miércoles, 12 de enero de 2022

951. LA TIERRA NUEVA Y SUS MORADORES: La Nueva Jerusalén (APOCALIPSIS 21).

LA TIERRA NUEVA Y SUS MORADORES:

 La Nueva Jerusalén. 21:1-27.

Vers. (1-9) Un cielo nuevo y una tierra nueva. (10-22) La Jerusalén celestial y su completa descripción. (23) No necesita del sol, pues la gloria de Dios es su luz. (24-27) Los reyes de la tierra le entregan su gloria y sus riquezas.

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, 

y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. 

Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

9 Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.

10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. 12 Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 13 al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. 14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

15 El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16 La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. 17 Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.

18 El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; 19 y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; 20 el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.

21 Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. 22 Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

24 Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. (Apocalipsis 21).

1. Nuevo. Gr. kainós, "nuevo" en calidad, 

en contraposición con lo que está gastado o arruinado.

La palabra "nuevo" aparece dos veces en este versículo, y en am bas es traducción de kainós. Neós, que también se traduce como "nuevo" en el NT (Mat. 9:17; 1 Cor. 5:7; Col. 3:10; etc.), se refiere a algo nuevo en el tiempo.

Con la palabra kainós, Juan quizá quiso destacar que los cielos nuevos y la tierra nueva serán creados con los elementos purificados de los cielos antiguos y de la antigua tierra, y que por lo tanto serán nuevos en calidad, diferentes. Los cielos nuevos y la tierra nueva son, pues, una re-creación, una formación nueva hecha con elementos que existen, y no una creación de la nada. 

Cf. 2 Ped. 3:13.

Pasaron. En lo que se refiere a su condición anterior desfigurada. Lo que era perfecto cuando salió de las manos del Creador, que fue calificado como "bueno en gran manera" (Gén. 1:31), ha sido terriblemente desfigurado por el pecado, y no puede permitirse que continúe así a través de la eternidad.

El mar ya no existía más. Es decir, los mares como los conocemos ahora no existirán en la nueva creación. Algunos insisten en que este "mar" simboliza a pueblos, naciones y lenguas (cf. cap. 17:15); pero si así fuera, entonces los cielos y la tierra necesariamente tendrían que ser también simbólicos. Juan simplemente está afirmando que los cielos, la tierra y los mares ya no existirán como los conocemos ahora (cf. PP 24).

2. La santa ciudad. En la antigua Jerusalén estaba el templo, donde Dios podía manifestar su presencia a su pueblo (1 Rey. 8:10-11; 2 Crón. 5:13-14; 7:2-3) como lo había hecho desde la puerta del tabernáculo en el desierto.

(Exo. 29:43-46; 40:34-38).

La ciudad de entonces fue descrita como "santa" (Dan. 9:24; Mat. 27:53); pero con el transcurso del tiempo la degradación espiritual del pueblo de Dios llegó a ser tan grande, que Jesús calificó al templo de "cueva de ladrones" (Mat. 21:13) y predijo la caída de la ciudad (Mat. 22:7; Luc. 21:20).

Pero Dios promete ahora una nueva clase de Jerusalén, la cual Juan describe como la "Nueva Jerusalén".

Nueva. Gr. kainós; nuevo en especie y calidad (ver com. vers. 1).

Cf. Gál. 4:26; Heb. 11:10; 12:22; 13:14.

Descender. Juan contempló en visión el descenso de la ciudad (cf. PP 46).

Del cielo. Su lugar de origen (cf. cap. 3:12; 21:10).

De Dios. Dios es su autor, su originador, su creador.

Dispuesta. La palabra que se traduce como "dispuesta", sugiere que la preparación comenzó en el pasado y fue perfeccionada, de manera que ahora está completamente preparada (cf. CS 703, 706).

Esposa. La ciudad es presentada aquí como una esposa (ver com. cap. 19:7).

Ataviada. Gr. kosméÇ, "arreglar", "aparejar", "adornar".

La palabra "cosmético" deriva de kosméÇ.

La flexión del verbo griego sugiere que el proceso de adorno 

comenzó en el pasado y había sido completado.

Marido. Es decir, el Cordero, Cristo (cap. 19:7).

3. Gran voz. No se identifica al que habla. Quizá no sea Dios, 

porque se habla de él en tercera persona.

Tabernáculo. Gr. sk'ne, "tienda", "pabellón", "tabernáculo". 

El verbo sk'nóö "acampar", "morar" aparece en Juan 1:14: 

"aquel Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros" 

(ver com. Juan 1:14).

Esta presencia visible de Dios se manifestaba claramente en la gloria sobre el propiciatorio en los días de la teocracia, y más tarde por la aparición personal de Jesucristo como miembro de la familia humana, cuando vivió entre los hombres. 

Esta "gran voz del cielo" destaca ahora el hecho maravilloso de una nueva creación y que Dios mora personalmente entre su pueblo.

Con los hombres. La frase "con ellos" aparece dos veces en este versículo. 

El apóstol usa la preposición "con" tres veces, lo cual pone de relieve el hecho asombroso de que Dios acompañará a los seres humanos a través de la eternidad estableciendo su morada "con ellos".

Morará. Gr.sk'nóÇ (ver com. "tabernáculo"). Cf. Eze. 37:27.

Ezequiel describe las condiciones como pudieron haber sido; 

Juan, tal como se cumplirán.

4. Toda lágrima. Ver com. Apoc. 7:17; cf. Isa. 25:8; 65:19.

Muerte. En griego, "la muerte". El artículo definido tiene un gran significado.

Juan habla de "la muerte": el principio de muerte que entró como resultado del pecado. El artículo definido tiene aquí la fuerza de un adjetivo demostrativo.

Juan dice, en efecto: "esta muerte, la cual conocemos tan bien y tememos tanto, será destruida". Compárese con las palabras de Pablo: "Sorbida es la muerte en victoria" (1Cor. 15: 54); "El postrer enemigo que será destruido, es la muerte" (vers. 26).

Llanto. O tristeza, como la que produce la pérdida de un ser amado. 

Las causas de la tristeza serán completamente eliminadas. Cf. Isa. 35:10.

Clamor. Gr. kraug', "alboroto", "clamor", "llanto".

En esa tierra perfecta del mañana no existirá causa para el llanto.

Dolor. Una gran parte del sufrimiento y la angustia de la vida es resultado del dolor que nos acosa; pero el dolor será completamente eliminado de aquel hermoso mundo del mañana.

Las primeras cosas. Es decir, las condiciones actuales pasarán. 

No habrá nada con el estigma de la maldición (cap. 22:3).

5. El que estaba sentado. No se dice quién es (cf. com. cap. 20:11).

En el cap. 4:2 se presenta al Padre sentado en el trono, y esto mismo puede estar implícito aquí. Algunos citan a Mat. 25:31 como una evidencia de que puede referirse a Jesucristo.

He aquí. El que habla llama la atención a algo importante que está por revelarse. Nuevas. Gr. kainós (ver com. vers. 1)

Todas las cosas. No quedará nada que tenga el estigma de la maldición.

 (Cf. cap. 22:3).

Escribe. Ver com. cap. 1:11. Esta orden se le repite a Juan en diferentes momentos mientras estaba en visión (cap. 1:19; 2:1; 14:13; etc.).

Fieles y verdaderas. Es decir, auténticas y dignas de confianza. Las palabras y las promesas de Dios son completamente dignas de confianza, y por lo tanto se puede estar seguro de ellas (cap. 22:6).

