1 Juan 3.
LOS HIJOS DE DIOS EN CONTRASTE
CON LOS HIJOS DEL DIABLO, 3:1-24.
A. La Justicia De Los Hijos De Dios, 3:1-7.
B. El Que Practica El Pecado Es Del Diablo, 3:8-9.
C. El Que No Ama A Su Hermano Es Del Diablo, 3:10-18.
D. Dios Asegura La Salvación A Sus Hijos, 3:19-24.
“Declaración Del Gran Amor De Dios
Por Nosotros Al Hacernos Hijos Suyos.
Por Eso Debemos Guardar Sus Mandamientos
Y También Amarnos Fraternal Y Mutuamente”.
1 MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre, Para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
8 El que practica el pecado es del diablo; porque el peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
10 En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano no es de Dios. 11 Porque este es el mensaje que has oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. 12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece. 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos, El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
16 En esto hemos conocido el amor, que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; 20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. 21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; 22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él. 23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. 24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. (1 Juan 3).
1. Mirad. El apóstol ya ha presentado idea de ser "nacido de Dios" (cap. 2:29) y explica que este nacimiento se debe a la obra del amor divino. Esto lo induce este amor y la clase de conducta que producir en el creyente. Ahora pide a sus lectores que compartan tos contemplando el incomparable amor del Padre.
Cuál. Gr. potapós, que originalmente significó "¿de qué país?"; pero que después llegó a significar "¿de qué clase?" o "¿de qué manera?", y que a menudo expresaba asombro (cf. Mat. 8:27; Mar. 13:1; Luc. 1:29). La admiración de Juan no conoce límites al Contemplar la inmensurable altura Y Profundidad y anchura del amor divino.
Amor. Gr. agáp' (ver com. 1Cor. 13:1; cf. com. Mat. 5:43-44). Sólo se usa 9 veces en los cuatro Evangelios, pero más de 100 veces en el resto del NT.
Juan usa agáp' y el verbo afín agapáo "amar", no menos de 46 veces en esta epístola. Se halla tan cautivado por la magnitud del amor divinos que el tema llena su corazón como debe también llenar el de todos los cristianos.
Ha dado. El pretérito perfecto hace notar que el acto de dar se ha completado pero, continúan sus resultados. Nada puede alterar el hecho de que Dios ha dado su amor a la humanidad en general y a sus hijos espirituales en particular. Los seres humanos pueden responder a ese amor o pueden menospreciarlo; pero Dios, por su parte, lo ha prodigado en forma absoluta sobre su creación.
Padre. El uso de este nombre familiar naturalmente precede a la mención de los "hijos de Dios".
Llamados. Este llamado puede no referirse al llamamiento divino en sentido paulino (Rom. 8:28-30), pero sí es una clara referencia al bondadoso acto de Dios de recibir a los pecadores en su familia y llamarlos sus hijos.
Hijos de Dios. Ver com. Juan 1:12. La evidencia textual favorece (cf. P. 10) el añadido de las palabras "y lo somos". Las Palabras adicionales destacan, en armonía con el estilo de Juan (cf. 1Juan 1:2), la realidad de la filiación, que no sólo existe en la mente de Dios sino en las vidas de los creyentes.
Por esto. Lo dicho previamente que Somos hijos de Dios, es la razón por la cual el mundo no reconoce a los cristianos. También se refiere anticipadamente a la afirmación de que el mundo no conoció a Dios.
Mundo. Aquí se refiere a los que se oponen a Dios (ver com. Cap. 2:15).
Conoce. Gr.ginsk (ver com. cap. 2:29).
La oración podría parafrasearse así: "El mundo no nos reconoce por que nunca ha tenido una relación personal con Dios".
Los amantes del mundo se han negado a conocer al Padre, por lo que es natural que no puedan reconocer a aquellos a quienes Dios llama su hijos, o que no estén dispuestos a hacerlo Cuanto más los hijos de Dios reflejan el carácter divino, más se despierta la ira de los que han rechazado el amor de Dios.
Los mundanos tienen múltiples razones para amar a los cristianos debido a la bondad y a la rectitud de sus vidas, pero éstos no deben sorprenderse si son odiados (cf. Mat. 5:10-12;10:16-18).
2. Amados. Forma muy apropiadas de dirigirse a ellos, pues Juan se está ocupando del amor. Con toda naturalidad usa este término en el resto de la epístola. (Vers. 21; cap. 4:1, 7,11).
Ahora. Es ahora, mientras somos imperfectos, mientras aún caemos en el pecado y mientras aún no hemos sido completamente modelados a la semejanza de nuestro Padre, cuando se dice que somos "hijos de Dios" (ver com. Mat. 5:48). Esto es posible y cierto porque hemos sido aceptados en el Amado y se considera como si ya estuviéramos en el cielo por medio de nuestro Representante (Efe. 1:5-7; 2:4-6).
La justicia de Cristo ha sido aceptada en lugar de nuestra pecaminosidad (PP 458-459), y estamos delante del Padre revestidos de Cristo en forma tan acabada, que no se nos ve (PVGM 252-254).
Aún. Semejante cambio aún está en lo futuro
(cf. com. 1 Cor. 15:51-52; Fil. 3:20-21).
Manifestado. Cf. com. cap. 2:28. El apóstol muestra que tiene la certeza de que finalmente habrá perfección de carácter y también corporal.
Cuando él se manifieste. El texto griego puede traducirse "cuando él aparezca" o "cuando sea manifestado". Teológicamente ambas son aceptables, pues las dos se refieren al mismo evento. CE com. cap. 2:28.
Semejantes a él. Se refiere al cumplimiento del plan de Dios para el hombre caído: la restauración de la imagen divina.
El hombre fue creado a la imagen de Dios (ver com. Gén. 1:26), pero el pecado destruyó esa semejanza.
El propósito de Dios es restaurar esa imagen dándole al hombre la victoria sobre el pecado y sobre toda tentación.
(Ver com. Rom. 8:29; Col. 3:10; DTG 28, 355, 767; PVGM 152).
La restauración se perfeccionará en el segundo advenimiento (1 Cor. 15:51-53; Fil.3:20-21).
Porque le veremos. Cuando Jesús estuvo en la tierra, sólo percibieron su Divinidad los que tenían discernimiento espiritual (Mat. 16:17). La misma condición espiritual existirá en los que vean a Cristo en el último día.
Tal como él es. Los que vieron a Jesús de Nazaret no contemplaron al Hijo de Dios como es realmente, pues su gloria divina estaba velada por su humanidad (DTG 29). Cuando Cristo venga por segunda vez aparecerá en su gloria (Mat. 25:31), y los que entonces lo vean contemplarán su verdadero esplendor.
3. Tiene esta esperanza. El autor no se refiere a los que vagamente esperan el aparecimiento del Salvador, sino al creyente que con firmeza se aferra a una expectativa claramente definida del regreso de Cristo.
En él. En Cristo. Juan está escribiendo de la esperanza que se centra en Jesús, y no de la esperanza que anida en el corazón humano.
Se purifica. Gr. hagnízÇ, "limpiar de contaminación", "purificar".
Este vocablo se aplica a la limpieza ceremonial y a la limpieza moral.
(Juan 11:55; Hech. 21:24,26; 24:18; Sant. 4:8; 1Ped. 1:22).
El pecador no puede limpiarse a sí mismo; está vendido a la esclavitud del pecado y para su purificación depende completamente del Salvador (Jer. 17:9; Juan 3:3; 15:4-5; Rom. 8:7).
Pero hay una obra que el pecador debe hacer a favor de sí mismo con la ayuda divina (ver com. Fil. 2:12-13).
Esta obra exige velar y orar con diligencia (Efe. 6:13-18; Col. 4:2; Apoc. 3:3).
La lucha principal consiste en mantener la fe en la victoria que Cristo conquistó para nosotros y vivir creyendo que su gracia es suficiente para darnos el dominio sobre cualquier obstáculo (Gál. 2:20; Fil. 4:13; CC 47-48; MC 116).
Los gnósticos enseñaban que podía albergarse la esperanza cristiana sin tener en cuenta la moral personal; pero Juan refuta este aserto en cuanto a la purificación. Todos los que de veras anhelan ver a Cristo, tendrán que esforzarse para que su vida sea pura.
Así como él es puro. El cristiano debe esforzarse para ir en busca de la norma de pureza que Cristo alcanzó (cf. com. Fil. 3:8-15).
El ganó la victoria sobre cada obstáculo (ver com. Juan 8:46; 2Cor. 5:21; 1Ped. 2:22), y así hizo posible que todos los seres humanos también puedan vivir vidas victoriosas (ver com. Mat. 1:21; Rom. 7:24-25; 8:1-2; 1Juan 1:9).
4. Todo aquel. Juan presenta ahora el caso opuesto con suficiente explicación para ampliar su declaración previa y confirmarla: todos los que tienen la esperanza, se purifican a sí mismos; todos los que cometen pecado, también cometen impiedad.
Pecado. Gr. hamartía, "pecado", "error"; con el sentido de "no dar en el blanco"; afín del verbo hamartán, "errar el blanco", "errar", "equivocarse", "pecar".
Es la palabra que se usa en la Biblia para el acto de alejarse de la ley de Dios, de violar la ley moral. Hamartía es específicamente la violación de una ley moral divinamente dada. También puede referirse al principio y al poder que hace que uno peque (ver com. Rom. 5:12), pero es obvio que Juan se refiere aquí al acto malo en sí.
En griego dice literalmente "el pecado"; sin embargo, no parece que el autor se refiera a algún pecado en particular, ni el contexto identifica "el pecado".
Pero el uso del artículo definido sugiere que el autor está hablando de "pecado" para referirse a toda clase de pecados, o sea el pecado que causa la separación entre Dios y el hombre (cf. Isa. 59:2)
Infringe también la ley. "Hace anomía". Gr. anomía, "no conformidad con la ley", "ilegalidad", vocablo compuesto de a-, "sin", y nómos "ley"
(ver com. Mat. 7:23; Rom. 6:19; 2Tes. 2:3,7).
El apóstol relaciona anomía con hamartía para destacar la estrecha e inevitable relación entre pecado e ilegalidad [desobediencia]. "Traspasa la ley" (NC); "hace también lo que es contra la ley" (BC).
El autor lo hace completamente diáfano con su acostumbrada claridad, repitiéndolo en la siguiente declaración.
Pues el pecado es infracción de la ley. La sintaxis griega indica que hamartía y anomía son sinónimos y pueden intercambiarse.
