar al santuario, sólo cuatro no tienen artículo. Por lo tanto, el uso de ta hágia, neutro plural, "las cosas santas" o "los lugares santos", para designar al santuario entero, está bien establecido en el AT.*

En fuentes extrabíblicas se emplea la frase to hágion para significar templo o santuario. Así se ve en una inscripción de Tolomeo III, del 239 a. C. Filón la usa con este sentido. También lo hace Josefo, quien así designa al templo de Jerusalén (Antigüedades, 3. 6. 4), el santuario interior (Guerra i. 7. 6) y el santuario con el atrio y los muros del templo (Guerra iv. 3.10; vi. 2.1; Antigüedades xii. 10. 6).*

Se ha interpretado que los judíos usaban el término to hágion o ta hágia para referirse al templo a fin de no usar la palabra hierón, que tenía matices demasiado paganos. En todo caso, el uso de esta designación no es nueva para el autor de Hebreos, quien debía entender que ta hágia era un nombre apropiado para el santuario de Dios, ya fuera en la tierra o en el cielo.

Para nosotros, a fines del siglo XX, esta ambigüedad que una misma palabra pudiera usarse con distintos significados causa molestia. Queremos precisión. Nos resulta difícil comprender que en el ambiente mediterráneo del siglo I la precisión del método científico, del cual tanto alarde hacemos hoy, no tenía mayor importancia.

En la RVA, todas las veces que aparece ta hágia, se traduce "santuario", excepto en el cap. 9:3, donde dice "Lugar Santísimo". Cuando apareció la RVR, con sus tres diferentes interpretaciones de la frase, más de uno se quejó de lo que parecía un error de traducción. Sobre todo en relación con Heb. 9:12, la afirmación de que Jesús entró en el "Lugar Santísimo" molestó a quienes suponían que era un intento de desacreditar la doctrina adventista del juicio celestial. Sin embargo, debe enseñares que el problema no radica en mala voluntad, ni en falta de honestidad, sino más bien en la interpretación individual de una frase ambigua, empleada por judíos y cristianos helenistas en el primer siglo, para referirse al santuario entero o a parte del mismo. (7CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-2. CS 465Después que los israelitas se hubieron establecido en Canaán el tabernáculo fue reemplazado por el templo de Salomón, el cual, aunque edificio permanente y de mayores dimensiones, conservaba las mismas proporciones y el mismo amueblado. El santuario subsistió así -menos durante el plazo 465 en que permaneció en ruinas en tiempo de Daniel- hasta su destrucción por los romanos, en el año 70 de nuestra era.

Tal fue el único santuario que haya existido en la tierra y del cual la Biblia nos dé alguna información. San Pablo dijo de él que era el santuario del primer pacto. Pero ¿no tiene el nuevo pacto también el suyo?

Volviendo al libro de los Hebreos, los que buscaban la verdad encontraron que existía un segundo santuario, o sea el del nuevo pacto, al cual se alude en las palabras ya citadas del apóstol Pablo: "En verdad el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que lo era de este mundo." El uso de la palabra "también" implica que San Pablo ha hecho antes mención de este santuario. Volviendo al principio del capítulo anterior, se lee: "Lo principal, pues, entre las cosas que decimos es esto: Tenemos un tal sumo sacerdote que se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; ministro del santuario, y del verdadero tabernáculo, que plantó el Señor, y no el hombre." (Hebreos 8:1,2, V.M.)

Aquí tenemos revelado el santuario del nuevo pacto. El santuario del primer pacto fue asentado por el hombre, construido por Moisés; éste segundo es asentado por el Señor, no por el hombre. En aquel santuario los sacerdotes terrenales desempeñaban el servicio; en éste es Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, quien ministra a la diestra de Dios. Uno de los santuarios estaba en la tierra, el otro está en el cielo.

Además, el tabernáculo construido por Moisés fue hecho según un modelo. El Señor le ordenó: "Conforme a todo lo que yo te mostrare, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus vasos, así lo haréis." Y le mandó además: "Mira, y hazlos conforme a su modelo, que te ha sido mostrado en el monte." (Éxodo 25: 9, 40.) 

Y San Pablo dice que el primer tabernáculo "era una parábola para aquel tiempo entonces presente; conforme a la cual se ofrecían dones y sacrificios;" que sus santos lugares eran "representaciones de las cosas celestiales;" que los sacerdotes que presentaban las ofrendas 466 según la ley, ministraban lo que era "la mera representación y sombra de las cosas celestiales," y que "no entró Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9:9,23; 8:5; 9:24, V.M.)

El santuario celestial, en el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado por Moisés no era más que trasunto. Dios puso su Espíritu sobre los que construyeron el santuario terrenal. La pericia artística desplegada en su construcción fue una manifestación de la sabiduría divina. Las paredes tenían aspecto de oro macizo, y reflejaban en todas direcciones la luz de las siete lámparas del candelero de oro. La mesa de los panes de la proposición y el altar del incienso relucían como oro bruñido. La magnífica cubierta que formaba el techo, recamada con figuras de ángeles, en azul, púrpura y escarlata, realzaba la belleza de la escena. Y más allá del segundo velo estaba la santa shekina, la manifestación visible de la gloria de Dios, ante la cual sólo el sumo sacerdote podía entrar y sobrevivir.