6. Hecho está. Mejor "han sucedido", pues el verbo está en el plural; es decir, estas cosas han concluido. Algunos MSS dicen: "he llegado a ser Alfa y Omega. . ." Lo que Dios había prometido por medio de sus santos profetas y su pueblo justo había anticipado con ansiosa expectativa, finalmente será realidad.

LA VISIÓN ANTICIPADA Que Se Le Dio A Juan Es Una Garantía De La Realización Final Que Todavía Debe Efectuarse.

El Alfa y la Omega. Ver com. cap. 1:8.

Al que tuviere sed. El verdadero creyente no tiene deseos de acumular bienes en este mundo, de ser rico en riquezas terrenales. Su anhelo es beber abundantemente de las riquezas espirituales que provienen de Dios.

Gratuitamente. El don de la inmortalidad puede comprarse "sin dinero y sin precio" (Isa. 55:1). La fuente. O "manantial". Cf. Juan 4:14; Apoc. 7:17; 22:17.

De la vida. El pasaje puede traducirse, "del manantial del agua que es la vida misma". Esta es la promesa de inmortalidad (1 Cor. 15:53).

7. El que venciere. Según el texto griego, el que vence continua o habitualmente. 

El cristiano vive la vida victoriosa por el poder del Espíritu Santo. Puede cometer errores (ver com. 1 Juan 2:1), pero su vida normal presenta un cuadro de crecimiento espiritual (cf. Apoc. 2:7,11,17,26; 3:5,12,21).

Todas las cosas. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "estas cosas", es decir, las promesas dadas en el Apocalipsis, particularmente las que se mencionan en este capítulo.

Su Dios. . . mi hijo. Cf. Gén. 17:7; 2 Sam.7:14. Aquí se presenta la promesa de una relación familiar íntima. El pecador salvado por gracia será recibido en la familia de Dios y su relación con el Señor será tan estrecha como si nunca hubiera pecado.  

Los habitantes de los mundos no caídos no podrán estar más cerca de Dios y de Cristo de lo que estará el pecador redimido. Ver DTG 16-18.

8. Pero. Se presenta ahora un notable contraste.

Cobardes. Gr. deilós, "cobarde", "miedoso". La palabra se usa siempre con el sentido de cobardía o timidez sin razón. Compárese con su uso en Mat. 8:26, Mar. 4:40, con el verbo afín de Juan 14:27, y el sustantivo afín en Juan 14:27 y 2 Tim. 1:7, respectivamente. En todos estos casos el significado básico es cobardía. Muchos no triunfan en la lucha espiritual debido a su cobardía y debilidad moral; se dan por vencidos en el tiempo de prueba. Cf. Mat. 24:13.

Incrédulos. Los que carecen de fe, o sea que no permanecen fieles. No confían en Dios hasta el fin; demuestran que son indignos de confianza.

Abominables. Del Gr. bdelússÇ, "causar repugnancia", 

"sentir horror"; del verbo bdéÇ, "heder".

El sustantivo bdélugma aparece en Luc. 16:15; Apoc. 17:4-5; 21:27.

Homicidas. Se incluye a los perseguidores y asesinos de los fieles hijos de Dios a través de la historia.

Fornicarios. Gr. pórnos (ver 1 Cor. 5:9-10; etc.). La forma femenina se traduce "rameras" en Mat. 21:31-32; Luc. 15:30. Cf. com. Efe. 5:3, 5.

Hechiceros. Gr. farmakós, "practicantes de artes mágicas".

El sentido etimológico es magia, encantamiento, brujería y el uso de drogas para entorpecer los sentidos. Un equivalente moderno de la antigua práctica de la hechicería es el espiritismo.

Idólatras. Una referencia a los pueblos paganos

 y a los cristianos que practican ritos paganos.

Cf. com. 1 Cor. 5:10; 6:9; 10:7.

Mentirosos. Incluye a los que predican falsas doctrinas.

Ver com. Exo. 20:16; ver PP 3:17.

Muerte segunda. Ver com. cap. 20:6.

9. Uno de los siete ángeles. Uno de los ángeles portadores de las plagas ya le había mostrado a Juan el juicio contra la gran ramera (cap. 17:1).

Ahora otro de ellos -posiblemente el mismo ángel, como lo sugieren algunos- dirige la atención de Juan a la Nueva Jerusalén, el centro y sede del reino eterno.

Nótese que fue uno de los ángeles portadores de las plagas el que le presentó al profeta la Babilonia simbólica, y que ahora es también uno de ellos quien le muestra la Nueva Jerusalén.

 La antigua Babilonia y Jerusalén históricamente fueron enemigas tradicionales, y simbólicamente representan los dos grupos empeñados en el gran conflicto entre el bien y el mal. 

Una está representada por una mujer ramera (cap. 17:5).

La otra, por una mujer pura, honorable (cap. 19:7, 21:2).

La esposa. Ver com. cap. 19:7; cf. cap. 21:2.

10. En el Espíritu. Es decir, en trance, en visión (ver com. cap. 1:10).

Fue llevado "en visiones" (cf. com. Eze. 8:3; Dan. 8:2).

A un monte grande. A Juan le pareció mientras estaba en visión que había sido depositado sobre "un monte grande y alto". Desde esa posición contempló los detalles de la ciudad (cf. com. Eze. 40:2). Descendía. Cf. vers. 2.

11. La gloria de Dios. Se refiere probablemente a la presencia permanente de Dios entre su pueblo a través de la eternidad. La gloria que revela su presencia nunca se apartará de la Nueva Jerusalén. Cf. Exo. 40:34; 1 Rey. 8:11.

Fulgor. Gr. fÇster, "luminaria", "cuerpo luminoso".

Esta palabra se halla en Fil. 2:15 en la oración "en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo". La "luz" de la ciudad es la "gloria" de Dios que se menciona en el comentario anterior (ver Apoc. 21:23).

Jaspe. Gr. iáspis (ver com. cap. 4:3). El pasaje dice: "Teniendo la gloria de Dios, el fulgor de ella semejante a una piedra muy valiosa, como piedra de jaspe, clara como el cristal".

Diáfana como el cristal. Gr. krustallízÇ, "destellar luz", "centellear".

La palabra "cristal" deriva de krustallízÇ.

12. Un muro grande y alto. Estas murallas se construían alrededor de las ciudades antiguas para protegerlas contra sus enemigos. Las imágenes de Juan proceden en parte de la descripción de la ciudad que vio Ezequiel.

 (Ver com. Eze. 48:35).

El cuadro es el de una ciudad antigua con muros y puertas; eran términos con los cuales estaba familiarizado el profeta, y la Inspiración escogió revelarle las glorias de la ciudad eterna en términos que él comprendía. La descripción y el lenguaje humano no pueden representar adecuadamente la grandeza de esa ciudad celestial. En una profecía pictórica, el grado de identidad entre la escena que se presenta y la realidad exige una cuidadosa interpretación.

 (Ver com. Eze. 1:10; 40:1).

Doce puertas. Compárese con la ciudad descrita por Ezequiel (cap. 48:31-34).

Doce ángeles. Se presenta a la Nueva Jerusalén con guardias angelicales en sus puertas. Doce tribus. Ver Eze. 48:31-34.

En cuanto al cuadro del Israel espiritual repartido en tribus, ver com. Apoc. 7:4.

13. Al oriente tres puertas. La enumeración de Ezequiel tiene el siguiente orden: norte, oriente, sur, occidente (Eze. 48:31-34); y el orden de Juan es: oriente, norte, sur, occidente. La diferencia sin duda carece de importancia.