Todo pecado es ilegalidad (contra el principio de ley); toda ilegalidad es pecado. Juan, con su manera sencilla y penetrante, pone al descubierto el verdadero carácter del pecado.
Declara que pecado es no hacer caso de la ley, es decir, de la ley de Dios.
En cuanto a las definiciones de "ley", ver com. Prov. 3:1; Mat. 5:17; Rom. 2:12; 3:19. Dios ordenó leyes para guiar a los hombres, para capacitarlos a fin de que disfrutaran plenamente de la vida, para salvarlos del mal y para guardarlos para el bien (ver com. Exo. 20:1).
La ley de Dios es un trasunto del carácter divino. Jesús vino para revelar a los hombres el carácter de su Padre, por lo tanto, él es la ley ampliada y demostrada.
Si los hombres quieren ajustar su vida en armonía con la ley de Dios, deben contemplar a Jesús e imitar su vida. La ley puede ser resumida brevemente en las siguientes palabras: "ser como Dios" o "ser como Jesús".
La transformación del carácter de los hombres de acuerdo con la semejanza divina es el gran propósito del plan de salvación. La ley revela el carácter de Dios y de Cristo; el plan de salvación indica cómo se puede adquirir la gracia que capacita para obtener todas las virtudes.
5. Sabéis. Juan recurre de nuevo al conocimiento que tenían sus lectores del plan de salvación (cf. cap. 2:12-14, 20,27).
Apareció. Gr. faneróÇ, "revelar", "hacer saber"; en forma pasiva, "hacerse visible", "ser revelado".
FaneróÇ se usa en otros pasajes (vers. 2; cap. 2:28) para describir la segunda venida de Cristo; pero aquí se aplica a la encarnación.
Quitar. Gr. áirÇ (ver com. Juan 1:29). Una referencia al principal propósito de la venida de Cristo: salvar a los hombres de sus pecados (ver com. Mat. 1:21). Puede considerarse que ese propósito fue cumplido por Cristo (1) quitando los pecados mediante la expiación, o (2) destruyendo el pecado.
Ambas interpretaciones son válidas, pues él hizo lo primero para poder cumplir con lo segundo. Al hacerlo, el Salvador quita la desobediencia de la cual el pecado es una expresión, y salva al hombre de la transgresión de la ley de Dios; pero Cristo quitará los pecados únicamente de los que deseen ser liberados del pecado.
Es bien claro dentro del contexto que Cristo apareció para "quitar" el pecado, no para quitar la ley.
A los gnósticos les agradaba creer que en el caso particular de ellos, habían sido suprimidas las restricciones de la ley; pero Juan sabía bien que Cristo no había quitado la ley sino la transgresión de ella (cf. com. Mat. 5:17-19; Rom. 3:31).
Nuestros pecados. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la omisión del adjetivo "nuestros". Lo omiten la BJ, BA y NC. De todos modos no se afecta el significado básico, aunque el adjetivo "nuestros" sí añade fuerza al mensaje y muestra que el apóstol no hablaba del pecado en general sino de los pecados del cristiano en particular.
No hay pecado en él. En Cristo no hay ni el principio del pecado ni el acto del pecado. Juan usa el verbo en presente para destacar que en la vida de Cristo nunca hubo ni habrá pecado, ni en la tierra ni en el cielo. Jesús fue tentado, pero la tentación de por sí no contamina.
El hombre es contaminado cuando cede a la tentación. Nuestro Salvador tenía conciencia de las tentaciones que lo acosaban por todos lados (Heb. 4:15), pero ni por un momento permitió que su pensamiento se apartara de la voluntad de su Padre.
El pecado lo rodeaba constantemente, lo oprimió durante toda su vida terrenal; sin embargo, no halló respuesta en él (Juan 14:30).
Jesús permaneció inmaculado frente al pecado; pero Aquel que fue impecable fue hecho pecado por nosotros (ver com. 2 Cor. 5:21). Fue considerado como transgresor (Isa. 53:12) y tratado como el pecador más vil aunque no por ningún pecado suyo.
6. Todo aquel que permanece. Otra de las abarcantes declaraciones de Juan (cf. cap. 2:23; 3:4, 9,15; 5:1). "Permanece" puede sugerir el deseo y la disposición de quedar en unión con Cristo. El verbo en presente significa continuidad. Esta frase habla de seguir permaneciendo en Cristo.
No peca. O "no continúa pecando" o "no peca habitualmente".
El apóstol se refiere al pecado constante, no a errores ocasionales que puede cometer cualquier cristiano (ver com. cap. 2:1). Juan sabe que los cristianos son inducidos a pecar (cap. 1:8, 10), pero también conoce el remedio para tales caídas (cap. 1:9; 2:1). Aquí habla del estado ideal que alcanza el que constantemente permanece en la presencia protectora del impecable Salvador
Todo aquel que peca.
Es decir, "todo aquel que peca continuamente"
(ver com. "todo aquel que permanece").
Juan se refiere al que peca de manera habitual,
al que continuamente practica el pecado.
No le ha visto. El que sigue pecando demuestra
que no ha conservado su visión original de Cristo.
Ni le ha conocido. Ver com. cap. 2:3.
7. Hijitos. Ver com. cap. 2:1.
Engañe. Gr. plantíÇ, "descarriar" (ver com. Mat. 18: 12). Los gnósticos habían tratado de descarriar a los lectores de Juan (ver p. 643), especialmente respecto a la necesidad de vivir en forma recta. El gnosticismo inducía a la indiferencia frente al pecado y sus normas estaban muy por debajo de las que Juan había bosquejado en el versículo anterior (cap. 3:6).
Hace justicia. Ver com. cap. 2:29.
El es justo. Es una indudable referencia a Cristo (cf. com. cap. 2:29), el origen de nuestra justicia (ver com. Jer. 23:6; Rom. 3:22; Fil. 3:9). El que consecuentemente permanece en Cristo poseerá un carácter similar al de él.
8. El que practica el pecado. Ver com. vers. 4. Del diablo. Es decir, es hijo o del diablo y hace la voluntad, del diablo (cf. Juan 8:44).
Desde el principio. Esta frase podría referirse a (1) el comienzo de la oposición del diablo a Dios; es, decir, desde el comienzo de su pecado, pues él ha estado pecando continuamente, o (2) al momento cuando indujo a Adán y a Eva a pecar; es decir, desde el comienzo del pecado del hombre, pues desde ese tiempo ha estado pecando sin cesar e induciendo a otros a que lo hagan.
Ver com. cap. 1:1.
Para esto. Esta revolución es parte del "propósito eterno" de Dios.
(Ver com. Efe. 3:11).
Apareció. Gr. faneróÇ (ver com. vers. 5).
Una clara referencia a la encarnación, lo que implica la preexistencia de Cristo como el eterno Hijo de Dios (ver com. Miq. 5:2; Juan 1:1-3 t. V, p. 895).
Pero el interés de Juan no es establecer aquí la naturaleza de Cristo; se ocupa de explicar el propósito que movió al Hijo de Dios hacerse "carne".
Hijo de Dios. Esta es la primera vez que Juan usa este título en esta epístola, pero ya ha reconocido previamente la filiación divina de Cristo (cap. 1:3,7; 2:22-24), y continúa haciéndolo (cap. 3:23; 4:9-10,14), y hará muchas, otras referencias al "Hijo de Dios' (cap. 4:15; 5:5,10,13,20).
En cuanto a la filiación divina de Cristo,
ver com. Mat. 1:1; Luc. 1:35; Juan 1:1,14; Nota Adicional de Juan 1.
Deshacer. Gr. lúÇ, "desatar", "soltar", "disolver", "destruir". Compárese el significado que tiene en Mat. 5:19; Juan 2:19; 5:18; 7:23; etc.
Obras del diablo. Estas "obras", incluyen todo el mal que Satanás ha hecho en el mundo en la creación de Dios, pero esta referencia particular podría ser a los pecados que el diablo ha fomentado en la vida de los seres humanos. Cristo vino a liberar a los hombres de la servidumbre del pecado (ver com Mat. 1:21), con lo que deshizo la obra del maligno.
9. Todo aquel. El apóstol usa otra vez esta frase abarcante
(cf. com. Juan 3:16; 1Juan 3:4,6).
Lo que dice se aplica a todos los que son nacidos "de Dios".
Nacido de Dios. No hay duda de que aquí, a diferencia del cap. 2: 29 (ver el comentario), el autor está hablando de ser nacido del Padre.
Juan es el único autor del NT que habla de que somos "engendrados" o "nacidos de Dios" (Juan 1:13; 1Juan 4:7; 5:1,4,18).
La forma del verbo griego indica que se está refiriendo a los que han sido nacidos de Dios y continúan siendo sus hijos. Se incluye a cada cristiano que no ha regresado al mundo negando de ese modo al Señor que lo redimió.
No practica el pecado. O no continúa en el pecado, o no peca habitualmente (ver com. vers. 6; el tiempo del verbo griego es aquí el mismo del vers. 6).
Así caracteriza el apóstol a los que han nacido de Dios. Han experimentado el nuevo nacimiento, sus naturalezas han sido cambiadas y se asemejan a su Padre celestial (ver: com. Juan 3:3-5 :1Juan 3:1).
Aborrecen el pecado que solían amar y aman la virtud que acostumbraban despreciar (ver com. Rom. 6:2,6; 7:14-15).
Estas personas no continúan en la esclavitud de sus antiguos pecados, no cometen habitualmente sus viejos errores. El poder divino les ha dado la victoria sobre esas debilidades, y ese poder está disponible siempre para ayudarles a vencer otras faltas que previamente no habrían reconocido.
La simiente de Dios. "El divino principio de la vida" (Vincent), que implantado en un pecador da lugar al nacimiento del hombre nuevo y produce el cristiano. Esta "simiente" permanece en el hombre verdaderamente convertido, asegurándole energía espiritual y capacitándolo para tener éxito en resistir el pecado. De ese modo Juan atribuye a Dios el hecho de que un cristiano pueda vivir libre de pecado. El poder divino actúa en su alma, y por esa razón el cristiano no continúa en el pecado.
No puede pecar. Mejor "no puede seguir pecando" o "no puede pecar habitualmente"; lo cual no significa que el cristiano, no puede cometer un acto incorrecto. Si no pudiera pecar no, habría virtud alguna, en que estuvieran libre de pecado ni tampoco habría ningún Verdadero desarrollo del carácter.
Juan ya ha dicho implícitamente que el cristiano cometerá errores ocasionales (ver com. cap. 2:1).
El pasaje quiere decir que el que es nacido de Dios y en quien ha morado el poder vivificante de Dios, no puede continuar en su antigua y crónica práctica del pecado. Ahora sigue los puros ideales que han sido implantados en su alma mediante el nuevo nacimiento.