5CS 466-467. El esplendor incomparable del tabernáculo terrenal reflejaba a la vista humana la gloria de aquel templo celestial donde Cristo nuestro precursor ministra por nosotros ante el trono de Dios. La morada del Rey de reyes, donde miles y miles ministran delante de él, y millones de millones están en su presencia (Daniel 7:10); ese templo, lleno de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus flamantes guardianes, cubren sus rostros en adoración, no podía encontrar en la más grandiosa construcción que jamás edificaran manos humanas, más que un pálido reflejo de su inmensidad y de su gloria. Con todo, el santuario terrenal y sus servicios revelaban importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí a cabo para la redención del hombre.

Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario terrenal. Cuando 467 en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono." (Apocalipsis 4:5, V.M.) Vio un ángel que tenía "en su mano un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono." (Apocalipsis 8:3, V.M.) Se le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí las "siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y el altar de incienso en el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios" (Apocalipsis 11:19, V.M.), y miró hacia adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado construido por Moisés para guardar la ley de Dios.

Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fue enseñado. San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el cielo.

En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en justicia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada toda la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede 468 ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.

6. PP 389. Los términos del pacto antiguo eran: Obedece y vivirás. "El hombre que los hiciere, vivirá en ellos" (Eze. 20:11; Lev. 18:5.); pero "maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para cumplirlas." (Deut. 27:26.) 

El nuevo pacto se estableció sobre "mejores promesas," la promesa del perdón de los pecados y de la gracia de Dios para renovar el corazón y ponerlo en armonía con los principios de la ley de Dios. "Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y. . . perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado." (Jer. 31:33,34.)

La misma ley que fue grabada en tablas de piedra es escrita por el Espíritu Santo sobre las tablas del corazón. En vez de tratar de establecer nuestra propia justicia, aceptamos la justicia de Cristo. Su obediencia es aceptada en nuestro favor. Entonces el corazón renovado por el Espíritu Santo producirá los frutos del Espíritu. Mediante la gracia de Cristo viviremos obedeciendo a la ley de Dios escrita en nuestro corazón. Al poseer el Espíritu de Cristo, andaremos como él anduvo. Por medio del profeta, Cristo declaró respecto a sí mismo: "El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agrado; y tu ley está en medio de mis entrañas." (Sal. 40:8) Y cuando entre los hombres, dijo: "No me ha dejado el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre." (Juan 8:29)

7-8. PP 387. ASÍ COMO LA BIBLIA presenta dos leyes, una inmutable y eterna, la otra provisional y temporaria, así también hay dos pactos. El pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También les 387 prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.

Este mismo pacto le fue renovado a Abrahán en la promesa: "En tu simiente serán benditas todas las gentes de la tierra." (Gén. 22:18.) Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la entendió Abrahán. (Véase Gál. 3:8, 6), y confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia. 

El pacto con Abrahán también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto." El testimonio de Dios respecto a su siervo fiel fue: "Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes," y el Señor le declaró: "Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente después de ti en sus generaciones, por alianza perpetua, para serte a ti por Dios, y a tu simiente después de ti." (Gén 17:1,7; 26:5.)

Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a Abrahán, no pudo ratificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la promesa de Dios desde que se indicó por primera vez la posibilidad de redención. Fue aceptado por fe: no obstante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto nuevo. La ley de Dios fue la base de este pacto, que era sencillamente un arreglo para restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, colocándolo en situación de poder obedecer la ley de Dios. 

OTRO PACTO,  llamado en la Escritura el pacto "antiguo," se estableció entre Dios e Israel en el Sinaí, y en aquel entonces fue ratificado mediante la sangre de un sacrificio. El pacto hecho con Abrahán fue ratificado mediante la sangre de Cristo, y es llamado el "segundo" pacto o "nuevo" pacto, porque la sangre con la cual fue sellado se derramó después de la sangre del primer pacto. Es evidente que el nuevo pacto estaba en vigor en los días de Abrahán, puesto que entonces fue confirmado tanto por la promesa como por el juramento 388 de Dios, "dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta." (Heb. 6:18.)

10. 3JT 49Ví que en cada caso es nuestro deber obedecer las leyes de nuestro país, a menos que estén en conflicto con la ley superior que Dios pronunció con voz audible desde el Sinaí, y que grabó luego en piedra con su propio dedo. "Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo." (Jer. 31:33.) El que tiene la ley de Dios escrita en el corazón obedecerá a Dios antes que a los hombres, y desobedecerá a todos los hombres antes que desviarse en lo mínimo del mandamiento de Dios. Los hijos de Dios, enseñados por la inspiración de verdad e inducidos por una buena conciencia a vivir según toda Palabra de Dios, tendrán su ley escrita en el corazón como la única autoridad que puedan reconocer u obedecer. La sabiduría y la autoridad divina son supremas. -1863, tomo I, pág. 361. 

Ministerio Hno. Pio


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