14. Doce cimientos. El número "doce" aparece cinco veces en los vers. 12-14.

En cuanto al doce como un número significativo, ver com. cap. 7:4.

Doce apóstoles. La iglesia del NT está construida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Efe. 2:20).

15. Caña. Cf. Eze. 40:3; Apoc. 11:1. El acto de medir y la declaración de las medidas sin duda son para destacar que el hogar celestial es adecuado y amplio. (Cf. com. Juan 14:2).

16. Establecida en cuadro. Hay hermosura inherente en las proporciones correctas, el perfecto equilibrio y la congruencia. En cuanto a la construcción de lugares y artefactos cuadrados, ver Exo. 27:1; 28:16; 30:2; 39:9; 2 Crón. 3:8; Eze. 41:21; 43:16; 45:2; 48:20.

Doce mil estadios. Un estadio (stádion) tiene unos 183 m (ver t. V, p. 52).

Por lo tanto, 12.000 estadios serían unos 2.220 km. El versículo no declara si es la medida del perímetro o sólo de un lado. Si es lo primero, cada lado de la ciudad mediría unos 529 km. En cuanto a la costumbre de medir una ciudad por su perímetro, ver La Carta de Aristeas 105.

Iguales. Se ha tratado de explicar las dimensiones de la ciudad de diversas maneras. Es difícil imaginar una ciudad de 12.000 (ó 3.000) estadios de altura.

 (Ver com. "doce mil estadios").

Algunos no niegan la realidad de la ciudad, pero creen que estas medidas, como las del muro, son "de medida. . . de ángel" (ver com. vers. 17); por lo tanto, sostienen que es difícil que puedan aplicarse aquí dimensiones humanas.

Otros destacan una similitud entre el tamaño de la ciudad que se describe y el que se imaginaban los judíos. 

Esta cuestión se trata en el Midrash: "¿De dónde el largo y ancho y alto [de Jerusalén]? Y se engrandecía y siempre aumentaba hacia arriba. Eze. 41:7.  

Se ha enseñado, R. Eli'ezer b. Ja'aqob ha dicho: Jerusalén se levantará finalmente y ascenderá hasta el trono de la gloria, y dirá a Dios: 'Demasiado estrecho es para mí este lugar. ¡Apártate, para que yo more!' Isa. 49:20" (Pesikta 143a, citado en Strack y Billerbeck, Kommentar, zum Neuen Testament, t. 3, p. 849).

Otros le asignan al adjetivo "igual" (ísos) el significado de "proporcional", y creen que aunque la longitud y la anchura pueden ser iguales, la altura sería proporcional con respecto a las otras dimensiones. Es posible que sea así aunque es difícil demostrarlo utilizando fuentes bíblicas o extrabíblicas.

Otros interpretan que ísos retiene su significado normal, pero observan que la palabra que aquí se traduce altura (húpsos) puede significar no sólo "altura" sino "la parte alta", "la cima", "la corona". Si así se entiende, entonces Juan quiso decir que la distancia alrededor de la parte superior del muro es igual a la distancia alrededor de su parte inferior.

Sea cual fuere la incertidumbre respecto a la proporción exacta o tamaño de la ciudad, es seguro que su gloria celestial superará en mucho a la imaginación más elevada. Nadie tiene por qué preocuparse, pues habrá suficiente lugar para todos los que desean vivir allí. En la casa del Padre hay "muchas moradas" (Juan 14:2).

17. Midió su muro. Según el codo del NT, que medía aproximadamente 0,444m (t. V, p. 52), 144 codos serían unos 64 m. Juan no dice que esta medida representa la altura del muro. Algunos han conjeturado que la medida puede ser de su espesor.

De ángel. El pasaje reza "de hombre, es decir de ángel". El significado es algo oscuro. Por esta razón algunos insisten en que no debemos aplicar dogmáticamente conceptos puramente humanos para medir la nueva Jerusalén. Sean cuales fueren las medidas, podemos estar seguros de que todo es perfecto. Los santos entenderán el significado de las medidas de Juan cuando vean la ciudad.

18. El material. Gr. endóm'sis, "material de construcción", de domáÇ, "edificar". Esta palabra sólo aparece aquí en el NT. Josefo (Antigüedades XV. 9, 6) la aplica a un dique, un rompeolas que se edifica junto al mar como protección contra las aguas. Endóm'sis puede referirse a una incrustación en el muro, como si éste estuviera incrustado o salpicado con jaspe. 

Jaspe. Ver com. cap. 4:3. Oro puro. La estructura de la ciudad parece tener la transparencia del vidrio. Su hermosura refulgente sin duda cambia con cada rayo de luz que se refleja en ella.

19. Adornados. Gr. kosméÇ, "adornar" (cf. com. vers. 2).

Piedra preciosa. Se mencionan doce clases de piedras preciosas en el fundamento. Un joyero moderno no puede identificarlas todas, ni se ganaría mucho si se comparan con las joyas del pectoral del sumo sacerdote.

 (Exo. 28:17-20).

Tampoco los documentos antiguos ni los eruditos modernos concuerdan en la identificación de todas las piedras. Algunas de sus sugerencias se enumeran al tratar cada una de las piedras.

Jaspe. Ver com. cap. 4:3.

Zafiro. Tal vez lapislázuli, una piedra azul, muchas veces jaspeada de pirita, 

altamente cotizada en la antigüedad.

Ágata. "Calcedonia" (BJ, BC, NC). Es incierta la identificación de esta piedra. 

Algunos sugieren una gema de color verdoso.

Esmeralda. Se cree que es una gema de color verde brillante, 

al que se le da hoy el mismo nombre.

20. Onice. Tal vez un ónix con vetas rojas y pardas sobre un fondo blanco.

Cornalina. Se cree que es una gema rojiza.

Crisólito. Literalmente "piedra dorada". 

Una piedra de color amarillo de identificación incierta.

Berilo. Se cree que es una gema de color verde mar.

Topacio. Se cree que es una piedra más o menos transparente de color amarillo que usaban los antiguos para hacer sellos y joyas. Algunos creen que se trata del crisólito de color dorado.

Crisopraso. El crisopraso moderno es una gema transparente de color verde manzana. No es seguro que se refiera aquí a esta misma piedra.

Jacinto. Quizá una gema de color púrpura. 

Algunos identifican el jacinto con el zafiro moderno.

Amatista. Se cree que es una gema de color púrpura.

21. Una perla. El tamaño de las gemas mencionadas 

supera en mucho la comprensión humana.

22. Templo. Gr. naós, la palabra con que se designa al santuario, limitado a los lugares santo y santísimo, sin incluir los atrios exteriores y otros edificios adyacentes. En cuanto a hierón, la palabra que designa todo el recinto sagrado, ver com. Luc. 2:46; Apoc. 3:12.

El santuario terrenal simbolizaba la morada de Dios. A causa de su pecado, Adán y Eva fueron echados del Edén y de la presencia de Dios. Cuando el pecado sea destruido, la iglesia podrá morar nuevamente en la presencia divina, y no habrá necesidad de un edificio para simbolizar la morada de Dios.

23. No tiene necesidad. No habrá necesidad de cuerpos luminosos para la iluminación de la ciudad. El resplandor glorioso de la presencia de Dios proporcionará más luz que la necesaria (cf. Isa. 60:19-20).