10. En esto. Juan comienza ahora otra sección de la epístola (vers. 10-18). Suavemente efectúa esta transición hablando de los "hijos de Dios" -es decir, de los que son nacidos de Dios-, aquellos de los que ya se ha ocupado (cap.2:29 a 3:9). Ahora muestra que los hijos de Dios sienten amor mutuo, entre tanto que los que son del diablo odian a sus hermanos.
Se manifiestan. A los hombres, pues Dios no necesita ser informado acerca del carácter de sus propios hijos y conoce a los que no le pertenecen.
Hijos de Dios. Una referencia a los que han nacido "de Dios"
(ver com. vers. 9; cf. com. Juan 1:12).
Hijosdel diablo. Ver com vers. 8.
No hace justicia. Juan presenta el aspecto negativo de la verdad enunciada antes: "Todo el que hace justicia es nacido de él" (ver com. cap. 2:29). Se expresa la verdad ya en forma positiva, ya en forma negativa. En la conducta no hay un terreno neutral: el que no está haciendo lo correcto, está. actuando mal en la misma proporción y demuestra que "no es de Dios" (es decir, no proviene de Dios) porque, su motivación procede del diablo.
No ama. Los maestros gnósticos (ver p. 643) creían que eran los escogidos, pero no tenían amor fraternal hacia sus prójimos. Juan muestra que el verdadero cristiano no puede menos que amar a su hermano.
11. Este es el mensaje. Ver com. cap. 1:5, donde el autor enuncia su primer mensaje de que trata la naturaleza de Dios. Ahora se ocupa de la naturaleza del cristiano y enseña que esta debe basarse en el amor. Ya ha introducido este tema (cap. 2:7-1 1), pero ahora lo vuelve a presentar en términos más definidos.
Desde el principio. Cf. com. cap. 2:7. Esta frase podría referirse al comienzo de la experiencia cristiana de los lectores, o al comienzo de la predicación del evangelio.
Nos amemos unos a otros. Este es el mensaje que Juan está transmitiendo a sus lectores, y es también el "mandamiento nuevo" dado por Cristo a sus seguidores. (Ver com. Juan 13:34-35).
Su importancia supera toda duda, y la iglesia debe colocarlo en un lugar destacado entre sus normas para que cada miembro pueda comprender que uno de sus primeros deberes cristianos es cultivar y expresar un amor sincero y práctico, por sus hermanos.
12. Caín. Esta es la única referencia directa en esta epístola a un episodio del AT Juan presenta a Caín como el ejemplo supremo de falta de amor fraternal. Nótese que no se Pone en duda la historicidad del asesinato cometido por Caín cuando mató a Abel; el apóstol acepta el relato del Génesis como genuino y; analiza las causas del acto de Caín (ver com. Gén. 4:8-15).,
Del maligno. Caín demos" que era hijo del diablo, así como un cristiano puede demostrar que es hijo de Dios (cf. com. vers. 10).
Mató. Gr. sfázÇ, "matar", "asesinar", "degollar" Este verbo aparece en el NT. sólo aquí y en Apocalipsis (cap. 5:6; 6:4; etc.).
¿Por qué causa? Con esta pregunta Juan estimula a sus lectores a examinar los motivos que impulsaron a Caín a asesinar a Abel, e introduce una explicación del odio que siente el mundo por los cristianos (vers.13).
Sus obras eran malas. En estas palabras tenemos un comentario inspirado de la escena descrita en Gén. 4:1-15.
Juan ve más allá de los hechos y descubre en el contrasten entre la "obras" o acciones de los dos hermanos. La única falta de Abel fue su rectitud. La humilde obediencia de Abel a las órdenes de Dios, despertó el odio celoso de sus hermanos. La única falta de Abel fue su rectitud. La conciencia de Caín condenaba su conducta, y se vio frente a la disyuntiva de reconocer su pecado o matar a Abel, quien con su conducta hacía su hermano estuviera consiente de su pecaminosidad (PP; 62). Los dirigentes de los judíos también condenaron a Jesús a muerte impulsados por los mismos motivos.
13. Hermanos mío. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión del pronombre "míos" "hermanos" (BJ, BA, BC, NC). Quizá Juan quiere destacar el hecho de que comparte los sufrimientos de sus lectores debido a la persecución por parte del mundo de que son objeto los hijos de Dios.
No os extrañéis. Como se registra que los impíos siempre han aborrecido a los justos, los lectores de Juan no tenían razón para sorprenderse prenderse si eran objeto del odio de sus contemporáneos.
Mundo. Ver com. cap. 2:15.
Aborrece. Ver com. Juan 15:18-25.
14. Sabemos. De acuerdo con la mutua afinidad de intereses sugerida en el vers. 13, Juan se incluye a sí mismo con sus lectores y continúa haciéndolo
(cf. vers. 16, 18-19, etc.).
El cristiano tiene un conocimiento íntimo que no posee el mundano.
Ese conocimiento puede fortalecerle y guiarlo en una conducta piadosa consecuente. La naturaleza de ese conocimiento se explica en la siguiente declaración.
Hemos pasado. Gr. metabáino, "pasar [de un lugar a otro]", 'cambiar", "partir". "Hemos pasado" muestra que Juan se está refiriendo a los que habían pasado a una nueva experiencia y permanecían en su nueva condición, así como los emigrantes se establecen permanentemente en el país que han escogido para vivir.
De muerte a vida. Literalmente "de la muerte a la vida" (BJ, BC, NC). El artículo definido que va antes de "muerte" y "vida" indica que se trata de dos condiciones que se excluyen mutuamente; en una de éstas se encuentran todos los seres humanos.
Por naturaleza todos somos ciudadanos del reino de la muerte (Efe. 2:1-3); pero el cristiano, como resultado de la dádiva de su Maestro, ha entrado en el reino de la vida eterna (1Juan 5:11-12; ver com. cap. 3:2).
Amamos a los hermanos. Las expresiones "os améis unos a otros", "amaos unos a otros", "nos amemos unos a otros", son bastante frecuentes en el NT (Juan 13:34; 1Ped. 1:22; 1Juan 3:11); pero "amemos a los hermanos" sólo aparece aquí, y puede tener una amplia interpretación. Los que han pasado de muerte a vida no restringen su amor al círculo íntimo de sus relaciones, sino que extienden su amor a todos los hermanos en la fe (cf. com. 1Ped. 2:17).
Esta acción demuestra que han salido del mundo de la muerte y han entrado en el reino de la vida eterna. Ya han comenzado a poner en práctica las virtudes que serán suyas eternamente, aquellas virtudes que son el fundamento del reino de los cielos. Cuán importante es que el cristiano practique la virtud de amar a sus hermanos para que pueda estar en armonía con los principios del reino para el cual se está preparando.
No ama. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de la frase "a su hermano". La omiten la BJ, BA, BC y NC.
Esta afirmación más general incluye, por supuesto, los que no aman a sus hermanos. La ausencia del amor indica que la persona aún e muerta en el pecado. Esta oración es ejemplo de la costumbre del apóstol de repetir en forma negativa lo que ya ha dicho en forma positiva (cf. com. cap. 1:5).
Si la demostración de amor fraternal es evidencia de la posesión de vida eterna, la falta de amor demuestra que el individuo todavía ha pasado "a vida" sino que permanece en la "muerte" de la que otros ya han sido rescatados.
15. Todo aquel. Cf. com. vers. 9. Juan tan seguro de la corrección de su análisis que puede emplear esta expresión que abarca a todos pues sabe que es totalmente verdadera.
Aborrece. Una comparación con el vers. 14 muestra que "aborrece" equivale a "no ama". La ausencia del amor indica la presencia del aborrecimiento. A los ojos de Dios evidentemente no hay terreno neutral.
Sabéis. El autor recurre al conocimiento intuitivo de sus lectores. No se necesitaba profundo criterio teológico para saber que un homicida no era un candidato idóneo para la vida eterna.
Si se necesitaba prueba bíblica, el Salvador había afirmado que el homicidio se originó en el diablo (Juan 8:44) y Pablo había escrito que los culpables de homicidio no heredarían el reino de Dios (Gál. 5:21). Esto no significa que homicidio y el odio sean pecados imperdonables sino que no podemos entrar en la vida mientras continuemos albergando semejantes pecados. Podemos ser limpiados de todo pecado (ver com. 1Juan 1:9).
Homicida. Gr. anthrÇ poktónos, literalmente, "matador de hombre". Este vocablo aparece en el NT sólo aquí y en Juan 8:44. Juan destaca con firmeza el resultado final del aborrecimiento.
Hay otras formas de matar sin, quitarle la vida a una persona mediante violencia física.
La calumnia o la difamación pueden desanimarlo hasta el punto de impedir que desarrolle plenamente sus capacidades innatas y de ese modo se destruye parte de la vida a que podría haber llegado. veces el saberse menospreciado por un miembro de iglesia de buen nombre, puede ser, suficiente para que se apague el ardor espiritual de alguien. Así puede alguno perder su fe en Cristo, y ver destruida su vida espiritual.
Permante en él. La vida eterna permanece en nosotros siempre que Cristo more en lo íntimo de nuestro ser. Él no puede morar en el corazón que está lleno de odio y "el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (cap. 5:11-12).
16. En esto hemos conocido. Cf. com. cap. 2:3; 3:10.
Aunque el conocimiento del amor de Dios se recibe como un impacto especial en la conversión, la comprensión de ese amor continúa haciéndose más profunda en el cristiano con el transcurso de los años.
El amor. No se necesita una descripción más amplia de "el amor", pues el sacrificio de Cristo ha revelado el origen divino de todo verdadero amor.
Puso. Ver com. Juan 10:11, 17- 18.
Vida. Gr. psuj' (ver com. Mat. 10:28).
Por nosotros. Cristo reconocido como Rey del universo, puso su vida incomparablemente preciosa por los miserables pecadores. El acto de Dios de dar a su Hijo (Juan 3:16) continuará enseñándonos más y más a través de la eternidad acerca de las profundidades del amor infinito (MC 371).
Nosotros. Este pronombre da más énfasis a la expresión en griego.
Debemos. Gr. oféilÇ (ver com. cap. 2:6). Los que hemos sido redimidos por el sacrificio del Salvador tenemos la obligación moral de seguir su ejemplo aún hasta el punto de poner nuestra vida.
Por los hermanos. O "en favor de los hermanos".
Juan anima a sus lectores a fomentar el amor que llevará, si fuere necesario, hasta el sacrificio supremo (Juan 13:37; 15:13).
