Sino
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón. (Mateo 6:20,21).
Donde esté su
tesoro, allí estará también su corazón. A quienes el Señor ha dado el talento de los medios están colocados bajo una pesada responsabilidad.
No han de
invertir el dinero simplemente para la gratificación de deseos
egoístas, pues todo lo que
sea gastado de esta manera es como si
se hubiera sacado de la tesorería del Señor.
Gracias a la
soberana bondad de Dios, el Espíritu
Santo obra por intermedio del instrumento humano, y lo mueve a hacer pequeñas o grandes inversiones en la causa de Dios, a fin de que reditúen
para la gloria de Dios.
Cuandoquiera piense usar
el dinero del Señor para su propia gratificación egoísta, recuerde que hay muchos que están sumidos en la
pobreza, que no tienen para comprar
ni comida ni ropa, y son herederos de
Dios.
Hemos de hacer el
bien a todos los hombres, y especialmente a los de la
familia de la fe. Si quienes tienen
abundantes medios son
instrumentos de Dios en negociar seriamente, usarán sus tesoros con sabiduría, de manera que ninguno de la familia de la fe necesita pasar hambre o estar desnudo.
La
razón por la que hay tanta miseria acumulada en nuestro mundo es porque
aquellos a quienes se les ha confiado el
dinero, lo gastan para gratificar deseos no santificados, en comprar ornamentos innecesarios de oro y piedras preciosas, y en conseguir artículos de fantasía sólo con el objetivo de adorno.
Pero al mismo tiempo, quienes han sido comprados con
la sangre de Cristo están hambrientos, y su clamor alcanza los oídos del Dios de los ejércitos... En cada lugar donde la verdad ha
de ir, quienes han de ser colaboradores con Dios tienen una tarea que hacer...
Una obra
ferviente ha de hacerse, no sólo por parte
de unos pocos ministros, sino por toda la
feligresía de la iglesia.
El Señor Dios
del cielo llama a los hombres a abandonar sus ídolos,
a eliminar todo deseo
extravagante, a no ser
indulgentes con nada que busque simplemente el
lucimiento y la ostentación, y a practicar la economía al comprar ropas y muebles.
No gasten nada del
dinero de Dios en comprar artículos
innecesarios. Su dinero significa
salvación de almas. Que no sea derrochado en gemas, en oro o
piedras preciosas.
Las almas por
las cuales Cristo murió están pereciendo en sus pecados, y nosotros estamos
continuamente limitados por la
falta de medios para hacer avanzar la obra de Dios.
¿No quisiera usted más bien tener gemas en la corona que Jesús colocará sobre su cabeza, que gastar su dinero en piedras preciosas para agradar su capricho aquí en este mundo?...
Se necesita cada centavo, cada centavo puede ser utilizado e invertido de manera que le brinde un tesoro imperecedero.
Carta 90, de
1895. RJ258/EGW/MHP 259
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