Las cosas materiales no son indispensables en el plan de Dios; se reducen a nada en su presencia (cf. Isa. 24:23). La luz creada no puede sobrepasar la gloria increada de la presencia divina.

24. Naciones. Una descripción de los redimidos "de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas" (Apoc. 7:9; cf. Isa. 60:3, 5).

Reyes. Esta figura proviene del AT (Isa. 60:11).

25. No habrá noche. Sin duda a causa de las circunstancias 

mencionadas en el vers. 23 (cf. com. Zac. 14:7).

26. De las naciones. Cf. vers. 24. 

27. Ninguna cosa inmunda. Una indudable alusión a Isa. 52:1.

Muchas de las figuras de la descripción que hace Juan de la santa ciudad, son tomadas de los escritos de los antiguos profetas que describieron las glorias de la Jerusalén que podría haber existido.

Juan describe aquí la ciudad que será (ver com. Eze. 48:35).

Hace abominación. Ver com. vers. 8.

Y mentira. Ver com. vers. 8.

El libro de la vida. Ver com. Fil. 4:3.

COMENTARIOS DE EGW

1-27. 1T 69-71. VISIÓN DE LA TIERRA NUEVA. Encabezados por Jesús, todos descendimos desde la ciudad hacia esta tierra, sobre un monte muy grande, que no pudo soportar a Jesús y se partió dando lugar a una enorme llanura. Luego miramos hacia arriba y vimos la gran ciudad, con doce fundamentos y con doce puertas, tres de cada lado, y con un ángel en cada puerta. Todos exclamamos:” 

Ya desciende la ciudad, la gran ciudad; viene de Dios y del cielo”, y la ciudad descendió y se estableció sobre la llanura en la que nos encontrábamos.

Luego comenzamos a contemplar las cosas gloriosas que había dentro de ella. 

Vi casas muy hermosas que pa­recían de plata, soportadas por cuatro columnas engarzadas con perlas, algo muy hermoso a la vista, que debían ser habitadas por los santos y que tenían una repisa de oro. 

Vi a numerosos santos entrar en las casas, quitarse sus brillantes coronas y colocarlas en la repisa, y luego salir al campo que rodeaba las casas para hacer algo con la tierra; pero no era nada semejante a lo que hacemos con la tierra aquí. Una luz gloriosa brillaba alrededor de su cabeza y alababan continuamente a Dios.

VI ADEMÁS OTRO CUERPO LLENO DE FLORES, y al cortarlas exclamé: “¡No se marchitarán!” Luego vi un campo de pasto alto, cuya contemplación causaba gran alegría; era un verde intenso con reflejos pla­teados y dorados mientras ondeaba orgullosamente para gloria del Rey Jesús. Luego entramos en un campo lleno de toda clase de ani8males: leones, corderos, leopardos y lobos, todos juntos en perfecta armonía. Pasamos en medio de ellos y nos siguieron pacíficamente. Luego penetramos en un bosque, que no era semejante a los bosques que conocemos aquí en la tierra; en cambio era un lugar iluminado y lleno de gloria; las ramas de los árboles se mecían, y todos exclamamos: “Y habitarán en el desierto

Esta visión describe sucesos que sucederán al fin de los mil años posteriores a la segunda venida de Cristo. Apocalipsis 20; 21; 22; Zacarías 14:4

con seguridad, y dormirán en los bosques” (Eze. 34:25). Pasamos a través de los bosques porque íba­mos en camino al monte de Sión.

DURANTE NUESTRO RECORRIDO nos encontramos con un grupo que también contemplaba las glorias del lugar. Noté que sus vestidos tenían una franja roja en el borde, sus coronas eran brillantes y su ropa era de (70) color blanco puro. Al saludarlos, le pregunté a Jesús quiénes eran. Contestó que eran mártires que habían muerto por él. Los acompañaba un grupo muy numeroso de niños, y también ellos tenían sus vestidos con una franja roja. El monte de Sión se encontraba justamente frente a nosotros, y en él se alzaba un glorioso templo y alrededor del monte había otras siete montañas, cubiertas de rosales y li­rios.

VI A LOS NIÑOS SUBIR A ESAS MONTAÑAS SI ASÍ LO DESEABAN, usar sus alitas y volar a la cumbre de las montañas, y allí cortar flores que nunca se marchitaban. Había toda clase de árboles alrededor del tem­plo para hermosear el lugar, los bojes, los pinos, los abetos, los olivos, los mirtos, los granados; y las higueras se inclinaban con el peso de los higos; todo esto hacía que el lugar se viera magnífico. Y cuando estábamos por entrar en el templo, Jesús elevó su hermosa voz y dijo: “Solamente los 144.000 entran en este lugar”, y todos exclamamos: “¡Aleluya!”

ESTE TEMPLO estaba sostenido por siete magníficas columnas, todas ellas de oro transparente y en­garzadas con perlas. No puedo describir las cosas hermosas que vi allí. Oh, si pudiera hablar en el len­guaje de Canaán, entonces podría describir algo de la gloria del mundo mejor. Vi allí mesas de piedra en las que los nombres de los 144.000 se encontraban esculpidos con letras de oro.

Después de contemplar la gloria del templo, salimos y Jesús nos dejó para ir a la ciudad. Pronto es­cuchamos nuevamente su hermosa voz que decía: “Venid, pueblo mío, porque habéis pasado por gran tribulación y habéis hecho mi voluntad y sufrido por mí; venid a la cena. Yo me ceñiré y os serviré”. Exclamamos: “¡Aleluya!” y entramos a la ciudad. 

Vi allí una mesa de plata pura que tenía muchos ki­lómetros de longitud, y sin embargo nuestros ojos podían ver hasta el extremo.

Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras frutas. Le dije a Jesús que me dejara comer. Él contestó: “Ahora, no. Los que comen de esta fruta no vuelven más a la tierra. Pero dentro de poco tiempo, si eres fiel, comerás del fruto del árbol de la vida y beberás del agua de la fuente. Tú de­bes volver a la tierra y relatar a otros lo que te he revelado”. Luego un ángel me condujo suavemente a este mundo oscuro. A veces pienso que ya no puedo permanecer durante más tiempo aquí en la tierra, porque todas las cosas me parecen tan tristes y deprimentes. Me siento muy sola aquí, porque he visto una tierra mejor. Ojala pudiera tener alas como una paloma, porque entonces podría volar lejos al lugar de reposo. (71)

El Hno. Hyde, quien se encontraba presente durante esta visión, compuso los siguientes versos, que han sido publicados muchas veces e incluidos en varios himnarios. Quienes los han publicado, leído y cantado, probablemente no saben que se originaron en una visión de una niña que era perseguida por su humilde testimonio.

Hemos oído hablar de la tierra santa y radiante;

hemos escuchado y nuestros corazones se regocijan;

porque éramos un grupo solitario de peregrinos,

fatigados, rendidos y tristes.

Nos dicen que los santos tienen allí su morada.

Ya no hay quienes no tienen hogar;

Y sabemos que la buena tierra es hermosa,

Donde corre el límpido río del agua de la vida.

Dicen que allí ondean los campos verdes

que nunca serán dañados por la plaga;

y que los desiertos florecen con hermosura,

y allí crecen las rosas de Sarón.

En los verdes bosques hay bellas aves, 

de cantos alegres y dulces;

y sus trinos brotan siempre nuevos,

saludan la música de arpa de los ángeles.

Hemos oído de las palmas, los vestidos y las coronas,

banda blanca de plateado resplandor;

de la hermosa ciudad con puertas perlinas, radiantes de luz.