Cristo había ido aún mucho más lejos, pues aquellos por los cuales él murió no eran entonces 'hermanos" sino sus enemigos (ver com. Rom. 5:8).
17. Pero. Juan deja el tema de morir por los hermanos, y pasa a ocuparse de los sacrificios más pequeños que con frecuencia se demandan de nosotros debido a las necesidades de nuestros hermanos en la fe.
Bienes de este mundo. Literalmente "los medios de vida del mundo". Gr. bíos, "bienes" (ver com. cap. 2:16), denota los medios de subsistencia; lo indispensable, no lo superfluo.
El hecho de que pertenezcan al mundo no significa que son malos, sino que con al mundo, que no serán llevados a la vida eterna.
Ve. Gr. theÇreÇ,"Contemplar", "observar", "percibir".
Compárese con el uso de esta palabra en Mar. 15:40; Luc. 23:35.
Lo que el hermano egoísta hace o se niega a hacer es el resultado de un propósito deliberado y no de una inadvertencia. Tiene lo suficiente para cubrir sus propias necesidades, y comprende bien que su hermano en la fe sufre necesidad.
Contra él. Una descripción del que da la espalda deliberadamente a un hermano necesitado.
Corazón. Ver com. 2Cor. 6:12; Fil. 1:8. En griego dice literalmente "entrañas".
Las entrañas se consideraban antiguamente como la sede de las emociones más profundas.
¿Cómo? ¡Es imposible decir que el amor de Dios vive en uno que es egoístamente indiferente ante las necesidades de otro! Si el amor está ausente, Cristo está ausente. El cristiano sólo de nombre no tiene vida eterna.
18. Hijitos. Gr. tekníon (ver com. cap. 2:1).
No amemos. Es posible dar un sentido de continuidad a estas palabras- "no continuemos amando"- como si los lectores de Juan en realidad hubieran estado amando sólo de palabra y necesitaran terminar con esa farsa. Pero es más probable que el apóstol hubiera estado dando una sencilla exhortación a sus hermanos para que practicaran el verdadero amor y evitaran la hipócrita actitud sugerida por el vers. 17.
De palabra. No es Perjudicial amar de palabra. Si la persona que es objeto del amor no necesita una ayuda más activa, es laudable el amor expresado mediante palabras bien escogidas; pero Juan reprocha el amor que se limita a palabras cuando se necesita ayuda práctica, de hechos. Cf. Sant. 2:15-16.
De hecho y en verdad. Hay quienes practican la bondad sin sentir verdadero amor por aquellos a quienes ayudan. Quizá sólo los mueva un sentimiento de deber o un deseo de ganar las alabanzas de los hombres. Por eso Juan destaca la necesidad de un amor genuino. Nuestros actos de amor deben ser inspirados por un afecto genuino hacia otros, especialmente para los necesitados.
19. Y en esto conocemos. Aunque esta frase aparece en varias formas en los MSS, la evidencia textual sugiere (cf. P. 10) el texto como aparece en la RVR.
El verbo aparece en el futuro en griego: "en esto sabremos" (BA). A diferencia de construcciones similares en pasajes anteriores (vers. 10,16; cap.2:3), "en esto" parece referirse al versículo precedente (vers. 18).
El autor quiere decir que cuando se practica el precepto aquí enunciado sentimos esa convicción de la cual él habla. Cuando amamos de hecho y en verdad, estamos seguros de la realidad de nuestra conversión. Entonces nuestros propios frutos nos hacen saber que nuestra profesión de fe es genuina, y las vidas de otros testifican de su sinceridad (Mat. 7:16-20).
De la verdad. Compárese con la referencia a "verdad" en el vers. 18. Los que aman de hecho y en verdad son hijos de la verdad.
Aseguraremos. Gr.péithÇ, "persuadir" o "convencer". La convicción de que somos nacidos de Dios da una confianza que hace que repose el corazón, y nos capacita para ir a Dios a pesar de nuestra pecaminosidad.
Nuestros corazones. En griego dice "nuestro corazón", entendiéndose un corazón en cada uno.
La palabra "corazón" puede significar aquí "conciencia" (cf. com. Mat. 5:8). "Nuestra conciencia" (BJ).
Delante de él. Delante de Dios o en la presencia de Dios. Es muy fácil tranquilizar nuestro corazón cuando el examen se hace de acuerdo con las normas humanas; pero es muy diferente encontrarse en la presencia de Dios y aún tener un corazón tranquilo. Pero Juan nos asegura que esto es posible.
Mientras más nos acercamos a Dios, más conscientes seremos de nuestras imperfecciones y sentiremos más necesidad de enumerar las muchas razones por las cuales debemos confiar en los méritos de nuestro Salvador (cf. cap. 2:1-2).
Y si amamos a los hermanos de hecho y en verdad, sabemos que somos de la verdad; y como somos de la verdad, podemos estar sin temor delante de nuestro Padre celestial.
20. Pues si. A los comentadores les ha sido difícil establecer la relación entre los vers. 19 y 20 y explicar el significado del vers. 20.
En la paráfrasis que sigue se presenta lo que, según parece, debe ser el significado de los vers. 19 y 20: "Si amamos verdaderamente a nuestro hermano, podemos saber que somos hijos de la verdad, o de Dios. Este conocimiento nos capacitará para permanecer confiadamente en la presencia de Dios, pues aunque nuestro corazón nos condene, aunque todavía seamos pecadores, sabemos que Dios es mayor que nuestro corazón. El conocimiento y la comprensión del Señor sobrepasan en mucho a los nuestros, y él puede percibir nuestra sinceridad y ser compasivo con los errores que cometemos.
Reprende. Una condenación propia innecesaria ha echado a perder más de una experiencia cristiana. Muchos dependen de su propio discernimiento moral para determinar su condición espiritual, y no comprenden que sus conceptos son un criterio insatisfactorio para decidir el estado de su salud espiritual.
Juan está consolando a sus lectores desviando su atención de una concentración morbosa en su propia debilidad y elevando su mente a la contemplación de la altura y la profundidad del amor comprensivo de Dios.
Mayor... es Dios. La comprensión de la omnisapiencia de Dios puede tener dos efectos: o aterrorizar al corazón culpable, o traer consuelo al pecador arrepentido.
El autor a procurado a través de todo este capítulo reanimar a sus lectores (vers. 1-3, 5,9,11,16,18), y es razonable suponer que aquí tiene mismo propósito positivo. Para el verdadero puede ser reconfortante el pensamiento de la omnisapiencia de Dios.
21. Amados. Ver com. vers. 2.
No nos reprende. Es bueno recordar que estas palabras fueron dirigidas a aquellos habían sido enseñados "desde el principio" (cap. 2:7), cuyos pecados habían sido perdonados (cap. 2:12), que había conocido al Padre (cap. 2:13) y sido aceptados como hijos de Dios (cap. 3:1-2).
Lo que hubiera sido una vana confianza propia en el caso de cristianos menos maduros, podría ser, en el caso de los lectores de Juan, nada más que un reconocimiento de la misericordia redentora de Dios hacia ellos.
Confianza. Gr. parr'sía (ver com. cap. 2:28). El contexto (cap. 3:22) muestra que primer lugar se hace referencia a la forma en que nos allegamos a Dios en oración; pero el apóstol también puede tener presente nuestra actitud ante el Juez de toda la tierra. Respecto a la oración, no hay nada de presunción en las peticiones de fe del creyente. Podemos abrir el corazón a Dios en oración como se lo abrimos a un amigo sincero y digno de confianza (CC 92).
En Dios. El pecador redimido puede como hijo de Dios, llegar tan libremente hasta la presencia del Padre como lo hacia el Salvador (Juan 16:23).
22. Y cualquier. En el vers. 21, Juan ha establecido las condiciones previas cumpla lo expuesto en el vers. 22. El que ora debe tener una conciencia clara, con la consiguiente libertad para llegar a Dios, antes de presentar sus pedidos.
Juan luego declara que el creyente cumple otras dos condiciones: (1) guarda los mandamientos de Dios; (2) hace las cosas que agradan a Dios. Cuando el cristiano ha cumplido con estos requisitos, puede pedir el cumplimiento de lo que el apóstol asegura en este versículo.
En cuanto a un panorama más completo de las condiciones para que haya respuesta a la oración, ver com. Mat. 7:7; Luc. 11:9; Juan 14:13; 15:16.
Pidiéremos. Los lectores de Juan sin duda conocían bien la forma cristiana de orar, y sabían cómo pedir en el nombre de Cristo (ver com. Juan 14:13).
Recibiremos. Cada oración que cumple las condiciones aquí expuestas, recibe una rápida respuesta.
La aparente demora puede surgir de varias causas: (1) La respuesta a la petición puede ser "no", en este caso quizá no se reciba una respuesta tangible. Nuestra petición puede ser equivocada, y la sabiduría divina ve que lo mejor es no conceder la petición. Pablo tenía "un aguijón" en su carne y aún después de tres fervientes peticiones no fue liberado de él (ver com. 2Cor. 12:7-9).
(2) La respuesta puede ser "espera", porque aún no estamos preparados para recibir lo que hemos pedido, o porque las circunstancias todavía no son favorables para la respuesta. Daniel tuvo que esperar que fuera vencida la oposición, y luego se le dijo el futuro que quería conocer (Dan. 10:12-14). Pero en uno u otro caso ha sido hecha la decisión y la acción inmediatamente ha comenzado a asegurar que la respuesta final a nuestras oraciones vendrá en el debido tiempo.
(3) A veces la respuesta es un "sí" inmediato. Esto ocurre siempre que se pide ayuda espiritual. Cuando pedimos poder para vencer el pecado, perdón, un corazón limpio, o sabiduría, debemos creer que nuestras oraciones han sido respondidas, y debemos agradecer al Señor por su respuesta.
Entonces debemos actuar con la seguridad, de que tenemos el poder que hemos pedido (ver com. Sant. 1:56; Ed 252).
De él. Es decir, de Dios.
Guardamos sus mandamientos. El pecado, que es desobediencia a los mandamientos de Dios (ver com. vers. 4), levanta una barrera entre el hombre y Dios (ver com. Isa. 59:1-2); impide que las oraciones asciendan al cielo e incapacita al hombre para recibir las respuestas que Dios puede tener preparadas para darle.
La obediencia a la voluntad de Dios, que se revela en sus mandamientos, es de suma importancia en lo que atañe a la oración contestada. Esta obediencia es posible por medio del poder divino prometido al hijo de Dios.
