Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. (Hebreos 11:5).
Nuestra mayor
necesidad es la de un conocimiento de Dios que produzca la
transformación del carácter. Si
cumplimos su voluntad, habrá en nuestras vidas una revelación de Dios que
armonizará con
las enseñanzas de su Palabra.
La experiencia
de Enoc y de Juan el Bautista ejemplifica lo que debiera ser la nuestra. Debiéramos estudiar las vidas de estos hombres mucho más de lo que lo hacemos, pues uno fue traspuesto al cielo sin ver muerte, Y
El Otro Fue Llamado, antes del primer
advenimiento de Cristo, a preparar el camino del Señor y a enderezar sus sendas.
Está escrito de
Enoc que vivió sesenta y cinco años y engendró un hijo; después caminó con Dios trescientos años.
Durante los primeros años, Enoc amó y temió
a Dios, y observó sus
mandamientos. Pero luego del
nacimiento de su primogénito alcanzó una
experiencia más elevada; fue conducido a una
relación más estrecha con Dios.
Cuando conoció
el amor de su hijo por él y su sencilla
confianza en la protección paterna; cuando percibió la ternura y el anhelo
profundo de su propio
corazón por aquel hijo primogénito, Aprendió Una
Preciosa Lección acerca del
maravilloso amor de Dios por el
hombre manifestado
en el don de su Hijo y de la confianza que los hijos de Dios puedan depositar en su Padre
celestial.
El Amor De Dios,
Infinito E Insondable, manifestado por medio
de Cristo, llegó a ser el
tema de su meditación constante. Con todo el fervor de su alma buscó manifestar ese amor hacia
quienes lo rodeaban...
Con
el paso de los siglos su fe creció en vigor y su amor fue más vivo. Para
él, orar era el aliento del alma. Vivía en la atmósfera del cielo...
Los que lo
oían percibían el poder de Dios manifestado en su siervo. Algunos escucharon la advertencia y renunciaron a sus pecados, pero la multitud se
burló del mensaje solemne...
Durante
trescientos años Enoc buscó la pureza del corazón a fin de estar en armonía con el Cielo. Durante
tres siglos caminó con Dios.
Día tras día buscó una
unión más íntima; esa unión se
hizo más y más estrecha, hasta que Dios lo llevó
consigo. Había estado en
el umbral del mundo eterno, a un paso de la tierra
de los bienaventurados; y ahora se abrieron
esos portales, continuó su
andar con Dios, tanto tiempo proseguido
en la tierra, y entró por las
puertas de la Santa Ciudad. Fue el primero de los
hombres que llegó allí...
Dios nos invita a una comunión con Dios
como ésta. Un carácter santo como el de Enoc ha de ser el que deben alcanzar los que serán redimidos de entre
los hombres en la segunda
venida de Cristo. Testimonies, t.
8, págs. 329-331. RJ312/EGW/MHP 313
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