Hemos oído de los ángeles que allí moran, los santos,

con sus arpas de oro, y cómo cantan;

del monte, con el árbol de la vida y sus frutos,

de las hojas que dan sanidad.

El rey de ese país, es hermoso,

es el gozo y la luz del lugar;

allí lo contemplaremos en su hermosura,

y nos complaceremos viendo su rostro sonriente.

Estaremos allí, estaremos allí dentro de poco,

nos uniremos con los puros y los bendecidos;

tendremos la palma, el vestido y la corona,

y reposaremos para siempre. (72)

1. CS 732. LA OBRA DE DESTRUCCIÓN DE SATANÁS HA TERMINADO para siempre. Durante seis mil años obró a su gusto, llenando la tierra de dolor y causando penas por todo el universo. Toda la creación gimió y sufrió en angustia. Ahora las criaturas de Dios han sido libradas para siempre de su presencia y de sus 732 tentaciones. "¡Ya descansa y está en quietud toda la tierra; prorrumpen los hombres [justos] en cánticos!" (Isaías 14:7, V.M.)

Y un grito de adoración y triunfo sube de entre todo el universo leal. Se oye "como si fuese el estruendo de una gran multitud, y como si fuese el estruendo de muchas aguas, y como si fuese el estruendo de poderosos truenos, que decían: ¡Aleluya; porque reina el Señor Dios, el Todopoderoso!" (Apocalipsis 19:6, V.M.)

Mientras la tierra estaba envuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en la ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que tuvieron parte en la primera resurrección. Mientras Dios es para los impíos un fuego devorador, es para su pueblo un sol y un escudo. (Apocalipsis 20:6; Salmo 84:11.)

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado." (Apocalipsis 21:1V.M.) El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.

SÓLO QUEDA UN RECUERDO: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: "Su resplandor es como el fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escondedero de su poder." (Habacuc 3:4, V.M.)

EN SUS MANOS, Y SU COSTADO HERIDOS, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, "allí mismo está el escondedero de su poder." "Poderoso para salvar" por el sacrificio de la redención, fue por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para con aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder. 733 "¡Oh, torre del rebaño, colina de la hija de Sión, a ti te llegará; sí, a ti vendrá el dominio anterior!" (Miqueas 4:8, V.M.)

2. CS 480. El ángel dijo a San Juan: "Ven acá; te mostraré la novia, la esposa del cordero." "Me llevó en el Espíritu," agrega el profeta, "y me mostró la santa ciudad de Jerusalem, descendiendo del cielo, desde Dios." (Apocalipsis 21:9, 10, V.M.) Salta pues a la vista que la Esposa representa la ciudad santa, y las vírgenes que van al encuentro del 480 Esposo representan a la iglesia.

En el Apocalipsis, el pueblo de Dios lo constituyen los invitados a la cena de las bodas. (Apocalipsis 19:9.) Si son los invitados, no pueden representar también a la esposa. Cristo, según el profeta Daniel, recibirá del Anciano de días en el cielo "el dominio, y la gloria, y el reino," recibirá la nueva Jerusalén, la capital de su reino, "preparada como una novia engalanada para su esposo." (Daniel 7:14; Apocalipsis 21:2, V.M.) 

Después de recibir el reino, vendrá en su gloria, como Rey de reyes y Señor de señores, para redimir a los suyos, que "se sentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob," en su reino (Mateo 8:11; Lucas 22:30), para participar de la cena de las bodas del Cordero.

CS 721. La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad. Entonces Satanás se prepara para la última tremenda lucha por la supremacía. Mientras estaba despojado de su poder e imposibilitado para hacer su obra de engaño, el príncipe del mal se sentía abatido y desgraciado; pero cuando resucitan los impíos y ve las grandes multitudes que tiene al lado suyo, sus esperanzas reviven y resuelve no rendirse en el gran conflicto. Alistará bajo su bandera a todos los ejércitos de los perdidos y por medio de ellos tratará de ejecutar sus planes.

Los impíos son sus cautivos.

 Al rechazar a Cristo aceptaron la autoridad del jefe de los rebeldes.

Están listos para aceptar sus sugestiones y ejecutar sus órdenes. No obstante, fiel a su antigua astucia, no se da por Satanás. Pretende ser el príncipe que tiene derecho a la posesión de la tierra y cuya herencia le ha sido arrebatada injustamente.

Se presenta ante sus súbditos engañados como redentor, asegurándoles que su poder los ha sacado de sus tumbas y que está a punto de librarlos de la más cruel tiranía. Habiendo desaparecido Cristo, Satanás obra milagros para sostener sus pretensiones. Fortalece a los débiles y a todos les infunde su propio espíritu y energía. Propone dirigirlos contra el real de los santos y tomar posesión de la ciudad de Dios. En un arrebato belicoso señala los innumerables millones que han sido resucitados de entre los muertos, y declara que como jefe de ellos es muy capaz de destruir la ciudad y recuperar su trono y su reino.

Entre aquella inmensa muchedumbre se cuentan numerosos representantes de la raza longeva que existía antes del diluvio; hombres de estatura elevada y de capacidad intelectual gigantesca, que habiendo cedido al dominio de los ángeles caídos, consagraron toda su habilidad y todos sus conocimientos a la exaltación de sí mismos; hombres cuyas obras artísticas 722 maravillosas hicieron que el mundo idolatrase su genio, pero cuya crueldad y malos ardides mancillaron la tierra y borraron la imagen de Dios, de suerte que el Creador los hubo de raer de la superficie de la tierra.

Allí hay reyes y generales que conquistaron naciones, hombres valientes que nunca perdieron una batalla, guerreros soberbios y ambiciosos cuya venida hacía temblar reinos. La muerte no los cambió. Al salir de la tumba, reasumen el curso de sus pensamientos en el punto mismo en que lo dejaran. Se levantan animados por el mismo deseo de conquista que los dominaba cuando cayeron.

Satanás consulta con sus ángeles, y luego con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Consideran la fuerza y el número de los suyos, y declaran que el ejército que está dentro de la ciudad es pequeño, comparado con el de ellos, y que se lo puede vencer. Preparan sus planes para apoderarse de las riquezas y gloria de la nueva Jerusalén. En el acto todos se disponen para la batalla. Hábiles artífices fabrican armas de guerra. Renombrados caudillos organizan en compañías y divisiones las muchedumbres de guerreros.

Al fin se da la orden de marcha, y las huestes innumerables se ponen en movimiento -un ejército cual no fue jamás reunido por conquistadores terrenales ni podría ser igualado por las fuerzas combinadas de todas las edades desde que empezaron las guerras en la tierra.

Satanás, el más poderoso guerrero, marcha al frente, y sus ángeles unen sus fuerzas para esta batalla final. Hay reyes y guerreros en su comitiva, y las multitudes siguen en grandes compañías, cada cual bajo su correspondiente jefe. Con precisión militar las columnas cerradas avanzan sobre la superficie desgarrada y escabrosa de la tierra hacia la ciudad de Dios. Por orden de Jesús, se cierran las puertas de la nueva Jerusalén, y los ejércitos de Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto.

3-4. CS 734-735.

11. CS 734

22. CS 735.

24. CS 735.

Cristo aseguró a sus discípulos que iba a preparar mansiones para ellos en la casa de su Padre. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no ignorarán por completo lo que se refiere a la patria celestial. Y sin embargo son "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que jamás entraron en pensamiento humano las cosas grandes que ha preparado Dios para los que le aman." (1Corintios 2:9 V.M.)

El lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Sólo la conocerán quienes la contemplen. Ninguna inteligencia limitada puede comprender la gloria del paraíso de Dios. En la Biblia se llama la herencia de los bienaventurados una patria. (Hebreos 11:14-16.)

Allí conduce el divino Pastor a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para el servicio 734 de las naciones.

Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor.

Allí las vastas llanuras alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres.

En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrientes vivas, es donde el pueblo de Dios que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar.

"Mi pueblo habitará en mansión de paz, en moradas seguras, en descansaderos tranquilos." "No se oirá más la violencia en tu tierra, la desolación ni la destrucción dentro de tus términos; sino que llamarás a tus muros Salvación, y a tus puertas Alabanza." "Edificarán casas también, y habitarán en ellas; plantarán viñas, y comerán su fruto. No edificarán más para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; . . . mis escogidos agotarán el usufructo de la obra de sus manos." 

(Isaías 32:18; 60:18; 65:21,22 V.M.)

Allí "se alegrarán el desierto y el sequedal, y el yermo se regocijará y florecerá como la rosa." "En vez del espino subirá el abeto, y en lugar de la zarza subirá el arrayán." "Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo sesteará junto con el cabrito; . . . y un niñito los conducirá." "No dañarán, ni destruirán en todo mi santo monte," dice el Señor. (Isaías 35:1; 55:13; 11:6, 9, V.M.)

El dolor no puede existir en el ambiente del cielo.

Allí no habrá más lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni manifestaciones de duelo. "Y la muerte no será más; ni habrá más gemido ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya." "No dirá más el habitante: Estoy enfermo; al pueblo que mora en ella le habrá sido perdonada su iniquidad." (Apocalipsis 21:4; Isaías 33:24, V.M.)

ALLÍ ESTÁ LA NUEVA JERUSALÉN, la metrópoli de la nueva tierra glorificada, "corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema real en la mano de nuestro Dios." "Su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, 735 transparente como el cristal." "Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a ella su gloria."

El Señor dijo: "Me regocijaré en Jerusalem, y gozaréme en mi pueblo." "¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo!" 

(Isaías 62:3; Apocalipsis 21:11,24; Isaías 65:19; Apocalipsis 21:3V.M.)

EN LA CIUDAD DE DIOS "no habrá ya más noche." Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. "No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará." (Apocalipsis 22:5, V.M.)

LA LUZ DEL SOL será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece.

Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol.

"No vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero son el templo de ella." (Apocalipsis 21:22, V.M.)

El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo. "Ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo." (1 Corintios 13:12, V.M.)

Vemos la imagen de Dios reflejada como en un espejo en las obras de la naturaleza y en su modo de obrar para con los hombres; pero entonces le veremos cara a cara sin velo que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro.

Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo más completo y más dulce. 

El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a "toda la familia en 736 los cielos, y en la tierra" (Efesios 3:15, V.M.) -todo eso constituye la dicha de los redimidos.

6-7. CS 595. DIOS DECLARA POSITIVAMENTE EN SU PALABRA que castigará a los transgresores de su ley. Los que se lisonjean con la idea de que es demasiado misericordioso para ejecutar su justicia contra los pecadores, no tienen más que mirar a la cruz del Calvario La muerte del inmaculado Hijo de Dios testifica que "la paga del pecado es muerte," que toda violación de la ley de Dios debe recibir su justa retribución.

Cristo, que era sin pecado, se hizo pecado a causa del hombre. Cargó con la culpabilidad de la transgresión y sufrió tanto, cuando su Padre apartó su faz de él, que su corazón fue destrozado y su vida aniquilada. Hizo todos esos sacrificios a fin de redimir al pecador. De ningún otro modo habría podido el hombre libertarse de la penalidad del pecado. Y toda alma que se niegue a participar de la expiación conseguida a tal precio, debe cargar en su propia persona con la culpabilidad y con el castigo por la transgresión.

Consideremos lo que la Biblia enseña además respecto a los impíos y a los que no se han arrepentido, y a quienes los universalistas colocan en el cielo como santos y bienaventurados ángeles.

"Al que tuviere sed, le daré a beber de la fuente del agua de la vida de balde." (Apocalipsis 21:6, V.M.) Esta promesa es sólo para aquellos que tuvieren sed. Sólo aquellos que sienten la necesidad del agua de la vida y que la buscan a cualquier precio, la recibirán. "El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo." (Vers. 7.)

Aquí también, las condiciones están especificadas. Para heredar todas las cosas, debemos resistir al pecado y vencerlo. 596

9-10. CS 479. La venida del Esposo, presentada aquí, se verifica antes de la boda. La boda representa el acto de ser investido Cristo de la dignidad de Rey. 

La ciudad santa, la nueva Jerusalén, que es la capital del reino y lo representa, se llama "la novia, la esposa del Cordero."

El ángel dijo a San Juan: "Ven acá; te mostraré la novia, la esposa del cordero." "Me llevó en el Espíritu," agrega el profeta, "y me mostró la santa ciudad de Jerusalem, descendiendo del cielo, desde Dios." (Apocalipsis 21:9, 10, V.M.) 

Salta pues a la vista que la Esposa representa la ciudad santa, y las vírgenes que van al encuentro del 480 Esposo representan a la iglesia.

10-14. PE 17. Los 144,000 exclamaron "¡Aleluya!" al reconocer a los amigos que la muerte había arrebatado de su lado, y en el mismo instante nosotros fuimos transformados y nos reunimos con ellos para encontrar al Señor en el aire.

Juntos entramos en la nube y durante siete días fuimos ascendiendo al mar de vidrio, donde Jesús sacó coronas y nos las ciñó con su propia mano. Nos dio también arpas de oro y palmas de victoria. En el mar de vidrio, los 144,000 formaban un cuadrado perfecto. 

Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas; y sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos con su corona. Iban vestidos con un resplandeciente manto blanco desde los hombros hasta los pies. 17 Había ángeles en todo nuestro derredor mientras íbamos por el mar de vidrio hacia la puerta de la ciudad. Jesús levantó su brazo potente y glorioso y, posándolo en la perlina puerta, la hizo girar sobre sus relucientes goznes y nos dijo: "En mi sangre lavasteis vuestras ropas y estuvisteis firmes en mi verdad. Entrad." Todos entramos, con el sentimiento de que teníamos perfecto derecho a estar en la ciudad.

Allí vimos el árbol de la vida y el trono de Dios, del que fluía un río de agua pura, y en cada lado del río estaba el árbol de la vida. En una margen había un tronco del árbol y otro en la otra margen, ambos de oro puro y transparente. Al principio pensé que había dos árboles; pero al volver a mirar vi que los dos troncos se unían en su parte superior y formaban un solo árbol. Así estaba el árbol de la vida en ambas márgenes del río de vida.  Sus ramas se inclinaban hacia donde nosotros estábamos, y el fruto era espléndido, semejante a oro mezclado con plata.

Todos nos ubicamos bajo el árbol, y nos sentamos para contemplar la gloria de aquel paraje, cuando los Hnos. Fitch y Stockman, que habían predicado el Evangelio del reino y a quienes Dios había puesto en el sepulcro para salvarlos, se llegaron a nosotros y nos preguntaron qué había sucedido mientras ellos dormían. (Véase el Apéndice.) Procuramos recordar las pruebas más graves por las que habíamos pasado, pero resultaban tan insignificantes frente al incomparable y eterno peso de gloria que nos rodeaba, que no pudimos referirlas y todos exclamamos: " ¡Aleluya! Muy poco nos ha costado el cielo." Pulsamos entonces nuestras áureas arpas cuyos ecos resonaron en las bóvedas del cielo.