Hacemos. La segunda condición. Debemos hacer algo más que guardar los mandamientos de Dios o evitar transgredir la ley: es necesario que continuemos fielmente haciendo todo lo que es agradable a Dios.
Debemos vivir una vida cristiana activa recordando la orden: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto"
(ver com. Mat. 5:48; Fil. 3:12-15).
Agradables. El cristiano siempre deseará hacer las cosas que Dios dice que son buenas o apropiadas, y se abstendrá de hacer aquellas cosas que Dios considera dañinas. Esta fue una de las reglas que guiaron la vida del Salvador (Juan 8:29). Cuando observamos la misma regla en nuestra vida, podemos esperar respuestas más positivas a nuestras oraciones.
23. Este es su mandamiento. Juan define ahora en parte "sus mandamientos" (vers. 22), y usa el número, singular porque su definición se refiere a la ley que todo lo abarca: la ley de creer y amar (ver com. Mat. 22:36-40).
Creamos en el nombre. En cuanto a esta frase, ver com. Juan 1:7,12; Hech. 3:16; 10:43. Gr. pisteúÇ, "creer", aparece 9 veces desde ahora en adelante y juega un papel importante en el mensaje que Juan presenta después. Aquí aparece por primera vez en esta epístola. El apóstol lo emplea 90 veces en su Evangelio.
Su Hijo Jesucristo. En cuanto a la filiación divina de Jesús, ver com. Luc. 1:35; y en cuanto al calificativo "Jesucristo", ver com. Mat. 1:1; Fil. 2:5. Pablo usa el mismo calificativo en Rom. 1:3; 1Cor. 1:9. Juan condensa aquí la esencia de la doctrina cristiana en pocas palabras (cf. com. 1Juan 1:3; 5:20), para que sus lectores puedan captar los elementos indispensables de la creencia cristiana.
Creer en la persona descrita en este admirable nombre compuesto ["Jesús" y "Cristo"] es reconocer la divinidad de Jesús, su humanidad, su victoria sobre el pecado y la muerte, y también es reconocer la posibilidad de que conquistemos la misma victoria con los mismos medios que empleó el Salvador y que ha puesto a nuestro alcance.
Nos amemos unos a otros. Para Juan, así como para su Maestro, los requerimientos de Dios se resumen en la ley del amor (ver com. vers. 11).
El amor es el elemento activo que se une a la fe en el nombre de Jesús. La fe debe ir acompañada de obras (Sant. 2:17).
Como. O "así como". Juan es consciente en los versículos finales de este capítulo de que está amoldando sus pensamientos a la enseñanza de su Señor.
(Ver com. Juan 13:34-35).
Es necesario que nos amemos mutuamente como Cristo nos dijo que nos amemos (Mat. 22:39).
Cuando los apóstoles ampliaron las enseñanzas del Salvador, dieron más detalles acerca de cómo debemos amarnos mutuamente: con un corazón puro y ferviente, con espíritu bondadoso, en cuanto a honra prefiriendo uno al otro, tiernamente, perdonándonos mutuamente como hemos sido perdonados.
(Rom. 12:10; Efe. 4:32; 1Ped. 1:22).
24. Sus mandamientos. Es decir, los mandamientos de Dios.
(Ver com. cap. 2:3).
Si guardamos los mandamientos de Dios tenemos confianza en él, recibimos lo que pedimos (cap. 3:22), y como resultado tenemos íntima comunión con Dios.
Permanece en Dios. El que guarda los mandamientos de Dios tiene el privilegio de permanecer en él, de morar con él.
El profeta Amós lo presenta en forma de pregunta: "¿Andarán dos juntos, si no estuvieron de acuerdo?" (cap. 3:3). Nadie puede sentirse cómodo con Dios mientras viva quebrantando la expresa voluntad divina; pero el que está dispuesto a cumplir la voluntad de Dios puede permanecer constantemente con el Todopoderoso.
Dios en él. La permanencia es siempre mutua (cf. Juan 15:4-5). El que desee permanecer con Dios, puede estar seguro de que Dios siempre ha deseado permanecer con él; pero debe mostrar que está en armonía con el Señor, guardando voluntariamente sus mandamientos.
Y en esto. Una referencia anticipada al don del Espíritu que se menciona al final del versículo. La presencia del Espíritu en la vida del cristiano es una prueba de que Dios permanece en él, pues Dios habita en el hombre mediante el Espíritu (Rom. 8:9,11, 14-16; 1Cor. 3:16).
Un pensamiento casi idéntico se expresa en 1Juan 4:13.
Por el Espíritu. El apóstol Juan no usa en sus epístolas ni tampoco en el Apocalipsis, la expresión "Espíritu Santo", aunque claramente habla de la tercera persona de la Deidad.
Ha dado. Mejor "dio" (BJ), pues Juan se está refiriendo al tiempo cuando los creyentes recibieron por primera vez el Espíritu Santo.
En Juan 14:16 se aclara que el Padre da el Espíritu, aunque el Hijo coopera en enviar la tercera persona del trío celestial (cf. Juan 16:7). 7CBA
COMENTARIOS DE EGW
1. HAp 269. AL CONTEMPLAR A CRISTO, nos detenemos en la orilla de un amor inconmensurable. Nos esforzamos por hablar de este 269 amor, pero nos faltan las palabras. Consideramos su vida en la tierra, su sacrificio por nosotros, su obra en el cielo como abogado nuestro, y las mansiones que está preparando para aquellos que le aman; y sólo podemos exclamar: ¡Oh! ¡qué altura y profundidad las del amor de Cristo! "En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por nuestros pecados." "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios." (1 Juan 4:10; 3:1)
EN TODO VERDADERO DISCÍPULO, este amor, como fuego sagrado, arde en el altar del corazón. Fue en la tierra donde el amor de Dios se reveló por Cristo. Es en la tierra donde sus hijos han de reflejar su amor mediante vidas inmaculadas. Así los pecadores serán guiados a la cruz, para contemplar al Cordero de Dios. 270
1-2. HAp 435. A CAUSA DE SU PROFUNDO AMOR HACIA CRISTO, Juan deseaba siempre estar cerca de él. El Salvador amaba a los doce, pero el espíritu de Juan era el más receptivo. Era más joven que los demás y con mayor confianza infantil, abrió su corazón a Jesús. Así llegó a simpatizar más con Cristo, y mediante él, las más 435 profundas lecciones espirituales de Cristo fueron comunicadas al pueblo.
JESÚS AMA A AQUELLOS QUE REPRESENTAN AL PADRE, y Juan pudo hablar del amor del Padre, como no lo pudo hacer ningún otro de los discípulos. Reveló a sus semejantes lo que sentía en su propia alma, representando en su carácter los atributos de Dios. La gloria del Señor se expresaba en su semblante. La belleza de la santidad que le había transformado brillaba en su rostro con resplandor semejante al de Cristo. En su adoración y amor contemplaba al Salvador hasta que la semejanza a Cristo y el compañerismo con él llegaron a ser su único deseo, y en su carácter se reflejó el carácter de su Maestro.
"Mirad -dijo- cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios.... Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es." (1 Juan 3:1,2.) 436
3. HAp 446. JUAN LUCHÓ FERVOROSAMENTE CONTRA SUS DEFECTOS; pero Judas violó su conciencia y cedió a la tentación, ligándose con mayor seguridad a sus malos hábitos. La práctica de las verdades que Cristo enseñaba se oponía a sus deseos y propósitos, y no quiso renunciar a sus ideas a fin de recibir la 446 sabiduría del cielo. En vez de caminar en la luz, escogió andar en las tinieblas. Acarició deseos perversos, la codicia, pasiones de venganza, obscuros y sombríos pensamientos, hasta que Satanás obtuvo la dirección completa de su vida.
JUAN Y JUDAS REPRESENTAN A LOS QUE PROFESAN SER SEGUIDORES DE CRISTO. Ambos discípulos tuvieron las mismas oportunidades de estudiar y seguir al Modelo divino. Ambos estuvieron íntimamente relacionados con Jesús y tuvieron el privilegio de escuchar sus enseñanzas. Cada uno poseía graves defectos de carácter. Y ambos tuvieron acceso a la gracia divina que transforma el carácter. Pero mientras uno en humildad aprendía de Jesús, el otro reveló que no era un hacedor de la palabra, sino solamente un oidor. El uno, destruyendo diariamente el yo y venciendo al pecado, fue santificado por medio de la verdad; el otro, resistiendo al poder transformador de la gracia y dando rienda suelta a sus deseos egoístas, fue reducido a servidumbre por Satanás.
SEMEJANTE TRANSFORMACIÓN DE CARÁCTER como la observada en la vida de Juan, es siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria, hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora.
Juan era un maestro de santidad, y en sus cartas a la iglesia señaló reglas infalibles para la conducta de los cristianos. "Y cualquiera que tiene esta esperanza en él -escribió,- se purifica, como él también es limpio." "El que dice que está en él, debe andar como él anduvo." (1 Juan 3:3; 2:6.)
Enseñó que el cristiano debe ser puro de corazón y vida. Nunca debe estar satisfecho con una profesión vana. Así como Dios es santo en su esfera, el hombre caído, por medio de la fe en Cristo, debe ser santo en la suya.
4-6. HAp 443. EXISTEN EN ESTOS ÚLTIMOS DÍAS 443 MALES SEMEJANTES a los que amenazaban la prosperidad de la iglesia primitiva; y las enseñanzas del apóstol Juan acerca de estos puntos deben considerarse con cuidadosa atención. "Debéis tener amor," es el clamor que se oye por doquiera, especialmente de parte de quienes se dicen santos. Pero el amor verdadero es demasiado puro para cubrir un pecado no confesado. Aunque debemos amar a las almas por las cuales Cristo murió, no debemos transigir con el mal. No debemos unirnos con los rebeldes y llamar a eso amor. Dios requiere de su pueblo en esta época del mundo, que se mantenga de parte de lo justo tan firmemente como lo hizo Juan cuando se opuso a los errores que destruían las almas.
EL APÓSTOL ENSEÑÓ que al mismo tiempo que manifestamos cortesía cristiana, estamos autorizados a tratar con el pecado y los pecadores en términos claros: que tal proceder no está en desacuerdo con el amor verdadero. "Cualquiera que hace pecado -escribió,- traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Cualquiera que permanece en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido."
COMO TESTIGO DE CRISTO, JUAN no entró en controversias ni en fastidiosas disputas. Declaró lo que sabía, lo que había visto y oído. Estuvo asociado íntimamente con Cristo, oyó sus enseñanzas y fue testigo de sus poderosos milagros. Pocos pudieron ver las bellezas del carácter de Cristo como Juan las vio. Para él las tinieblas habían pasado; sobre él brillaba la luz verdadera. Su testimonio acerca de la vida y muerte del Señor era claro y eficaz. Hablaba con un corazón que rebosaba de amor hacia su Salvador; y ningún poder podía detener sus palabras.
"Lo que era desde el principio -declaró,- lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida, . . . lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que 444 también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo."
ASIMISMO puede todo creyente estar capacitado, por medio de su propia experiencia, para afirmar "que Dios es verdadero." (Juan 3:33.) Puede testificar de lo que ha visto, oído y sentido del poder de Cristo. 445
5-6; 24. HAp 450. HAY QUIENES PROFESAN SANTIDAD, quienes declaran que están completamente con el Señor, quienes pretenden tener derecho a las promesas de Dios, mientras rehúsan prestar obediencia a sus mandamientos. Dichos transgresores de la ley quieren recibir todas las cosas que fueron prometidas a los hijos de Dios; pero eso es presunción de su parte, por cuanto Juan nos dice que el verdadero amor a Dios será revelado mediante la obediencia a todos sus mandamientos. No basta creer la teoría de la verdad, hacer una profesión de fe en Cristo, creer que Jesús no es un impostor, y que la religión de la Biblia no es una 450 fábula por arte compuesta. "El que dice, Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos -escribió Juan-, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él, mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él: por esto sabemos que estamos en él." "El que guarda sus mandamientos, está en él, y él en él." (1 Juan 2:4,5; 3:24.)
JUAN no enseñó que la salvación puede ser ganada por la obediencia; sino que la obediencia es el fruto de la fe y del amor. "Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados -dijo,- y no hay pecado en él. Cualquiera que permanece en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido." (1Juan 3:5,6.) Si permanecemos en Cristo, si el amor de Dios habita en el corazón, nuestros sentimientos, pensamientos y acciones estarán de acuerdo con la voluntad de Dios. El corazón santificado está en armonía con los preceptos de su ley.
MUCHOS Son Los Que, Aunque Se Esfuerzan Por Obedecer Los Mandamientos De Dios, Tienen Poca Paz Y Alegría. Esa falta en su experiencia es el resultado de no ejercer fe. Caminan como si estuvieran en una tierra salitroso, o en un desierto reseco. Demandan poco, cuando podrían pedir mucho, por cuanto no tienen límite las promesas de Dios. Los tales no representan correctamente la santificación que viene mediante la obediencia a la verdad. El Señor desea que todos sus hijos sean felices, llenos de paz y obedientes. Mediante el ejercicio de la fe el creyente llega a poseer esas bendiciones. Mediante ella puede ser suplida cada deficiencia del carácter, cada contaminación purificada, cada falta corregida, cada excelencia desarrollada.
LA ORACIÓN ES EL MEDIO Ordenado Por El Cielo Para Tener Éxito en el conflicto con el pecado y desarrollar el carácter cristiano. Las influencias divinas que vienen en respuesta a la oración de fe, efectuarán en el alma del suplicante todo lo que pide. Podemos pedir perdón del pecado, el Espíritu Santo, un temperamento semejante al de Cristo, sabiduría y poder para realizar 451 su obra, o cualquier otro don que él ha prometido; y la promesa es: "Se os dará."
5-7. CC 60. DOS ERRORES PELIGROSOS. Hay dos errores contra los cuales los hijos de Dios, particularmente los que apenas han comenzado a confiar en su gracia, deben especialmente guardarse.
1. El Primero, sobre el que ya se ha insistido, es el de fijarse en sus propias obras, confiando en alguna cosa que puedan hacer, para ponerse en armonía con Dios. El que está procurando llegar a ser santo mediante sus propios esfuerzos por guardar la ley, está procurando una imposibilidad. Todo lo que el hombre puede hacer sin Cristo está contaminado de amor propio y pecado. Solamente la gracia de Cristo, por medio de la fe, puede hacernos santos.
2. El Error Opuesto y no menos peligroso es que la fe en Cristo exime a los hombres de guardar la ley de Dios; que puesto que solamente por la fe somos hechos participantes de la gracia de Cristo, nuestras obras no tienen nada que ver con nuestra redención.
Pero nótese aquí que la obediencia no es un mero cumplimiento externo, sino un servicio de amor. La ley de Dios es una expresión de 60 su misma naturaleza; es la personificación del gran principio del amor y, en consecuencia, el fundamento de su gobierno en los cielos y en la tierra.
Si nuestros corazones son regenerados a la semejanza de Dios, si el amor divino es implantado en el corazón, ¿no se manifestará la ley de Dios en la vida?
Cuando es implantado el principio del amor en el corazón, cuando el hombre es renovado conforme a la imagen del que lo creó, se cumple en él la promesa del nuevo pacto: "Pondré mis leyes en su corazón, y también en su mente las escribiré" (Hebreos 10:16). Y si la ley está escrita en el corazón, ¿no modelará la vida? La obediencia, es decir, el servicio y la lealtad de amor, es la verdadera prueba del discipulado. Siendo así, la Escritura dice: “Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él" (1 Juan 5:3; 2:4).
En vez de que la fe exima al hombre de la obediencia, es la fe, y sólo ella, la que lo hace participante de la gracia de Cristo y lo capacita para obedecerlo.
No ganamos la salvación con nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe. "Sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo aquel que mora en él no peca; todo aquel que peca no le ha visto, ni le ha conocido". (1 Juan 3: 5, 6).
He aquí la verdadera prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, tienen que 61 estar en armonía con la voluntad de Dios como se expresa en los preceptos de su santa ley. "¡Hijitos míos, no dejéis que nadie os engañe! el que obra justicia es justo, así como él es justo""(1 Juan 3:7). Sabemos lo que es justicia por el modelo de la santa ley de Dios, como se expresa en los Diez Mandamientos dados en el Sinaí.
Esa así llamada fe en Cristo, que según se declara exime a los hombres de la obligación de la obediencia a Dios, no es fe sino presunción.
"Por gracia sois salvos, por medio de la fe". Más "la fe, si no tuviere obras, es de suyo muerta' (Efesios 2:8; Santiago 2:7). Jesús dijo de sí mismo antes de venir al mundo: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi corazón" (Salmo 40:8).
Y cuando estaba por ascender a los cielos, dijo otra vez: "Yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor' (Juan 15:10).
La Escritura dice: “¡Y en esto sabemos que le conocemos a él, a saber, si guardamos sus mandamientos.... El que dice que mora en él, debe también él mismo andar así como él anduvo' (1 Juan 2:3-6).
"Pues que Cristo también sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo, para que sigáis en sus pisadas" (1Pedro 2:21).
La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma de siempre, tal cual era en el paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si la vida eterna se concediera con alguna condición 62 inferior a ésta, peligraría la felicidad de todo el universo. Se le abriría la puerta al pecado con todo su séquito de dolor y miseria para siempre.
6. CS 526. EL DESEO de llevar una religión fácil, que no exija luchas, ni desprendimiento, ni ruptura con las locuras del mundo, ha hecho popular la doctrina de la fe, y de la fe sola; ¿Pero Qué Dice La Palabra De Dios?
El apóstol Santiago dice: "Hermanos míos, ¿Qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? . . . ¿Más quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue perfecta por las obras? . . . Veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe." (Santiago 2:14-24.) 526
El testimonio de la Palabra de Dios se opone a esta doctrina seductora de la fe sin obras. No es fe pretender el favor del Cielo sin cumplir las condiciones necesarias para que la gracia sea concedida. Es presunción, pues la fe verdadera se funda en las promesas y disposiciones de las Sagradas Escrituras.
NADIE SE ENGAÑE A SÍ MISMO CREYENDO QUE PUEDA VOLVERSE SANTO mientras viole premeditadamente uno de los preceptos divinos. Un pecado cometido deliberadamente acalla la voz atestiguadora del Espíritu y separa al alma de Dios. "El pecado es transgresión de la ley." Y "todo aquel que peca [transgrede la ley], no le ha visto, ni le ha conocido." (1 Juan 3: 6.) Aunque San Juan habla mucho del amor en sus epístolas, no vacila en poner de manifiesto el verdadero carácter de esa clase de personas que pretenden ser santificadas y seguir transgrediendo la ley de Dios. "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él; mas el que guarda su palabra, verdaderamente en éste se ha perfeccionado el amor de Dios." (1 Juan 2:4,5, V.M.)
ESTA ES LA PIEDRA DE TOQUE DE TODA PROFESIÓN DE FE. No podemos reconocer como santo a ningún hombre sin haberle comparado primero con la sola regla de santidad que Dios haya dado en el cielo y en la tierra.
Si los hombres no sienten el peso de la ley moral, si empequeñecen y tienen en poco los preceptos de Dios, si violan el menor de estos mandamientos, y así enseñan a los hombres, no serán estimados ante el cielo, y podemos estar seguros de que sus pretensiones no tienen fundamento alguno.
Y LA ASERCIÓN de estar sin pecado constituye de por sí una prueba de que el que tal asevera dista mucho de ser santo. Es porque no tiene un verdadero concepto de lo que es la pureza y santidad infinita de Dios, ni de lo que deben ser los que han de armonizar con su carácter; es porque no tiene verdadero concepto de la pureza y perfección supremas de Jesús ni de la maldad y horror del pecado, por lo que el hombre puede creerse santo. Cuanto más lejos esté de Cristo y más yerre acerca del carácter y los pedidos de Dios, más justo se cree. 527
La Santificación Expuesta En Las Santas Escrituras Abarca Todo El Ser: Espíritu, Cuerpo Y Alma.
8. DTG 236. LOS FARISEOS se aferraron a estas palabras como una blasfemia, y concibieron que podrían ser presentadas como un pecado digno de muerte. Dijeron en su corazón: "Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" Fijando en ellos una mirada bajo la cual se atemorizaron y retrocedieron, Jesús dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros 235 corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa."
Entonces el que había sido traído en una camilla a Jesús, se puso de pie con la elasticidad y fuerza de la juventud. La sangre vivificadora corrió raudamente por sus venas. Todo órgano de su cuerpo se puso en repentina actividad. El rosado color de la salud sucedió a la palidez de la muerte cercana. "Entonces él se levantó luego, y tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.
"¡Oh admirable amor de Cristo, que se inclina a sanar al culpable y afligido!
¡La divinidad se compadece de los males de la doliente humanidad y los calma!
¡Oh maravilloso poder así manifestado en favor de los hijos de los hombres! ¿Quién puede dudar del mensaje de salvación? ¿Quién puede despreciar las misericordias de un Redentor compasivo?