Con Jesús al frente, descendimos todos de la ciudad a la tierra, y nos posamos sobre una gran montaña que, incapaz de sostener a Jesús, se partió en dos, de modo que quedó hecha una vasta llanura. Miramos entonces y vimos la gran ciudad con doce cimientos y doce puertas, tres en cada uno de sus cuatro lados y un ángel en cada puerta. Todos 18 exclamamos: "¡La ciudad! ¡la gran ciudad! ¡ya baja, ya baja de Dios, del cielo" Descendió, pues, la ciudad, y se asentó en el lugar donde estábamos. Comenzamos entonces a mirar las espléndidas afueras de la ciudad.

Allí vi bellísimas casas que parecían de plata, sostenidas por cuatro columnas engastadas de preciosas perlas muy admirables a la vista. Estaban destinadas a ser residencias de los santos. En cada una había un anaquel de oro. Vi a muchos santos que entraban en las casas y, quitándose las resplandecientes coronas, las colocaban sobre el anaquel. Después salían al campo contiguo a las casas para hacer algo con la tierra, aunque no en modo alguno como para cultivarla como hacemos ahora. Una gloriosa luz circundaba sus cabezas, y estaban continuamente alabando a Dios.

Vi otro campo lleno de toda clase de flores, y al cortarlas, exclamé: "No se marchitarán." Después vi un campo de alta hierba, cuyo hermosísimo aspecto causaba admiración. Era de color verde vivo, y tenía reflejos de plata y oro al ondular gallardamente para gloria del Rey Jesús. Luego entramos en un campo lleno de toda clase de animales: el león, el cordero, el leopardo y el lobo, todos vivían allí juntos en perfecta unión. Pasamos por en medio de ellos, y nos siguieron mansamente. De allí fuimos a un bosque, no sombrío como los de la tierra actual, sino esplendente y glorioso en todo. Las ramas de los árboles se mecían de uno a otro lado, y exclamamos todos: "Moraremos seguros en el desierto y dormiremos en los bosques." Atravesamos los bosques en camino hacia el monte de Sión.

En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre. Los acompañaba una innúmera hueste de pequeñuelos que también tenían 19 un ribete rojo en sus vestiduras.

El monte de Sion estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios. Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje.  Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: "Únicamente los 144,000 entran en este lugar." Y exclamamos: "¡Aleluya!"

11-12. HAp 472.

21-22. HAp 472.

EN ESTE 472 MUNDO HABÍAN CONSAGRADO SUS MENTES A DIOS; le habían servido con la inteligencia y el corazón; y ahora él puede poner su nombre "en sus frentes." "Y reinarán para siempre jamás." (Apoc. 22:5.) 

No entrarán y saldrán como quienes mendigan un lugar. Pertenecerán a aquellos de los cuales Cristo dijo: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo." Les dará la bienvenida como a hijos, diciéndoles: "Entra en el gozo de tu Señor." (Mat. 25:34,21.)

"ESTOS, LOS QUE SIGUEN AL CORDERO por dondequiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero." (Apoc. 14:4,5.)

LA VISIÓN DEL PROFETA LOS COLOCA FRENTE AL MONTE DE SIÓN, ceñidos para un servicio santo, vestidos de lino blanco, que es la justificación de los santos. Pero todo el que siga al Cordero en el cielo, primeramente tiene que seguirle en la tierra, no con inquietud o caprichosamente, sino con confianza, amor y obediencia voluntaria; como la oveja sigue al pastor. "Y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas: y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, . . . y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra. . . . En sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios." (Apoc. 14:2-5.)

"Y YO JUAN VI LA SANTA CIUDAD, Jerusalem nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido." "Teniendo la claridad de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel." "Las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio transparente. Y no vi en ella templo; porque 473 el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero." (Apoc. 21:2,11,13,12,21,22.)

27CS 528. La Santificación Expuesta En Las Santas Escrituras Abarca Todo El Ser: Espíritu, Cuerpo Y Alma.

SAN PABLO rogaba por los tesalonicenses, que su "ser entero, espíritu y alma y cuerpo" fuese "guardado y presentado irreprensible en el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo." (1Tesalonicenses 5: 23, V.M.) Y vuelve a escribir a los creyentes: "Os ruego pues, hermanos, por las compasiones de Dios, que le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios." (Romanos 12:1, V.M.)

EN TIEMPOS DEL ANTIGUO ISRAEL, toda ofrenda que se traía a Dios era cuidadosamente examinada. Si se descubría un defecto cualquiera en el animal presentado, se lo rechazaba, pues Dios había mandado que las ofrendas fuesen "sin mancha."

ASÍ TAMBIÉN SE PIDE A LOS CRISTIANOS que presenten sus cuerpos en "sacrificio vivo, santo, acepto a Dios." Para ello, todas sus facultades deben conservarse en la mejor condición posible. Toda costumbre que tienda a debilitar la fuerza física o mental incapacita al hombre para el servicio de su Creador. ¿Y se complacerá Dios con menos de lo mejor que podamos ofrecerle?

CRISTO DIJO: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón."

Los Que Aman A Dios De Todo Corazón desearán darle el mejor servicio de su vida y tratarán siempre de poner todas las facultades de su ser en armonía con las leyes que aumentarán su aptitud para hacer su voluntad. No debilitarán ni mancharán la ofrenda que presentan a su Padre celestial abandonándose a sus apetitos o pasiones.

SAN PEDRO DICE: "Os ruego . . . que os abstengáis de las concupiscencias carnales, las cuales guerrean contra el alma." (1Pedro 2:11, V.M.) Toda concesión hecha al pecado tiende a entorpecer las facultades y a destruir el poder de percepción mental y espiritual, de modo que la Palabra o el Espíritu de Dios ya no puedan impresionar sino débilmente el corazón.

SAN PABLO ESCRIBE A LOS CORINTIOS: "Limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios." (2 Corintios 7:1.) Y entre los frutos del Espíritu- "amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, 528 bondad, fidelidad, mansedumbre," -clasifica la "templanza." (Gálatas 5:22, 23, V.M.)

A pesar de estas inspiradas declaraciones, ¡cuántos cristianos de profesión están debilitando sus facultades en la búsqueda de ganancias o en el culto que tributan a la moda; cuántos están envileciendo en su ser la imagen de Dios, con la glotonería, las bebidas espirituosas, los placeres ilícitos! Y la iglesia, en lugar de reprimir el mal, demasiado a menudo lo fomenta, apelando a los apetitos, al amor del lucro y de los placeres para llenar su tesoro, que el amor a Cristo es demasiado débil para colmar. Si Jesús entrase en las iglesias de nuestros días, y viese los festejos y el tráfico impío que se practica en nombre de la religión, ¿no arrojaría acaso a esos profanadores, como arrojó del templo a los cambiadores de moneda?

El apóstol Santiago declara que la sabiduría que desciende de arriba es "primeramente pura." Si se hubiese encontrado con aquellos que pronuncian el precioso nombre de Jesús con labios manchados por el tabaco, con aquellos cuyo aliento y persona están contaminados por sus fétidos olores, y que infestan el aire del cielo y obligan a todos los que les rodean a aspirar el veneno, -si el apóstol hubiese entrado en contacto con un hábito tan opuesto a la pureza del Evangelio, ¿no lo habría acaso estigmatizado como, "terreno, animal, diabólico"?