Para restaurar la salud a ese cuerpo que se corrompía, no se necesitaba menos que el poder creador. La misma voz que infundió vida al hombre creado del polvo de la tierra, había infundido vida al paralítico moribundo. Y el mismo poder que dio vida al cuerpo, había renovado el corazón. El que en la creación "dijo, y fue hecho," "mandó, y existió,"* (Salmos 33:9).
Había infundido por su palabra vida al alma muerta en delitos y pecados. La curación del cuerpo era una evidencia del poder que había renovado el corazón. Cristo ordenó al paralítico que se levantase y anduviese, "para que sepáis --dijo-- que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados." El paralítico halló en Cristo curación, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física.
Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: "Tus pecados te son perdonados."
La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al 236 Médico del alma. La paz que el solo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo.
Jesús vino para "deshacer las obras del diablo." "En él estaba la vida," y él dice: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." Él es un "espíritu vivificante."* (1 Juan 3:8; Juan 1:4; 10:10; 1Corintios 15:45).
Y tiene todavía el mismo poder vivificante que, mientras estaba en la tierra, sanaba a los enfermos y perdonaba al pecador. El "perdona todas tus iniquidades," él "sana todas tus dolencias.'* (Salmos 103:3).
El efecto producido sobre el pueblo por la curación del paralítico fue como si el cielo, después de abrirse, hubiese revelado las glorias de un mundo mejor. Mientras que el hombre curado pasaba por entre la multitud, bendiciendo a Dios a cada paso, y llevando su carga como si hubiese sido una pluma, la gente retrocedía para darle paso, y con temerosa reverencia le miraban los circunstantes, murmurando entre sí: "Hemos visto maravillas hoy." Los fariseos estaban mudos de asombro y abrumados por su derrota. Veían que no había oportunidad de inflamar a la multitud con sus celos.
El prodigio realizado en el hombre, a quien ellos habían entregado a la ira de Dios, había impresionado de tal manera a la gente, que por el momento los rabinos quedaron olvidados. Vieron que Cristo poseía un poder que ellos habían atribuido a Dios solo; sin embargo, la amable dignidad de sus modales, estaba en marcado contraste con el porte altanero de ellos. Estaban desconcertados y avergonzados; y reconocían, aunque no lo confesaban, la presencia de un Ser superior. Cuanto más convincente era la prueba de que Jesús tenía en la tierra poder de perdonar los pecados, tanto más firmemente se atrincheraban en la incredulidad.
Salieron de la casa de Pedro, donde habían visto al paralítico curado por la palabra de Jesús, para inventar nuevas maquinaciones con el fin de hacer callar al Hijo de Dios. La enfermedad física, por maligna que fuese y arraigada que estuviera, era curada por el poder de Cristo; pero la enfermedad del alma se apoderaba más firmemente de aquellos que cerraban sus ojos para no ver la luz.
La Lepra Y La Parálisis no eran tan terribles como el fanatismo y la incredulidad. En la casa del paralítico sanado, hubo gran regocijo cuando 237 él volvió a su familia, trayendo con facilidad la cama sobre la cual se le había llevado de su presencia poco tiempo antes. Le rodearon con lágrimas de alegría, casi sin atreverse a creer lo que veían sus ojos.
Estaba delante de ellos, en el pleno vigor de la virilidad. Aquellos brazos que ellos habían visto sin vida, obedecían prestamente a su voluntad. La carne que se había encogido, adquiriendo un color plomizo, era ahora fresca y rosada. El hombre andaba con pasos firmes y libres. En cada rasgo de su rostro estaban escritos el gozo y la esperanza; y una expresión de pureza y paz había reemplazado los rastros del pecado y del sufrimiento.
De aquel hogar subieron alegres palabras de agradecimiento, y Dios quedó glorificado por medio de su Hijo, que había devuelto la esperanza al desesperado, y fuerza al abatido. Este hombre y su familia estaban listos para poner sus vidas por Jesús. Ninguna duda enturbiaba su fe, ninguna incredulidad manchaba su lealtad hacia Aquel que había impartido luz a su obscurecido hogar. DTG (EGW
9-24. TM 94. SE NOS AMONESTA A NO DESPRECIAR EL MENSAJE DE DIOS. Quiero presentar una amonestación para los que por años han resistido la luz y albergado un espíritu de oposición. ¿Por cuánto tiempo odiaréis y despreciaréis a los mensajeros de la justicia de Dios? Dios les ha dado su mensaje. Llevan la palabra del Señor. Hay salvación para vosotros, pero sólo por medio de los méritos de Jesucristo. La gracia del Espíritu Santo os ha sido ofrecida una y otra vez. La luz y el poder de lo alto han brillado abundantemente en vuestro medio.
Aquí había evidencia, para que todos pudieran discernir a quién reconocía el Señor como su siervo. Pero existen personas que desprecian a los hombres y el mensaje que ellos presentan. Se han burlado de ellos tratándolos como fanáticos, extremistas y entusiastas.
Permitidme que profetice acerca de vosotros: A menos que humilléis rápidamente vuestros corazones delante de Dios, y confeséis vuestros pecados, que son muchos, cuando sea demasiado tarde veréis que habéis estado luchando contra Dios. Por la convicción del Espíritu Santo, que no contenderá por más tiempo para producir reforma y perdón, veréis que estos hombres contra los cuales habéis hablado han sido como señales en el mundo, como testigos de Dios.
Entonces querréis dar todo el mundo si pudierais redimir el pasado, y ser precisamente tales hombres celosos, movidos por el Espíritu de Dios para elevar vuestra voz en solemnes amonestaciones al mundo; y, como ellos, ser firmes como una roca en los principios. La forma en que dais vuelta completamente las cosas es conocida por el Señor. Continuad por un poco más de tiempo como habéis andado, rechazando la luz del cielo, y estaréis perdidos. "Y el que fuere inmundo, y no se purificare, la tal persona será cortada de entre la congregación". 95
No tengo un mensaje suave para presentar a aquellos que han sido por tanto tiempo falsos postes indicadores, señalando el camino erróneo. Si rechazáis a los mensajeros delegados por Cristo, rechazáis a Cristo. Descuidad esta gran salvación, que ha sido mantenida ante vosotros durante años, despreciad está gloriosa oferta de justificación por medio de la sangre de Cristo, y esta santificación por el poder purificador del Espíritu Santo, y no quedará más sacrificio por el pecado, sino ciertamente una horrenda esperanza de juicio y un hervor de fuego. Os ruego que os humilléis y ceséis en vuestra obstinada resistencia a la luz y la evidencia.
Decid al Señor: Mis iniquidades han hecho separación entre mí y mi Dios. Oh Señor, perdona mis transgresiones. Borra mis pecados de tu libro de memoria. Gracias a su santo nombre, hay perdón en él, y podéis ser convertidos y transformados. "Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios vivo?" "El que Piensa Estar Firme, Mire no Caiga"
11; 14-16. HAp 438. COMPRENDIENDO JUAN que el amor fraternal iba mermando en la iglesia, se esforzaba por convencer a los creyentes de la necesidad constante de ese amor. Sus cartas a las iglesias están 438 llenas de este pensamiento. "Carísimos, amémonos unos a otros -escribe;- porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros."
TOCANTE AL SENTIDO ESPECIAL en que ese amor debería manifestarse por los creyentes, el apóstol dice: "Os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros; porque las tinieblas son pasadas, y la verdadera luz ya alumbra. El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, el tal aun está en tinieblas todavía. El que ama a su hermano, está en luz, y no hay tropiezo en él. Mas el que aborrece a su hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a donde va; porque las tinieblas le han cegado los ojos." "Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros." "El que no ama a su hermano, está en muerte. Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciente en sí. En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos."
EL MAYOR PELIGRO de la iglesia de Cristo no es la oposición del mundo. Es el mal acariciado en los corazones de los creyentes lo que produce el más grave desastre, y lo que, seguramente, más retardará el progreso de la causa de Dios. No hay forma más segura para destruir la espiritualidad que abrigar envidia, sospecha, crítica o malicia. Por otro lado, el testimonio más fuerte de que Dios ha enviado a su Hijo al mundo, es la armonía y unión entre hombres de distintos caracteres que forman su iglesia. El privilegio de los seguidores de Cristo es 439 dar ese testimonio. Pero para poder hacerlo, deben colocarse bajo las órdenes de Cristo. Sus caracteres deben conformarse a su carácter, y sus voluntades a la suya.
"UN MANDAMIENTO NUEVO OS DOY -DIJO CRISTO:- Que os améis unos a otros: como os he amado, que también os améis los unos a los otros." (Juan 13:34.)
¡QUÉ MARAVILLOSA DECLARACIÓN! Pero, ¡Cuán Poco Se La Practica!
Hoy día en la iglesia de Dios, el amor fraternal falta, desgraciadamente. Muchos que profesan amar al Salvador, no se aman unos a otros. Los incrédulos observan para ver si la fe de los profesos cristianos ejerce una influencia santificadora sobre sus vidas; y son prestos para discernir los defectos del carácter y las acciones inconsecuentes.
12. PP 62. CUANDO CAÍN VIO QUE SU OFRENDA ERA DESECHADA, se enfureció contra el Señor y contra Abel; se disgustó porque Dios no aceptaba el sacrificio con que el hombre substituía al que había sido ordenado divinamente, y se disgustó con su hermano porque éste había decidido obedecer a Dios en vez de unírsele en la rebelión contra él. A pesar de que Caín despreció el divino mandamiento, Dios no le abandonó a sus propias fuerzas; sino que condescendió en razonar con el hombre que se había mostrado tan obstinado. Y el Señor dijo a Caín"¿Por qué te has ensañado, y por qué se ha inmutado tu rostro?"
POR MEDIO DE UN ÁNGEL SE LE HIZO LLEGAR LA DIVINA AMONESTACIÓN: "Si bien hicieres, ¿no serás ensalzado? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta." (Gén, 4:6,7.) Tocaba a Caín escoger. Si confiaba en los méritos del Salvador prometido, y obedecía los requerimientos de Dios, gozaría su favor. Pero si persistía en su incredulidad y transgresión, no tendría fundamento para quejarse al ser rechazado por el Señor.
PERO EN LUGAR DE RECONOCER SU PECADO, Caín siguió quejándose 62 de la injusticia de Dios, y abrigando envidia y odio contra Abel. Censuró violentamente a su hermano y trató de arrastrarlo a una disputa acerca del trato de Dios con ellos. Con mansedumbre, pero valiente y firmemente, Abel defendió la justicia y la bondad de Dios. Indicó a Caín su error, y trató de convencerle de que el mal estaba en él.
LE RECORDÓ la infinita misericordia de Dios al perdonar la vida a sus padres cuando pudo haberlos castigado con la muerte instantánea, e insistió en que Dios realmente los amaba, pues de otra manera no entregaría a su Hijo, santo e inocente, para que sufriera el castigo que ellos merecían. Todo esto aumentó la ira de Caín. La razón y la conciencia le decían que Abel estaba en lo cierto; pero se enfurecía al ver que quien solía aceptar su consejo osaba ahora disentir con él, y al ver que no lograba despertar simpatía hacia su rebelión. En la furia de su pasión, dio muerte a su hermano.
CAÍN ODIO Y MATÓ A SU HERMANO, no porque Abel le hubiese causado algún mal, sino "porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas." (1 Juan 3:12.) Asimismo odiaron los impíos en todo tiempo a los que eran mejores que ellos. La vida de obediencia de Abel y su fe pronta para responder eran un perpetuo reproche para Caín. "Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, porque sus obras no sean redargüídas." (Juan 3:20.) Cuanto más clara sea la luz celestial reflejada por el carácter de los fieles siervos de Dios, tanto más a lo vivo quedan revelados los pecados de los impíos, y tanto más firmes serán los esfuerzos que harán por destruir a los que turban su paz.
LA MUERTE DE ABEL Fue El Primer Ejemplo De La Enemistad Que Dios Predijo Que Existiría Entre La Serpiente Y La Simiente De La Mujer; Entre Satanás Y Sus Súbditos, Y Cristo Y Sus Seguidores. Mediante el pecado del hombre, Satanás había obtenido el dominio de la raza humana, pero Cristo habilitaría al hombre para librarse de su yugo.
Siempre que por la fe en el Cordero de Dios, un alma renuncie a servir al 63 pecado, se enciende la ira de Satanás. La vida santa de Abel desmentía el aserto de Satanás de que es imposible para el hombre guardar la ley de Dios.
13. PP 602. Cuando su pueblo se apartó de los pecados que le habían privado de la presencia de Dios, él oyó sus oraciones y en seguida comenzó a obrar en su favor. Le suscitó un libertador en la persona de Jefté el galaadita, quien hizo guerra contra los amonitas, y quebrantó eficazmente su poder. Durante dieciocho años, Israel había sufrido bajo la opresión de sus enemigos, y sin embargo volvió a olvidar la lección ensenada por los padecimientos.
Cuando su pueblo volvió a sus malos caminos, el Señor permitió que nuevamente lo oprimiesen sus poderosos enemigos los filisteos. Durante muchos años fueron acosados 602 constantemente, y a veces completamente subyugados, por esta nación cruel y belicosa. Habían acompañado a estos idólatras en sus placeres y en su culto, a tal grado que parecían unificados con ellos en espíritu e intereses. Entonces estos pretensos amigos de Israel se trocaron en sus enemigos más acérrimos, y por todos los medios procuraron su completa destrucción.
COMO ISRAEL, los cristianos ceden a menudo a la influencia del mundo, y se amoldan a sus principios y costumbres para ganar la amistad de los impíos; pero al fin se verá que estos supuestos amigos son sus enemigos más peligrosos.
La Biblia enseña clara y expresamente que no puede haber armonía entre el pueblo de Dios y el mundo.
"Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece." (1Juan 3:13.) Nuestro Salvador dice: "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros." (Juan 15:18.) Satanás obra por medio de los impíos, bajo el disfraz de una presunta amistad, para seducir a los hijos de Dios y hacerlos pecar, a fin de separarlos de él, y una vez eliminada la defensa de ellos, inducirá a sus agentes a volverse contra ellos y procurar su destrucción. 603
17. 1JT 58. ALGUNOS no siguen una conducta honrada ni sincera. Los tales deben actuar en forma muy diferente y trabajar rápidamente para redimir el tiempo. Muchos observadores del sábado yerran en esto. Se aprovechan de sus hermanos pobres y los que tienen abundancia de recursos exigen a sus hermanos que están en situación embarazosa y angustiosa por falta de recursos un precio superior al valor real de las cosas que les venden, mucho más de lo que ellos mismos pagarían. Dios conoce todas estas cosas. Todo acto egoísta, toda extorsión codiciosa, traerá su recompensa.
Vi que es cruel e injusto no tener consideración de la situación de un hermano. Si él está angustiado y empobrecido, a pesar de hacer lo mejor que puede, se le debe hacer alguna concesión. Ni siquiera se le debe exigir el pleno valor de las cosas que compre a los ricos; sino que ellos deben manifestar compasión hacia él. Dios aprobará tales actos de bondad, y el que los haga no perderá su recompensa. Pero una terrible cuenta subsiste contra muchos observadores del sábado por actos de egoísmo y avaricia.
Me fue recordado un tiempo en el cual eran pocos los que escuchaban y abrazaban la verdad. Estos no tenían muchos bienes de este mundo. Las necesidades de la causa se dividían entre muy pocos. Entonces era necesario que algunos vendiesen sus casas y tierras, y consiguiesen otras más baratas para usarlas como refugio u hogar, mientras que prestaban libre y generosamente sus recursos al Señor para publicar la verdad, y ayudar de otras maneras a hacer progresar la causa de Dios. Mientras contemplaba a estos hermanos abnegados, vi que habían soportado privaciones para beneficiar a la causa.
Vi a 59 su lado a un ángel que señalaba hacia arriba y decía: "¡Tenéis bolsas en el cielo! Tenéis en el cielo bolsas que no envejecen. Resistid hasta el fin y grande será vuestra recompensa."
Dios ha estado obrando en muchos corazones. La verdad por la cual unos pocos se sacrificaron tanto, a fin de presentarla a otros, ha triunfado, y multitudes la han aceptado. En su providencia Dios ha obrado en ciertas personas acaudaladas, y las ha traído a la verdad a fin de que a medida que la obra crece, sean suplidas las necesidades de la causa.
Muchos recursos han ingresado en las filas de los observadores del sábado, y vi que actualmente Dios no exige las casas que la gente necesita para vivir, a menos que se quieran cambiar casas costosas por otras más económicas. Pero si los que están en la abundancia no oyen su voz para separarse del mundo y, vendiendo parte de su propiedad y tierra, hacer un sacrificio para Dios, los pasará por alto, y llamará a quienes estén dispuestos a hacer cualquier cosa por Jesús, hasta el punto de vender sus casas para satisfacer las necesidades de la causa. Dios quiere ofrendas voluntarias. Los que den deben considerar que es un privilegio el poder hacerlo. 60
18. HAp 440. LOS QUE NUNCA EXPERIMENTARON el tierno y persuasivo amor de Cristo, no pueden guiar a otros a la fuente de la vida. Su amor en el corazón es un poder competente, que induce a los hombres a revelarlo en su conversación, por un espíritu tierno y compasivo, y en la elevación de las vidas de aquellos con quienes se asocian.
LOS OBREROS CRISTIANOS que tienen éxito en sus esfuerzos deben conocer a Cristo, y a fin de conocerle, 440 deben conocer su amor. En El Cielo se mide su idoneidad como obreros por su capacidad de amar como Cristo amó y trabajar como él trabajó.
"No amemos de palabra," escribe el apóstol, "sino de obra y en verdad." La perfección del carácter cristiano se obtiene cuando el impulso de ayudar y beneficiar a otros, brota constantemente de su interior. Cuando una atmósfera de tal amor rodea el alma del creyente, produce un sabor de vida para vida, y permite que Dios bendiga su trabajo.
UN AMOR SUPREMO HACIA DIOS y un amor abnegado hacia nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero." En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, controla las pasiones, y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor.
JUAN SE ESFORZÓ POR HACER COMPRENDER A LOS CREYENTES los eminentes privilegios que podían obtener por el ejercicio del espíritu de amor. Cuando ese poder redentor llenara el corazón, dirigiría cualquier otro impulso y colocaría a sus poseedores por encima de las influencias corruptoras del mundo. Y a medida que este amor llegara a dominar completamente y a ser la fuerza motriz de la vida, su fe y confianza en Dios y en el trato del Padre para con ellos serían completas. Podrían llegar a él con plena certidumbre y fe, sabiendo que el Señor supliría cada necesidad para su bienestar presente y eterno.
"En esto es perfecto el amor con nosotros -escribió,- para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En amor no hay temor; mas el perfecto 441 amor echa fuera el temor." "Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si demandaremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye. . . sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéramos demandado."
22. DTG 622. ASÍ COMO CRISTO VIVIÓ LA LEY EN LA HUMANIDAD, podemos vivirla nosotros si tan sólo nos asimos del Fuerte para obtener fortaleza. Pero no hemos de colocar la responsabilidad de nuestro deber en otros, y esperar que ellos nos digan lo que debemos hacer. No podemos depender de la humanidad para obtener consejos. El Señor nos enseñará nuestro deber tan voluntariamente como a alguna otra persona. Si acudimos a él con fe, nos dirá sus misterios a nosotros personalmente. Nuestro corazón arderá con frecuencia en nosotros mismos cuando él se ponga en comunión con nosotros como lo hizo con Enoc.
Los que decidan no hacer, en ningún ramo, algo que desagrade a Dios, sabrán, después de presentarle su caso, exactamente qué conducta seguir. Y recibirán no solamente sabiduría, sino fuerza. Se les impartirá poder para obedecer, para servir, según lo prometió Cristo. Cuanto se dio a Cristo --todas las cosas destinadas a suplir la necesidad de los hombres caídos,-- se le dio como a la cabeza y representante de la humanidad. "Y cualquier cosa que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él." (1 Juan 3:22).
ANTES DE OFRECERSE COMO VÍCTIMA PARA EL SACRIFICIO, Cristo buscó el don más esencial y completo que pudiese otorgar a sus seguidores, un don que pusiese a su alcance los ilimitados recursos de la gracia. "Yo rogaré al Padre --dijo,-- y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: más vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros."
Antes De Esto, El Espíritu Había Estado En El Mundo; Desde El Mismo Principio De La Obra De Redención Había Estado Moviendo Los Corazones Humanos.
PERO MIENTRAS CRISTO ESTABA EN LA TIERRA, los discípulos no habían deseado otro ayudador. Y antes de verse privados de su presencia no sentirían su necesidad del Espíritu, pero entonces vendría. El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a sus discípulos que 623 fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en la tierra.
Nadie podría entonces tener ventaja por su situación o su contacto personal con Cristo. Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En este sentido, estaría más cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo alto. "El que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él."
Ministerio Hno. Pio
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