Los esclavos del tabaco, pretendiendo gozar de las bendiciones de la santificación completa, hablan de su esperanza de ir a la gloria; pero la Palabra de Dios declara positivamente que "no entrará en ella ninguna cosa sucia." (Apocalipsis 21:27.)

"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo." (1 Corintios 6:19, 20.) Aquel cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo no se dejará esclavizar por ningún hábito pernicioso.

Sus facultades pertenecen 529 a Cristo, que le compró con precio de sangre. Sus bienes son del Señor. ¿Cómo podrá quedar sin culpa si dilapida el capital que se le confió?

Hay cristianos de profesión que gastan al año ingentes cantidades en goces inútiles y perniciosos, mientras muchas almas perecen por falta de la palabra de vida. Roban a Dios en los diezmos y ofrendas, mientras consumen en aras de la pasión destructora más de lo que dan para socorrer a los pobres o para el sostenimiento del Evangelio.

Si todos los que hacen profesión de seguir a Cristo estuviesen verdaderamente santificados, en lugar de gastar sus recursos en placeres inútiles y hasta perjudiciales, los invertirían en el tesoro del Señor, y los cristianos darían un ejemplo de temperancia, abnegación y sacrificio de sí mismos. Serían entonces la luz del mundo.

El mundo está entregado a la sensualidad. "La concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida" gobiernan las masas del pueblo. Pero los discípulos de Cristo son llamados a una vida santa. "Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo." A la luz de la Palabra de Dios, se justifica el aserto de que la santificación que no produce este completo desprendimiento de los deseos y placeres pecaminosos del mundo, no puede ser verdadera.

A aquellos que cumplen con las condiciones: "Salid de en medio de ellos, y apartaos, . . . y no toquéis lo inmundo," se refiere la promesa de Dios: "Yo os recibiré, y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso." (2Corintios 6:17,18.)  

Es privilegio y deber de todo cristiano tener grande y bendita experiencia de las cosas de Dios. "Yo soy la luz del mundo -dice Jesús:- el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida." (Juan 8:12.) "La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto." (Proverbios 4:18.)

CS 534. Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho a ella.

En el rito típico, sólo aquellos que se habían presentado ante Dios arrepintiéndose y confesando sus pecados, y cuyas iniquidades eran llevadas al santuario por medio de la sangre del holocausto, tenían participación en el servicio del día de las expiaciones. 

Así en el gran día de la expiación final y del juicio, los únicos casos que se consideran son los de quienes hayan profesado ser hijos de Dios. El juicio de los impíos es obra distinta y se verificará en fecha posterior. "Es tiempo de que el juicio comience de la casa de Dios: y si primero comienza por nosotros, ¿Qué será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio?" (1Pedro 4:17.)

Los libros del cielo, en los cuales están consignados los nombres y los actos de los hombres, determinarán los fallos del juicio. El profeta Daniel dice: "El Juez se sentó, y los libros se abrieron." San Juan, describiendo la misma escena en el Apocalipsis, agrega: "Y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras." (Apocalipsis 20:12.)

El libro de la vida contiene los nombres de todos los que entraron alguna vez en el servicio de Dios. Jesús dijo a sus discípulos: "Gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos." (Lucas 10:20.) San Pablo habla de sus fieles compañeros de trabajo, "cuyos nombres están en el libro de la vida." (Filipenses 4:3.) 

Daniel, vislumbrando un "tiempo de angustia, cual nunca fue," declara que el pueblo de Dios será librado, es decir, "todos los que se hallaren escritos en el libro." (Daniel 12:1.) Y San Juan dice en el Apocalipsis que sólo entrarán en la ciudad de Dios aquellos cuyos nombres "están escritos en el libro de la vida del Cordero." (Apoc. 21:27.) 535

Delante de Dios está escrito "un libro de memoria," en el cual quedan consignadas las buenas obras de "los que temen a Jehová, y de los que piensan en su nombre." (Malaquías 3:16, V.M.)

 Sus palabras de fe, sus actos de amor, están registrados en el cielo. A esto se refiere Nehemías cuando dice: "¡Acuérdate de mí, oh Dios mío, . . . y no borres mis obras piadosas que he hecho por la Casa de mi Dios!" (Nehemías 13:14, V.M.) 

En el "libro de memoria" de Dios, todo acto de justicia está inmortalizado. 

Toda tentación resistida, todo pecado vencido, toda palabra de tierna compasión, están fielmente consignados, y apuntados también todo acto de sacrificio, todo padecimiento y todo pesar sufridos por causa de Cristo.

El salmista dice: "Tú cuentas los pasos de mi vida errante: pon mis lágrimas en tu redoma: ¿no están en tu libro?" (Salmo 56:8, V.M.) Hay además un registro en el cual figuran los pecados de los hombres. "Pues que Dios traerá toda obra a juicio juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala." (Eclesiastés 12:14, V.M.) "De toda palabra ociosa que hablaren los hombres, darán cuenta en el día del juicio." Dice el Salvador: "Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado." (Mateo 12:36, 37, V.M.)

Los propósitos y motivos secretos aparecen en el registro infalible, pues Dios "sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones." (1Corintios 4:5, V.M.) "He aquí que esto está escrito delante de mí: . . . vuestras iniquidades y las iniquidades de vuestros padres juntamente, dice Jehová."  (Isaías 65:6, 7, V.M.)

La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada e imputada ya como señal de fidelidad ya de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con terrible exactitud, cada mala palabra, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto, con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades desperdiciadas, 536 la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo fue registrado por el ángel anotador.

La ley de Dios es la regla por la cual los caracteres y las vidas de los hombres serán probados en el juicio. Salomón dice: "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano. Pues que Dios traerá toda obra a juicio." (Eclesiastés 12:13, 14, V.M.) 

El apóstol Santiago amonesta a sus hermanos diciéndoles: "Así hablad pues, y así obrad, como hombres que van a ser juzgados por la ley de libertad." (Santiago 2:12, V.M.)

Los que en el juicio "serán tenidos por dignos," tendrán parte en la resurrección de los justos. Jesús dijo: "Los que serán tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo venidero, y la resurrección de entre los muertos, . . . son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección." (Lucas 20:35,36, V.M.) Y además declara que "los que hicieron bien saldrán a resurrección de vida." (Juan 5:29.)

Los justos ya muertos no serán resucitados más que después del juicio en el cual habrán sido juzgados dignos de la "resurrección de vida." No estarán pues presentes en persona ante el tribunal cuando sus registros sean examinados y sus causas falladas.

Jesús aparecerá como el abogado de ellos, para interceder en su favor ante Dios. "Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a saber Jesucristo el justo." (1 Juan 2:1.) 

"Porque no entró Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." "Por lo cual también, puede salvar hasta lo sumo a los que se acercan a Dios por medio de él, viviendo siempre para interceder por ellos." 

(Hebreos 9:24; 7:25, V.M.) 

A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos. 537

Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de los cuales no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus buenas obras será borrada de los registros de Dios. 

El Señor declaró a Moisés: "Al que haya pecado contra mí, a éste borraré de mi libro." (Éxodo 32:33, V.M.) Y el profeta Ezequiel dice: "Si el justo se apartare de su justicia, y cometiere maldad, . . . todas las justicias que hizo no vendrán en memoria." (Ezequiel 18:4.)  

A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna.

Ministerio Hno. Pio


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